El último sueño, de Guillem López

El último sueñoEn su asalto al primer plano de la literatura de género, Guillem López ha sabido reinventarse. Challenger, La polilla en la casa del humo y Arañas de Marte constituyen una terna de obras aconvencionales que han tomado distancia de la fantasía heroica de sus primeros títulos para abrirse a una visión del mundo desencantada, caótica, con la voz de sus narradores y la estructura del relato en el centro de sus historias. Una sintonía nada casual con el zeitgeist de este arranque de siglo XXI. Sentía mucha curiosidad por sus siguientes pasos; si se mantendría en ese plano o daría un nuevo giro. El último sueño, su nueva novela recién publicada por Minotauro, decanta esta disyuntiva con una respuesta ambivalente: integra las dos etapas de su carrera en un relato de aventuras que acontece en el escenario de La polilla en la casa del humo.

La ciudad de Paraíso lleva los estratos sociales grabados a fuego en su geografía. Las clases privilegiadas ocupan el centro de la urbe, un recinto presidido por el gran Zigurat. En las barriadas desparramadas a su alrededor, en una intrincada maraña de callejuelas, plazas, edificios y puentes, bandas de delincuentes compiten por territorio, influencia, dinero, en un delicado equilibrio tolerado por los guardianes del orden establecido mientras no haya excesivos desmanes. En el primer capítulo una fugitiva, Midkemia, es salvada por los miembros de una de estas bandas, Los Abandonados, de los acólitos de quienes la han retenido los últimos años. Su presencia es esencial para el mantenimiento de la fuente de energía que alimenta la ciudad: la Kamé. Un recurso extraído de unas criaturas, las Kas, encadenadas durante siglos en lo más recóndito del Zigurat y drenadas sin pudor para obtener esa forma de energía. Sin Midkemia la Kamé puede dejar de fluir y La Cofradía no se anda con chiquitas cuando la especia está en riesgo.

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La ciudad del grabado, de K. J. Bishop

La ciudad del grabado

La ciudad del grabado

Ese vejete envidioso que es John Clute tiene la costumbre de ningunear todo el movimiento que se viene denominando el New Weird, postulando que corre peligro de degenerar en una mera serie de visiones urbanas donde sólo importaría el grado de sordidez, disgregación y caos del escenario. Clute también hizo de menos a Susanna Clarke y Jonathan Strange, basando su reseña en la hipótesis, luego desmentida, de que se trataba del primer volumen de una trilogía, y que basaba en todo el aparato teórico de su enciclopedia. En fin, que fíate de los supuestos expertos.

La ciudad del grabado –“La ciudad grabada”, en una traducción exacta del título original, The Etched City–, debut en la novela de la australiana K.J. Bishop, podría encuadrarse más o menos en el New Weird, al que le une su ambiente urbano degradado, sus ambiciones estilísticas más allá del mero entretenimiento, y un tipo de sensibilidad decadente finisecular que uno ya tenía ganas de ver reaparecer en las letras pero que se necesitaría buscar con microscopio electrónico en la narrativa general de nuestro tiempo.

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La ciencia ficción, en la encrucijada del siglo XXI

Nota: Este artículo fue publicado en el número 217 de Revista de Literatura, correspondiente a Mayo de 2006

0043CFJDJimBurns.jpg El futuro ya está aquí. La mayor parte de los sueños de la ciencia ficción tradicional se han incorporado al imaginario colectivo, o han sido descartados como imposibles por la ciencia, o incluso se han convertido en realidad. El género tal y como se le conoció en sus primeros cincuenta años de vida ha quedado, en cierta forma, obsoleto. Parte de sus propósitos, aquellos que tomó de la literatura utópica anterior a su nacimiento, siguen en pie; pero la cf ha cedido esos intereses a la literatura general, que parece haber recobrado el interés por la prospectiva, por el distopismo.

Todo este fenómeno no es bueno ni malo. Desde dentro de la cf se ve en parte como un problema, en parte como una demostración más del rechazo del establishment cultural hacia el género. Algo que no es del todo cierto. Es verdad que se acumulan libros que tocan temas característicos de la cf pero que en su contraportada aseguran que el texto «trasciende la cf», algo que la mayor parte de las veces no es cierto. Pero también es verdad que la cf, debido a algunas características innatas, se ha convertido en un campo a veces difícil de seguir.

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