El arte de TOKYO GENSO. Visiones de un Japón inusitado

El arte de Tokyo Genso

Cuando era joven me gustaba practicar con un par de amigos un pequeño juego intelectual. Siempre me refería a él con el nombre de ejercicios de imaginación y consistía en cambiar alguno de los parámetros visuales de la realidad, o de cómo la percibíamos, para ver lo que salía y divertirnos con el resultado. Recuerdo una tarde concreta en la que, sentado con un amigo en un banco, frente a uno de los primeros grandes centros comerciales, le reté a imaginar qué veríamos si invisibilizábamos los muros, las paredes y todos los elementos sólidos que constituían la enorme construcción, dejando visibles sólo a los seres humanos. El resultado nos mostraba a la gente paseando en el vacío, subiendo y bajando en diagonal por el aire o parados mientras intercambiaban observaciones sobre algo que contemplaban en la nada. Propuse ir más allá y eliminar la opacidad de todo, incluida la ropa, para dejar a la vista sólo a las personas. Bajo esta nueva perspectiva, soslayando el asunto banal de los sexos, el conjunto era fascinante: todos parecían ridículos.

Muchos caminaban con las manos pegadas a la parte exterior de los muslos, algunos de ellos con los dedos extendidos, otros con los puños apretados. Un acto intrascendente como el de comerse un helado parecía absurdo. Una mujer acalorada giraba una de sus muñecas a pocos centímetros de su cara. Un paseante acercaba dos dedos estirados a su boca y luego soplaba tres largos segundos. Todos ellos realizaban gestos vacíos, más ridículos aún debido a la desnudez. Aquel simple cambio en un solo parámetro, el visual, delataba el sinsentido de nuestras acciones cotidianas cuando las despojábamos de una finalidad humana. Sacar conclusiones acercaba aquella práctica a los postulados del teatro del absurdo, pero lo que a mí me interesaba de verdad era la propia visión distinta de una realidad que, por conocida, encontraba aburrida. Lo divertido del cambio residía en la posibilidad de acceder a una fisonomía de la existencia inusitada y sumergirse en aquella sensación de extrañamiento.

Sigue leyendo

Historias del bucle, de Simon Stålenhag

Historias del bucleSi alguien presta atención a las imágenes aleatorias que encabezan C, se habrá dado cuenta que apenas hay un par de artistas repitiendo. Uno de ellos es Simon Stålenhag, ilustrador que saltara a la fama hace una década con Historias del bucle; la concreción de una idea alrededor de un hipotético acelerador construido durante la guerra fría bajo un fiordo al oeste de Estocolmo. La instalación, de dimensiones ciclópeas, alteró de manera decisiva el paisaje rural; aunque continúa siendo reconocible, entre sus granjas, bosques y caminos de tierra germinaron una serie de estructuras que moldearon a los que allí se criaron. Incluyendo al autor de este libro que pinta sus paisajes más reconocibles mientras relata historias alrededor de la estructura, abandonada después de tres décadas de funcionamiento.

Para los fascinados por La Zona tal y como nos la imagináramos mientras leíamos Pícnic junto al camino o la rodara Tarkovski en Stalker, es inevitable sucumbir ante este escenario; una mezcla entre cotidianidad y tecnología avant la lettre, a veces desde una óptica maravillosa donde lo excepcional fuera ordinario, y otras desde una perspectiva decadente. Máquinas de levitación magnética, torres de refrigeración rompiendo la línea del horizonte y robots alterando la vida de los suburbios se entremezclan con dinosaurios que han penetrado en nuestro presente, androides abandonados en vertederos y esferas metálicas que se oxidan bajo los pasos elevados de una autopista.

Sigue leyendo

El día antes de la revolución, de Ursula K. Le Guin, con ilustraciones de Arnal Ballester

El día antes de la revoluciónDe la docena y media de relatos que formaban Las doce moradas del viento dos se han convertido en los más conocidos y valorados de Ursula K. Le Guin: “Los que se marchan de Omelas” y “El día antes de la revolución”. De hecho el primero se ha aupado hasta una posición indiscutible entre los mejores cuentos de ciencia ficción, una narración estudiada y discutida desde múltiples perspectivas tanto por su escritura como las lecturas que propicia. Mientras, el segundo se ha visto parcialmente eclipsado por ese éxito y el de Los desposeídos, la novela donde Le Guin plasmó la utopía basada en el pensamiento de la protagonista del relato: Laia Asieo Odo. Un desequilibrio injusto tal y como da fe la excelente edición ilustrada por Arnal Ballester para Nórdica Libros.

De todas las Odos posibles, para contar El día antes de la revolución Le Guin se detiene en una al final de su vida. Avejentada, convaleciente tras haber sufrido una embolia, enfrentada a un presente con el que ya no puede lidiar y unos recuerdos que le acechan desde cada rincón. Un narrador omnisciente la sigue una mañana desde su despertar y deja al descubierto retazos de pensamientos y sensaciones. Imágenes de su cuerpo para afirmar sus estados físico y psicológico; brevísimos apuntes de su filosofía y su lucha por llevarla a la práctica; fugaces recuerdos de su estancia en prisión, uno de los nexos con las pérdidas sufridas en una vida entregada a conseguir un sistema social más justo; su visión de la comuna donde vive junto a otros anarquistas y se siente un poco un vestigio. Gracias a esta construcción con trazas de flujo de la conciencia, se integran en paralelo las diferentes caras del personaje. Su encaje, la amplitud alcanzada por este retrato con una economía narrativa incuestionable, se convierte en uno de los grandes valores de El día antes de la revolución. Pero no es esta la faceta que más me atrae.

Sigue leyendo

La guerra de los mundos, de H. G. Wells, con ilustraciones de Henrique Alvim Corrêa

La guerra de los mundosConocí los dibujos de Henrique Alvim Corrêa para La guerra de los mundos en una conversación allá en 2005 a través de Jean Mallart, un erudito de la ciencia ficción en aspectos siempre sorprendentes. A raíz de la adaptación de Steven Spielberg me descubrió la pequeña edición iluminada por este artista brasileño para el mercado Belga en 1906, ahora recuperada por Libros del zorro rojo. Una editorial que se ha ganado un nombre gracias a su línea de clásicos hermosamente ilustrados y que, en este caso, mantiene la excelencia que he podido comprobar a través de otros títulos como Cuentos de imaginación y misterio, con los dibujos de Harry Clarke, o El horror de Dunwich, con el arte de Santiago Caruso.

De las seis novelas de ciencia ficción escritas por Wells entre 1895 y 1901, La guerra de los mundos no me parece la mejor resuelta. Nueve de cada diez veces me quedaría con La isla del Doctor Moreu y la otra con la primera de todas ellas, La máquina del tiempo. Sin embargo a la hora de abordar una edición ilustrada, La guerra de los mundos cuenta con el mayor potencial. Wells estuvo particularmente inspirado a la hora de idear su invasión alienígena, las criaturas responsables, sus máquinas y métodos de conquista… Además cuenta con secuencias muy atractivas para cualquier artista, caso del viaje de su narrador por un paisaje desolado en lo que hoy es la zona metropolitana de Londres y a finales del siglo XIX eran un puñado de pueblecitos alejados de la gran ciudad. Un trayecto donde es fácil reconocer las bases de la narrativa apocalíptica más tarde explorada por otros autores británicos como M. P. Shiel en La nube púrpura o John Wyndham en El día de los trífidos.

Sigue leyendo

El arte de Canción de Hielo y Fuego

El arte de Canción de Hielo y Fuego

El arte de Canción de Hielo y Fuego

Durante el mes de Julio de este año George R. R. Martin visitó España en una gira triunfal que le llevó a Madrid, Barcelona, Gijón, Málaga… Durante todas sus apariciones públicas exhibió una inmensa cercanía en su contacto diario con los miles de lectores que lo siguieron. Como los lentos designios de su editorial iban a dejar este acontecimiento sin una novedad que poder presentar a su lado, en Gigamesh pusieron en marcha la creación de un volumen centrado en las imágenes que ha creado Corominas entorno Canción de Hielo y Fuego. Un trabajo gráfico de seis años que ha evolucionado bastante y que queda aquí recogido en las mejores condiciones posibles.

El arte de Canción de Hielo y Fuego recoge las ilustraciones realizadas para las diferentes ediciones de los libros: las cubiertas de las primeras ediciones y las posteriores reediciones en tapa blanda y en tapa dura, las ilustraciones de los personajes más importantes que se pueden encontrar en estas últimas, las cubiertas que se utilizaron en los adelantos que se regalaron por el día del libro, multitud de bocetos que ha utilizado durante el proceso… Como acompañamiento se incluyen una serie de textos redactados por Álex Vidal, el propio Corominas o el editor, Alejo Cuervo, que dan coherencia al conjunto y centran el recorrido a través de los personajes, los lugares, las casas o las criaturas. Una serie de epígrafes que conducen el lector a través de los diferentes estilos que ha trabajado el ilustrador vallisoletano para representar la obra.

Sigue leyendo