Mis cinco libros de ciencia ficción (7)

Galaxias como granos de arena¿Por qué la ciencia ficción? De vez en cuando me pregunto por los motivos que provocaron mi acercamiento a este género, que haya leído cientos de libros de él desde hace más de veinte años. Creo que primero me atrapó el enfoque más espectacular y luego me ha mantenido cerca su capacidad para explicar nuestra realidad sin necesidad de agarrarse a las inflexibles reglas (físicas y de perspectiva) que asfixian a la mayoría de historias. Esto último también influye en que cuando hable de mis libros favoritos no señale los más clásicos ni me quede con los que quizá son indiscutibles, sino con los que más me marcaron.

Cuando he presentado novelas me han preguntado en varias ocasiones si me considero un escritor de ciencia ficción. La respuesta es que no, creo que hay autores de literatura realista que me han influido tanto o más y no pienso solo en este género, pero siempre añado que soy un lector de ciencia ficción y eso influye en mi forma de escribir y ver la realidad.

Elegir cinco libros de género es difícil: ¿en qué me baso si cada día puedo cambiar mis favoritos? En fin, vayamos con una selección que tiene sentido en este momento, pero tal vez en otro cambiaría algunos títulos, o la vara de medir.

El hombre en el castillo, de Philip K. Dick (1962)

Philip K. Dick es el autor del que he leído más libros y desde que empecé con él me ha obsesionado por muchos motivos. No consigo encuadrar sus obras en un estadio concreto. A pesar de sus múltiples descuidos y vicios, en su narrativa late un genio al que no supo cuidar y la evidente imperfección de su extensa obra es lo que ha ocasionado que nunca me aparte de su narrativa. El hombre en el castillo no es su novela más redonda ni entretenida, pero creo que en su estructura se concentran gran parte de las inquietudes y pensamientos de Dick. Comprendo la situación de los personajes en la historia, pero ¿por qué esta tristeza que nunca se consuela? ¿Quizá porque la vida y la realidad son accidentes sin respuesta? Dick fue un hombre perdido y sus personajes siempre lo son. En esta novela también hay una gran ucronía, un inteligente juego narrativo y algunos tramos de alta literatura, pero, ay, me quedo con los personajes.

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Los (otros) 10 mejores libros de ciencia ficción del siglo XXI

Amazon Zon Zon

Ya lo he contado alguna vez. Cuando limpio el kippel de mi ordenador, cosa que hago de Pascuas a Ramos, me suelo encontrar con textos jugosos que guardé en su día y que al poco desaparecieron de mi memoria. Pues bien, el olvido del artículo que finalmente ha dado origen a este texto es un caso especial. Su lectura provocó que me viera obligado a escribir instantáneamente una suerte de reflexión personal, casi un manifiesto con carácter contestatario. Lo acabé abandonando por no meterme en guerras absurdas en un momento en el que andaba bajo de ánimo por asuntos de índole personal. Al reencontrarme con él, casi un año después, he creído que contenía los suficientes puntos de interés y utilidad como para someterlo a una reelaboración. Aunque, para ofender al menor número de lectores posible, he eliminado las partes más polémicas.

Bajo el título “Los 10 mejores libros de ciencia ficción del siglo XXI”, el diario El Confidencial publícó en julio de 2020 una lista de recomendaciones literarias que les invito a leer antes de continuar. Aunque el artículo se encontraba dentro de la sección de Cultura, el contenido parecía elaborado con un espíritu claramente comercial, sospecha corroborada por la presencia de la palabra Amazon al principio del epígrafe. El caso es que encontré muchos puntos de interés en ese artículo, más que por las recomendaciones en sí, porque identifiqué en él algunas de las cosas que me habían estado rondando la cabeza durante los últimos años, pues hacía hincapié en una actitud del aficionado que se ha ido agudizando de manera notable en estos últimos años.

En realidad, a pesar del rimbonbante título del artículo, al que dan ganas de añadir entre paréntesis un evidente “hasta el momento”, esta lista recomienda diez libros que en España han sido o bien publicados por primera vez o bien reeditados en formatos más lujosos exclusivamente -y esto es lo reseñable- en sólo una de las décadas del siglo XXI, la segunda para ser concretos. La sensación de que se buscaron publicaciones recientes, fueran novedad o reedición, es inequívoca. De hecho, si uno coteja la lista con los libros presentes en la sección de ciencia ficción de cualquier librería importante, parece una wishlist de novedades de los últimos años que poder adquirir en el acto.

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Dudo Errante, de Russell Hoban

Dudo ErranteDudo Errante, de Russell Hoban, rebosa tantas ideas, transpira tanta imagen, que no cuesta mucho encontrarle pasadizos con obras anteriores como El señor de las moscas, o con textos muy posteriores, como las novelas del nunca demasiado citado Rafael Pinedo. Considerada la obra maestra de Hoban, Dudo Errante nos traslada a un mundo dos mil años en el futuro, el 4 mil de nuestra era, en el que lo único que queda de nosotros como especie, como migaja identificable, son nuestros errores, nuestra necedad y nuestra violencia. No es, de todos modos, una novela de argumento; es una novela de atmósfera, de fogonazos visuales y, sobre todo, de lenguaje. No en un sentido intelectualoide en el que Hoban despliegue sus tesis o ideas; ‘de lenguaje’ porque aquí el lenguaje es la realidad. Las palabras de ese mundo futuro son como cascotes de un edificio en ruinas; nos servirían para saber que ese edificio cayó, pero no para reconstruirlo. Lo que David Pringle llamó “una historia sencilla, copiosamente enriquecida por ingeniosos juegos de palabras y toques de misticismo”, se quedó, me temo, muy corto.

El grado de primitivismo en el que chapotean, ahora, en el 4 mil y pico, estos humanos asilvestrados y babeantes, es tal que el canibalismo y la neosuperchería campan a sus anchas. Lo que queda de la humanidad es, a la humanidad original, lo que ese lenguaje deteriorado de Dudo Errante es al lenguaje pre-devastación nuclear. No es Hoban suponiendo lo que sería el habla involucionada de los supervivientes postapocalípticos: es Dudo, el personaje, el que escribe y por tanto el que se despliega con total naturalidad en ese lenguaje, en esa nueva normalidad que reina en su día, y así nos llega más hondamente el calado de su fracaso. El lenguaje es un mundo en sí mismo (en esta novela), y Dudo Errante es, también, su lenguaje. Un sistema cerrado, autoconclusivo, de referentes atroces; es una parte más del mundo roto; un lenguaje pulverizado por las explosiones atómicas de hace dos mil años, y así, como herramienta de conocimiento de la realidad y de autodesarrollo, se demuestra roma e ineficaz. Pero también y por otra parte es un lenguaje que aún contiene visibles rastros de belleza: “(…) se tratava simplemente de su aullido i de la negrura del perro en el sonido de la lluuia gris al caer”. Así escribe Dudo. No en inglés sino en postapocalíptico.

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Fin de raza, de varios autores

Fin de razaEl auge de las antologías (temáticas, generacionales, casuales) me despierta sentimientos ambiguos. Tanto aprecio la oportunidad de descubrir escritores o nuevos enfoques sobre temas generalmente no tan nuevos, como azuzan mi suspicacia sobre la búsqueda de un editor por ampliar su público potencial; ese agrupar entre sus cubiertas hasta (sí, amigos) dos decenas de autores, relajando el proceso de selección para multiplicar el número de presentaciones/lectores blanco de un libro que, generalmente, termina criando polvo en una estantería, más tenido que leído. En este sentido, me sorprende lo poco que se trabaja el formato desde una función editorial incapaz de alejarse de los caminos más transitados.

Fin de raza apuesta por dar ese lavado de cara al proporcionar una serie de valores añadidos a la antología tipo. Apuesta por una edición limitada con un volumen físico muy trabajado en el que destacan las ilustraciones con las cuales un artista, LAPRISAMATA, interpreta cada una de las historias; láminas a toda página impresas, como el resto del libro, en papel satinado donde se resume el alma de una decena de textos. Además la maquetación personalizada para cada historia aporta una puesta en página variada, con diseños que van de lo pertinente a lo gratuito, en un trabajo redondeado por una lámina exclusiva de LAPRISAMATA (firmada y numerada). Y reparte de forma más ecuánime los ingresos de su venta, a partes iguales entre editor, autores e ilustrador. A lo que habría que añadir listas de reproducción en Spotify pensadas por los autores de cada uno de los relatos. Pocos vienen a leer un libro por complementos así, pero el esfuerzo por darle este giro al formato tradicional ya me parece estimable.

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Plop, de Rafael Pinedo

PlopCuando se tradujo La carretera hubo marejada fandomera al son de “¿es para tanto?”. A un número significativo de aficionados les parecía una novela del montón, no especialmente entretenida, y el reconocimiento logrado el enésimo ejercicio de adanismo/apropiación por parte de la inteligentsia cultural, equivalente al que acompañó a Nunca me abandones unos años antes y al que seguramente veamos cuando se traduzca Machines Like Me. Más allá de consideraciones personales, la cuestión me atrae sobremanera porque en esa novela McCarthy consuma un aspecto esencial de la ciencia ficción no siempre cuidado: una propuesta estética donde fondo y forma queden íntimamente ligados. La manera en que McCarthy relata el viaje de ese padre y ese hijo, lo que cuenta y muestra, lo que calla y fuerza a imaginar, la cadencia del texto, el efecto de no acotar unos diálogos mínimos, afila la narración del fin del mundo hasta auparla a la categoría de colosal quebrantahuesos. Habiendo escrito esto aquí, sobra decir que me ocurre lo mismo con Plop.

Bastan tres o cuatro capítulos para apreciar la excelsa simbiosis entre fondo y forma en la novela más apreciada de Rafael Pinedo. Desde su primera palabra el autor de Frío y Subte apuesta por una construcción estética que trabaja cada oración hasta ajustarla a un texto lacónico prácticamente desprovisto de adjetivos y adverbios, de frases certeras y verbos elocuentes al describir el sentido de las acciones. Ese discurso reducido a la mínima expresión, que carga las palabras con una polisemia trazada con escuadra y cartabón, donde las relaciones sexuales consentidas o no se mencionan siempre a través del verbo “usar”, permite hacerse una idea de la carga detrás de la composición. El estilo se ajusta como un guante a un escenario postapocalíptico donde el mundo natural murió sin posibilidad de resurrección, el lodo, la chatarra y las aguas tóxicas se han convertido en la base del biotopo, y la carencia de empatía y la obediencia ciega son imprescindibles para la supervivencia.

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Caminando hacia el fin del mundo, de Suzy McKee Charnas

Caminando hacia el fin del mundoDe las admirables reivindicaciones de la ciencia ficción feminista de los años setenta, de todas esas páginas, se desprende hoy una fuerza que cristaliza en historias e imaginarios tan impactantes como lúgubres. Y si digo lúgubres es por lo oscuro de los mundos que tejieron esas autoras, por la visión tan crítica y desesperanzada que tenían de las sociedades coercitivas en las que nacieron, no tan diferentes de las nuestras. Pienso en autoras como Ursula K. Le Guin, Joanna Russ o, en la mejor de todas, James Tiptree, Jr., alias de Alice B. Sheldon. Pero, sobre todo, en una novela en concreto, oscura y tétrica, que por encima de eso es una pieza explosiva de rabia y causticidad ácrata. Me refiero a Caminando hacia el fin del mundo, de Suzy McKee Charnas.

Estamos ante la precursora directa de las escalofriantes novelas del argentino Rafael Pinedo y de la Kameron Hurley de Las estrellas son Legión. Charnas mezcla postapocalipsis, fantasía macabra y crítica social en un todo que se podría calificar de “ciencia ficción gore”. Es decir: el marco es ciencia ficción, y en ese marco tienen cabida la fantasía, la sociología y el relato de aventuras –no muy cantarinas– en la línea de indagación en el horror que planteaba El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad.

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Sobre el relato postapocalíptico

The Road

Uno de los subgéneros más encantadores de la ciencia ficción, uno de los que más puede atraer a los no interesados en el género, que puede ser terreno compartido para lectores de todas las sensibilidades y tendencias, es la literatura postapocalítpica. No hace mucho vimos, con La carretera de Cormac McCarthy, un boom del subgénero, un auge explosivo que lo popularizó más allá de sus fronteras, que gustó a todo el mundo y que llegó, de manos de un autor no especializado en el género, a todas las capas del público lector. Creció y se multiplicó (yo creo, por otra parte, que ese libro es uno de los motivos por los que se ha expandido, también, el universo primo hermano de los zombies). Independientemente de los incuestionables valores de la novela, del asombroso talento de McCarthy, creo que la propia naturaleza de lo postapocalíptico contribuyó a extender el subgénero. Pero, ¿por qué llegó tan lejos? ¿Por qué lo postapocalíptico sí y la interacción con alienígenas, por ejemplo, no?

La puesta en escena de la literatura postapocalíptica tiende a ser menos excéntrica que, digamos, la de la space opera o la de los viajes al futuro, que exigen, para ser aceptadas, un poco más de ese entusiasmo innato que siente el freak por las transgresiones de la ciencia ficción. En general, no asistiremos a ese despliegue de imaginario cienciaficcionesco tan exagerado que vemos en la space opera. Por el contrario, veremos tierras arrasadas, edificios abandonados, agrietados y moribundos, todo será ruina, calles invadidas por una vegetación que crece desatada, gente enloquecida, que sobrevive como puede, pequeños, miserables caudillos que se aprovechan de su fuerza para depredar a los más débiles, veremos escenas de una pobreza ilimitada, hambre, dolor, sufrimiento. Mucho frío y mucha soledad. Veremos muerto todo lo que está vivo. Algo con lo que cualquier lector, sea o no aficionado al género, puede identificarse. Lo vemos en la actualidad: siempre pienso en el escenario de después de una guerra, más o menos, y en ese sentido quien lea no tendrá que pedirle a su cerebro el esfuerzo que necesitaría para aceptar las delicias futuristas de lo que me gusta llamar “la ciencia ficción más colorida”. Es un desgarro de la realidad que puede aceptar cualquiera porque no está tan alejado de la realidad común.

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Recomendaciones día de la lectura 2016

Día de la lectura

El sábado se celebra un evento marcado a fuego en el calendario por editoriales, autores y libreros: el día de la lectura. Una jornada en la cual los libros toman la calle para darse un pequeño y merecido baño de masas. Las novedades que apuntan hacia este momento son legión, preparadas para aprovechar el viento fresco de miles de compradores empujados por la efémeride, los medios de comunicación y el tradicional 10% de descuento.

Dispuestos a participar de la fiesta, hemos preguntado a un grupo de lectores sus recomendaciones entre libros de ciencia ficción, fantasía o terror. Para centrar esa tarea delimitamos la selección a una novedad, un clásico y un título “libre”, con flexibilidad en la interpretación de cada etiqueta. El resultado son 24 libros de muy diversa procedencia entre los cuales resulta fácil encontrar títulos tentadores para cualquier lector. Si alguien se siente atraído por nuestra propuesta y le apetece participar con sus sugerencias, los comentarios están abiertos. ¡Únete y añade tus recomendaciones!

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El futuro ya no es lo que era

Sol

Puede que los datos macroeconómicos amaguen con mejorar en los próximos meses, según distintas fuentes. Pero aunque esa tendencia se confirme como cierta, el ciudadano de a pie no intuye un cambio de viento a su favor. A diferencia de otras crisis previas, ésta ha socavado la fe en el progreso.

“La sensación de precariedad es absoluta. Vivimos al día de una forma impensable hace poco, en la era del mileurismo. Hoy un sueldo fijo de mil euros es un sueño. En diez años puede que veamos en España una extensión real de la miseria, como está ocurriendo en Grecia. Ni la Troika sabe qué hacer con este país”, resume Isabel Serrano, integrante de uno de los grupos que forman parte del núcleo duro del 15-M, significativamente denominado Juventud sin Futuro.

No existen muchos estudios para certificar estas sensaciones; el propio barómetro del CIS no las toca. Uno de los pocos realizados en España es responsabilidad de Antonio Alaminos, catedrático de Sociología de la Universidad de Alicante: “Por ejemplo, los datos del Eurobarómetro muestran una caída en la percepción del status social. En 2000, la mayor parte de la población española se consideraba de clase media-alta. Hoy se ven de clase media-media, pero creo que muy pronto se soltarán de ese clavo ardiendo”. Alaminos, que considera que los aspectos más negativos de la crisis se irán extendiendo a otros países, incide en un “proceso local de desfuturización muy acusado en el caso de España”.

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Subte, de Rafael Pinedo

Subte

Subte

La finalización de la lectura de Subte trae consigo una inmensa tristeza. Por el contenido de la lectura en sí, pero principalmente por la evidencia de que ya no habrá más obras de Rafael Pinedo que llevarse a los ojos. Para bien o para mal, si Pinedo pasa a la posteridad será como escritor de culto, esa etiqueta con la que se designa a aquellos autores que poseen algo especial, que para unos pocos rozan la genialidad y aún así nunca llegarán a gozar de una fama global. Subte supone un más difícil todavía en la escasa obra del escritor nacido en Buenos Aires. Consta de apenas 90 páginas, pero en ellas pervive el ánima y el estilo que tanta fascinación provocaban en sus dos novelas anteriores.

La trama de esta novela es, debido a su breve extensión, apenas episódica, y sin embargo, una vez concluída su lectura, se tiene la sensación de haber presenciado (y vivido, ese es el gran haber del autor) una jornada larga y terriblemente intensa. Proc, la protagonista absoluta de la historia, es una adolescente en avanzado estado de gestación. Perseguida por perros salvajes a través de los túneles del metro, se ve obligada a bajar por un hueco a oscuras a un nivel inferior. Allí se encuentra con la tribu de “los ciegos”, así calificados por vivir en una completa oscuridad. Tras hacer amistad con Ish, una de sus miembros, intenta escapar de vuelta a la superficie, pero los dolores del inminente parto dificultan la huida.

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