Walkaway (La vida por defecto), de Cory Doctorow

WalkawayDesde hace unos años, y ya van unos cuantos, parece que el mundo se va al garete (por decirlo de una manera suave). La cada vez mayor desigualdad social, la concentración de la riqueza en unos pocos, la sobreexplotación de recursos, todo ello parece abocarnos a un final y al comienzo de algo distinto. En Walkaway Cory Doctorow especula sobre esta posibilidad y nos sitúa en un futuro próximo en el que el mundo se ha partido en dos. Por un lado está Pordefecto, que es el mundo tal y como lo conocemos pero en el que los estragos provocados por el capitalismo se han agudizado, y por otro un mundo incipiente, el de los andantes, formado por todos los descontentos, que se han ido trasladando a terrenos baldíos o abandonados con la intención de crear una sociedad en la que no exista la propiedad privada. Su idea es que la colaboración altruista haga innecesario el dinero.

Tres jóvenes desencantados, Natalie, Etcétera y Seth, se conocen en una fiesta ilegal organizada por la primera. En medio del jolgorio se produce una brutal redada por lo que tienen que huir. Acaban refugiándose en la casa del adinerado padre de Natalie, que pertenece a lo que ellos denominan de manera despectiva zotas (de zotarricos). Esa noche no paran de hablar y de despotricar contra los que acumulan el poder en el mundo, una minoría que según ellos se cree mejor al resto de los mortales y que está convencida de haber llegado a donde está por mérito propio. Los tres jóvenes no tienen duda de que el origen de todos los males está en la meritocracia. Natalie les propone irse con los andantes, y aunque al principio se lo toman a broma acabarán por acompañarla a ese mundo incógnito y fascinante.

Los dos mundos antagónicos que presenta Doctorow me han hecho recordar Los desposeídos de Ursula K. Le Guin. Pordefecto podría ser algo así como una puesta al día de Urras, y el mundo de los andantes el equivalente utópico de la sociedad anarquista de Anarres. Cuando comienza la novela se trata de una sociedad, a diferencia de la de Anarres, que está aún por construir y que lucha por su independencia. Esto hace que gran parte del relato se invierta en contar las frecuentes y por otro lado no demasiado apasionantes escaramuzas que suceden. La gran diferencia entre lo que propone uno y otro es que Le Guin no oculta las sombras de su mundo, y por ello resulta mucho más verosímil que la Arcadia perfecta con la que fantasea Doctorow. La vida de los andantes, si no fuera por los ataques de los zotas, sería idílica en contraste con la de los Anarresti.

Al contrario que en el árido y pobre planeta de Anarres, la falta de recursos en el mundo de los andantes no parece ser su mayor problema. Viven de los residuos abandonados por los zotas, una reserva que parece inagotable, y en cuanto a la energía tampoco da la impresión de suponer un quebradero de cabeza para ellos. Si el mundo de Doctorow es posible, lo es gracias a los avances científicos que permiten solventar la falta de recursos, reciclando residuos propios o aprovechando materiales desechados por la industria. Este mundo se convierte así en el ideal soñado por cualquiera con conciencia ecologista. Si los Anarresti debían prescindir de todo lo que fuera superfluo y sacrificarse en pos de la igualdad, en el paradójicamente próspero mundo de los andantes no sucede lo mismo. Gracias a avanzadas impresoras 3D, imprimen toda la ropa y los alimentos que necesitan o les apetece. Incluso disponen de lujos propios de los más ricos como piscinas termales (onsen) a las que los protagonistas se resisten a renunciar en los reiterativos «vuelta a empezar» a los que se ven obligados. A diferencia de la utopía de Le Guin, que se fundamenta en ideas políticas y sociales, Doctorow confía más en los avances científicos aunque también en el altruismo y en el software libre. Mientras que Anarres es un mundo austero, los andantes, sin nadar en la abundancia, disfrutan de un sorprendente bienestar.

Cory DoctorowTal vez se trate de una casualidad pero tanto en Walkaway como en Los desposeídos se produce un valioso descubrimiento científico que será codiciado por las dos partes enfrentadas. En la novela de Le Guin se trata del ansible, que permitirá comunicaciones instantáneas con otros planetas y romperá el aislamiento que sufre Anarres. En Walkaway se trata de uno de los avances más recurrentes en la ciencia ficción reciente, la posibilidad de trasladar la mente de una persona a un ordenador y por lo tanto de superar de alguna manera la muerte. Según Doctorow el proceso no va a resultar tan fácil como muchos nos quieren hacer creer. En la mayoría de los relatos que he leído algo tan drástico como la pérdida del cuerpo no ocasiona ningún tipo de trastorno. El desconcierto que sienten al despertar como «unos y ceros» no suele ser mucho mayor al que pudiera experimentar cualquier mortal tras acudir al dentista y notar con la lengua un hueco que antes no estaba. Doctorow se lo toma más en serio y se aventura a especular sobre algunas de las posibilidades que abriría esta tecnología, como crear diferentes instancias de uno mismo, hackear a un individuo digitalizado o la de acabar siendo utilizado como una especie de procesador humano. Resulta interesante ver cómo dos instancias de un mismo individuo evolucionan de forma diferente hasta conformar personalidades diferentes. De todos los temas de los que se ocupa la novela es el que me ha parecido más interesante y eso a pesar de las carencias de Doctorow a la hora de construir personajes.

Al mencionar todas estas semejanzas no pretendo dar la impresión equivocada de que el libro de Le Guin y de Doctorow se parecen. No más que un huevo a una castaña. Difieren en la forma en que están escritos, en el tratamiento de los personajes y sobre todo en la actitud con la que abordan una alternativa al capitalismo. Mientras que la escritora norteamericana lo hace con dudas, consciente de que cualquier utopía es inalcanzable, Doctorow parece estar plenamente convencido de haber encontrado la solución definitiva. Lo que para una son dudas, para el otro son certezas. Le Guin tantea y sopesa, Doctorow sabe. El escritor y activista canadiense además da un golpe de timón a mitad del libro y convierte lo que parecía iba a ser una estimulante utopía en un deslucido thriller.

Es evidente que Doctorow es un escritor con mucho que decir y sus personajes ejercen la función de portavoces de sus ideas. A veces sus alocuciones ocupan varias páginas y pueden producirse en cualquier lugar y situación, incluso en mitad de una tormenta de nieve. En sus extensos diálogos, de estudiantes de último año de carrera, cabe de todo para defender sus ideas en contra del capitalismo y en favor de la ciencia libre; lo mismo mencionan el conductivismo de B. F. Skinner que la teoría de juegos. Son ideas muy interesantes pero que Doctorow no consigue integrar de una manera natural en la ficción. Los personajes independientemente de su sexo o de su procedencia hablan todos igual, emplean las mismas imprecaciones que el narrador y comparten las mismas ideas. Con el fin de dotarlos de algo de humanidad hace que intimen, que se rían, que se enamoren y que tengan relaciones sexuales pero todo se antoja estudiado, como por ejemplo en las larguísimas escenas sexuales que se incluyen, que son de un erotismo gélido y robótico.

… y cuando, in crescendo, alcanzó un orgasmo hizo que las piernas se sacudieran como las de una rana galvanizada,..

Al optar por el thriller Doctorow ha perdido con Walkaway una oportunidad de narrar el final del capitalismo. Escrita con rabia, la visión resultante peca de sesgada. La división que hace del mundo, por un lado, los andantes, listos, buenos, virtuosos e inclusivos, y por otro el de los zotas, malos malísimos e incompetentes, parece demasiado simplista. He de reconocer además que me cuesta mucho participar del enorme optimismo de Doctorow. El mundo de los andantes depende para su funcionamiento en gran medida de la generosidad, de la falta de competitividad y de la modestia de los ciudadanos. Me gustaría pensar como él, pero para mi desgracia tengo la misma confianza en el ser humano que puedan tener George Orwell o Cormac McCarthy por poner dos ejemplos.

Walkaway. La vida por defecto, de Cory Doctorow (Walkaway, 2017) 
Capitán Swing, 2023. Traducción de Enrique Maldonado Roldán
Rústica con solapas. 560 pp. 26€
Ficha en la web de la editorial

Un comentario en «Walkaway (La vida por defecto), de Cory Doctorow»

  1. El capitalismo es también un modo de pensar, no sólo unas relaciones de producción. Dicho esto, estoy de acuerdo con que literariamente Doctorow va justito.

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