Cómo llenarte, soledad, sino contigo misma
Cernuda
Una de las ventajas de leer ciencia ficción, si queremos verlo así, es que estás menos solo. Esto pasa con todo tipo de lecturas, claro, porque todas acaban siendo un lienzo de imágenes entrelazadas que puedes recordar. Pero con la ciencia ficción es un poco distinto. Un poco mejor.
El caleidoscopio verbal que es nuestro género se queda retenido en la memoria a la espera del disparador que lo haga florecer. Y el imaginario asociado está tan alejado de lo que nos rodea en nuestro día a día que es, en general, la propia ciencia ficción la que hará de acicate para que se activen sus bobinas verdeazuladas como en un cine. Como el cine que en el fondo son. Así, leer es un disparador de la memoria. Con otro tipo de lecturas puede suceder lo mismo pero la ciencia ficción, aunque tenga tanto y tanto subgénero, tiene en común la deformación de la realidad, y cada una de sus particularidades, cada deformación individuada, te puede retrotraer a otra.
Esa es, seguramente, la diferencia principal con el otro tipo de lecturas. Podemos leer alguna novela que quiera reflejar lo que llamamos realidad, y sus descripciones, limpias como espejos, nos podrán recordar muchas cosas. Pero evocarán tanto, tanta cosa diferente, que no las asociaremos a las otras literaturas de las que puedan venir. Con la ciencia ficción, en cambio, sí: está más acotada porque una descripción remitirá siempre a otra descripción perteneciente al género. Ese límite hace que los recuerdos sean ilimitados; entre la narrativa así llamada realista, que tiene menos límites porque lo incluye casi todo, nos perdemos, y la capacidad asociativa, por tanto, merma.