El bosque oscuro, de Cixin Liu

El bosque oscuroCixin Liu demuestra ambición en esta continuación de El problema de los tres cuerpos. Manteniéndose dentro del territorio esbozado, acierta a tocar nuevas teclas y amplía un marco temporal que ya no se extiende sólo al futuro cercano; llega a introducir un salto de 200 años necesario para encuadrar una nueva escala de distancias y tiempos. Asimismo, entre las diferentes tramas ideadas para hacer progresar el conflicto, aprecio la construcción de un subtexto que conecta significativamente las acciones de los personajes. También, una parte de estos esfuerzos se estrellan bien contra las limitaciones de Cixin como escritor, bien contra los excesos ya presentes en el anterior libro, ambos acrecentados por las más de 150 páginas que El bosque oscuro suma a la extensión.

La escena con la que se inicia la novela es elocuente en cuanto a enmarcar la pericia de Cixin Liu para el discurso poético. Una hormiga asciende por un paisaje liso y plagado de surcos. Mientras se desplaza por esa superficie, una lápida donde se encuentra grabado un nombre que es medio capaz de reconocer, asiste a la conversación de dos seres humanos y se convierte en testigo del nacimiento de un área de pensamiento, la sociología cósmica, esencial para el argumento. El pasaje tiene su sentido al enlazar con la equiparación de la humanidad como un grupo de insectos con la que terminaba El problema de los tres cuerpos. Además bosqueja un hecho fundamental para el desenlace de la presente novela. Pero por mucha evocación que pueda verse, la imagen choca con lo ridículo de convertir en testigo con una cierta comprensión a un ser incapaz de discernir el pensamiento humano.

Aunque hay otros momentos en los que Cixin tienta a la musa, la mayor extensión de El bosque oscuro se centra en la especialidad de la casa; exprimir la idea de una humanidad enfrentada a un acontecimiento descomunal, estremecedor y hasta cierto punto inesperado: la segura llegada de un enemigo con una tecnología superior para destruirla después de haber bloqueado cualquier posible desarrollo científico. Este oportuno candado evita a Cixin enlodarse en pantanos Eganianos y, desde un contexto contemporáneo, abre las puertas a elucubraciones sobre los sentimientos derrotistas y los posibles ataques, defensas y fintas para recibir a los aliens, cuatro siglos en el futuro. Mediante los cuatro personajes a los que la ONU encarga diferentes estrategias de defensa, Cixin se ejercita con un triatlón de especulaciones sobre la creación de enormes flotas de minúsculas naves suicidas, el uso creativo de bombas nucleares, modificaciones de la mente humana para impulsar nuestras capacidades… Las propuestas y la estética despiden un poderoso aroma a ciencia ficción de los años 50, ajena a cualquier veleidad estilística, con vueltas y vueltas, muchas, pero que muchas vueltas, a estas nociones, acompañadas de alguna inquietud social.

Este terreno es donde Cixin se muestra más cómodo y despierta la admiración de sus fans y el hastío de sus detractores. En mi caso ya dejé clara mi distancia con el Team Cixin. A nadie pillará por sorpresa que durante las primeras 350 páginas haya leído mucho en diagonal, saturado de ideas soltadas como si participáramos en una sala de guionistas, sin un segundo para dejar respirar la historia, con una mayoría de ¿personajes? irrelevantes dando forma a un relato “diálogo entre nombres que se cuentan cosas”, salvo en una gran excepción: el guía desde la primera a la última escena y gran temor de los trisolarianos, Luo Ji. De los seleccionados por la ONU es quien actúa de manera más aparentemente irracional, y quizás por ello el más humano. Gracias especialmente a una relación amorosa con una faceta solipsista que contribuye a reforzar la segunda idea potente de El bosque oscuro.

Cixin LiuEl gran hecho diferencial entre humanidad y trisolarianos deriva de la incapacidad de estos para mentir. Pensamiento y comunicación conforman un todo respecto a nuestra especie, donde el engaño es esencial de la mayoría de interacciones. Esta divergencia le da pie a Cixin a aprovechar los escenarios planteados para explorar la cuestión y sus consecuencias, desde los ámbitos más públicos y evidentes a los más privados y personales, sin hacerse reiterativa. Aunque este aspecto termina casi siempre subyugado el altar de porno especulativo en el que Cixin reza, sermonea, baila y se refozila durante páginas y más páginas. Un culto impulsado por el salto temporal al siglo XXII, en el cual Luo Ji despierta a mitad de novela; un descubra la pseudoutopía futura mientras otros personajes arrojan más luz sobre cómo ha evolucionado la defensa… hasta llegar a un primer contacto adelantado dos siglos.

Es aquí, a unas 150 páginas del final, donde Cixin orilla los juguetes, las naves, las bombas, las modificaciones del pensamiento, se pone importante y las ideas ganan un cierto vuelo. No tanto con el punto crematístico, una batalla espacial donde los humanos no sé si exhiben más su estupidez que su impotencia, o la consecuencia más obvia, la huida del sistema solar de unas naves en un ingenioso giro crepuscular, sino por la idea fuerza de este segundo libro. Ese universo considerado como un bosque oscuro que resuelve la paradoja de Fermi desde una perspectiva aterradora, por fin da la medida de amplitud de miras que uno espera de este autor.

No es el único motivo por el cuál el libro, más allá de sus taras, puede merecer la pena. Tras décadas de sobreexposición a una ciencia ficción escrita desde el punto de vista del Imperio Estadounidense, es reconfortante cómo El bosque oscuro permite una toma de contacto con una óptica neoimperialista china. No sólo al exponer la desastrosa política exterior de EE.UU. o en situar a personajes de su país como decisivos en el panorama universal. Plasma la beneficiosa influencia del gigante asiático desde la sutileza del discurso del régimen comunista, con un guante de seda casi sin espacio para una crítica, real o velada, del equipo local, salvo en detalles gruesos como la incapacidad del estado de controlar en un primer momento los desmanes de la sociedad capitalista o los múltiples elementos disidentes que conspiran entre las sombras contra el poder legítimamente establecido.

En las próximas semanas me leeré El fin de la muerte, el volumen más alabado por sus seguidores, no sólo como el mejor de la trilogía sino uno de los libros imprescindibles de la historia de la ciencia ficción. Espero estar aún a tiempo de entrar en el equipo Cixin.

El bosque oscuro (Ediciones B, col. Nova Ciencia Ficción, 2017)
Hēi’àn sēnlín (黑暗森林) (2008)
Traducción: Javier Altayó
Rústica. 575pp. 21 €
Ficha en la web de La tercera fundación

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