Plomo al cuadrado, de Stark Holborn

Plomo al cuadradoEl formato novela corta goza de buena salud entre un pequeño grupo de editoriales que le dan cancha pasando de puntillas sobre su mayor handicap: la relación entre el número de páginas y el precio. Su extensión, entre las 20000 y las 40000 palabras, es la mar de resultona. Permite desarrollar aspectos más propios de la novela (personajes con una cierta profundidad, tramas elaboradas) manteniendo la precisión en el desarrollo de las ideas sin caer en la reiteración y el agotamiento. También es un formato complicado y para justificar la apuesta debe mantener un equilibrio que en muchos casos cuesta encontrar. Esto es lo que me ha pasado con esta Plomo al cuadrado, novela corta sobre 25000 palabras donde Stark Holborn plantea un universo narrativo en el cual el western se cruza con las Matemáticas. Así, con mayúscula.

Su argumento se encuadra en el relato pulp. Una historia de a duro de aquellos bolsilibros de los 60 y los 70 cuyo principal atractivo está en vestir una trama típica de los relatos de vaqueros, bastante alocada, con unos ropajes alejados de ese mundo. En este caso los forajidos no son buscavidas perseguidos por su participación en diversas tropelías sino matemáticos cuya habilidad es aplicable a la realidad hasta el punto de convertirles en seres extraordinarios. Dotados de una escuadra, un transportador de ángulos y un revolver no fallarán un tiro, por poner uno de los escasos ejemplos de los que Stark Holborn se sirve (en varias ocasiones).

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Comedias parcas en humor

Avenue 5 y Space Force

Heard the sound of a clown who cried in the alley
Bob Dylan

Comedias que no hacen reír o películas de terror que no dan miedo. ¿Y qué hacemos cuando pasa esto? Aparte de lo relativo que es todo –lo que a ti te hace gracia a mí quizá no, y lo que a mí me da miedo igual a ti no– hay comedias que no hacen reír mucho, que no hacen mucha gracia, y parece que eso mismo sea ya la intención en la misma medida en que hay películas de terror más centradas en eviscerar el trauma humano que en asustar. En hacer metáforas de nuestros miedos que en hacernos saltar de la butaca.

Con las comedias, de todos modos, se complica más la cosa. Hay una ligereza en el tono y en la composición, un lenguaje transparente y directo, y hay situaciones, quizá, fuera de lo normal, que nos pueden hacer sonreír, pero el conjunto, como comedia en sí, queda algo limitado en su alcance. Entendemos por qué se publicitan como tal género porque parece que, como mínimo, tienen la intención de hacer reír y porque se ve en la puesta en escena y en los diálogos (y en la interpretación), pero todo está como a medio gas. Son comedias parcas en humor.

Series como Space Force y Avenue 5 son dos buenos ejemplos de este tipo de comedia. La primera, de Steve Carell y Greg Daniels (que ya trabajaron, respectivamente, en las espléndidas y, estas sí, muy efusivamente cómicas The Office y Parks & Recreation), es tan sólo tangencialmente de ciencia ficción, y es una comedia pero sobre todo una historia de familias quebradas y gente intentando ser feliz. Con episodios de media hora de una ciencia ficción suave, para todos los públicos, con algunos momentos estelares (como poder ver a John Malkovich cantando una divertida paráfrasis de amor de ‘What a Wonderful World’, o a Steve Carell bailando y cantando al son de ‘Kokomo’ de los Beach Boys), es una serie simpática y fresca. Momentos como esos no nos harán reír pero nos llenarán de alegría, de simpatía y frescura, hasta de una ternura ilimitada que ya acercan la serie a la comedia parca en humor. No todo tiene que ser humor para ser comedia.

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2001 entre Kubrick & Clarke. La génesis, autoría y creación de una obra maestra, de Filippo Ulivieri y Simone Odino

2001 entre Kubrick & ClarkeEste libro reúne tres textos relacionados con 2001. El primero trata la búsqueda de Kubrick de un nuevo proyecto tras el rodaje de Teléfono rojo. Es interesante para profundizar en su gusto por la ciencia ficción, qué facetas le resultaban más atractivas. El segundo, el más extenso, es un pequeño almanaque de la pre-producción, la producción y la post-producción de 2001, repleto de detalles sobre cómo contactó a los profesionales que terminaron colaborando con él, la evolución de la historia desde la primera versión del guión, las dificultades de un rodaje que se alargó más de lo previsto… Ambos funcionan como un excelente recuerdo de toda la complejidad detrás de la creación de una obra cinematográfica. Sin embargo, ha sido el tercero el que he encontrado más sugerente. A partir de la correspondencia escrita por Kubrick y Clarke, y algún otro documento, Filippo Ulivieri y Simone Odino plasman la relación entre ambos creadores, particularmente reveladora una vez el guión estaba más o menos finiquitado y comenzaron las discusiones sobre la novela.

No tenía ni idea de su acuerdo para una redacción conjunta, algo lógico en el campo del guión tal y como fue escrito, con Clarke encargándose del borrador y Kubrick modelándolo con sus impresiones, las imágenes que quería crear…; pero no de la escritura de algo mucho más extenso. Los días de Kubrick, enfrascado en terminar a la vez la producción y la postproducción de una película que acumulaba ya un retraso de varios meses, no tenían ni un minuto para dedicarle. Además estaba su tácito deseo de impactar a los espectadores del film sin proporcionar pistas, algo difícil si el libro hubiera salido con el estreno de la película. Esta demora ocasionó serios problemas a Clarke dejándolo al borde del colapso. El mejor acuerdo editorial que se le había presentado ($160000 con Dell) desapareció por no cumplir con las fechas. Y Kubrick tuvo que prestarle dinero. Este contratiempo ofrece una visión de Clarke vulnerable, alejado de la confianza arrolladora que manifestaba (y continuó exhibiendo una vez la película fue un éxito), y un Kubrick resiliente, obstinado en sacar adelante 2001 a su manera, casi ciego a las necesidades de los demás y cualquier tipo de presión.

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El nacimiento del ciberpunk. Influencias externas (3 de 4)

Neuromante

En la introducción de Storming the Reality Studio: A Casebook of Cyberpunk and Postmodern Science Fiction, libro que reúne una magnífica selección de textos y artículos sobre la corriente, Larry McCaffery define el ciberpunk como “la respuesta del arte al entorno tecnológico que está produciendo la cultura posmoderna en general”. Buscar el campo de influencia externo del que se alimentó el movimiento invita a detenerse en figuras clave de la posmodernidad y la contracultura, los dos grandes elementos ajenos a la naturaleza de ficción del nuevo subgénero, fundamentales en la confección de su espíritu ideológico y motivo por el cual el ciberpunk logró trascender las fronteras de la ciencia ficción. No es extraño que el movimiento y su narrativa sintonizaran perfectamente con el espíritu de la época, que tuvieran eco en el trasfondo cultural de entonces, pues de él habían extraído su razón de ser.

Ya vimos que la literatura ciberpunk es narrada en numerosas ocasiones en clave de novela negra, y que de ella parte la configuración y manera de ser de muchos de sus personajes y entornos urbanos, como el Case del Ensanche en Neuromante o el Marîd Audran del Budayen en Cuando falla la gravedad, pero lo cierto es que el origen de esas actitudes y desarrollos es dual. Esas interpretaciones sintonizan también con la naturaleza de los individuos y arquitecturas de la posmodernidad. Los protagonistas ciberpunk son individualistas, carecen de preocupaciones sociales y se ven empujados por fuerzas externas, arrastrados por la marea de los acontecimientos e impelidos a escudarse en la ética del superviviente. Son personajes desencantados que pugnan por sobrevivir en remedos futuristas de las viejas junglas de asfalto. En ocasiones repletas de enormes edificios antiguos, a veces situadas en entornos urbanos exóticos, como ciudades orbitales o de ambientación no occidental, abigarrados, repletos o vacíos, pero siempre generosos al mostrar una tecnología deshumanizadora al servicio de la decadencia social.

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Zombi, de Joyce Carol Oates

ZombiEsta es una novela exclusivamente recomendada para quienes tengan interés en imbuirse en la mente de un zumbado de cojones. Su narrador, Quentin, deja en evidencia desde la primera página su falta de empatía mientras cuenta diferentes momentos de su vida, obsesionado por hacerse su propio zombi; un siervo dócil al que pueda viol… controlar sin resistencia. Este objetivo, pertinaz, imperturbable, es una de las guías más evidentes de Zombi; un relato descarnado que se ciñe a unos hechos desgranados de manera taxativa, sin graduarlos prácticamente con adjetivos. Cuando Quentin describe el proceso a aplicar para conseguir su meta lo hace como si fuera el manual de un procedimiento quirúrgico. Sus acciones y pensamientos se revelan desde la más absoluta asepsia. Le embargan emociones desbordantes, enfermas, retorcidas, pero el texto no se recrea en ellas. Esta precisión en la descripción del narrador ahonda en lo macabro de su comportamiento.

La autora de Blonde y La hija del sepulturero pone toda la carne en el asador de una derivada del horror corporal: el horror mental. Transmitir la abyección que se puede esconder dentro de ese vecino del tercero que te saluda cuando te lo cruzas en el ascensor y al que un día le encuentran un cadáver en el armario. La forma de iluminar la mente de ese personaje, funcional, capaz de vivir entre nosotros sin despertar recelos, crea una profunda incomodidad sobremanera porque las veces que están a punto de descubrirle se sale con la suya. Oates dedica su espacio a construir estos momentos de mímesis desde el abismo de estar abierto todo el rato a sus pensamientos. Unos razonamientos que abundan en sus permanentes obsesiones sexuales o una despersonalización que le lleva a hablar de sí mismo en tercera persona al separar su faceta social de esa esencia orientada a satisfacer sus deseos.

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El nacimiento del ciberpunk. Influencias internas (2 de 4)

Neuromante

En cuanto a los materiales de ciencia ficción que utiliza, la literatura ciberpunk no es, en cierto modo, original. La mayoría de sus conceptos proviene de una cf clásica actualizada, adaptada a su presente y pasada por el tamiz de la posmodernidad. Neuromante no inventa nada, o tal vez sí lo hace, precisamente, a la manera posmoderna, la misma que a lo largo de este siglo XXI ha trufado el mercado del arte con reinterpretaciones, resignificaciones, remakes y reboots. La novela de Gibson, y el ciberpunk en general, proponen una mezcla de géneros y tropos que une elementos dispares y reutiliza viejos conceptos, abordados en conjunto desde una nueva perspectiva. Dada la enorme herencia que recoge el nuevo subgénero, no es difícil encontrar la impronta de autores y obras precedentes, que proceden de diversos nichos.

Dime Detective MagazineEl repaso al cúmulo de influencias que concentra Neuromante ha de comenzar, sin embargo, por un género distinto. Es necesario viajar de nuevo a la época de las revistas pulp, y más concretamente a cabeceras como Black Mask o Dime Detective Magazine. De la mano de autores como Dassiel Hammet primero y Raymond Chandler después, la novela hard boiled se sofisticó, añadiendo elementos morales, crítica social y un alcance que, terminada la II Guerra Mundial, gracias a la Série Noire de Gallimard, le ganaría el respeto de la literatura general, lo cual la ciencia ficción siempre envidió. De ahí procede uno de los elementos más atractivos con los que cuenta la novela de Gibson, su tono noir. La misión de Case, la oscuridad del entorno urbano en el que se mueve, la violencia y la narrativa realista con la que se describe ese futuro próximo se corresponden con la novela negra. Incluso la tecnojerga y las referencias coloquiales a las drogas de diseño, que aportan ese aroma tan peculiar a la narración, son un eco del slang utilizado en muchos de sus relatos. La naturaleza marginal del protagonista, fuera de la legalidad, sitúa la narración en los terrenos de la crook-story, el subgénero que puso en duda el maniqueísmo dentro de la novela criminal, lo cual es normal teniendo en cuenta el carácter punk de gran parte de sus narraciones.

Dentro del territorio de la ciencia ficción, cuando se buscan influencias del pasado en una obra o corriente presuntamente original siempre se acaba dando con la monumental figura de Alfred Bester. En los años 50, el escritor norteamericano concibió en sólo dos novelas, El hombre demolido (1952) y Las estrellas mi destino (1956), gran parte de las ideas que años más tarde explotarían como nuevas las siguientes generaciones de escritores. Gracias a la fuerza desenfrenada que empuja sus tramas, estas dos obras han soportado bien el paso del tiempo. En ellas, especialmente en la primera, se pueden encontrar tanto el origen de la corporatocracia que impera en las sociedades del ciberpunk, dirigidas por todopoderosas multinacionales que deciden el destino de los ciudadanos, como el marginalismo que determina la composición y fisonomía de sus ciudades. Los Tessier-Ashpool de Gibson proceden de los D’Courtney o los Presteign besterianos, familias cuyo poder empresarial hace que estén por encima del sistema. Las tramas policíacas de estas novelas, la arquitectura de sus ciudades y la tecnología cercana, parca en lo futurista, también han marcado el imaginario ciberpunk.

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La plaga de los cómics. Cuando los tebeos eran peligrosos, de David Hajdu

La plaga de los comicsComencé La plaga de los cómics esperando un recorrido por el cómic estadounidense de los años 40 y 50 y el apocalipsis para este medio que supusieron el impresentable de Fredric Wertham y La seducción del inocente. El libro en el cual el psiquiatra cargaba contra el tebeo popular, según sus “investigaciones” fuente de analfabetismo, delicuencia juvenil, perversión sexual y vista cansada (sic). Sin embargo, David Hajdu amplia el foco e inicia su magisterio con el origen del cómic en la prensa sensacionalista de finales del XIX con “Hogan’s Alley” y su protagonista, Yellow Kid. Unos primeros derroteros ineludibles para entender su evolución durante la primera mitad del siglo veinte, el entramado empresarial y creativo surgido a su alrededor y los diversos intentos por coartar su libertad de expresión. El caldo de cultivo desde el cual, a la postre, se fraguó el éxito del más conocido.

Según desarrolla Hajdu, este arte eminentemente popular padeció sucesivas andanadas desde los entornos de la alta cultura y los guardianes del buen gusto. Una serie de embates que fueron afinando el tiro y ganando empuje. El eje central de la argumentación más extendida serían unas pretendidas tasas de criminalidad disparadas entre la juventud, alentadas por el éxito de cabeceras de temática criminal que en un momento cedieron su peso a las de terror, en muchas ocasiones arrojadas en brazos de la violencia gratuita y la carnaza más burda. El combustible habitual de unos movimientos reaccionarios que continúan engrasados como si los desastres posteriores no hubieran sido bien documentados.

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El nacimiento del ciberpunk (1 de 4)

Confundimos con videncia
del futuro la capacidad de reconocer
la extrañeza de la actualidad.

William Gibson

Neuromante se publicó por primera vez el 1 de julio del año 1984, una cifra significativa para la ciencia ficción. Dada la magnitud del éxito e influencia que tuvo la novela, auténtica biblia del ciberpunk, sorprende el hecho de que en origen fuera un libro de encargo. Entre 1981 y 1983, William Gibson había escrito varios cuentos para la revista Omni. A Terry Carr, el reputado antólogo y ensayista, le gustaron, y le pidió a Gibson que formara parte de un proyecto que tenía entre manos. Tiempo atrás, Carr había sido el responsable de la primera serie de la colección Ace Science Fiction Specials, un portento del que salió un buen puñado de premios mayores de la ciencia ficción. Ahora iba a iniciar una tercera entrega en la que pretendía publicar sólo primeras novelas de autores emergentes que estuvieran destacando gracias a sus relatos. En ella iban a aparecer escritores como Kim Stanley Robinson, Lucius Shepard y Howard Waldrop, y Carr quería contar también con él. Gibson aceptó y empleó dieciocho meses en escribir Neuromante en su vieja Hermes 2000, manteniendo en la historia el tono y el trasfondo de sus cuentos, principalmente “Johnny Mnemonic” y “Quemando Cromo”, e incluso algunos de los lugares y personajes incluidos en ellos. La novela, una vez publicada, se convirtió en la piedra angular de una pequeña revolución.

Neuromante es considerada uno de los hitos del género, y es debido en gran parte a sus valores literarios. La apariencia de originalidad que supuran sus páginas, la sensación de estar leyendo algo nuevo y fresco proviene, en primera instancia, de la fascinante prosa de Gibson. El lector tiene la impresión de estar asistiendo a un presente a pocos minutos de distancia, un indefinible presentefuturo. Eso se debe, en parte, a la mezcla de elementos llamativos e innovadores: la parafernalia cibernética, los contornos urbanos oscuros, las drogas, el ciberespacio. Pero su impacto proviene, principalmente, del particular estilo narrativo, fresco, ágil como el de la novela negra pero detallista en las descripciones, en muchas de las cuales Gibson sustituye los nombres de los objetos por los de marcas bien reconocibles, parámetros reconocidos por el lector, aferrados a su presente pero que ya entonces comenzaban a sonar a futuro. Por sus valores literarios, la obra cuenta con una calidad incontestable, pero la enorme trascendencia de Neuromante procede de su condición de obra seminal del ciberpunk, a la par un movimiento y un subgénero de la ciencia ficción que, cuarenta años después de su nacimiento, impregna la atmósfera cultural y social de nuestros días.

Si repasamos el pasado con atención, veremos que Neuromante fue el núcleo de un fenómeno irrepetible, único en la literatura de ciencia ficción. Dentro del amplio acervo del género, a día de hoy supera en influencia y alcance a todas las pequeñas revoluciones, pasadas y presentes, que se han dado a lo largo de su historia. El ciberpunk generó un movimiento de escritores y aficionados, creó escuela en lo literario y anticipó el camino de nuestra sociedad mejor que ningún otro subgénero, respondiendo a un momento de cambio en el progreso de la humanidad tal como había hecho la propia ciencia ficción en sus orígenes. Si ésta surgió como reacción intelectual a la revolución industrial, el ciberpunk se gesta como respuesta a un nuevo cambio de paradigma en la historia de la humanidad, a un futuro abierto por los primeros pasos de la revolución informática que comenzaba a transformar el mundo. En resonancia con la definición que hizo Isaac Asimov de la ciencia ficción, podría decirse que el ciberpunk buscó en sus ficciones, más que ninguna otra corriente, la respuesta humana a los cambios tecnológicos de su tiempo.

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