Lo primero de lo que uno se da cuenta al observar la nómina de autores en este segundo volumen de Paura al compararla con el primero es que los más conocidos y, por tanto, sonoros han desaparecido del elenco para ceder su puesto a escritores más o menos “noveles”. Sólo Rodolfo Martínez y, en menor medida, Santiago Eximeno se puede decir que son autores consagrados. Sin embargo el resultado no sólo no queda por detrás sino que resulta más compacto y agudo. Lo triste es que no está recibiendo la debida atención del público. Y esto en una publicación que ofrece un número de páginas considerable a un precio la mar de contenido, escama. Más si se considera que está publicado bajo economía de guerra con unos gastos mínimos, en el que selección, corrección y publicación, con un acabado profesional, se realizan por amor al arte y los autores se contentan con recibir los debidos ejemplares como pago por sus servicios.
Además tenemos la calidad intrínseca del material recogido. Cierto, lejos de las añoradas muestras de terror clásico que publica Valdemar –como si fuese una comparación sostenible–, pero con una factura formal consistente y una preocupación por temas muy próximos a nuestro ámbito cotidiano. Para comprobarlo nada mejor que detenerse en el cuento que abre Paura 2, “Dragón podrido”, de Juan Díaz Olmedo, uno de los finalistas del Premio Xatafi-Cyberdark al mejor cuento nacional; una narración inspirada en esos turistas que acuden al sudeste asiático en pos de sexo fácil, barato, ilegal e inmoral. Olmedo, con un aire sórdido, violento y descarnado que recuerda a los mejores cuentos de Clive Barker, relata el encuentro de un españolito a la busca de nuevas sensaciones con un ser de otra era que va a cobrarle en sangre, dolor y vísceras lo que occidente ha tomado de oriente durante centenares de años. Una narración cruda y poderosa que se sustenta en una voz en segunda persona versátil y con un pulso embriagador.