El libro de Joan, de Lidia Yuknavitch

El libro de JoanNo se me ocurre un lugar narrativo más incómodo que el holocausto planetario. A pesar de ello, es una de las temáticas donde más fértil ha resultado la ciencia ficción. Desde su carácter admonitorio, al explorar el miedo a ese final tenido durante tanto tiempo por probable, especular sobre qué quedaría después, lanzar un canto a lo mejor y lo peor de la humanidad, nos ha traído novelas inolvidables, en algunos casos escritas desde una poética deslumbrante. Textos de una belleza arrebatadora capaces de conmover por el destino de sus personajes y el de todo el género humano, los sentimientos y las emociones evocados. Lidia Yuknavitch ofrece en El libro de Joan su particular acercamiento al fin del mundo, un relato lleno de desesperanza y, sin embargo, atrayente en muchos pasajes como las pesadillas más desquiciadas.

La Tierra se ha convertido en una bola de lodo tóxica. Los escasos supervivientes malviven enfrentados a las fuerzas de un caudillo que exprime los últimos recursos planetarios para llevarlos a la CIEL, una estación espacial en órbita. Es el reducto de los seguidores de Jean de Men, el líder a cargo de una sociedad enfrentada a su casi segura extinción; tras varias décadas de encierro los órganos sexuales se han atrofiando, la natalidad se ha detenido y la estructura social es de una crueldad extrema. A imagen y semejanza de un Doctor Mengale embutido en un mandil de carnicero, de Men se sirve de los disidentes para recuperar la fertilidad perdida. En su mayoría mujeres e inadaptados, los rebeldes son encerrados en un panóptico y enfrentados a un destino fatídico.

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El ángel caído, de William Hjortsberg

El ángel caídoLa lista de películas que sólo he visto una vez a pesar de haberme encantado es larga. Guardo un recuerdo tan definido y positivo que prefiero quedarme con él antes de arriesgarme a perderlo, ajado por el cambio en la mirada. El tiempo del lobo, La mitad del cielo, Big Fish… Los ejemplos me llueven a patadas. El corazón del ángel figura entre ellos desde que la viera a comienzos de los 90. Su atmósfera pegajosa, las grandes revelaciones sobre las cuales se sustenta su argumento, Lisa Bonet… Es fútil resistirse ante tantos directos en la ternura de la adolescencia. El ángel caído es la novela de William Hjortsberg a partir de la cual Alan Parker escribió el guión de su película y en la eterna discusión sobre los originales y las adaptaciones, en esta ocasión me quedo de todas todas con mi recuerdo. Entre la memoria y la invención, desde la fidelidad al texto de Hjortsberg, Parker consiguió aportarle un incuestionable valor añadido para convertir la narración en un efectivo ejercicio de género criminal y terror psicológico. Componente ésta casi inexistente en El ángel caído.

Como es más o menos conocido, a finales de los 50 del siglo pasado Harry Angel recibe el encargo de encontrar a Johnny Favorite. Un crooner muy popular a comienzos de la década anterior, llamado a filas cuando EE.UU. se involucró en la Segunda Guerra Mundial y herido de gravedad en la campaña del Norte de África. Se sabe que retornó para ser ingresado en una clínica. Sin embargo fue sacado de ella y parece haberse esfumado. Para encontrar su rastro, Angel indaga en su carrera musical y las personas con las que se relacionó casi dos décadas antes; compañeros de banda, su representante, su prometida… Sus pesquisas le ponen en contacto con el mundo de la santería y el ocultismo, ritos a los cuales el tipo era adepto.

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El problema de los tres cuerpos, de Cixin Liu

El problema de los tres cuerposCon bastante retraso respecto al resto de la fandomsfera, he aquí la reseña más buscada entre los contenidos de C. El premio Hugo a la mejor novela en 2015 tras vencer la tradicional fobia del público anglosajón hacia los libros no escritos en su lengua. La razón de mi demora ante una de esas lecturas obligatorias para tomar el pulso de la actualidad se debe en gran manera a la espera a tener traducidos los tres volúmenes de la trilogía en castellano. Algo que no ha ocurrido hasta hace un par de meses cuando Nova Ciencia Ficción ha publicado El fin de la muerte, el tercer y último libro de la secuencia. Una novela cuya valoración parece despertar elogios unánimes entre sus lectores.

Hay en El problema de los tres cuerpos un capítulo, “Sofón”, que me recuerda lo mejor de lo poco que había leído de Cixin Liu en relato (“Mountain”, “The Wandering Earth“). La especulación se apodera de la narración cuando la civilización extraterrestre que domina la historia, Trisolaris, fracasa en repetidas ocasiones en su propósito de desplegar un protón para construir un ordenador sobre él. La ausencia de complejos y cómo su autor enhebra imaginación y poder evocador dotan a la novela de un vuelo que no había logrado durante las 300 páginas anteriores, muy contenida en una faceta tan fundamental y necesaria cuando tienes problemas en otros aspectos, ya enunciados con amplitud por Rodolfo Martínez o José Manuel Uría.

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Nieve en Marte, de Pablo Tébar

Nieve en MarteEn el interior de Nieve en Marte, premio Minotauro 2017, pugnan entre sí dos novelas. Una de ellas, la más breve y a la postre la más alejada del centro del argumento, se focaliza sobre una pareja de dramas en un planeta Tierra al borde del colapso y en trámite de ser abandonado por unos millones de afortunados, futuros colonos de Marte. Estos relatos de pelea contra la adversidad, de luchas física y psicológica en un escenario que invita a la rendición, funcionan mucho mejor que la otra novela anidada en Nieve en Marte; la más extensa y sobre la cual prioriza sus esfuerzos Pablo Tébar. El descubrimiento en el planeta rojo de un muro con un texto en una lengua similar a las primeras civilizaciones mesopotámicas y la búsqueda en la Tierra de un asesino en serie, El Enterrador, embarcado en una cruzada para exterminar a los nombres más significados con la colonización. Este cúmulo de tramas ligeramente interrelacionadas, más tendentes al guirigay que al patrón armónico, se desarrollan en paralelo mediante el habitual narrador omnisciente de los thrillers. El recurso que empuja el libro con escasas concesiones a nada que escape a su tiranía.

En su primera novela, Tébar marca el ritmo a base de que todo el rato estén pasando cosas. La teniente Lora Walters persigue al Enterrador por varios continentes. El narcotraficante Félix y la joven zombie/emigrante-ilegal Nunú huyen por medio orbe terrestre en pos de una salida a su desesperada situación. El pobre traductor León Miranda tanto investiga la verdad oculta en los textos del muro como revuelve entre los trapos sucios de su patrón, Edgar Edgar, y lo sucedido con el anterior traductor, desaparecido años atrás. Entre el impulso desabrido de este batiburrillo, apenas las fugaces miradas al día a día de la familia de Miranda y su hundimiento en el preapocalipsis planetario, además de pequeños oasis en la relación de Félix y Nunú, imprimen un poco de calma, crean espacio para que surja un poco de intimidad y calen unas gotas de amargura. En su incansable agitación, el resto de relatos traquetean como un tren desbocado y una narración que debiera estar engrasada, trastablilla sin rubor… salvo cuando se abunda en detalles innecesarios en un ejercicio donde predomina el contar sobre el mostrar.

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El último sueño, de Guillem López

El último sueñoEn su asalto al primer plano de la literatura de género, Guillem López ha sabido reinventarse. Challenger, La polilla en la casa del humo y Arañas de Marte constituyen una terna de obras aconvencionales que han tomado distancia de la fantasía heroica de sus primeros títulos para abrirse a una visión del mundo desencantada, caótica, con la voz de sus narradores y la estructura del relato en el centro de sus historias. Una sintonía nada casual con el zeitgeist de este arranque de siglo XXI. Sentía mucha curiosidad por sus siguientes pasos; si se mantendría en ese plano o daría un nuevo giro. El último sueño, su nueva novela recién publicada por Minotauro, decanta esta disyuntiva con una respuesta ambivalente: integra las dos etapas de su carrera en un relato de aventuras que acontece en el escenario de La polilla en la casa del humo.

La ciudad de Paraíso lleva los estratos sociales grabados a fuego en su geografía. Las clases privilegiadas ocupan el centro de la urbe, un recinto presidido por el gran Zigurat. En las barriadas desparramadas a su alrededor, en una intrincada maraña de callejuelas, plazas, edificios y puentes, bandas de delincuentes compiten por territorio, influencia, dinero, en un delicado equilibrio tolerado por los guardianes del orden establecido mientras no haya excesivos desmanes. En el primer capítulo una fugitiva, Midkemia, es salvada por los miembros de una de estas bandas, Los Abandonados, de los acólitos de quienes la han retenido los últimos años. Su presencia es esencial para el mantenimiento de la fuente de energía que alimenta la ciudad: la Kamé. Un recurso extraído de unas criaturas, las Kas, encadenadas durante siglos en lo más recóndito del Zigurat y drenadas sin pudor para obtener esa forma de energía. Sin Midkemia la Kamé puede dejar de fluir y La Cofradía no se anda con chiquitas cuando la especia está en riesgo.

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El informe Monteverde, de Lola Robles

El informe Monteverde¿De qué manera está condicionado el lenguaje por quienes somos y el entorno en el que vivimos? ¿Cómo afecta nuestro idioma a nuestra forma de pensar? ¿Qué mecanismos hacen que una lengua evolucione hasta acabar convirtiéndose en otra distinta? Y, a la inversa, ¿hasta qué punto es el lenguaje una herramienta al servicio de las élites, un perpetuador del statu quo? Indagar en el cómo y los porqués de la lengua es siempre un ejercicio fascinante y por eso lo es la lectura de El informe Monteverde (Lola Robles), una novela corta que fue publicada por primera vez 2005 y ha sido reeditada ahora —con ilustraciones de Marina Vidal— por la editorial Crononauta.

El libro narra la estancia de seis años de una lingüista —Rachel Monteverde— en el planeta Aanuk para recabar la mayor cantidad posible de información sobre los idiomas de sus habitantes: los aanukiens, un pueblo nómada, sencillo, despreocupado y alegre, y los fihdia, una misteriosa comunidad formada por ciegos que viven en cuevas y cuya sociedad está organizada mediante una rígida jerarquía religiosa. La estructura de la obra no es lineal, sino que a lo largo del relato se van intercalando fragmentos de la entrevista que una investigadora le hace a Monteverde con extractos del informe que da título al libro y las notas que la protagonista fue tomando sobre el terreno. Los textos, al entrelazarse, construyen una imagen poliédrica del planeta, sus características, su historia y, sobre todo, el idioma y la cultura de sus habitantes. Porque la sal de El informe Monteverde son esas descripciones, ese sumergirse en el mundo de Aanuk, mientras que la acción propiamente dicha (lo que allí le sucede a la protagonista, los problemas que surgen y cómo los soluciona, sus relaciones con distintos habitantes del planeta) queda relegada a un segundo plano.

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