Los secretos de las Tierras Intermedias, de Adrián Suárez Mouriño

Los secretos de las Tierras IntermediasSoy de los que hace un año quedó cautivado en el Elden Ring. Entre mediados de abril y comienzos de julio de 2022, casi diariamente me dejaba caer un rato por las Tierras Intermedias para explorar un paisaje digital subyugante. Un conjunto de lugares donde, sin solución de continuidad, se pasaba de los escenarios románticos de Caspar David Friedrich a un infierno desquiciado surgido de una amalgama entre el Bosco y Kentaro Miura, con la violencia hasta la muerte como principal protagonista. Todo era susceptible de ser matado o matarte, aunque en la mayor parte de los casos el final fuese efímero; alguien apretó el botón de apagado de la parca y una y otra vez se regresaba al mundo de los vivos, atrapado en un bucle infinito.

El argumento más convincente de Elden Ring reside en la recompensa continua detrás de la exploración del escenario; cómo a cada recodo te ofrece descubrimientos inesperados que entremezclan sentido de la maravilla, pavor a darte de bruces con un adversario invencible, curiosidad ante un nuevo enigma, la fascinación por descubrir de dónde proviene el esqueleto de una criatura gigantesca integrada en aquel acantilado… Junto a todo esto llega una manera de contar la historia diametralmente opuesta a la experiencia de la mayoría de los juegos de mundo abierto. Elden Ring carece de un narrador convencional en primera o tercera persona cuyo relato se convierta en el raíl que te lleve de un sitio a otro. Hay un mundo que contar, una razón para estar y ser en él, pero la manera de llegar a sus sentidos se encuentra fragmentada a través de los personajes con los que interactúas, cada uno con intereses propios y ajenos a los tuyos; los lugares que visitas, con su geografía, su estado, sus entresijos; las misiones principales y secundarias que afrontas; los pergaminos que encuentra y los objetos que recolectas… Para un jugador tipo, se hace casi imposible integrar estas evidencias y llegar a una visión de conjunto a no ser que prestes tu absoluta atención a cada migaja de información. En mi caso en parte por incapacidad, otro tanto por mi cansancio llegado cierto momento que me hizo empezar a apretar el pie en el acelerador para desencadenar el acto final, me quedé con partes de un conjunto que sin duda estaba allí.

Me surge la duda de que bien contado, pero ese es otro asunto.

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Hijos de Marte, de Carlos Heras y Ricard Barba

Hijos de MarteTengo un cierto apetito por lo pulp; no hasta el punto de convertirlo en parte regular de mi dieta, sí a la hora de acercarme a algún libro que lo cultive sin rubor. Esta faceta de la ciencia ficción, la fantasía y el terror lleva unos años incapaz de sobreponerse a la desaparición de sus principales medios de propagación: el bolsilibro y el kiosko. En ese tránsito fue decisivo un cambio generacional, con unos nuevos lectores más interesados en otras formas de literatura de aventuras o hambrientos por acercarse a este tipo de historias en otro tipo de ocio. Aun así, descartando las franquicias y los pijamas editoriales, el pulp todavía se puede encontrar en la pequeña edición o en el mecenazgo, y cuenta con una presencia muy testimonial en unas librerías necesitadas de recuperar la inversión con volúmenes de costes más altos; algo que con el formato bolsillo, a 7 u 8 euros el ejemplar, se antoja imposible. Sin embargo, inasequibles al desaliento, los escritores cultivan el formato y hay editoriales dispuestas a darles cancha. Tal es el caso del colectivo La Máquina y su colección Máquina negra; libros de bolsillo escritos con la idea de mantener esta manera de enfocar historias centradas en la intriga, la peripecia, la carnaza, eludiendo los desarrollos elaborados, propios de una ficción más extensa y alambicada.

En Hijos de Marte, Carlos Heras y Ricard Barba entrelazan al menos dos tramas. En la superficie, el argumento se sostiene sobre una intriga: descubrir qué ha ocurrido en Marte con una estación extractora de tierras raras. Estos minerales imprescindibles para la industria de alta tecnología siguen llegando a la Tierra con regularidad, pero se ha perdido toda comunicación con el personal encargado de su gestión en el planeta rojo. Se envía un pequeño grupo con la misión de retomar el contacto y descubrir por qué cesó el intercambio de mensajes. Este misterio se desentraña desde dos narraciones intercaladas: la primera sigue a Toni Hernán, el profesor universitario al mando del rescate; la segunda a Liam Keller, uno de los científicos de la mina, testigo de lo sucedido.

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Walkaway (La vida por defecto), de Cory Doctorow

WalkawayDesde hace unos años, y ya van unos cuantos, parece que el mundo se va al garete (por decirlo de una manera suave). La cada vez mayor desigualdad social, la concentración de la riqueza en unos pocos, la sobreexplotación de recursos, todo ello parece abocarnos a un final y al comienzo de algo distinto. En Walkaway Cory Doctorow especula sobre esta posibilidad y nos sitúa en un futuro próximo en el que el mundo se ha partido en dos. Por un lado está Pordefecto, que es el mundo tal y como lo conocemos pero en el que los estragos provocados por el capitalismo se han agudizado, y por otro un mundo incipiente, el de los andantes, formado por todos los descontentos, que se han ido trasladando a terrenos baldíos o abandonados con la intención de crear una sociedad en la que no exista la propiedad privada. Su idea es que la colaboración altruista haga innecesario el dinero.

Tres jóvenes desencantados, Natalie, Etcétera y Seth, se conocen en una fiesta ilegal organizada por la primera. En medio del jolgorio se produce una brutal redada por lo que tienen que huir. Acaban refugiándose en la casa del adinerado padre de Natalie, que pertenece a lo que ellos denominan de manera despectiva zotas (de zotarricos). Esa noche no paran de hablar y de despotricar contra los que acumulan el poder en el mundo, una minoría que según ellos se cree mejor al resto de los mortales y que está convencida de haber llegado a donde está por mérito propio. Los tres jóvenes no tienen duda de que el origen de todos los males está en la meritocracia. Natalie les propone irse con los andantes, y aunque al principio se lo toman a broma acabarán por acompañarla a ese mundo incógnito y fascinante.

Los dos mundos antagónicos que presenta Doctorow me han hecho recordar Los desposeídos de Ursula K. Le Guin. Pordefecto podría ser algo así como una puesta al día de Urras, y el mundo de los andantes el equivalente utópico de la sociedad anarquista de Anarres. Cuando comienza la novela se trata de una sociedad, a diferencia de la de Anarres, que está aún por construir y que lucha por su independencia. Esto hace que gran parte del relato se invierta en contar las frecuentes y por otro lado no demasiado apasionantes escaramuzas que suceden. La gran diferencia entre lo que propone uno y otro es que Le Guin no oculta las sombras de su mundo, y por ello resulta mucho más verosímil que la Arcadia perfecta con la que fantasea Doctorow. La vida de los andantes, si no fuera por los ataques de los zotas, sería idílica en contraste con la de los Anarresti.

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De conjuros y otras penas, de Angela Slatter

De conjuros y otras penasEn ese vaivén lento pero incesante del mercado de la ciencia ficción, el terror y la fantasía, el fiel lleva años apuntado hacia esta última. Tras unos años en los cuales era fácil conseguir las novedades de ciencia ficción creadas por los escritores más afamados del Reino Unido y Estados Unidos, ahora mismo existen multitud de títulos y autores que acumulan polvo sobre sus textos y figuras. Mientras, en el campo de la fantasía van traduciéndose obras y escritores a buen ritmo, en algunos casos con varias editoriales contribuyendo a su conocimiento. Tal es el caso de Angela Slatter. Este mes Minotauro publicará El rumor de los huesos y, obra breve a un lado, ya cuenta con otras dos traducciones: Masa madre, en Dilatando Mentes, y este De conjuros y otras penas, en Duermevela. Ambos libros comparten el mismo lugar narrativo; un mundo de fantasía mimético de la Europa de la modernidad sostenido sobre los cimientos de los cuentos clásicos, debidamente transformados.

Porque no hay un nada nuevo en la materia prima de esta novela corta de unas 40000 palabras. Las mujeres que disponen de poderes son perseguidas y muertas con saña en cuanto son descubiertas. En algunos casos, su sabiduría es tolerada cuando ayudan a sus vecinos, siempre que no haya evidencia de cualidades sobrenaturales. Dicha servidumbre convierte a la protagonista, Paciencia Giddeon, en una persona respetada en el Prado de Edda. Una situación destinada a cambiar al presentarse en el umbral de su casa una mujer mutilada. Esta situación se realimenta con las dinámicas del pueblo, internas y externas. Además de con esta mujer y el motivo por el cual terminó de esta manera, las primeras quedan representadas por su hija adolescente, con una manera de estar en el mundo mucho menos prudente. Las segundas se sustancian tras la llegada al pueblo de un antiguo conocido que introduce el riesgo de ser expuesta ante sus paisanos.

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Mis últimas palabras, de Santiago H. Amigorena

Mis últimas palabrasPeople did not like it here.
Kurt Vonnegut

Se puede leer como una despedida a la humanidad. Como si el autor, Santiago H. Amigorena, le diera un sonoro portazo. Adaptada al cine en 2020, Mis últimas palabras se ha traducido ahora, a finales de 2022, y es una historia postapocalíptica que se lee, como digo, no como advertencia ni fantasía de supervivencia sino como reconvención, como un enorme y desesperado ‘te lo dije’ a la humanidad entera.

La base de la historia es sencilla: sobre la Tierra en agonía sólo queda el narrador. Estamos en el año 2086 y después de morir William Shakespeare (no el sonetista sino alguien –¡pero qué cosas!– que adopta su nombre), el único superviviente cuenta lo que ha sido su vida, el vaivén de violencia y escasez que han sido sus días en la Tierra, y lo que le han explicado que era la vida antes de las grandes sequías, las guerras y las plagas que acabaron con todo. El narrador nunca conoció nada que no fuese el vacío y la desolación.

Lo novela se construye en pequeños racimos de frases. En grupos de dos o tres. En extensiones, como máximo, de página o página y media, como si eso mismo reflejase el deterioro de la vida que se describe, las migajas o despojos de lo que podría haber sido un mundo.

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