Jack Ketchum es otro de esos autores cuya publicación en España ha padecido entre mala suerte y un cierto maltrato. Si nos atenemos a La Tercera Fundación, hasta 2019 se habían traducido tres novelas en otras tantas editoriales, alguna con una distribución, cuanto menos, discreta. A pesar de este cuadro, La biblioteca de Carfax le ha otorgado una nueva oportunidad al autor de La chica de al lado, su novela más conocida. En ella sublimaba el potencial para la perversión de la literatura y retorcía las entrañas de un lector que, atrapado, no podía apartar la mirada. Aunque la palabra que más fácil acude a la mente para describir esas sensaciones fuera morbo, cualquier consideración a vuela pluma quedaba defenestrada tras la tremenda historia sobre la capacidad para el abuso entre los hombres de un vecindario cualquiera. Un potencial que sobrevuela de nuevo esta novela escrita cinco años más tarde, en 1995.
El inicio de Joyride no deja dudas al respecto. En dos capítulos consecutivos se asiste a situaciones equivalentes a las entrevistas en la segunda mitad de La chica de al lado. En el primero, en los suburbios de una pequeña ciudad de Nueva Inglaterra, se sugiere una violación a través de un flashback encastrado en una escena durante la cual una pareja, Carole y Lee, acuerda matar a Howard, el exmarido de Carole. Los abusos padecidos durante su matrimonio no han cesado ni tras una orden de alejamiento. A su vez, en el siguiente capítulo se muestra el maltrato de otra mujer, Susan, a manos de Wayne. Ella consiente un cierto exceso en los prolegómenos de una relación sexual hasta que Wayne pierde el control y asiste aterrorizada a la manifestación de sus rasgos sociopáticos. Inmediatamente, en uno de esos azares del destino sin los cuales la vida y la narrativa serían un peñazo, mientras Wayne está preso de la frustración, observa desde la distancia el asesinato de Howard. El empujón definitivo para desprenderse de la conducta que lo ha mantenido bajo control. A lo grande.
Además de este trío de asesinos, Joyride cuenta con un cuarto protagonista: Rule, teniente de policía que investiga la desaparición de Howard, atormentado por su fracaso con una mujer que padeció abusos en su matrimonio y acaba de poner el país de por medio. Su porción de la historia, la más policiaca, funciona como el contrapunto convencional al thriller anterior. No está exenta de un cierto efectismo, en ocasiones rayano en lo gratuito (la entrevista con la madre de Wayne), y depara la incongruencia más seria de toda la novela a través de la relación con su terapeuta. Es tan poco profesional que el propio Ketchum se ve obligado a señalar en una nota al final su desconocimiento del tema.
Los capítulos se mueven entre los dedos como los carteles indicadores en una autopista mientras el conductor pisa levemente el pedal del acelerador, sin soltarlo. Carole y Lee se ven arrastrados por Wayne a un vil recorrido por las carreteras de Nueva Inglaterra y sus ciudades, suburbios, bares y moteles de carretera. A golpe de pistola y zaheridos por su propio sentimiento de culpa, se convierten en testigos de un festival de violencia aleatoria y desproporcionada durante el cual sus límites se ponen a prueba en la misma medida que los umbrales del lector. Y Joyride se reivindica como un relato de carretera hard boiled. De los duros.
De nuevo la mejor evidencia de esta concepción la tenemos en las primeras páginas. La violencia desatada contra esas dos mujeres, Carol y Susan, redondeada por el asesinato de Howard, es brutal pero también certera en su truculencia; la narración acostumbra a detenerse en la descripción de la parte más física de cada acto sin dilatarse en demasía. Ketchum ralentiza la acción y la detalla gracias a una imagen meridiana, con un lenguaje preciso y contundente mientras la frustración y resignación de la víctima se exponen sin miramiento. Para acentuar este drama cuando afecta a personajes no protagonistas, el autor de Al otro lado del río bosqueja previamente una pequeña semblanza de su personalidad para contextualizar lo atroz, injusto y desalmado de los crímenes. Padres y madres de familia, estudiantes, atrapados por la mala fortuna en una ratonera.
Puede que Joyride tenga fragmentos de una crueldad arbitraria, pero Ketchum ha conseguido atraparme de nuevo con una lección sobre cómo mantenerte pegado a una orgía de violencia y depravación sin freno.
Joyride, de Jack Ketchum. La Biblioteca de Carfax (2018)
Joyride (1995)
Traducción de María Pérez de San Román
278 pp. Rústica. 22.50€
Ficha en la Tercera Fundación