El ascenso de Senlin, de Josiah Bancroft

El ascenso de SenlinTodavía me sigue sorprendiendo que haya libros que alcancen la fama sin el respaldo de una editorial que los promocione. Además los escritores que optan por este sistema de publicación suelen ser completos desconocidos, lo que convierte fenómenos como El marciano, de Andy Weir, en auténticos milagros. Me estoy refiriendo a los libros autopublicados. Pero para que un prodigio de este tipo se produzca tiene que haber siempre un primer lector, alguien que libre de prejuicios y que sin más información que la que proporciona la sinopsis se anime a leer la novela. Supongo que hubo un tiempo en que yo también era así de atrevido. Tenía que serlo para entrar en las librerías y escoger un libro sin apenas saber nada de él, salvo lo que decía en la contraportada, y comprármelo solamente porque era de ciencia ficción y me gustaba el título o la portada. Ahora, antes de decidirme a leer algo de un autor extraño leo reseñas, críticas, tengo en cuenta la editorial que lo publica y a veces incluso prefiero esperar un tiempo para no dejarme contagiar por el entusiasmo que ha provocado en las redes sociales.

Este rollo entre trivial y melancólico viene a cuento de que El ascenso de Senlin fue en un primer momento un libro autopublicado. Gran parte de su éxito se debió a que ganó en 2016 el SPFBO (Self-Published Fantasy Blog-Off), un premio concedido a libros autopublicados dirigido por Mark Lawrence. A pesar de las reservas iniciales con las que lo comencé he de reconocer que poco a poco la historia me fue atrapando, y más tarde, cuando llegué a la parte final, me sentí como si me hubieran transportado a la sala de un cine en mitad de la proyección de una película de piratas. Aclaro que los piratas sólo aparecen al término del libro y que en lugar de surcar los mares vuelan en zepelines y en grandes globos aerostáticos, lo que tampoco está mal.

El protagonista de la novela, al contrario de lo que con frecuencia suele suceder en el género fantástico más actual, no ha padecido una infancia tristísima ni ha sido maltratado por la vida. Senlin es un sensato director de escuela, un tipo timorato no exento de mojigatería, confiado en exceso y con unos principios morales muy firmes. Su única debilidad parece ser la atracción que siente por la Torre de Babel, la cual, por otra parte, tiene muy poco que ver con la que se menciona en la Biblia, aquella por la que Nuestro Señor, haciendo alarde de su gran sentido común así como de su inclinación por lo dramático, castigó a los habitantes de Mesopotamia a hablar idiomas diferentes condenándolos como consecuencia de ello a no entenderse. De ella Joshia Bancroft sólo ha tomado el nombre.

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Sabio idiota, de Ricardo Montesinos

Sabio idiotaHay quien, como Irene Vallejo, sostiene que se publica y se lee más que nunca. No cabe duda de que la oferta editorial es enorme y que la lectura se ha hecho más accesible que nunca. A pesar de todo esto a muchos nos resulta cada vez más difícil encontrar una historia lo suficientemente novedosa como para que nos atrape si no viene acompañada de algo más, como de unos buenos personajes o de una prosa lo suficientemente seductora. En mi caso, posiblemente se deba a un exceso de lecturas, así que cuando uno ve comentarios tan entusiastas como los que aparecen en la web de Insólita, la editorial que publica Sabio idiota, no puede evitar hacerse ilusiones. A estos elogios hay que añadir además otros igual de magnánimos de los blogs más conocidos dedicados al género fantástico. Y me vuelven a surgir las dudas sobre la validez de mis apreciaciones, sobre mi buen juicio a la hora de valorar un libro. El caso es que estaría de acuerdo con casi todo lo que se dice si no estuviéramos hablando de un libro dirigido a un público adulto.

Este exceso de superlativos y de términos tirando a hiperbólicos como «magistral», «imaginación desbordante», «pluma afilada»…, lo cierto es que no le hacen un gran favor al libro que no es más que una sencilla y entretenida novela de aventuras juvenil. ¡Qué dirán ante libros como La bomba número seis y otros relatos, de Paolo Bacigalupi o Hyperion, de Dan Simmons, por no hablar de Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro o de La carretera, de Cormac McCarthy habiendo agotado todos los adjetivos! La mayoría de esos aspectos fabulosos que se dice que Sabio idiota toca con maestría, desde mi punto de vista no sirven más que de envoltorio de una aventura entretenida y no creo que tengan otra razón de ser que la ornamental. Hay un poco de matemáticas, que funciona como un «Macguffin» y poco más. La injusticia social está presente pero de ahí a decir que hay una trama política existe un abismo. Se habla de «steampunk», de ucronía e incluso de ciencia ficción hard, vamos, muchas más etiquetas que la enjundia que pueda tener el libro.

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Alba de tinieblas, de Eduardo Vaquerizo

Alba de tinieblasVaya por delante una confesión: la de Alba de tinieblas es mi primera incursión en el universo que Vaquerizo alumbró en 2005 con la publicación de Danza de tinieblas, que no solo fue finalista al Premio Minotauro de ese año sino que además se hizo con el Ignotus a mejor novela e incluso —oh, cielos— fue materia de pregunta hace pocos meses en Pasapalabra. Danza de tinieblas, por si a estas alturas queda alguien tan despistado como yo ahí fuera, es una ucronía steampunk ambientada en el Madrid de los años 20 del siglo pasado. A ella siguió la publicación, en 2013, de Memoria de tinieblas (cuya acción se desarrolla en los años 70 de esa misma España alternativa) y, en 2016, de una antología de relatos, Crónica de tinieblas, escrita por varios autores (Víctor Conde, Santiago Eximeno y Cristina Jurado, entre otros, además del propio Vaquerizo).

Alba de tinieblas puede leerse de manera independiente y está concebida como una precuela ambientada poco después del punto de divergencia en el que los hechos históricos dejan de ser tal y como los conocemos: para empezar, la revuelta de los comuneros de 1521 es un éxito y Carlos I se ve obligado a permitir la libertad de culto religioso, lo que da lugar a un España próspera y tolerante donde conviven cristianos, judíos y musulmanes. Décadas después, la muerte de su hijo, el rey Felipe II, en un accidente de caza, desencadena una guerra de sucesión. En un bando están los partidarios del legítimo heredero, un infante Don Carlos inestable, desquiciado, defensor del catolicismo más ultramontano y respaldado por el Vaticano, que contrata a mercenarios italianos a los que envía a la península para defender su causa. En el otro, su medio hermano bastardo, Don Juan de Austria, que aglutina a los sectores más humanistas y tolerantes de la sociedad y cuenta entre sus filas con activos como Juan Padilla, el héroe de Villalar, que jugó un importante papel en la victoria de los comuneros. Aunque previamente a ambos hechos se produjo otro suceso divergente: la peste se llevó por delante a todos los caballos, que a finales del siglo XVI son ya una especie extinta. Y esto, que a simple vista podría parecer algo pintoresco pero intrascendente, juega un papel importante en la novela porque está relacionado con el modo en el que se desarrollan las batallas y con la importancia que adquieren los extraños ingenios bélicos autopropulsados descritos en ella.

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La historia de tu vida, de Ted Chiang

La historia de tu vida¿Qué ocurriría si pudiéramos implantar un dispositivo en nuestro cerebro que nos convirtiera en ciegos a la belleza humana? La idea sería conseguir un mundo más justo provocándonos voluntariamente una agnosia. Se terminaría con siglos de prejuicios basados en el aspecto externo. Prejuicios que no podemos controlar, pues estamos genéticamente programados para reaccionar favorablemente ante los signos externos de una pareja idónea para la reproducción. Industrias como la publicidad o la cirugía plástica se hundirían ante la imposibilidad de apreciar sus efectos. Por otra parte, si la gente guapa no pudiera valerse de su belleza para atraer a los demás, tendría que esforzarse para gustar de otra manera, tendría que desarrollar otras capacidades más allá de la simple apariencia. ¿Y qué pasaría si tu hijo tuviera una grave deformidad o una terrible desfiguración? ¿No querrías que creciera en un mundo en el que nadie lo rechazara por su aspecto físico?

Todas las variables del problema son analizadas en “¿Te gusta lo que ves? (Documental)“, uno de los relatos que se recogen en el volumen La historia de tu vida de Ted Chiang. Como si se tratara de la transcripción de un documental, partidarios y detractores debaten los pros y los contras de la caliagnosia ante la posibilidad de implantarla en un campus universitario. El tratamiento de un condicionante aparentemente superficial como es el de la belleza pronto toma una deriva de inesperadas connotaciones políticas y sociales. Yo diría, de hecho, que ésta es una de las grandes virtudes del autor: la capacidad para exprimir hasta la última gota todo el potencial del problema que plantea.

Parece ser que Ted Chianges un escritor de obra escasa. Informático de profesión, esta colección de ocho relatos cosechó, además de diversos premios, la adaptación cinematográfica del cuento que le da nombre, La historia de tu vida (La llegada, Denis Villeneuve, 2016). Si bien quizá cabría alegar que, aunque todos los cuentos son interesantes, su calidad literaria es algo desigual. En conjunto, da la impresión de que unos están escritos con más cuidado y dedicación que otros, pero en general resulta una lectura muy recomendable, a ratos hard, a ratos especulativa, con un toque steampunk.

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Historia y antología de la ciencia ficción española, selección de Julián Díez y Fernando Ángel Moreno (2 de 2)

Historia y antología de la ciencia ficción españolaLos dos primeros relatos de Historia y antología de la ciencia ficción española provienen de una forma de entender la literatura en las antípodas de nuestro tiempo. “Cuatro siglos de buen gobierno” es una buena muestra de las narraciones que escribía Nilo María Fabra. Una ucronía a la (muy) antigua usanza concebida con la intención de aliviar aquel sentimiento de decadencia de la patria tan extendido entre la intelectualidad española de finales del siglo XIX; una historia de España alternativa cuyo punto de ruptura se sitúa en la sucesión de los Reyes Católicos. En una veintena de páginas Fabra reconstruye 400 años de Historia repletos de decisiones que mantienen nuestro país en ese primer plano de la política mundial que, desde su óptica, jamás debió abandonar. A pesar de sus carencias literarias, “Cuatro siglos de buen gobierno” despierta en mi la misma condescendencia con la que escucho las gestas deportivas que se relatan entre sí los niños del colegio cuando suben del patio después del recreo.

Mucho más satisfactorio es el brevísimo “El fin del mundo”, de Azorín (1911). Con una prosa exquisita, el autor de La voluntad cuenta la extinción de la humanidad a partir de uno de los miedos luditas por excelencia: la muerte de la pasión, el genio, cualquier ansia… a manos de la homogeneidad lograda por la acción de ciencia y tecnología. Esa aniquilación del deseo de vivir lleva al último hombre vivo a explorar las consecuencias de su desaparición en una cadena de pensamientos que bordean el solipsismo. Me queda la duda de si su último párrafo, que introduce una interpretación hasta entonces ausente, era estrictamente necesario.

Aparte de su calidad, “El fin del mundo” sirve para dar testimonio de cómo grandes escritores españoles de finales del XIX y comienzos del XX se acercaron a este género proyectivo para abordar inquietudes que no podían tratar desde el ensayo o con sus obras eminentemente realistas. En este sentido, es difícil negar que esta tradición es bastante más escueta y “pobre” que la anglosajona, pero su breve inclusión en la antología sirve para recordar que aquella España de hace un siglo no fue un campo baldío para la ciencia ficción.

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