Con siete premios Hugo (incluyendo los que obtuvo como editor), tres Nebula (incluido el de Grand Master) y dos premios John W. Campbell, Frederik Pohl es uno de los autores más laureados de la historia de la ciencia ficción. Pocos pueden presumir de lo mismo. Hasta un asteroide, Pohl (12284), lleva su nombre a instancias de David Brin. Quién se lo iba decir al joven Frederik de 18 años cuando aún militaba en las juventudes comunistas en una época y en un país como EE.UU en el que los comunistas ya eran mirados con recelo por el gobierno federal hasta el punto de ser vigilados por el FBI.
Homo Plus (1976) supuso su regreso triunfal a la novela tras diez años dedicado a la edición dirigiendo revistas como If o Galaxy. Bajo el sello Bantam Books se atrevió a publicar novelas tan controvertidas como Dalhgren (1975), de Samuel R. Delany, o El hombre hembra (1975), de Joanna Russ, que otros habían rechazado antes. Homo Plus supuso su primer Nebula, que volvería a conseguir al año siguiente gracias a Pórtico (1977), su libro más exitoso, por el que además del Nebula ganaría todos los premios habidos y por a haber del género: el Hugo, el Locus y el John W. Campbell. Este retorno tardío es aún más meritorio si consideramos que Pohl estaba acercándose a una edad nada desdeñable como son los sesenta en la que la imaginación de muchos escritores suele dar síntomas de decaimiento. Sin embargo, Pohl encadenó un éxito tras otro y continuaría escribiendo hasta el final de su vida en 2013. Sesenta años antes de su muerte había escrito en colaboración con su amigo Cyril M. Kornbluth uno de los clásicos indiscutibles de la ciencia ficción: Mercaderes del espacio (1953). Aunque sólo hubiera escrito estas tres novelas que he mencionado, Pohl merecería ser recordado por todos los aficionados al género. Por suerte para nosotros, escribió muchas más, quizás no tan memorables pero la mayoría resueltas con gran solvencia y más de una, además de sus libros de relatos, merecerían ser rescatados del olvido.
Homo Plus nos sitúa en un futuro convulso, en un momento crítico de gran inestabilidad mundial que recuerda al presente que vivimos. Es cierto que muchas de las conjeturas que Pohl realiza no se han cumplido. Por ejemplo, el mundo, salvo Suecia, Israel y Norteamérica, no se ha convertido en una dictadura colectiva, ni tampoco las guerras parecen asolar Latinoamérica. Sin embargo, sí vivimos bajo el miedo a padecer en cualquier momento un atentado terrorista. Lo de menos es que el peligro proceda de nacionalistas galos en lugar de Al Qaeda. En el futuro imaginado por Pohl se producen otros sucesos que muy bien podrían estar ocurriendo en nuestro presente: incendios colosales en California imposibles de apagar, una epidemia de viruela que diezma la población de la India, una gripe que afecta gran parte del mundo y prolongadas sequías que transforman los lagos en eriales. Y al igual que sucede ahora occidente se siente amenazado por una China poderosa que puede quebrar la frágil paz. A primera vista las circunstancias no difieren, grosso modo, de la situación actual.
En ese mundo a punto de colapsar la única esperanza para la humanidad (y aquí la novela sí se aleja por completo de nuestro presente) parece ser poner el pie en Marte. Para ello el gobierno de los Estados Unidos de América dedica gran parte de sus recursos al llamado proyecto Homo Plus. La idea es adaptar el cuerpo de un ser humano a las inhóspitas condiciones del planeta rojo, o lo que es lo mismo convertirlo en un cíborg. Este término fue muy popular en los años setenta y se lo debemos a dos científicos de la NASA, Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline, quienes en 1960 especularon sobre la posibilidad de que un ser humano mejorado pudiera sobrevivir en entornos extraterrestres sin tener que meterse en un traje de astronauta. Pohl recogió la idea, la pasó por el microscopio, le sacó brillo y se sacó de la manga esta inesperada novela. Hasta entonces los cíborgs que se habían visto en cine y televisión (El hombre de los seis millones de dólares, La mujer biónica) no eran más que hombres o mujeres capaces de hacer cosas impensables para las personas de a pie, de manera que el concepto era utilizado únicamente para dar cierta verosimilitud científica a las habituales aventuras de superhombres y no había pretensión alguna de profundizar en el tema.
La novela de Pohl se aleja de planteamientos trillados. Lo que le interesa es hablarnos de la interacción entre hombre y máquina, de ese vínculo que existe desde que se inventaron los primeros mecanismos a cuerda y que con toda seguridad irá haciéndose más estrecho en el futuro, tal y como le sucede a Roger Torraway, el protagonista de esta novela. La mayor parte del libro está precisamente dedicada a cómo pueden afectar a la mente de Roger estos brutales y drásticos cambios a los que es sometido su cuerpo.
No parecía humano en absoluto. Sus ojos eran bolas brillantes, facetadas y rojas. La nariz se le ensanchaba en los pliegues de carne, como el hocico de un topo. Su piel era artificial: su color era el de un acentuado bronceado natural pero la textura era la de un rinoceronte. Nada de lo que podía verse de él se parecía a lo que había sido.
Para el hombre convertido en héroe nacional tras haber rescatado a la tripulación de una nave rusa a la deriva no será fácil. Las operaciones quirúrgicas y mutilaciones a las que debe someterse son diarias y muchos temen que no pueda soportarlas.
A veces sentía dolor, eso era evidente. Pero el dolor no era algo que necesitase nuestra atención. Era sencillamente una parte de su vida.
Aunque en la novela se nos narre el intento de llegar a Marte no nos encontraremos con héroes tipo Robocop ni tampoco con gestas admirables. Lo que encontraremos es una trama muy sobria, en la que en apariencia no suceden demasiadas cosas. Pohl nos habla de la mujer de Roger, Dorrie, quien mientras su marido sufre toda clase de tormentos le engaña con otro; del experto en Marte que además es sacerdote y al que el cíborg le provoca una mezcla de pavor y de lástima; de Brad para el que Roger no es más que un trampolín profesional que le permitirá alcanzar su sueño de montar su propia clínica.
Y luego está Roger Torraway… Convertido en un monstruo a su pesar, no puede ignorar las miradas de repulsa de los que le ven.
Cada día crecía el abismo abierto entre él y los otros dos hombres. Ellos regresarían a su propio planeta. Roger se quedaría en el suyo.
Su soledad es la misma que experimenta el monstruo de Frankenstein de Mary Shelley cuando decide huir de su creador. Roger no es inmune al cambio que ha sufrido.
… cuando se miraba al espejo en las ocasiones en que se le permitía hacerlo, no sabía que parte de sí era él y cuál la que le había sido añadida.
Ha dejado de ser un hombre. Queda por saber en qué se ha convertido.
Como suele ocurrir en las mejores novelas lo más significativo sucede en la mente de sus protagonistas. Así y todo Pohl se guarda hasta el final unas cuantas sorpresas. Hasta ahora no he hablado del misterioso y distante narrador que en ocasiones utiliza la primera persona del plural para referirse a sí mismo y que parece siempre ir un paso por delante de todos. Hay que esperar hasta el último capítulo para comprenderlo. Al final todo encaja y Pohl consigue rematar la novela de manera coherente.
En la actualidad el término cíborg parece haber quedado relegado a los artículos sobre avances médicos que aparecen de vez en cuando en los medios y al ámbito de los videojuegos. Sin embargo, los cíborgs han seguido apareciendo en relatos y novelas como en Carbono modificado (2002) de Richard Morgan, en Visión ciega (2006) de Peter Watts o en algunos relatos de Greg Egan como, por ejemplo, Axiomático (1990) o en el cuento “Seres de arena y escoria” (2004) de Paolo Bacigalupi. En ninguno de ellos que yo sepa se menciona el término cíborg, se habla de cuerpos mejorados o personas con implantes. Otros prefieren hablar de transhumanismo. Pohl se adelantó a todos, y casi medio siglo después de haber sido publicado Homo Plus sigue siendo una obra actual y fascinante. Lo es porque va más allá de realizar vaticinios científicos que quedarán obsoletos a los pocos años. El tema que aborda es el del futuro del ser humano y el papel que jugarán las máquinas en él, una cuestión clásica de la ciencia ficción que por mucho polvo que acumule seguirá vigente.
Homo Plus, de Frederik Pohl (Bruguera, Nova nº5, 1976)
Man Plus (1976)
Trad. Manuela Díez
283 pp. Tapa Blanda.
Ficha en La tercera fundación