El ascenso de Senlin, de Josiah Bancroft

El ascenso de SenlinTodavía me sigue sorprendiendo que haya libros que alcancen la fama sin el respaldo de una editorial que los promocione. Además los escritores que optan por este sistema de publicación suelen ser completos desconocidos, lo que convierte fenómenos como El marciano, de Andy Weir, en auténticos milagros. Me estoy refiriendo a los libros autopublicados. Pero para que un prodigio de este tipo se produzca tiene que haber siempre un primer lector, alguien que libre de prejuicios y que sin más información que la que proporciona la sinopsis se anime a leer la novela. Supongo que hubo un tiempo en que yo también era así de atrevido. Tenía que serlo para entrar en las librerías y escoger un libro sin apenas saber nada de él, salvo lo que decía en la contraportada, y comprármelo solamente porque era de ciencia ficción y me gustaba el título o la portada. Ahora, antes de decidirme a leer algo de un autor extraño leo reseñas, críticas, tengo en cuenta la editorial que lo publica y a veces incluso prefiero esperar un tiempo para no dejarme contagiar por el entusiasmo que ha provocado en las redes sociales.

Este rollo entre trivial y melancólico viene a cuento de que El ascenso de Senlin fue en un primer momento un libro autopublicado. Gran parte de su éxito se debió a que ganó en 2016 el SPFBO (Self-Published Fantasy Blog-Off), un premio concedido a libros autopublicados dirigido por Mark Lawrence. A pesar de las reservas iniciales con las que lo comencé he de reconocer que poco a poco la historia me fue atrapando, y más tarde, cuando llegué a la parte final, me sentí como si me hubieran transportado a la sala de un cine en mitad de la proyección de una película de piratas. Aclaro que los piratas sólo aparecen al término del libro y que en lugar de surcar los mares vuelan en zepelines y en grandes globos aerostáticos, lo que tampoco está mal.

El protagonista de la novela, al contrario de lo que con frecuencia suele suceder en el género fantástico más actual, no ha padecido una infancia tristísima ni ha sido maltratado por la vida. Senlin es un sensato director de escuela, un tipo timorato no exento de mojigatería, confiado en exceso y con unos principios morales muy firmes. Su única debilidad parece ser la atracción que siente por la Torre de Babel, la cual, por otra parte, tiene muy poco que ver con la que se menciona en la Biblia, aquella por la que Nuestro Señor, haciendo alarde de su gran sentido común así como de su inclinación por lo dramático, castigó a los habitantes de Mesopotamia a hablar idiomas diferentes condenándolos como consecuencia de ello a no entenderse. De ella Joshia Bancroft sólo ha tomado el nombre.

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La Fisiognomía, de Jeffrey Ford

La FisiognomíaPara este especial «Clásico o polvoriento» me he fijado en una novela relativamente reciente que fue publicada en 1997. No lo hecho para ahorrarme apartar maletas viejas, routers destartalados, apuntes de la universidad.., en fin todos esos trastos inútiles que guardamos, no se sabe muy bien para qué, y bajo los cuales quedan sepultados muchas veces las cajas con los libros más antiguos, sino porque que considero que es un libro que merece ser recuperado y que no debería de quedar en el olvido.

Esta excelente novela se titula La Fisiognomía y la escribió Jeffrey Ford, un autor al que seguramente muy pocos recuerdan. Cuando la leí hace veinte años me sorprendió muchísimo, rebosaba imaginación, estaba llena de personajes que se salían de lo común, y todo quedaba engarzado gracias a una trama imprevisible y fascinante. Fue la segunda novela de Ford y le supuso el Premio Mundial de Fantasía en 1998, hecho que seguramente favoreció que tan sólo un año después se publicara en nuestro país. Como dato curioso, ese mismo año Arturo Pérez-Reverte quedó entre los finalistas con El club Dumas, aunque la nominación fuera después retirada al conocerse que existía una traducción anterior a la de 1997. Para este especial habría podido elegir cualquier otra novela de Ford de las publicadas en España porque además de estupendas todas están descatalogadas. De ellas me gustaría destacar El retrato de la señora Charbuque por la que he estado a punto de decidirme en lugar de la que he elegido al final. 

La Fisiognomía inaugura la llamada trilogía de La Ciudad Bien Construida, que desgraciadamente a falta del último tomo quedó sin completar en nuestro país. Y es que precisamente en esa época Minotauro, la editorial que comenzó a publicarla, fue vendida por el fundador de la misma, Francisco Porrúa. A partir de entonces los criterios de publicación sufrieron cambios importantes, una de las primeras consecuencias fue que los que comenzamos a leer la trilogía nos quedamos con las ganas de saber lo que sucedía en The Beyond, título que cerraba la serie. Ford es un autor que se ha dedicado sobre todo al relato, ha escrito más de cien, mientras que sus novelas no llegan a la decena. Es curioso que así como la mayoría de sus novelas han sido publicadas en nuestro país no puede decirse lo mismo de sus relatos, que apenas han sido traducidos. Algunos han aparecido en antologías como El camino de la magia, Zombies o El viento soñador y otros relatos, otros en revistas como Gigamesh o Cuásar y últimamente en el blog Cuentos para Algernon. Es una pena porque cuenta con algunos relatos magníficos como “Radiante mañana” o “El imperio de los helados” por destacar algunos de los pocos títulos que he podido leer de este autor.

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Walkaway (La vida por defecto), de Cory Doctorow

WalkawayDesde hace unos años, y ya van unos cuantos, parece que el mundo se va al garete (por decirlo de una manera suave). La cada vez mayor desigualdad social, la concentración de la riqueza en unos pocos, la sobreexplotación de recursos, todo ello parece abocarnos a un final y al comienzo de algo distinto. En Walkaway Cory Doctorow especula sobre esta posibilidad y nos sitúa en un futuro próximo en el que el mundo se ha partido en dos. Por un lado está Pordefecto, que es el mundo tal y como lo conocemos pero en el que los estragos provocados por el capitalismo se han agudizado, y por otro un mundo incipiente, el de los andantes, formado por todos los descontentos, que se han ido trasladando a terrenos baldíos o abandonados con la intención de crear una sociedad en la que no exista la propiedad privada. Su idea es que la colaboración altruista haga innecesario el dinero.

Tres jóvenes desencantados, Natalie, Etcétera y Seth, se conocen en una fiesta ilegal organizada por la primera. En medio del jolgorio se produce una brutal redada por lo que tienen que huir. Acaban refugiándose en la casa del adinerado padre de Natalie, que pertenece a lo que ellos denominan de manera despectiva zotas (de zotarricos). Esa noche no paran de hablar y de despotricar contra los que acumulan el poder en el mundo, una minoría que según ellos se cree mejor al resto de los mortales y que está convencida de haber llegado a donde está por mérito propio. Los tres jóvenes no tienen duda de que el origen de todos los males está en la meritocracia. Natalie les propone irse con los andantes, y aunque al principio se lo toman a broma acabarán por acompañarla a ese mundo incógnito y fascinante.

Los dos mundos antagónicos que presenta Doctorow me han hecho recordar Los desposeídos de Ursula K. Le Guin. Pordefecto podría ser algo así como una puesta al día de Urras, y el mundo de los andantes el equivalente utópico de la sociedad anarquista de Anarres. Cuando comienza la novela se trata de una sociedad, a diferencia de la de Anarres, que está aún por construir y que lucha por su independencia. Esto hace que gran parte del relato se invierta en contar las frecuentes y por otro lado no demasiado apasionantes escaramuzas que suceden. La gran diferencia entre lo que propone uno y otro es que Le Guin no oculta las sombras de su mundo, y por ello resulta mucho más verosímil que la Arcadia perfecta con la que fantasea Doctorow. La vida de los andantes, si no fuera por los ataques de los zotas, sería idílica en contraste con la de los Anarresti.

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De segunda mano y a mucha honra (2)

Librería de ocasiónQue los precios han subido como hacía tiempo no sucedía es algo que todos hemos podido comprobar en nuestros propios bolsillos. El pan, los huevos, la fruta, las verduras y los libros, sí también los libros, todos ellos productos de primera necesidad (unos más que otros) han subido de manera escandalosa. Es por tanto una buena ocasión para echar un vistazo a las librerías y plataformas de venta de libros de segunda mano. No soy un asiduo a estas librerías, antes lo era más, y el motivo de que no acuda con más frecuencia se debe a que me he vuelto excesivamente escrupuloso, algunos dirían que maniático. Al entrar en estos establecimientos a veces percibo un aroma que no sabría cómo describir, no se trata sólo del previsible olor a polvo y naftalina sino de olores que durante años se han debido de ir a adhiriendo a los libros, concentrándose en el papel y dejando un residuo odorífero permanente de la vida cotidiana de sus previos dueños. A saber la de cocidos, frituras de empanadillas y boquerones y emanaciones humanas de toda índole (de las que mejor no doy ejemplos) que habrán soportado sus hojas.

No hace mucho entré en una de estas librerías y como la ventilación parecía funcionar de manera aceptable pude quedarme husmeando un rato sin desmayarme. Me encontré con lo que pensé un gran descubrimiento que me podría servir para el Clásico o polvoriento de este año. Se trataba de He aquí el hombre (1966) de Michael Moorcock, un clásico de ciencia ficción religiosa sobre un hombre que viaja al pasado en busca de Jesús de Nazaret y que si mal no recuerdo tiene un desenlace que si bien se corresponde con lo que dicen las escrituras al mismo, lo trastoca todo. Feliz de mi hallazgo, me fui a pagar lo que yo pensaba que no serían mucho más de cinco euros. Me reclamaron veinte. La propietaria del establecimiento al ver mi cara de asombro me informó de que había sitios en los que estaba más caro, dato que comprobé en cuanto llegué a casa. Efectivamente, algunos pedían 40€ pero había quién incluso pedía 349€.

Aparte de esta clara manifestación de que la codicia alcanza todas las facetas de la vida humana, pueden encontrarse libros excelentes a muy buen precio. A veces es la única manera de leer a determinados autores como es el caso de Bob Shaw, en el que he centrado mis pesquisas. Shaw fue un escritor al que si se recuerda por algo, es por haber concebido algunas de las ideas más excitantes de la ciencia ficción. Para muchos es uno de los grandes autores de segunda línea como Keith Laumer o Harry Harrison, lo que no sé si es una apreciación adversa o elogiosa. Escribía novelas muy entretenidas, algunas de las cuales pueden encontrarse en el mercado de segunda mano. Entre ellas está Periplo nocturno (1972), una de las más fáciles de conseguir como sucede con casi todos los libros que publicó Orbis en su Biblioteca de Ciencia Ficción. La leí hace tiempo por lo que sólo guardo un vago recuerdo de la trama. Si no me equivoco arranca con un protagonista preso y ciego, que de alguna manera logrará construir un dispositivo que le permitirá ver a través de los ojos de otras personas e incluso de otros animales y así escapar del lugar donde está encerrado.

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Sinsonte, de Walter Tevis

Sinsonte«Sólo el sinsonte canta en la linde del bosque» es la misteriosa frase que se repite a sí mismo el protagonista una y otra vez a lo largo de la novela. Por lo visto, el sinsonte es un pájaro que se caracteriza por su habilidad para imitar el canto de otras aves y precisamente muchos de los personajes que aparecen en la novela aspiran a ser lo que no son. Le sucede incluso a Spofforth, el robot más perfecto jamás construido, cuyo mayor anhelo es sentir lo mismo que los seres humanos. Walter Tevis lo ilustra en la gran escena con la que arranca el libro y que sirve de presentación a este atormentado personaje. Tras haber subido a pie hasta lo más alto del Empire State y haber activado sus circuitos del dolor, Spofforth intenta lanzarse sin éxito al vacío para quitarse la vida. Unos sistemas de seguridad incluidos por sus diseñadores se lo impiden aunque sea lo que más desee en el mundo. Le ocurre como a Multivac, el gigantesco ordenador que aparece en el relato titulado “Todos los problemas del mundo” escrito en 1958 por Isaac Asimov, que, agotado después de escuchar y resolver durante años los problemas de la humanidad, quiere poner fin a su existencia.

Publicada en 1980, Sinsonte nos presenta un mundo en el que las personas viven en un estado de abulia total, en el que las emociones han sido adormecidas para evitar lo que, por otra parte, Spofforth parece buscar, una pulsación, un recuerdo que demuestre que es algo más que un máquina. Mientras que el robot quiere sentir, los humanos parecen querer dejar de hacerlo. Cada vez que alguien se ve alterado, por insignificante que sea el motivo, se echa a la boca un puñado de pastillas «sopor» para que lo devuelva a esa reconfortante nube de inconsciencia y lo libere de las inoportunas turbaciones humanas. Esta novela probablemente desconcierte aún más a los que acostumbran a confundir las novelas apocalípticas con las distópicas. La distopía que describe Tevis en Sinsonte es tan perfecta o tan imperfecta, depende del punto de vista, que conducirá inevitablemente a la humanidad a su fin.

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Bang, Bang, de Brian W. Aldiss

Bang, BangPuede que Bang, Bang (1977) no sea la mejor novela salida de la pluma de Brian W. Aldiss pero sí una de las que más me ha sobrecogido de todas las suyas que he leído. En realidad se trata de una novela más bien corta, lo que motivó que Ultramar la publicara en España junto a otro relato del mismo autor. El elegido fue “Donde las líneas convergen”, bastante menos impresionante que la novela que da título al libro. Cuando Bang, Bang hizo su aparición en las librerías tendría yo alrededor de veinte años y llamó enseguida mi atención ya que lo monstruoso, lo inaudito, lo anómalo tiene una fuerte atracción cuando somos jóvenes. Esa mezcla de repelús y de fascinación que nos provoca a esa edad es irrepetible. ¿Y puede haber algo más morboso y turbador que la historia de dos hermanos siameses? La novela estaba además escrita por Aldiss, del que había leído la estupenda Viaje al infinito (1958, traducida también como La nave estelar). Este libro había dejado en mí una huella imborrable unos años antes y creo que es uno de los que más influyó para que siguiera leyendo ciencia ficción.

El título de la edición en castellano, Bang, Bang, hace referencia al nombre del grupo musical al que pertenecen los dos protagonistas. No cabe duda de que Brothers of the Head, que es como Aldiss tituló la novela, además de ser mucho más ilustrativo y perturbador posee una fuerza de la que carece el título en español. Para ser justos debemos reconocer que hermanos de cabeza no suena muy bien en nuestro idioma. La novela cuenta el auge y declive de dos hermanos, Tom y Barry, unidos por debajo del hombro y la cadera.

Crecían juntos como crecen dos árboles donde sólo debería haber uno, con las ramas irremediablemente entrelazadas, deformándose mutuamente.

Roberta Howe reconstruye la vida de sus hermanos a partir de su propio testimonio y del de otras personas que los conocieron. Estos retazos de diferentes épocas de la vida de Tom y Barry además de la transcripción parcial de una entrevista realizada para la radio al manager del grupo nos proporcionarán una idea vaga pero enormemente sugestiva de lo que pasa por sus mentes. La historia comienza con la llegada del abogado de un productor sin escrúpulos a una tierra aislada por las mareas en la costa norte de Inglaterra llamada L’Estrange Head. El nombre escogido por Aldiss para el lugar en el que viven los dos hermanos junto a su hermana y a su padre no parece casual. El abogado viene a llevarse a Tom y Barry a Londres donde serán instruidos en música para que luego formen parte de una banda pop. Su padre con tal de librarse de ellos y de sus peleas continuas firma el contrato. Se los han «comprado», reconoce. En ese desolador paraje rodeado de marismas, azotado perpetuamente por el viento harán por primera vez su aparición en escena los dos hermanos siameses. Es entonces cuando descubriremos que en realidad no son dos, que existe una siniestra tercera cabeza que surge del hombro izquierdo de Barry.

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Mis cinco libros de ciencia ficción (3)

Flores para AlgernonLloro por dentro

Quedarse sólo con cinco títulos de todo lo que he leído (que no de lo publicado) ha sido una decisión muy difícil. Me he peleado conmigo mismo, creo que una parte de mí ha huido a un universo paralelo para elaborar su propia lista. Hay ausencias que nunca me perdonaré, animo a todos, sobre todo a los más críticos, a hacer su propia lista para comprobar lo difícil que es. Hice una primera criba de veinticinco títulos con lo publicado en el intervalo entre los años 60 y 2010. Establecí este límite, por un lado, porque no quería remontarme demasiado en el pasado y por otro porque pienso que la década pasada está aún demasiado próxima para poderla juzgar con objetividad. De estos poco a poco fui eliminando títulos hasta quedarme sólo con cinco. Descartar cada uno era como extirparme un órgano. No satisfecho con el resultado final decidí hacer otra lista. En esta ocasión decidí escoger la mejor novela de cada década. Resultó más sencillo hasta que tropecé con la década de los 90 en la que no encontré ninguna obra que pudiera compararse con las otras. Ya sea por cuestiones de trabajo, por la penuria editorial imperante (sólo Nova publicaba novedades de ciencia ficción) lo cierto es hay muchas novelas de esa década que aún no he leído. Como no era el caso ponerse a devorar en unas semanas todo lo que me faltaba por leer decidí rescatar uno de los libros descartados de mi primera lista.

Los propios títulos

El resultado en orden cronológico de publicación es el siguiente:

Flores para Algernon (1966), de Daniel Keyes. No podía faltar en esta lista un libro que cautiva hasta a los que no les gusta la ciencia ficción. Algo tiene ese relato humano de un hombre con retraso mental que gracias a un tratamiento experimental alcanza una inteligencia superior que sacude el corazón de todo el que lo lee. Keyes es uno de esos autores como John Kennedy Toole que tocó el cielo con un sólo libro. Charlie Gordon, el protagonista de la novela, alcanza un periodo de máximo esplendor que no volverá a repetirse, algo que al fin y al cabo y de manera inexorable nos viene a suceder a todos. El diario, que Charlie escribe al principio con faltas de ortografía y después en una prosa perfecta, es la crónica acelerada y sin concesiones de las fases de la vida. Una parábola que nos incumbe a todos y que explica en parte que la novela se haya convertido en un clásico imperecedero.

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La parábola de los talentos, de Octavia E. Butler

La parábola de los talentosLa parábola del sembrador (1993) terminaba con un ligero soplo de esperanza para Lauren Olamina y para los que la habían acompañado en su viaje. Tras no pocas adversidades, al fin han encontrado un lugar más o menos seguro en el que asentarse y Semilla Terrestre, el credo concebido por Olamina, ha dado su primer paso. La parábola de los talentos (1998) nos sitúa cinco años después cuando la comunidad ha prosperado lo suficiente y es capaz de autoabastecerse. Sin embargo, el mundo a su alrededor no vive tiempos mejores. Los asaltos, los robos y la intolerancia de grupos de cristianos que se creen los salvadores del caos, ponen en riesgo el precario bienestar. El peligro se encarna en el senador Jarred: arrastra un pasado de fanatismo y lanza proclamas como «Ayudadnos a hacer que América vuelva a ser grande», que hoy en día suenan tan familiares. Este individuo de ideas reaccionarias, que fuera pastor baptista antes que político, tiene todas las papeletas para convertirse en el nuevo presidente de EE.UU.

En la primera parte de la novela Octavia Butler reincide en los horrores expuestos en La parábola del sembrador y ahonda en la desgracia y en la iniquidad que padecen sus protagonistas. Por momentos parece sacada de un episodio de The Walking Dead sin zombis. En medio de esta anarquía cada cual se busca la vida como puede e intenta protegerse de los ataques de los okupas y de los cada vez más frecuentes asaltos organizados por América Cristiana. Se trata ésta de una organización semejante al Ku Klux Klan incluso en sus símbolos, que, si no alentada por Jarred, es tolerada por el que podría ser el futuro mandatario de la nación. En estas circunstancias de calma previa a una tormenta y de desconfianza en los demás sobreviven Olamina y los suyos con el temor a ser asaltados en cualquier momento.

La diferencia con respecto a la primera novela de la serie es sobre todo formal. La parábola de los talentos no está constituida como sucedía en el libro anterior únicamente por los diarios de Olamina; Butler nos proporciona también los puntos de vista de otros personajes como el de Bankole, el marido de Olamina, no siempre conforme con las decisiones de su mujer. Pero más que nada es la presencia constante de su hija Larkin apostillando y juzgando las palabras de su madre lo que marca la diferencia. Los diarios han sido recopilados por ella y cada capítulo viene precedido de una introducción en la que ésta deja claro su escepticismo ante lo que considera la secta de su madre. Es como si la autora quisiera mitigar el tono apologético, que se vislumbra como uno de los aspectos más polémicos de la novela, dotándola de paso de un mayor dinamismo.

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Homo Plus, de Frederik Pohl

Homo PlusCon siete premios Hugo (incluyendo los que obtuvo como editor), tres Nebula (incluido el de Grand Master) y dos premios John W. Campbell, Frederik Pohl es uno de los autores más laureados de la historia de la ciencia ficción. Pocos pueden presumir de lo mismo. Hasta un asteroide, Pohl (12284), lleva su nombre a instancias de David Brin. Quién se lo iba decir al joven Frederik de 18 años cuando aún militaba en las juventudes comunistas en una época y en un país como EE.UU en el que los comunistas ya eran mirados con recelo por el gobierno federal hasta el punto de ser vigilados por el FBI.

Homo Plus (1976) supuso su regreso triunfal a la novela tras diez años dedicado a la edición dirigiendo revistas como If o Galaxy. Bajo el sello Bantam Books se atrevió a publicar novelas tan controvertidas como Dalhgren (1975), de Samuel R. Delany, o El hombre hembra (1975), de Joanna Russ, que otros habían rechazado antes. Homo Plus supuso su primer Nebula, que volvería a conseguir al año siguiente gracias a Pórtico (1977), su libro más exitoso, por el que además del Nebula ganaría todos los premios habidos y por a haber del género: el Hugo, el Locus y el John W. Campbell. Este retorno tardío es aún más meritorio si consideramos que Pohl estaba acercándose a una edad nada desdeñable como son los sesenta en la que la imaginación de muchos escritores suele dar síntomas de decaimiento. Sin embargo, Pohl encadenó un éxito tras otro y continuaría escribiendo hasta el final de su vida en 2013. Sesenta años antes de su muerte había escrito en colaboración con su amigo Cyril M. Kornbluth uno de los clásicos indiscutibles de la ciencia ficción: Mercaderes del espacio (1953). Aunque sólo hubiera escrito estas tres novelas que he mencionado, Pohl merecería ser recordado por todos los aficionados al género. Por suerte para nosotros, escribió muchas más, quizás no tan memorables pero la mayoría resueltas con gran solvencia y más de una, además de sus libros de relatos, merecerían ser rescatados del olvido.

Homo Plus nos sitúa en un futuro convulso, en un momento crítico de gran inestabilidad  mundial que recuerda al presente que vivimos. Es cierto que muchas de las conjeturas que Pohl realiza no se han cumplido. Por ejemplo, el mundo, salvo Suecia, Israel y Norteamérica, no se ha convertido en una dictadura colectiva, ni tampoco las guerras parecen asolar Latinoamérica. Sin embargo, sí vivimos bajo el miedo a padecer en cualquier momento un atentado terrorista. Lo de menos es que el peligro proceda de nacionalistas galos en lugar de Al Qaeda. En el futuro imaginado por Pohl se producen otros sucesos que muy bien podrían estar ocurriendo en nuestro presente: incendios colosales en California imposibles de apagar, una epidemia de viruela que diezma la población de la India, una gripe que afecta gran parte del mundo y prolongadas sequías que transforman los lagos en eriales. Y al igual que sucede ahora occidente se siente amenazado por una China poderosa que puede quebrar la frágil paz. A primera vista las circunstancias no difieren, grosso modo, de la situación actual.

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Sabio idiota, de Ricardo Montesinos

Sabio idiotaHay quien, como Irene Vallejo, sostiene que se publica y se lee más que nunca. No cabe duda de que la oferta editorial es enorme y que la lectura se ha hecho más accesible que nunca. A pesar de todo esto a muchos nos resulta cada vez más difícil encontrar una historia lo suficientemente novedosa como para que nos atrape si no viene acompañada de algo más, como de unos buenos personajes o de una prosa lo suficientemente seductora. En mi caso, posiblemente se deba a un exceso de lecturas, así que cuando uno ve comentarios tan entusiastas como los que aparecen en la web de Insólita, la editorial que publica Sabio idiota, no puede evitar hacerse ilusiones. A estos elogios hay que añadir además otros igual de magnánimos de los blogs más conocidos dedicados al género fantástico. Y me vuelven a surgir las dudas sobre la validez de mis apreciaciones, sobre mi buen juicio a la hora de valorar un libro. El caso es que estaría de acuerdo con casi todo lo que se dice si no estuviéramos hablando de un libro dirigido a un público adulto.

Este exceso de superlativos y de términos tirando a hiperbólicos como «magistral», «imaginación desbordante», «pluma afilada»…, lo cierto es que no le hacen un gran favor al libro que no es más que una sencilla y entretenida novela de aventuras juvenil. ¡Qué dirán ante libros como La bomba número seis y otros relatos, de Paolo Bacigalupi o Hyperion, de Dan Simmons, por no hablar de Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro o de La carretera, de Cormac McCarthy habiendo agotado todos los adjetivos! La mayoría de esos aspectos fabulosos que se dice que Sabio idiota toca con maestría, desde mi punto de vista no sirven más que de envoltorio de una aventura entretenida y no creo que tengan otra razón de ser que la ornamental. Hay un poco de matemáticas, que funciona como un «Macguffin» y poco más. La injusticia social está presente pero de ahí a decir que hay una trama política existe un abismo. Se habla de «steampunk», de ucronía e incluso de ciencia ficción hard, vamos, muchas más etiquetas que la enjundia que pueda tener el libro.

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