Con la idea de leerme anualmente un clásico de la ciencia ficción española, para este Clásico o polvoriento aguardaba en cola La nave, de Tomás Salvador. Sin embargo, se me cruzó un ejemplar de La Bomba increíble a buen precio; una novela de Pedro Salinas bastante recomendada por Fernando Ángel Moreno cuando le conocí hace veinte años. Y aquí estoy, habiéndome leído un texto de lo más curioso escrito por uno de los poetas del exilio más relevantes. Salvando las distancias, es primo hermano de las fábulas escritas veinte años antes por Karel Čapek en las que se entrecruzaban la crítica social y la historia de artefacto (La krakatita, La fábrica de absoluto), con menos humor y un acusado carácter antiutópico.
Ya el primer capítulo supone un adelanto del tono del libro. Tiene lugar en el Museo de la paz, un espacio consagrado a enraizar un espíritu bélico sin el cual la paz se afirma un imposible. Entre sus muros se encuentran todo tipo de armas apiladas bajo máximas que harían retorcerse de placer a los columnistas de El Mundo: “Hay paces más destructoras que la guerra”, “Hombre, soy de paz, pero no al extremo de confundir la paz con la opresión”… Allí aparece una bomba extraña que produce la muerte de la primera persona en percatarse de su existencia, Nicasio Entrambasaguas; el disparo de salida hacia un recorrido por los estamentos de esta tecnocracia regida por una casta de científicos. Salinas se emplea a caracterizar sus inconsistencias y excesos en capítulos más o menos atractivos en función del interés por el tema a tratar. Mi predilecto es su apuesta por la democracia participativa para un mayor arraigo de sus decisiones lo que implica el amaño de cada referendo a través de un elegante sistema de pucherazos. Su efectividad se pone a prueba en una consulta sobre qué hacer con La Bomba. Aunque no se hace mención del país en cuestión, van surgiendo costumbres tan nuestras como confiarse en la infalibilidad de las manipulaciones realizadas para darse de bruces con la cruda realidad.
Además de este peso en las decisiones políticas, Salinas se revuelve contra la importancia de la cuantificación como mecanismo para analizar la realidad o la ruptura que sus avances suponen para la tradición, ecos del cambio de paradigma que había supuesto la bomba atómica para el sueño modernista. Una invectiva contra la posibilidad de una oligarquía científica de más de 150 páginas en las cuales La Bomba apenas toma cuerpo como McGuffin. Por más que se dice investigar, nada se sabe sobre sus efectos o su origen… hasta que se abre su interior y desencadena el apocalipsis.
Sus consecuencias son fundamentalmente psicológicas: sublima un fatalismo, una tristeza, una desolación cuyo impacto se extiende en todas direcciones. En esta fase la entidad de la novela crece al entrar en juego los planos interior y metafísico. La (pequeña) charlotada sobre la pérdida de las esencias de una humanidad asociada a la tradición se deja atrás para enfocar mejor los ecos de su tiempo (el terror nuclear) mientras se profundizan los reflejos con la España post guerra civil a través de la proyección del drama del exilio.
En la necesidad de abandonar su país para no morir bajo los efectos crecientes del artefacto queda atado el sentimiento de pérdida de quienes, como Salinas, se vieron obligados a abandonar España para no ser aniquilados por el régimen de Franco. Estas son las mejores páginas de La Bomba increíble, una demostración del poder de la ciencia ficción para sublimar los sentimientos de una época y dotarles de un carácter universal, extenderlos más allá de las cuestiones que los forjaron.
El tramo final resuelve el apocalipsis abrazando el cristianismo con una pareja formada por un científico disidente y una joven creyente convertidos en los nuevos Adán y Eva en un planeta con el cuentakilómetros a cero. Un giro previsible por el papel de la joven como represaliada por sus creencias, tomando el papel de madre de una nueva humanidad; una imagen bastante arraigada en el imaginario de la ciencia ficción de la época.
Ponderando sus valores, La Bomba increíble es una obra para ser disfrutada desde el análisis y el debate, su manera de reflejar una manera de estar y sentir su tiempo, el devenir histórico… Y bastante pesada al ficcionalizar ese subtexto; desarrollar un misterio y mantener una intriga; trabajar un sentido del humor que funciona a tirones; jugar con un artefacto de cf tratado con pobreza, demasiado instrumental… Cuesta recomendarla como un relato admonitorio, humorístico, distópico, por más que esté escrito con un dominio del castellano como pocas veces he visto en un texto de ciencia ficción en nuestro idioma. Con una riqueza de vocabulario y de recursos literarios que dan sabor a la lectura de tantas páginas de escaso contenido. ¿Para cuándo una edición crítica en Letras Populares de Cátedra?
La Bomba increíble (Aguilar, col. El Libro Aguilar, 1988)
La Bomba increíble (1950)
Tapa dura. 249pp.
Ficha en la web de la Tercera Fundación
“escrito con un dominio del castellano como pocas veces he visto en un texto de ciencia ficción en nuestro idioma”.
Ya solo por eso me entran unas ganas locas de leerla, ¡a ver si se me pega algo!
Aunque por casi todo lo demás me da bastante pereza. Jo.
A ver si sale en un Cátedra populachero de esos…