The Book on the Edge of Forever, de Christopher Priest

The Book On The Edge Of ForeverEn Octubre de 2024 se publicó en EE.UU. The Last Dangerous Visions. La tercera y última antología de la serie iniciada en Visiones Peligrosas cuya génesis se puede situar durante la fase final de formación de la segunda antología, Again, Dangerous Visions (1972). Varios de los cuentos seleccionados por Harlan Ellison no encontraron acomodo en un volumen que se fue a las 800 páginas; 300 más que la primera entrega. Ellison, que jamás se toma una disyuntiva como una elección entre alternativas, apostó por rizar el rizo del Citius, altius, fortius y comenzó a confeccionar un nuevo libro con más nombres y relatos que los dos volúmenes anteriores, en una escalada incomprensible. Pasaron a ser tres volúmenes de más de un millón de palabras, una ilustración a toda página por pieza, cientos de miles de palabras de acompañamiento (introducción, presentaciones de autores, postfacios de cada relato)…

Lo que en principio podría haber aparecido en 1973 acumuló años a sus espaldas mientras Ellison no desperdiciaba ocasión para radiar a quien quisiera escucharle la magnitud de su criatura. En tamaño, ambición, expectativas, satisfacciones… The Last Dangerous Visions se transformó en una criatura mítica, como el Supreme de Dude Comics, defendida a muerte por Ellison y sus más allegados frente a un fandom que en público nunca se mostró beligerante. Mientras, en privado, The Last Dangerous Visions se convirtió en un chascarrillo cuya dimensión es difícil de apreciar, más desde España. Visiones peligrosas lleva 4 décadas fuera de circulación y sus virtudes y defectos apenas son recordadas por unos pocos. De su continuación no se puede hablar. Jamás fue traducida.

Christopher Priest estuvo durante unos meses dentro de The Last Dangerous Visions en 1974. En una carta recogida en este libro, Ellison le pidió formar parte del grupo de elegidos en una redacción que, entre otras cosas, no deja dudas del pelotismo al cual podía llegar. Priest dejó a un lado la novela con la que estaba y escribió uno de sus mejores cuentos: “Un verano infinito”. Lo envió, aguardó respuesta, no la recibió y decidió retirarlo para colocarlo en otro lugar (el primero volumen de Andromeda, editado por Peter Weston, junto a un relato del propio Ellison). Cuando uno trata de ganarse la vida con la escritura no se está para mantener fuera de circulación lo que tanto cuesta escribir a la espera de un posible prestigio que puede tardar si la publicación se demora como parecía. Diez años más tarde comenzó a preparar el texto de lo que en 1987 aparecería con el título The Last Deadloss Visions; un fanzine donde contaría la historia del libro de Ellison. Por aquel entonces, tres lustros en preparación. Siete años más tarde, el panfleto sería recuperado por Fantagraphics en una edición ampliada, con un guiño en el título al guión televisivo más recordado de Ellison.

Llama la atención en qué momento surgió este texto. Después de publicar sus dos novelas más ampliamente aceptadas (La Afirmación y El Glamour), un año después de haber sido seleccionado como uno de los autores jóvenes de la década por Granta, Priest se solazaba con ganas en el barro más fandomero. No sólo por la batalla en la que iba a verse envuelto con alguien tan pendenciero como Ellison, con amenaza de muerte incluida. El trabajo requería tareas como peinar las revistas y fanzines de los 70 para rescatar las numerosas declaraciones de Ellison para reconstruir una cierta historia de un libro que, más allá de las fronteras del fandom, había quedado olvidado.

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Niebla y ruinas, de Eva Cid

Niebla y RuinasAun recuerdo cuando Miquel Barceló etiquetaba como “papanatismo dickiano” la defensa del autor de Tiempo desarticulado, Los tres estigmas de Palmer Eldritch, Una mirada a la oscuridad… Como si argumentar la relevancia de uno de los escritores imprescindibles para comprender la segunda mitad del siglo XX y este inicio de siglo XXI implicara la pertenencia a una secta. En un nuevo caso de “consejos doy que para mi ya sabes”, es el mismo discurso que sostuve durante tres o cuatro años después de fracasar en mis primeras intentonas con Dark Souls y Bloodborne; dos juegos que han marcado un antes y un después tras su lanzamiento. Veía mucho de secta detrás de la pasión desaforada por su manera hermética, entonces decía perezosa, de entender la narrativa; su acercamiento casi imposible para cualquiera que no tuviera o pudiera desarrollar una habilidad notable en el control del avatar; la necesidad de un estudio minucioso de sus mecánicas para sacarlas partido y avanzar en sus escenarios, a cada cual más demencial. Hasta que un día (abril de 2022) me di de bruces con Elden Ring y terminé entregando la cuchara.

Desde entonces he sufrido, progresado, profundizado en todos los que llevan la coletilla Souls, salvo el II; un detalle que abunda en mi imperfección como “fromita” y mi voluntad por enmendarme. También ando interesado en profundizar en lo que tienen detrás. Averiguar qué cuentan sin necesidad de leerme las descripciones de cada objeto hallado durante la partida; racionalizar los resortes que han tocado para cautivarme. Además de los vídeos de aficionados como Acre o el trabajo de Adrián Suárez, no he encontrado nadie que lo exponga mejor que Eva Cid. Dolmen ha reunido en Niebla y ruinas una serie de textos (dos o tres por cada título) sobre los videojuegos creados por Hidetaka Miyazaki para From Software desde Demon’s Souls. Sin entretenerse en presentaciones ni argumentaciones secundarias, utilizando entre 1000 y 3000 palabras, Cid entra al meollo de cada título de manera certera para exponer la claves sobre las cuales se sostienen. Deja al desnudo unas producciones donde el lugar narrativo, las mecánicas que ponen en marcha, las exigencias sobre el jugador… quedan interconectadas a niveles casi absurdos sobre los cuales merece la pena detenerse para observar cómo se realimentan.

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El pequeño Quentin Tarantino va al cine

Quentin Tarantino

La película empieza en la página en blanco. Aunque lo primero sea, seguramente, la inesperada presencia de una imagen o una idea en la mente, el primer paso en la hechura de una película, en lanzar esa imagen al camino hacia ser una obra, se da en la página en blanco. Esto, que puede parecer o ser tautológico, no lo es tanto si pensamos en la cantidad de directores –abrumadora cantidad de directores– que esperan, sentados, a que les caiga un guion interesante para ponerse a dirigir, a orquestar a su manera un mundo que no es suyo. Y Tarantino siempre se ha preciado de ser el autor de sus guiones, de sus diálogos, de sus personajes, o sea que no fue ninguna sorpresa ver que publicaba, por fin, un libro sobre cine. En Meditaciones de cine / Cinema Speculation hay menos name-dropping del que uno esperaría dada la afición al guiño cultural que ha sembrado en su obra, y en cambio lo que sí tenemos es un libro sobre cine que se lee casi diría como unas memorias: las películas, sí, pero sobre todo lo que vemos aquí es el hecho de ir al cine como hecho fundacional en la memoria de Tarantino.

Tarantino eleva sus visionados a categoría de acontecimiento, de evento decisivo en su vida, como quien habla de hechos históricos que han marcado un antes y un después político y personal. Recuerda qué comentaron su madre y su padrastro volviendo a casa en coche después de ver una película, recuerda qué sintió al ver tal o cual película, y toda esa constelación de hechos y anécdotas que rodean el hecho principal de ir al cine quedan grabados en la mente de ese crio que décadas después escribirá este libro que comento hoy en esta página. Como digo, es una memoria de los primeros pasos de su cinefilia. Y eso al leer te lleva a tu propia, parecida nostalgia espoleada por tus películas formativas, las que te han sido más formativas. El aspecto social, compartido, de las salas de cine es uno de los elementos vertebrales de la experiencia cultural para Tarantino. Uno de los que más recuerda y a los que más importancia da. A las estrepitosas, increpadoras reacciones del público en las sesiones de los estrenos blaxploitation. Aspira a eso como director. A la ebullición social prendiendo en la sala de cine, por el cine.

No sé si hago bien o no pero creo que no mencionaré los títulos que comenta el autor. Para mí fue una sorpresa y una alegría ir descubriendo, página a página, las películas, anticipando nombres e interpretaciones, o sea que prefiero dejar esa ventana abierta para que pueda sentir lo mismo quien lea el libro por primera vez. Lo que sí puedo decir es que los referentes aquí son menos obscuros de lo que podríamos esperar dados sus guiños, sus homenajes al cine tradicionalmente despreciado en su obra.

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Cinco duros Vol.2: 1988-1989, de Diego Vargas Pardo

Cinco Duros vol.2Es de alabar la labor de Diego Vargas para armar la historia de la industria del videojuego en España. Tras el primer libro de Cinco duros, delimitado temporalmente al período 1981 a 1987, ha aumentado el número de personas entrevistadas para abarcar nuevos proyectos, campos, empresas. Así completa huecos que quedaron por tratar en ese período de manera que todo lo que atañe al bienio 1988-1989 tenga sentido. Cubre el origen de las revistas (Microhobby, Micromanía), la génesis de las aventuras conversacionales o los primeros pasos de lo que después sería el Centro Mail mientras entra en el cenit de la producción de juegos de 8 bits en España. Esta decisión libra la posible confusión de ir hacia atrás y hacia adelante en el tiempo y enriquece su historia del fenómeno de los microordenadores en nuestro país.

En esta línea, además de las grandes producciones (varios juegos deportivos, Mad Mix Game, Navy Moves, Viaje al centro de la tierra, Mot), se acerca a grupos de programadores menos documentados en una iniciativa de finalidad comprehensiva. Me ha gustado la parte en la cual Luis López, Luigi, habla sobre la creación de juegos exclusivos para MSX en Topo (Colt 36, Temptations, Ale Hop), una de esas marcianadas que se salía de los ports directos del Spectrum que se convirtieron en un estándar. También hay lugar para la “serie B” (Ibersoft y su Sabrina), la producción amateur (Código Soft y sus intentos de hacer videojuegos en Palencia), ciertos detalles de programación curiosos (ojalá más), el rebote de precios de los videojuegos después de un boicot proveniente del Reino Unido…

En esta polifonía hay de nuevo espacio para temas sensibles. Tiene su miga todo lo que rodea a la aparición del Turbo Girl y su campaña de promoción en Micromanía; una labor de mercadotecnia que elevó a la categoría de hito de su época un juego mediocre que después no tuvo las ventas esperadas (para incomprensión de sus programadores). Se cuenta la salida de varios trabajadores de Topo para fundar Animagic, el estudio detrás de Mortadelo y Filemón 2. O la odisea de Ulises (guiño, guiño), que debiera haber publicado Dinamic y terminó en Opera después de unas vicisitudes en las que la primera pasó de las condiciones pactadas y la segunda parece que amenazó con una demanda por incumplimiento de contrato. Digo parece porque, como otras veces, no se dispone de la opinión de la otra parte (ya pasó con el Fernando Martín; aquí vuelve con una ilustración de cubierta “desaparecida”). Se pierde la oportunidad de abarcar estos desencuentros desde ambas partes.

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La otra Disney, volumen 1 (1946 – 1967), de Alberto Corona

La otra Disney vol. 1A mediados de los 80 mis hermanos y yo comíamos cada sábado en casa de mis abuelos paternos. Tenían un reproductor de vídeo y alquilaban una película que veíamos religiosamente después de la comida. En aquellas sesiones de papeo y peli nos tragamos gran parte del catálogo de Filmayer, la distribuidora de Disney en España, que en el videoclub lucían con sus carátulas de color blanco. La isla del tesoro, Secuestrado, El cuarto deseo, las de Herbie… Ajeno a los cines de reestreno, las sesiones dobles y la realidad cinematográfica de la época en que se rodaron, siempre había asociado muchas de ellas a la serie B o a material orientado al mercado televisivo (las del oeste, ¡Pollyana!) hasta que escuché a Alberto Corona hablar sobre ellas en un podcast a raíz de la publicación de este libro. Se abrió ante mi una realidad opuesta en la cual Las tres vidas de Tomasina o Un gato del FBI habían tenido el mismo tratamiento que El abismo negro o El dragón del lago de fuego, con Walt Disney involucrado en la producción de la mayoría de ellas hasta el mismo momento de su muerte. Esto, más la excelente comunicación de Corona, me llevaron a este libro, dividido en dos volúmenes. El primero publicado en 2020 y el segundo en 2023.

Cada uno de sus veintiséis capítulos trata cronológicamente las películas producidas, centrándose cada uno de ellos en una, diseccionada como piedra angular del estudio. El resto aparecen diseminadas en su interior, tratadas de manera más anecdótica, con comentarios que en general se realimentan con lo desarrollado a modo de refuerzo. Con esta estructura Alberto Corona logra algo a priori complejo. El texto no es una colección de fichas compartimentadas con mínimas conexiones entre ellas, sino que, en cada sección, elabora una serie de temas que van y vuelven mientras se establece una historia de la productora que, a la vez, es un estudio de la figura de Walt Disney. Su legado.

Hay una serie de cuestiones que se van haciendo presentes con el transcurrir de los años y las películas hasta conformar ese ideario. Una recursividad que explota en la que sería la gran obra detrás de la que estuvo involucrado: Mary Poppins. A ella se dedica el capítulo más extenso de La otra Disney vol. 1, sin duda el mejor escrito y el más elaborado. La culminación de la secuencia de todo lo que hemos leído anteriormente.

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Wish I Was Here, de M. John Harrison

Wish I Was HereLos escritores que participaron de la new wave han fallecido prácticamente todos. Así, sin mucha reflexión, entre los nombres con un cierto peso apenas quedan entre nosotros Samuel R. Delany, Michael Moorcock y Norman Spinrad. Dada su edad y problemas médicos, la terna años con un perfil bajo, un relato allí, otro allá… De quienes continúan al pie del cañón, ya octogenario y tras haber sufrido un infarto, el más renombrado es M. John Harrison. Aunque su producción principal no comenzó hasta la década de los setenta, su manera de entender la literatura no se puede explicar sin aquella revolución que dinamizó la cf una década antes para terminar marcada con la señal de Caín. Lejos de entregar la cuchara, Harrison se convirtió en uno de los mayores defensores del movimiento sin más discurso que predicar a través de su obra.

Cuando H. G. Wells escribió La máquina del tiempo y construyó el elemento central de su novum, la humanidad escindida en elois y morlocks, hizo mucho más que construir un artefacto para hablar sobre la sociedad victoriana. Fue uno de los pilares en los cuales se levantaría la ciencia ficción posterior, vehículo para contar, desmontar, criticar, proyectar el tiempo en que se escribe. Ciento treinta años más tarde gran parte de la ciencia ficción remite a los elementos narrativos que Wells puso en juego en ella y las cinco novelas que publicó a continuación, con variaciones incorporadas posteriormente, sobre todo argumentales. Como si nuestra forma de pensar fuera la misma, continuáramos trabajando en las grandes industrias, viviéramos acumulados en barriadas, hubiera dos partidos políticos que representaran ideas contrapuestas, los estados nación continuaran gobernando nuestros destinos…

También están ahí los arcos dramáticos donde la evolución de los personajes debe ir aparejada al despliegue de una trama cuyo final debe responder con una claridad meridiana a la mayoría, por no decir todas, las cuestiones abiertas; una línea entre autor y lector libre de broza y un mensaje nítido formulado con rotundidad, como si el mundo fuera el del modernismo, la fe en la ciencia y la confianza en el progreso de la humanidad. O el posmodernismo quedara arrinconado a aspectos formales, a jugar con la trama o la figura del narrador dejando interpretaciones nítidas, apenas abiertas a discusión.

Harrison lleva décadas trabajando en otra línea, más o menos satisfactoria para los lectores que se cruzan en su camino, en una continua búsqueda de cómo plasmar el espíritu de nuestro tiempo en una serie de relatos y novelas que apenas se parecen en nada al resto de lo que se sitúa en las estanterías a su lado. Cuando Harrison hizo promoción de Nova Swing, grabó un audio superexpresivo en el cual trataba de definir lo que había escrito. Hoy en día no se puede escuchar, pero sí leer la traducción de Luis G. Prado.

En 2023 Harrison publicó un libro de memorias: Wish I Was Here. Y, como era esperable, nos entregó un texto que no es una biografía al uso, o una sucesión de recuerdos con algún tipo de hilo conductor, una progresión… Por ese motivo, para quien busque (como yo en algún momento) unos recuerdos disciplinados que cuenten lo que fue el swinging London, moverse en el fandom de los 60 y los 70, su percepción de su obra desde la senectud… puede ser frustrante. Pero para los interesados en la escritura o en una literatura construida más allá de las ideas y la trama, puede ser estimulante.

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Paperbacks from Hell, de Grady Hendrix

Paperbacks from HellMe ha gustado el trabajo de Grady Hendrix para reunir en Paperbacks from Hell la literatura popular de terror que se escribió entre finales de los 60 y mediados de los 90 en EE.UU. Una serie de (sobre todo) novelas publicadas a raíz del auge del libro de bolsillo que dieron pie a historias más o menos desquiciadas, locas, provocadoras, que el autor de Guía del club de lectura para matar vampiros y El exorcismo de mi mejor amiga trata con un cierto sentido mientras despliega sus temas, sus escritores más representativos, sus portadistas más recurrentes… Imprime en el texto una idea de progresión que enriquece la lectura de lo que a priori podía parecer un memorial de ilustraciones.

En esta estructura de Paperbacks from Hell se hace esencial la división en capítulos. Hendrix agrupa los libros según sus motivos centrales (niños infernales, casas encantadas, bestias, asesinos en serie y otros humanos de mal vivir…). A través suyo, crea una secuencia temporal que, aun solapándose en varias ocasiones, permite trazar una pequeña historia del género fundamentalmente en su país a lo largo de tres décadas. Su tratamiento me parece demasiado ligero para considerarse un ensayo pero es lo suficientemente elaborado como para apuntar la evolución desde el terror gótico y el pulp hasta la actualidad.

Los autores y las historias que escribieron merecen la mayor parte del espacio en un discurso donde el humor es omnipresente. No siempre funciona todo lo bien que Hendrix prevé, pero con lo grotesco de algunos argumentos, en el necesario ejercicio de síntesis, evita caer en el esperpento. Más fructífera me ha parecido el recuerdo de las diferentes colecciones que apostaron por este tipo de literatura, desde Avon hasta Abyss; un entramado que encontró/creó un nicho de lectores entre los cuales arraigó el gusto por lo terrorífico, lo macabro, lo espeluznante. Una estética que se extendió al mundo del cine y se convirtió en un fenómeno popular que sobrevivió al colapso de estos sellos.

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Ciencia ficción capitalista. Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo, de Michel Nieva

Ciencia ficción capitalistaLa única vez que he hablado en mi vida con el por lo demás admirable Jorge Herralde, tras cumplir con el motivo que nos había reunido con Luis Goytisolo, saqué el tema de la literatura de ciencia ficción y él lo rechazó con elegante firmeza. Después su editorial, Anagrama (supongo que ya no bajo su guía directa por pura lógica de edad), ha sido ejemplo de esa travesía a la que hemos asistido en los últimos años: esconder el término «ciencia ficción» en cualquiera de sus publicaciones, luego mencionarlo para negarlo («no se trata de ciencia ficción, sino…»), más tarde utilizar el incluso más abominable «una obra que trasciende la ciencia ficción», después admitir su existencia como algo de interés folklórico (véase la publicación de biografías de autores a los que a su vez no se publica) y finalmente aceptarlo al punto de dar a luz, como en el caso que nos ocupa, un ensayo sobre el género que incluye la etiqueta en su propio título. En el fondo para decir que es caca, pero de una valiosa forma más sofisticada.

Michel Nieva es un interesante autor argentino al que tenía pendiente leer. Aquí, en las primeras sesenta páginas de este breve volumen, pura y simplemente da en el clavo. Me parece muy difícil que cualquier análisis del impacto y la relevancia de la cf en los próximos años en términos más allá de lo literario no pasen por el concepto de «ciencia ficción capitalista» que Nieva desarrolla de forma impecable. Porque esa es una de las cuestiones clave para entender la ciencia ficción: es literatura, sí, y como tal hay que juzgarla, pero también es algo más, sí, y en esos términos tiene un potencial mayor que el del 95% de lo que se publica como literatura.

En resumen, Nieva lanza la idea de que el capitalismo tecnológico (lo que genéricamente solemos denominar como Silicon Valley) se ha apropiado del lenguaje de la ciencia ficción, y además utiliza buena parte de sus especulaciones como justificación para sus actos. ¿Que viene el cambio climático? Bien, la ciencia siempre podrá inventarse algo. ¿Que nos cargamos el planeta? Bueno, llevamos siglos soñando con llevarnos el tinglado a otra parte. Con dinero y talento emprendedor, amigos, todo puede solucionarse.

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Reina del grito. Un viaje por los miedos femeninos, de Desirée de Fez

Reina del gritoDescubrí a Desirée de Fez a través de Marea nocturna, una reunión de amigos alrededor de un fuego para hablar sobre películas de terror. Cada uno con sus filias y fobias (bueno, alguno carece de esto último), siempre en animado diálogo mientras charlan sobre pelis antiguas, clásicos, estrenos. Frente a otros programas más analíticos, Marea noctura se caracteriza por una conversación más centrado en lo historiográfico y la opinión a vuela pluma, de ahí mi interés en ver cómo de Fez profundizaba de alguna manera en sus ideas a través de la palabra escrita en Reina del grito. Un libro publicado en 2020 que se convirtió en un pequeño hito editorial gracias a su forma, más cercana a la exploración autobiográfica/autoficcional que al ensayo.

En Reina del grito, de Fez ilumina las diferentes etapas de su vida a la luz del cine de terror con una intimidad mayor (mucho) que, por ejemplo, Stephen King en Danza macabra. Su franqueza y apertura ante el lector es tan grande que produce la sensación de haberse abierto en canal para, a partir de los temores y las fortalezas de los personajes de los diferentes films, exponer sus sentimientos. Un ejercicio de introspección que emerge de la experiencia cotidiana de diferentes momentos de su vida hasta llegar a la actualidad.

Por ejemplo, el primer capítulo sobre La profecía habla sobre los orígenes del miedo en los primeros años de vida. En su caso cuenta una divertida anécdota sobre esta película: cómo padeció con ella la angustia de que se quedara trabada la cinta dentro del reproductor; uno de los miedos más extendidos en los tiempos de los videoclubs por la posibilidad de tener que pagar algún tipo de sanción si se llegara a romper. Este terror infantil que surge de un aspecto materialista de escasa profundidad deja paso a otras cuestiones sobre las cuales orbitará el resto de Reina del grito: el pánico a no ser aceptada por los iguales, el terror a la pérdida, a la maternidad, al envejecimiento, a ser una impostora… Cada una se conecta a las películas que los ponen en su vida en una secuencia cronológica ordenada (infancia, adolescencia, madurez, decadencia). De manera más relevante, las que presiden cada capítulo generalmente desde su título (Carrie, It Follows, La posesión, ¿Quién puede matar a un niño?, La visita, El exorcista). Pero con espacio para otras que, una vez más, se perderán terminada la lectura de Reina del grito. El libro carece de un índice onomástico que hubiera permitido reencontrarlas con facilidad.

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Fantasía épica española (1842-1903). Historia y antología, de Mariano Martín Rodríguez

Fantasía épica española 1842-1903No sé si alguien por aquí recuerda De la Luna a Mecanópolis. Antología de la ciencia-ficción española (1832-1913). El libro de Nil Santiáñez-Tió se zambullía en los primeros textos de ciencia ficción escrita en España en una antología acompañada de un artículo que proporcionaba a los lectores el contexto para su selección de una docena de relatos y algunos fragmentos de textos más largos del siglo XIX y principios del XX. El libro es casi imposible de encontrar a un precio razonable, algo entendible dada su pequeña tirada y el trabajo de Santiáñez-Tió. Quizás su introducción sea breve para lo que suelen ser las ediciones críticas, pero treinta años después continúa siendo el mejor manual para conocer los inicios de la ciencia ficción en España. Un origen, todo sea dicho, de escaso fuste en comparación con otras literaturas. Pero ese es otro asunto. Este libro del que escribo ahora, elaborado por Mariano Martín Rodríguez, sería su equivalente en lo que a la fantasía épica se refiere, con una componente mucho más intensa en la parte crítica: incluye menos narraciones que el libro de Santiáñez-Tió a cambio de poner toda la carne en el asador de la introducción.

Las primeras 140 páginas de “La Historia de la fantasía épica española temprana” ofrecen esa tarea de contextualización. Definen lo que se entiende por fantasía épica, una labor siempre necesaria cuando existen un conjunto de etiquetas que suelen utilizarse indistintamente, con mayor o menor fortuna (fantasía heroica, alta fantasía, fantasía medieval…). Martín Rodríguez abarca otros terrenos aledaños, como la fantasía de portal, la fantasía folclórica… aportando citas para sustentar sus argumentos. Una vez descrito el terreno de juego, hace un recorrido pormenorizado por los escritores y escritoras que abordaron la fantasía épica en la segunda mitad del siglo XIX. Sobre todo los incluidos en el libro.

Por el material seleccionado, llama la atención la extraordinaria brevedad de la mayoría. En unas historias en las que es tan importante la transmisión del mundo secundario en el que transcurren, esta extensión descuadra. Apenas cuatro, ocho, diez páginas, publicadas originariamente en prensa, en muchas ocasiones con un matiz oriental que se subraya a través del artificio del cuento relatado al sultán de turno o la leyenda de lugares remotos. Martín Rodríguez despliega estas señas de identidad, expone sus posibles por qués, las sitúa en la vida y obra de sus autores, discute sus posibles lecturas, en un cariz que pone al lector como asistente a un seminario universitario sobre el tema. Completo y adecuadamente documentado sin sacrificar agilidad… siempre que se esté interesado, claro.

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