Con bastante retraso respecto al resto de la fandomsfera, he aquí la reseña más buscada entre los contenidos de C. El premio Hugo a la mejor novela en 2015 tras vencer la tradicional fobia del público anglosajón hacia los libros no escritos en su lengua. La razón de mi demora ante una de esas lecturas obligatorias para tomar el pulso de la actualidad se debe en gran manera a la espera a tener traducidos los tres volúmenes de la trilogía en castellano. Algo que no ha ocurrido hasta hace un par de meses cuando Nova Ciencia Ficción ha publicado El fin de la muerte, el tercer y último libro de la secuencia. Una novela cuya valoración parece despertar elogios unánimes entre sus lectores.
Hay en El problema de los tres cuerpos un capítulo, “Sofón”, que me recuerda lo mejor de lo poco que había leído de Cixin Liu en relato (“Mountain”, “The Wandering Earth“). La especulación se apodera de la narración cuando la civilización extraterrestre que domina la historia, Trisolaris, fracasa en repetidas ocasiones en su propósito de desplegar un protón para construir un ordenador sobre él. La ausencia de complejos y cómo su autor enhebra imaginación y poder evocador dotan a la novela de un vuelo que no había logrado durante las 300 páginas anteriores, muy contenida en una faceta tan fundamental y necesaria cuando tienes problemas en otros aspectos, ya enunciados con amplitud por Rodolfo Martínez o José Manuel Uría.
Porque, sí, el desarrollo es tan lineal, sus personajes tan unidimensionales, los diálogos tan acartonados, los ladrillos informativos tan rutinarios, que casi me ha hecho añorar los melodramas baratos de Robert J. Sawyer. O una obra con la que comparte alguna característica como Los propios dioses. Aunque en su fragilidad formal aprecio el interés por hacer crecer el texto desde personajes y conflictos relevantes en el corazón de la China actual.
Ahí está el desapego de un personaje, Ye Wenjie, hacia su país y, por extensión, todo el género humano, imprescindible para entender por qué termina como lo hace. Una reacción al sufrimiento de su familia durante la Revolución Cultural, representada aquí con la muerte de su padre y su condena a un campo de trabajo desde donde, vía delación, llegará a una estación científica clave en la historia. También tienen su importancia las catástrofes ecológicas, esenciales para conectar con la tanatomanía de un puñado de personas dispuestas a borrar del mapa a la humanidad. La ola de suicidios de científicos punteros, las visiones que atormentan a uno de los personajes, el enigmático juego en red en un paisaje alienígena… son algunos de los abundantes elementos propios del thriller científico en El problema de los tres cuerpos.
Donde me ha sorprendido Cixin Liu es en la aparente convicción de que el cosmos es un lugar cognoscible donde la vida inteligente bulle y es capaz de entablar contacto sin complicaciones. Los mensajes se descifran y comprenden de manera instantánea, las dinámicas sociales de la Tierra y de Trisolaris son equivalentes, la dialéctica conquista o sé sometido parece una constante universal… Trisolarianos y humanos se asemejan a dos bandas de Inglewood con territorios limítrofes con los aliens en trámite de quedarse con todo el pastel. También es cierto, una relativa constante en la ciencia ficción de invasiones desde casi sus primeros escarceos, con la otredad arrinconada al ámbito de los conocimientos superiores de los extraterrestres. Al menos en este primer libro.
Carente de vida, con un par de momentos divertidos (el fileteamiento de un barco que atraviesa el canal de Panamá) y contados destellos especulativos, El problema de los tres cuerpos es una novela vulgar que, espero, tras sus continuaciones, al menos permita decir que fue la necesaria puerta de entrada a una obra magnífica. Daré cuenta de ello por aquí en los próximos meses.
El problema de los tres cuerpos (Ediciones B, col. Nova Ciencia Ficción, 2016)
Sān tǐ (三体) (2007)
Traducción: Javier Altayó
Rústica. 433pp. 20 €
Ficha en la web de La tercera fundación
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Bastante de acuerdo. Tiene ideas interesantes, pero poco más.
Totalmente de acuerfo.
No entiendo el Hugo