Brooklyn, después de todo y El día que pase algo, de Mario Amadas

Brooklyn, después de todoHacía tiempo que no me acercaba a un libro escrito a modo de diario. Lo más cerca que he estado de este tipo de literatura serían El plagio, de Daniel Jiménez, y varios libros de Emmanuel Carrère en los cuales, independientemente de quien sea el protagonista, él suele terminar ocupando el centro de su circo de tres pistas. El responsable de este regreso ha sido Mario Amadas, colaborador de esta santa web. Mario me ha hecho llegar los tres libros que ha escrito según han ido saliendo: Brooklyn, después de todo (2019), El día que pase algo (2021) y, hace un par de meses, Las fechas exactas (2023).

Aunque tardé tres años en ponerme con él, Brooklyn, después de todo me ganó rápido. Escrito durante una estancia de aproximadamente un año en Nueva York, sus primeros días en la ciudad me recordaron mi propia experiencia en Estados Unidos allá por julio de 2012, en un lugar muy diferente (McAllen, Texas) y desde una posición más protegida (el programa de profesores visitantes del Ministerio de Educación). La llegada de Mario Amadas a la gran manzana rebosa esa fascinación de aterrizar en un lugar mitificado por todo lo que has leído, visto y oído sobre él, para descubrir una cara llena de relieves, con sus confirmaciones y disonancias.

Mario desembarca en EE.UU. sin visa para el trabajo y en la etiqueta “Alien not allowed to work” comienza a crecer su experiencia. El desengaño de no poder salir adelante de la misma manera que la mayoría de la gente, no contribuir al mantenimiento del tejido social, la imposibilidad de lograr papeles, la condena a sobrevivir en los márgenes y ser ciudadano de tercera, conducen su relato. Desde esta desprotección Brooklyn, después de todo comienza a sembrar la angustia de gran parte del precariado urbano, apretado por unas condiciones que dificultan la subsistencia y acrecientan una frustración que se extiende, si cabe con más fuerza, a El día que pase algo. En él ya no se relata la vida en otro país sujeto a otras reglas. Sus cimientos son su día a día en la España de 2018.

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Mario AmadasMario Amadas anhela ganarse la vida en la sección de cultura de un medio de comunicación. Según cuenta ha tenido encargos como traductor o ha colaborado en medios (El cultural), entrevistando escritores, haciendo crítica… Nada le gustaría más que desempeñar un trabajo a jornada completa, disponer del tiempo suficiente para preparar sus colaboraciones, ir más allá de la entrega a salto de mata que propicia un entorno sostenido gracias a los sobreesfuerzos de quienes resisten a la espera de una estabilidad que nunca llegará.

En esto es paradigmático su relato del regreso a Barcelona. Amadas recupera su trabajo como guía en el parque Güell y retoma su estatus de mileurista alienado: ejerce una profesión que no es la suya y está obligado a una convivencia en un piso compartido que jamás será un hogar. Esta situación se agrava por el deterioro de unas condiciones laborales que afectan especialmente a los compañeros de una subcontrata. En su testimonio se entreteje la lucha por la mejora de este trabajo con sus cavilaciones alrededor de esta realidad laboral, a las que acopla la búsqueda de un empleo más acorde a sus afinidades. Una pequeña quimera desde el momento que los rechazos se acumulan y construyen un zarandeo rítmico junto al reguero de silencio de la mayoría de editoriales que recibieron el manuscrito de Brooklyn, después de todo. Otra negación, cotidiana entre quienes tienen que desenvolverse en el atestado mercado editorial en España, que abre las puertas a la indagación sobre cómo contar sus movidas; llegar al público; y calar.

El día que pase algoA tientas

Esta misión fluye también a lo largo de ambos libros. Y la respuesta que encuentra Amadas camina explícita en una diversidad de fragmentos que citan y rumian textos de Melville, Kafka o Sánchez Ferlosio. Estos escritores de referencia se vinculan muchas veces a la duda de qué contar y cómo contarlo mientras se realimentan con ese día a día de abusos en el trabajo, encontronazos con otros inquilinios, la actualidad de España (el referéndum de independencia, la violencia policial, la DUI…), la problemática de mantener una relación de pareja (agravada con la distancia), los momentos de respiro con los amigos y los compañeros de trabajo, el placer detrás de dedicarse tiempo a uno mismo… Ladrillos que levantan un relato honesto, vibrante, fragmentado que discurre como la propia vida, a trompicones, y termina convirtiéndose en una respuesta implícita a la pregunta sin respuesta. Aunque él lo cuenta mejor (como todo; páginas 176 y 177 de El día que pase algo)

Melville forja su novela ballenera con una audacia nueva, hibridando géneros, voces y formas en un todo avanzado que no acaba. Rimbaud igual. Kafka igual. Y eso que Kafka, como ya he dicho, e igual que Philip K. Dick, no estructura sus novelas con rigidez, no es el mejor ejemplo de rigor estilístico ni de cómo sublimar la armazón interna de los textos. Y porque al mejor Kafka quizá vayamos a encontrarlo en su no ficción. Él vio algo, entendió algo, y lo escribió como a ramalazos; y es así porque estas cosas no salen limpias y cristalinas como si escribieras simples novelas. Es porque tienes algo más que decir. Algo ajeno a la estructura, que obedece a espasmos de pensamientos y lucidez, y por eso salen bamboleantes las explosiones de escritura. La escritura libre es imperfecta y no pasa nada que así sea.

Esta naturalidad hace que haya cuestiones mejor cubiertas que otras (normal en un texto que está escrito sobre la marcha), temas que después de hacerse capitales parecen volatilizarse en la nada para volver tímidamente, y alguna contradicción. Muchos pasajes se me han antojado demasiado directos, mientras otros me han parecido sobrescritos. También a ratos me han sacado de la lectura las citas a obras y autores, aunque sean (y lo son) pertinentes.

La aventura de vivir

Siendo Melville uno de los referentes de Amadas, el hambre de aventura conecta Brooklyn, después de todo con El día que pase algo. Ya vivir en Nueva York supone una peripecia que abarca la práctica totalidad del primero. Además su parte final es deslumbrante: en su viaje de regreso Amadas no recurre al avión. Consigue un pasaje en un barco mercante donde, con tiempo de sobra, se entremezclan la experiencia del viaje por mar con descubrimientos como una discusión sobre la siempre problemática relación entre obra y autor a través de Herman Melville y Benito Cereno. El día que pase algo sale un poco perjudicado en esta comparativa. Sumido en una cotidianidad absoluta, las vivencias son más de andar por casa. Se sale de lo ordinario con una andada de varios días desde Barcelona hasta la frontera con Francia junto a un amigo, de la cual se incluye un diario escrito in situ. Y a medida que se acerca al final, germina una actividad como aprender a bucear. El puntal de cómo pequeñas ocupaciones pueden ayudarnos a sentirnos vivos (además de estar con quienes queremos estar).

Hay otras vértebras en estas memorias. Con sus alegrías, sin sabores, sorpresas y ansiedades un compendio de vida sobre la búsqueda de sentido donde no parece haberlo. Un autoretrato coherente y consistente al cual espero volver en las próximas semanas con Las fechas exactas. Sabrán de ello por aquí.

Brooklyn, después de todo (RiL Editores, 2019)
Rústica. 140pp. 16,90€
Ficha en la web de la editorial

El día que pase algo (Colectivo La Máquina, 2021)
Bolsillo. 232pp. 12€
Ficha en la web de la editorial

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