La ciencia ficción es un caleidoscopio verbal

Imágenes de cf

Cómo llenarte, soledad, sino contigo misma
Cernuda

Una de las ventajas de leer ciencia ficción, si queremos verlo así, es que estás menos solo. Esto pasa con todo tipo de lecturas, claro, porque todas acaban siendo un lienzo de imágenes entrelazadas que puedes recordar. Pero con la ciencia ficción es un poco distinto. Un poco mejor.

El caleidoscopio verbal que es nuestro género se queda retenido en la memoria a la espera del disparador que lo haga florecer. Y el imaginario asociado está tan alejado de lo que nos rodea en nuestro día a día que es, en general, la propia ciencia ficción la que hará de acicate para que se activen sus bobinas verdeazuladas como en un cine. Como el cine que en el fondo son. Así, leer es un disparador de la memoria. Con otro tipo de lecturas puede suceder lo mismo pero la ciencia ficción, aunque tenga tanto y tanto subgénero, tiene en común la deformación de la realidad, y cada una de sus particularidades, cada deformación individuada, te puede retrotraer a otra.

Esa es, seguramente, la diferencia principal con el otro tipo de lecturas. Podemos leer alguna novela que quiera reflejar lo que llamamos realidad, y sus descripciones, limpias como espejos, nos podrán recordar muchas cosas. Pero evocarán tanto, tanta cosa diferente, que no las asociaremos a las otras literaturas de las que puedan venir. Con la ciencia ficción, en cambio, sí: está más acotada porque una descripción remitirá siempre a otra descripción perteneciente al género. Ese límite hace que los recuerdos sean ilimitados; entre la narrativa así llamada realista, que tiene menos límites porque lo incluye casi todo, nos perdemos, y la capacidad asociativa, por tanto, merma.

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Terror y ciencia ficción

FrankensteinEl terror y la ciencia ficción, como mínimo en cine, han hecho muy buenas migas. Alien, Terror en el espacio, La cosa, Scanners, Terminator, Horizonte final, Cube o The Faculty son unos pocos ejemplos de lo bien que ligan las idiosincrasias del terror y la ciencia ficción, de lo mucho que se llegan a nutrir la una de la otra hasta lograr esas obras híbridas que son lo que son, y algo más. Salvo excepciones, el idilio ha sido mucho más rico en cine que en literatura, y más estimulante, como decía en el texto anterior, que el del humor y la ciencia ficción. ¿Por qué más en cine que en literatura? A eso, la verdad, no tengo mucha respuesta.

Pero si la ciencia ficción es, como dije en el texto sobre Los jugadores de Titán de Philip K. Dick, la deformación plausible de la realidad, quiere decir que, si prescindimos, por un momento, de los escenarios metafísicos del terror paranormal, veremos que la relación entre avance científico y terror, o entre futuro y terror, es muy natural. Veremos que un género se deriva ágilmente del otro, da igual el orden, y que el terror, así, contribuye también a esa misma deformación plausible de la realidad. Los robots rebelados o el salvajismo que brota en una situación desesperada de sociedad postapocalíptica nos plantean posibilidades de horror fascinante más allá del simple slasher (es un decir), porque el caso es que la ciencia ficción ensancha las posibilidades y el imaginario del terror extendiéndolo a través del tiempo y del espacio en la misma medida en que el terror modifica y matiza los logros que normalmente le atribuimos a la ciencia ficción, acercándola más, con sus espantos, a lo sublime. Se retroalimentan, vemos.

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Sobre Philip K. Dick y Los jugadores de Titán

Los jugadores de TitánLa ciencia ficción es la deformación plausible de la realidad. En las coordenadas que nos propone todo relato, por muy extraña que nos parezca su idiosincrasia interna, lo que ocurre tiene sentido porque todo está estructurado para que lo tenga. En ese marco alterado, todo es verosímil y creíble, todo emana pensamiento crítico y sentido de la maravilla.

En la narrativa de Philip K. Dick vemos cómo se cuestiona la realidad interior de ese marco hasta el punto de despojarla por completo de su primera apariencia. Esa es una de las claves de Dick. Sí, la estructura de sus novelas no estará tan lograda como en otros autores como Arthur C. Clarke o Stanislaw Lem, ni su prosa será tan brillante como la de Samuel R. Delany o Ray Bradbury, y su sentido del humor no habrá tenido el aplauso unánime, digamos, que sí tuvo el de Kurt Vonnegut, Jr. Sin embargo, su extraña imaginación, su sentido crítico y sus imágenes excéntricas le han otorgado a su obra una cualidad única, un carácter de rareza incomparable en el magma de la ciencia ficción literaria.

Roberto Bolaño dijo en Entre paréntesis que “Dick es bueno incluso cuando es malo”. Para hablar de Dick, pues, cojamos hoy una de sus novelas menos brillantes. Por ejemplo, Los jugadores de Titán. Para despejar posibles dudas, supongo que es justo enumerar cuáles son para mí, por contraste, sus mejores novelas: Dr. Bloodmoney, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Ubik, Valis, Muñecos cósmicos, Laberinto de muerte y La invasión divina. Creo que tras una relectura atenta podría añadir Los tres estigmas de Palmer Eldritch y Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, pero a día de hoy las recuerdo poco, menos que las escogidas como representantes personales del mejor Dick.

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