Heard the sound of a clown who cried in the alley
Bob Dylan
Comedias que no hacen reír o películas de terror que no dan miedo. ¿Y qué hacemos cuando pasa esto? Aparte de lo relativo que es todo –lo que a ti te hace gracia a mí quizá no, y lo que a mí me da miedo igual a ti no– hay comedias que no hacen reír mucho, que no hacen mucha gracia, y parece que eso mismo sea ya la intención en la misma medida en que hay películas de terror más centradas en eviscerar el trauma humano que en asustar. En hacer metáforas de nuestros miedos que en hacernos saltar de la butaca.
Con las comedias, de todos modos, se complica más la cosa. Hay una ligereza en el tono y en la composición, un lenguaje transparente y directo, y hay situaciones, quizá, fuera de lo normal, que nos pueden hacer sonreír, pero el conjunto, como comedia en sí, queda algo limitado en su alcance. Entendemos por qué se publicitan como tal género porque parece que, como mínimo, tienen la intención de hacer reír y porque se ve en la puesta en escena y en los diálogos (y en la interpretación), pero todo está como a medio gas. Son comedias parcas en humor.
Series como Space Force y Avenue 5 son dos buenos ejemplos de este tipo de comedia. La primera, de Steve Carell y Greg Daniels (que ya trabajaron, respectivamente, en las espléndidas y, estas sí, muy efusivamente cómicas The Office y Parks & Recreation), es tan sólo tangencialmente de ciencia ficción, y es una comedia pero sobre todo una historia de familias quebradas y gente intentando ser feliz. Con episodios de media hora de una ciencia ficción suave, para todos los públicos, con algunos momentos estelares (como poder ver a John Malkovich cantando una divertida paráfrasis de amor de ‘What a Wonderful World’, o a Steve Carell bailando y cantando al son de ‘Kokomo’ de los Beach Boys), es una serie simpática y fresca. Momentos como esos no nos harán reír pero nos llenarán de alegría, de simpatía y frescura, hasta de una ternura ilimitada que ya acercan la serie a la comedia parca en humor. No todo tiene que ser humor para ser comedia.
La segunda serie, Avenue 5, de Armando Ianucci, que, como los otros responsables, también tiene obras más abiertamente cómicas, nos trae a un Hugh Laurie carismático y algo pícaro, aunque en un repertorio que no nos sorprende, y un surtido de secundarios divertidos y a su vez carismáticos, entre los que destaca Zach Woods y su yo diría que innegable vis cómica (inalterada a lo largo de las dos únicas temporadas de la serie). Es la historia de la nave Avenue 5, el juguetito del ricachón tonto e inmaduro interpretado por Josh Gad, y asistimos a situaciones cómicas más o menos entenebrecidas por la inminencia del desastre que se les acerca. Recuerda involuntariamente –imagino que involuntariamente– a Spaceship Medic, de Harry Harrison, novela corta y la verdad que no muy buena en la que una nave sobrevive, como puede, al impacto frontal de un meteorito (que ocurre en el corto primer párrafo de apertura).
Las dos series tienen esa puesta en escena que ya es en sí misma un reflejo de un tipo de humor. Todo es comedido. O exagerado en sus planteamientos pero comedido en su lenguaje, en su puesta en escena. Y no sé por qué pero funciona. No nos reímos ni, como se suele decir, nos partimos la caja, pero ocasionalmente sonreímos y pasamos un buen rato aunque haya personajes muriendo y paralizados por el miedo. Nadie ríe y sin embargo todos lo reconocemos como comedia. No es que esté más cerca del humor de Kafka que del de Eduardo Mendoza, pero sí que hay un trasfondo que igual desplaza la risa franca en favor de la sonrisa al saber que no todo es tan optimista en la historia. Aunque esto no lo digo muy convencido porque hay comedias con las que sí que te ríes y también tienen ese trasfondo trágico permeando sus intenciones. La ligereza quizá sea el elemento definitorio de estas series, de estas comedias parcas en humor, y cuando te arrancan alguna sonrisa, algún sentimiento de simpatía y frescura, los recibes con más agradecimiento que con el mismo sentimiento venido de otro género, como si así ratificases, por fin, que lo que estás viendo es efectivamente lo que se supone que estás viendo.
Entretenidas y divertidas, de imaginarios comedidos, de sonrisa ocasional y humor ya visto, Space Force y Avenue 5 son oxígeno, y lo que tienen de comedia o humor está en dosis tan bajas, tan adormecidas en estas comedias minimalistas, que amplían el concepto de humor. Y así el humor no es sólo aquello que te hace reír, abierta y sonoramente, sino lo fresco y liviano y alegre. Entretejido, como la risa del payaso en la canción de Dylan, con el sufrimiento o la pena. Se modera el humor al no alejarse tanto de su pasión opuesta.
(También puede ser que estas series, estas y otras, simplemente, no hagan mucha gracia, y ya está).
En Avenue 5, por ejemplo, hay bromas que no funcionan por ya vistas y por no muy bien ejecutadas que se repiten en un mismo episodio hasta la saciedad. Por ejemplo: en el octavo episodio de la segunda temporada el personaje de Judd (Josh Gad) vocifera el nombre de su ayudante sin darse cuenta de que la tiene al lado, demostrando dependencia y posesividad y torpeza, una actitud caprichosa y en el fondo algo de lerdez, a la vez que vemos que ella, Iris, la ayudante, tiene su paciencia y madurez a prueba tonterías. Es una broma que revela parte de las personalidades de los personajes, y que puede hacer gracia (aunque sin pasarse) y la que hace se pierde al repetirse. Está bien pero ya está visto y parece que sea un recurso hábil, inteligente, pero repetido por falta de recursos.
En cualquier caso, estas comedias parcas en humor funcionan. Pasa también que a estas series les falta que sus personajes protagonistas no sean tan magnéticos ni tengan la garra del mismo Steve Carell en The Office o la de Amy Poehler en la también citada Parks & Recreation.