Pepe Carvalho, pulp fiction de primera

Manuel Vázquez Montalbán

El ciclo Carvalho de novela negra me parece una de las aportaciones culturales más importantes del último tercio del siglo XX en España. Tanto los personajes en sí, con Pepe Carvalho al frente, y secundarios memorables como Charo, Biscuter o Bromuro –a quienes tanto queremos– como la descripción de la propia ciudad de Barcelona, las recetas descritas para paladares apetentes y el comentario perspicaz y documentado sobre la cultura de su tiempo, son los rasgos –algunos de los rasgos– más idiosincrásicos del conocido ciclo de novelas de Vázquez Montalbán. En sí mismos ya le dan consistencia e identidad al ciclo, y casi personalidad humana, diría, una a la que te gusta volver, que quieres frecuentar.

La última novela que leí (antes de este apunte) del ciclo Carvalho fue, en 2018, El premio. Menor, francamente menor (con una escena de sexo tan mal descrita que acabas dudando de si el autor tuvo –hijo aparte– algo que decir alguna vez sobre actividades nocturnas), pero igualmente divertida y cumplidora. Aunque no sea una gran novela –ni siquiera una buena novela– la idea central sí que lo es, y acaba siendo pertinente la crítica que hace a la cosa cultural (recuerda a El banquete de las barricadas, de Pauline Dreyfus, o a esa catedral buñuelesca que es El ángel exterminador). Y aparte de esa idea central están los personajes, con su pesimismo social, con su amargura y, debajo, con su brillantez siempre crítica.

A menudo se habla de las novelas de kiosco, de la narrativa publicada en papel barato, en pulpa de papel cutre, y eso es precisamente lo que es este ciclo: su personalidad es puramente pulp. Llegó a miles de lectores en toda Europa con su escritura desenfadada, su crítica social y por cumplir, también, con unas normas internas, con unas expectativas que adscribían su escritura al imaginario de la novela negra y la insertaban en la narrativa pulp de éxito comercial pero también literario. Un inmenso mosaico social e histórico sobre Occidente, eso es el ciclo. Y sumadas las piezas, queda el pensamiento crítico y el marco histórico subsumido, hasta el punto de poder decir, como he hecho en la apertura de esta nota, que el ciclo de novela negra de Vázquez Montalbán es una de las aportaciones culturales más importantes de la transición y, de paso, del último tercio del siglo XX. Sí que hay títulos sueltos que son, en sí mismos, excelentes novelas. Pero quizá ninguno destaca como destaca el conjunto general que subsume todos los aciertos hasta el punto de opacar los fallos o las torpezas, casi siempre expresivas, verbales, y no estructurales o temáticas, de la serie de novelas.

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Perdición, de Jack Ketchum

PerdiciónEs muy satisfactorio observar cómo algunos autores cuya oportunidad había pasado sean recuperados 20, 30 años después de escribir sus mejores novelas, un movimiento a la contra de un mercado capitalizado por la novedad. Más cuando el escritor capaz de tamaño logro es alguien tan ajeno a los gustos del zeitgeist como Jack Ketchum. El autor de La chica de al lado convirtió las explosiones de violencia en nuestro entorno cotidiano en su marca más reconocible y La biblioteca de Carfax parece decidida a seguir explorando esa veta en los diferentes libros que le ha traducido. Lo hizo en 2018 con Joyride, en 2020 recuperando La chica de al lado y en 2022 con esta Perdición, sorprendente candidata a mejor novela extranjera de los premios Ignotus. Una vuelta de tuerca más al tornillo de la crueldad y la furia contra las mujeres en la sociedad occidental, apretada con particular saña desde su mismo inicio. Porque Perdición empieza con el pie sobre el acelerador y lanzada contra el lector en un juego del cobarde, apártate-que-voy-a-degüello.

A mediados de los años 60 en Sparta, una pequeña ciudad Nueva Jersey, Ray Pye asalta a dos jóvenes a las que ve besarse junto a una hoguera. Acompañado de dos colegas, Tim y Jennifer, mata a una y deja moribunda a la otra. Esta escena se cuenta con todo lujo de detalles para terminar con el equivalente de Ketchum de un fundido en negro; un salto de capítulo que mantiene el lugar pero no el tiempo. Cuatro años más tarde, la superviviente fallece sin haber salido del hospital. Charlie Schilling, el inspector encargado de la investigación, retoma las pesquisas. Aunque tenía claro que Ray estaba detrás no pudo reunir pruebas incriminatorias. En este tiempo, el asesino se ha convertido en el tío chungo del lugar, trapicheando con droga en la versión más quinqui de nuestro chulo de futbolines. Y aunque externamente no comete errores, lleva regulín las contrariedades. Algo de lo cual va a recibir elevadas dosis cuando se encapriche de dos jóvenes con una mentalidad opuesta a las que suele encontrar en Sparta: Sally, contratada para trabajar en el hotel de los padres de Ray y en trámite de abandonar la ciudad para acudir a la universidad; y Katherine, recién llegada desde San Francisco junto a su padre.

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Joyride, de Jack Ketchum

JoyrideJack Ketchum es otro de esos autores cuya publicación en España ha padecido entre mala suerte y un cierto maltrato. Si nos atenemos a La Tercera Fundación, hasta 2019 se habían traducido tres novelas en otras tantas editoriales, alguna con una distribución, cuanto menos, discreta. A pesar de este cuadro, La biblioteca de Carfax le ha otorgado una nueva oportunidad al autor de La chica de al lado, su novela más conocida. En ella sublimaba el potencial para la perversión de la literatura y retorcía las entrañas de un lector que, atrapado, no podía apartar la mirada. Aunque la palabra que más fácil acude a la mente para describir esas sensaciones fuera morbo, cualquier consideración a vuela pluma quedaba defenestrada tras la tremenda historia sobre la capacidad para el abuso entre los hombres de un vecindario cualquiera. Un potencial que sobrevuela de nuevo esta novela escrita cinco años más tarde, en 1995.

El inicio de Joyride no deja dudas al respecto. En dos capítulos consecutivos se asiste a situaciones equivalentes a las entrevistas en la segunda mitad de La chica de al lado. En el primero, en los suburbios de una pequeña ciudad de Nueva Inglaterra, se sugiere una violación a través de un flashback encastrado en una escena durante la cual una pareja, Carole y Lee, acuerda matar a Howard, el exmarido de Carole. Los abusos padecidos durante su matrimonio no han cesado ni tras una orden de alejamiento. A su vez, en el siguiente capítulo se muestra el maltrato de otra mujer, Susan, a manos de Wayne. Ella consiente un cierto exceso en los prolegómenos de una relación sexual hasta que Wayne pierde el control y asiste aterrorizada a la manifestación de sus rasgos sociopáticos. Inmediatamente, en uno de esos azares del destino sin los cuales la vida y la narrativa serían un peñazo, mientras Wayne está preso de la frustración, observa desde la distancia el asesinato de Howard. El empujón definitivo para desprenderse de la conducta que lo ha mantenido bajo control. A lo grande.

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La ciudad y la ciudad, de China Miéville

La ciudad y la ciudadEste es uno de esos libros en los que anhelo la fortuna de quienes llegaron a él sin tener la más remota idea de su contenido. No por la mandanga esa de las expectativas y las insatisfacciones ante las ilusiones creadas. De verdad de la buena, envidio haberme acercado libre de las ideas previas provenientes de textos de cubierta trasera, reseñas, el tráiler de su adaptación a la tele… Mataría por haber podido descubrir cómo su autor introduce determinados conceptos a través del estilo. Cómo mientras el inspector Tyador Borlú relata sus pesquisas iniciales para resolver un asesinato en la ciudad centroeuropea de Besźel, aparta la mirada y “desvé” las callejuelas, los viandantes, los vehículos de Ul Qoma; la ciudad superpuesta sobre Besźel y cuyo entrelazamiento lo es todo en la novela.

Aun no siendo un McGuffin sensu stricto, desentrañar ese crimen planteado en su primer capítulo durante muchas páginas apenas parece una excusa para desplegar y desarrollar el escenario de La ciudad y la ciudad. La coexistencia de sus ciudadanos en los mismos espacios sin interactuar mutuamente; los mecanismos burocráticos que favorecen la colaboración de Besźel con Ul Quoma; los insólitos yacimientos arqueológicos donde se explora el pasado antes y después del entrelazamiento; las relaciones internacionales de ambas urbes; el pavor a la Brecha, la organización que persigue las irrupciones desde una de las ciudades en la otra… apenas son una parte de las facetas tratadas mientras Borlú cuestiona a los testigos y sospechosos y se da de bruces con los condicionantes de un sistema entre lo absurdo y lo racional.

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El ángel caído, de William Hjortsberg

El ángel caídoLa lista de películas que sólo he visto una vez a pesar de haberme encantado es larga. Guardo un recuerdo tan definido y positivo que prefiero quedarme con él antes de arriesgarme a perderlo, ajado por el cambio en la mirada. El tiempo del lobo, La mitad del cielo, Big Fish… Los ejemplos me llueven a patadas. El corazón del ángel figura entre ellos desde que la viera a comienzos de los 90. Su atmósfera pegajosa, las grandes revelaciones sobre las cuales se sustenta su argumento, Lisa Bonet… Es fútil resistirse ante tantos directos en la ternura de la adolescencia. El ángel caído es la novela de William Hjortsberg a partir de la cual Alan Parker escribió el guión de su película y en la eterna discusión sobre los originales y las adaptaciones, en esta ocasión me quedo de todas todas con mi recuerdo. Entre la memoria y la invención, desde la fidelidad al texto de Hjortsberg, Parker consiguió aportarle un incuestionable valor añadido para convertir la narración en un efectivo ejercicio de género criminal y terror psicológico. Componente ésta casi inexistente en El ángel caído.

Como es más o menos conocido, a finales de los 50 del siglo pasado Harry Angel recibe el encargo de encontrar a Johnny Favorite. Un crooner muy popular a comienzos de la década anterior, llamado a filas cuando EE.UU. se involucró en la Segunda Guerra Mundial y herido de gravedad en la campaña del Norte de África. Se sabe que retornó para ser ingresado en una clínica. Sin embargo fue sacado de ella y parece haberse esfumado. Para encontrar su rastro, Angel indaga en su carrera musical y las personas con las que se relacionó casi dos décadas antes; compañeros de banda, su representante, su prometida… Sus pesquisas le ponen en contacto con el mundo de la santería y el ocultismo, ritos a los cuales el tipo era adepto.

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19 cámaras, de Jon Arretxe

19 cámarasTouré vive en el Barrio San Francisco de Bilbao. Inmigrante de Burkina Faso, intenta ganarse el pan como vidente y mago. Sin embargo tiene más éxito con los pequeños encargos de sus clientes y amigos, mayormente dentro de la ley. Una mujer, Charo, lo contrata para que siga a su marido y a su cuadrilla mientras se van de putas por la zona de alterne del bocho. Inician una relación sexual a cambio de la cual Touré recibe un dinerito y, gracias a la poderosa voz que gasta, lo coloca en un coro. Simultáneamente conoce a Cristina, una prostituta recién llegada al San Francisco.

Éste es más o menos el punto de arranque de 19 cámaras, la primera novela de una serie protagonizada por Touré. Arretxe se viste de su voz para observar desde la perspectiva de un inmigrante los recovecos más lóbregos de nuestra sociedad. De ahí lo interesante del vínculo con las dos mujeres, con puntos de partida similares y desarrollos opuestos que ayudan a establecer el tono humano de la historia. De ser un medio para sus fines, contrapone la explotación de la primera frente a la amistad desinteresada de la segunda.

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Monstruos rotos, de Lauren Beukes

Monstruos rotosEl declive de Detroit se ha convertido en uno de los iconos más representativos de la crisis global. Aunque es un proceso de largo recorrido con décadas a sus espaldas, no ha sido hasta los últimos diez años cuando ha copado los medios de comunicación con esa imagen tan próxima a la que Paul Verhoeven daba en su RoboCop de finales de los 80. La escritora sudafricana Lauren Beukes ha aprovechado su potencial para alojar historias de género y ha situado en sus calles Monstruos rotos, un afilado thriller además de una evocadora radiografía de la ciudad caída. Una simbiosis entre investigación policial y fresco social que no es algo nuevo en Beukes; tanto en Las luminosas como en la inédita Zoo City ya exhibía su inclinación hacia este tipo de historias.

Beukes secuencia Monstruos rotos alrededor de breves capítulos cada uno centrado en un personaje diferente y los agrupa según el día de la investigación. Dos semanas a lo largo de las cuales la ajada capital del motor observa y padece los crímenes de un demente cuyo primer asesinato (la muerte de un niño y su transformación en una macabra escultura formada por mitad superior de su cuerpo unida a los cuartos traseros de un ciervo) apenas es un aperitivo. La opinión pública se muestra ávida por conocer los aspectos más escabrosos, una notoriedad anhelada por el propio asesino.

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Las luminosas, de Lauren Beukes

Las luminosasEn el Chicago de la gran depresión, Harper Curtis encuentra una casa encantada que le permite viajar en el tiempo. Impulsado por una fuerza más allá de su comprensión, este tipo violento y marginal se desplaza por determinados momentos de las décadas posteriores. Se encuentra con una artista de variedades, una comunista arrinconada en plena caza de brujas, una trabajadora negra de la industria bélica de la Segunda Guerra Mundial… Chicas que, a sus ojos, desprenden una luz irresistible: las luminosas. Estas mujeres pertenecientes a minorías de diversa índole, en varios casos alienadas por la sociedad de su época, se convierten en víctimas de un asesino en serie que, crimen tras crimen, refina sus métodos y progresa en su nivel de sadismo. Kirby es la única superviviente a uno de sus ataques. Años después entra a trabajar como becaria en el Chicago Sun-Times con la intención de documentarse sobre crímenes salvajes para localizar a su brutal agresor. Es el comienzo de una búsqueda quimérica porque… ¿cuál es la probabilidad de descubrir a alguien capaz de viajar en el tiempo?

En Las luminosas, Lauren Beukes exhibe su pericia a la hora de construir un thriller. Imprime un ritmo vibrante a partir de capítulos breves y una narración fragmentada entre los viajes en el tiempo de Harper a la caza de sus víctimas y los otros personajes por los que mueve el foco del narrador: fundamentalmente Kirby y Dan, su jefe. Cada salto entre las diferentes localizaciones temporales de cada capítulo, apuntada con una fecha al inicio de cada uno de ellos, alimenta el misterio a medida que se suceden acontecimientos en los que los efectos llegan a preceder a las causas.

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El cártel, de Don Winslow

El cártel, de Don WinslowEl premio RBA de novela criminal roza el esperpento. Basta mirar su palmarés para observar su tendencia a premiar a escritores de relumbrón, cabe pensar con vistas a rentabilizar los 125000€ del galardón. Una cantidad exagerada para los estándares del mercado español, ahora mismo a priori apenas recuperables si te llamas Planeta y tienes un premio que se compra como se compra la lotería de Navidad o las flores por un aniversario. Por costumbre. Philip Kerr, Patricia Cornwell o Michael Connelly son algunos de los sorprendentes “agraciados”, en una lista que parece una especie de Dream Team de la novela criminal de comienzos del siglo XXI, sin espacio para un Chris Laettner de la vida. En este contexto no se hace extraño ver cómo para la edición de 2015 atrajeron al redil a Don Wilson, el autor de la celebrada El poder del perro. Lo realmente llamativo está en la novela agenciada para la ocasión: la continuación de su magnum opus. Una sorpresa que apenas debe llegar a los pies de la de su anterior editor en España Penguin Random House.

El poder del perro era un todo cerrado con un planteamiento, una presentación de personajes, una evolución, un marco temporal amplio y una estructura determinada que conducía a un desenlace sin discusión. Se sostiene como una obra completa. El cártel es una continuación en toda regla; parte necesariamente de aquellos personajes y sucesos para comenzar a construir su historia. De hecho Winslow jamás trata de minimizarlo: la situación donde se hayan sus dos factótum, el monarca del narco Adam Barrera y el justiciero de la DEA Art Keller, no se entiende sin haber leído El poder del perro. Una secuencia en la que El cártel tiene las de perder.

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Luna de casino, de Peter Blauner

Luna de casinoAtlantic City siempre me ha parecido el primo poligonero de Las Vegas. Frente al glamour, el oropel, las actuaciones estrella o los combates del milenio, la ciudad de New Jersey apenas puede ofrecer cuarto y mitad de lo mismo, envuelto con toneladas de polipiel y martelé de colores estridentes. Atrae tu atención como lo hacen los mafiosos de las películas de Scorsese en una rueda de reconocimiento codo con codo con la estirpe de fantasía creada por Mario Puzo y Francis Ford Coppola para los Padrinos. Quizás por ese punto descastado me ha resultado tan seductor en el campo de la ficción.

Anthony Russo es el hijo adoptivo de uno de los mafiosillos del depauperado submundo de Atlantic City a comienzos de los 90. Sin demasiado éxito ha intentado mantenerse alejado de los asuntos de su padrastro, hombre de confianza de un capo venido a menos. Sin embargo no ha logrado sacar la cabeza con su pequeña empresa de construcción y, de manera irreversible, se ve empujado hacia sus negocios. Parece que pintan bastos hasta que se abre ante él una oportunidad: un antiguo campeón de boxeo quiere retornar a la primera línea y necesita un promotor para hacer valer sus intereses ante un futuro combate por el título. Es el negocio soñado para terminar de una vez con sus deudas y servidumbres. Convertirse en un ciudadano respetable.

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