El ciclo Carvalho de novela negra me parece una de las aportaciones culturales más importantes del último tercio del siglo XX en España. Tanto los personajes en sí, con Pepe Carvalho al frente, y secundarios memorables como Charo, Biscuter o Bromuro –a quienes tanto queremos– como la descripción de la propia ciudad de Barcelona, las recetas descritas para paladares apetentes y el comentario perspicaz y documentado sobre la cultura de su tiempo, son los rasgos –algunos de los rasgos– más idiosincrásicos del conocido ciclo de novelas de Vázquez Montalbán. En sí mismos ya le dan consistencia e identidad al ciclo, y casi personalidad humana, diría, una a la que te gusta volver, que quieres frecuentar.
La última novela que leí (antes de este apunte) del ciclo Carvalho fue, en 2018, El premio. Menor, francamente menor (con una escena de sexo tan mal descrita que acabas dudando de si el autor tuvo –hijo aparte– algo que decir alguna vez sobre actividades nocturnas), pero igualmente divertida y cumplidora. Aunque no sea una gran novela –ni siquiera una buena novela– la idea central sí que lo es, y acaba siendo pertinente la crítica que hace a la cosa cultural (recuerda a El banquete de las barricadas, de Pauline Dreyfus, o a esa catedral buñuelesca que es El ángel exterminador). Y aparte de esa idea central están los personajes, con su pesimismo social, con su amargura y, debajo, con su brillantez siempre crítica.
A menudo se habla de las novelas de kiosco, de la narrativa publicada en papel barato, en pulpa de papel cutre, y eso es precisamente lo que es este ciclo: su personalidad es puramente pulp. Llegó a miles de lectores en toda Europa con su escritura desenfadada, su crítica social y por cumplir, también, con unas normas internas, con unas expectativas que adscribían su escritura al imaginario de la novela negra y la insertaban en la narrativa pulp de éxito comercial pero también literario. Un inmenso mosaico social e histórico sobre Occidente, eso es el ciclo. Y sumadas las piezas, queda el pensamiento crítico y el marco histórico subsumido, hasta el punto de poder decir, como he hecho en la apertura de esta nota, que el ciclo de novela negra de Vázquez Montalbán es una de las aportaciones culturales más importantes de la transición y, de paso, del último tercio del siglo XX. Sí que hay títulos sueltos que son, en sí mismos, excelentes novelas. Pero quizá ninguno destaca como destaca el conjunto general que subsume todos los aciertos hasta el punto de opacar los fallos o las torpezas, casi siempre expresivas, verbales, y no estructurales o temáticas, de la serie de novelas.