Oscura deriva, de Carlos J. Sánchez

Oscura derivaDos de los atrevimientos de Oscura deriva son de una osadía fuera de lo común: la narración en segunda persona, y la presencia permeante, casi diría que enaltecedora, de la rabia, del odio, la culpa y la venganza, en el corazón de la historia. Como motor de la historia. Hay que atreverse a erigir una primera novela sobre estos andamios (y que, como es el caso, no parezca una primera novela). Pero no basta con decir esto. Hay que explicar qué tienen de osado esas intenciones, qué tiene de valentía el autor, Carlos J. Sánchez, al haber parido una novela como Oscura deriva, que no intenta, ni quiere, congraciarse con nadie.

La segunda persona es un riesgo por la dificultad que encarna, porque esa voz se dirige a un tú odiado y por lo tanto a quien lee le llega esa voz narrativa como teledirigida, como personalizada, y en Oscura deriva, como decía, nos hablan desde unas coordenadas muy poco complacientes. Nos está desorientando, esa voz: hay una dirección única, es decir, hay alguien que tiene el control de la situación y no es precisamente el protagonista de la acción, sino una voz in absentia que nos habla desde un futuro no cartografiado, alguien a quien aún no hemos visto en acción pero que lo domina todo, y, en cambio, a quienes sí conocemos, como al capitán Thomas Shrike y su tripulación, no sabemos qué les pasa en tiempo presente ni por qué no responden a esa segunda voz de la dominación. La segunda voz es un desplazamiento.

Empiezas la novela con la sensación de que el protagonista aludido está encadenado; con la sensación de que su venganza ha sido frustrada. Y la narración está dosificada al milímetro: nada se delata de un futuro sobre el que crecen, a cada página, la expectación y el misterio. La segunda persona es dinámica y genera expectativas e interrogantes en la mente lectora. Todo, como digo, bien dosificado y equilibrado en un juego de indagación doble: conocemos tanto a la voz narradora como al personaje al que se dirige. Y a eso también contribuyen, claro, las entrevistas intercaladas: transcritas en una interfaz digital (en un excelente trabajo de edición y maquetación, por cierto, en blanco sobre negro), se suceden las entrevistas del capitán Shrike a los miembros de su tripulación, que, por otra parte, dinamizan también el relato, sirviendo de aperitivo de cada personaje además de reforzar el aire de comitiva organizada de la novela.

En un momento particularmente brillante de Oscura deriva la inteligencia artificial de la Ícaro (creatura muy bien dibujada por Sánchez), le pide a Shrike, a cambio de información crucial para su venganza, un favor. Es un favor que va en contra de los suplicios de una de las tripulantes, y Shrike, frío y metódico, accede. Sánchez lo ha dosificado tan bien, entretejido tan bien en el transcurrir de la historia, que se revela como un gesto idiosincrático, personal y creíble, del personaje, más que como gesto antipático. En manos torpes hubiera podido distanciar a quien lee, ese gesto, en ese momento.

Carlos J. SánchezLa creación de la Ícaro, con su población de robots creados de restos despilfarrados, en los que “se podía distinguir cada juntura, cada soldadura torpe, cada apaño”, me ha parecido de lo mejor de la novela (junto con el concepto de Oscuridad), y en parte por eso no lo describo. Este tramo crea un movimiento contrario al fluir de la novela. Es decir: si la novela, con su segunda persona, se dirige a nosotros desde una posición de autoridad, desde el futuro y sin que sepamos por qué ni cómo ni desde dónde se dirige a Shrike, este tramo, en cambio, llena nuestra imaginación de un pasado humano en una nave extraña que ya no les recuerda, y de repente nos asomamos a un pasado que tensa la narración, la alarga hacia atrás. Algunos tramos, por la claustrofobia y la agresividad de lo narrado, recuerdan a la Kameron Hurley de Las estrellas son legión.

Y la osadía de teñir las páginas de tu novela con esa oscuridad: no siempre despiertan las gratitudes lectoras las historias de venganza, el recrearse en esos recovecos desagradables de nuestra humanidad. Es una novela sobre el odio narrada desde el odiado. Así, el enfoque está dado vuelta, y vemos que hay un cruce de odios, y, sobre todo, un acercamiento al odio, una contextualización; un constructivo intento de entenderlo. Por eso lo llamo gesto de valentía: porque no por negar el odio seremos más humanos. Hay que entender sus mecanismos, sus funcionamientos internos, para evitarlo o neutralizarlo. Eso ha hecho Carlos J. Sánchez en Oscura deriva, en la construcción, pero sobre todo en el contexto y la circunstancia, de Roger Black: le ha dado un pasado y unos motivos a su personaje más cruel, y en ese gesto está el escritor Carlos J. Sánchez, yo creo, dándonos una buena lección de humanidad, de cómo hay que intentar entender nuestra naturaleza.

En Oscura deriva también se pone el acento en la importancia del contexto, del matiz y el detalle, en la lección de que hay que circunstanciar bien un hecho para entenderlo bien, y eso la convierte en una novela de aventuras, sí, pero también en una novela sobre las pulsiones humanas. Una lectura que, precisamente por eso, puede ser incómoda, pero también necesitamos recordar, en imaginarios de space opera lúgubre, que el egoísmo y la crueldad son pasiones humanas, tan representativas quizá como las otras.

Oscura deriva, de Carlos J. Sánchez (Dilatando Mentes, 2021)
Rústica. 212pp. 17,95€
Ficha en la web de la Tercera Fundación

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.