Disponer en España de un sello como Valdemar es una bendición. En su cuarto de siglo de historia no sólo se ha aupado a la posición de editorial de referencia en el género de terror. Lo ha logrado reuniendo dos facetas complicadas de sacar adelante: terror y clásicos. Basta mirar su catálogo para ser conscientes de esta proeza, no exenta de sus encontronazos con la terca realidad cuando se han alejado de esa línea, caso de la tristemente abortada colaboración con Es Pop o el parón de la colección de terror contemporánea Insomnia. Analizada desde otra óptica, si se establece una comparativa con otros géneros, su existencia también tiene algo de maldición. Cada anuncio de un nuevo título de su colección Gótica (o Frontera) pone de relieve el desolador vacío alrededor de la edición sistemática de clásicos en la fantasía y la ciencia ficción, una línea de publicación con escaso eco entre el público y una mayoría de editoriales entregadas a la celebración de la novedad y en cabalgar de ola de expectación en ola de expectación como si no hubiera mañana. En este contexto cobra especial importancia el catálogo de Gigamesh más allá de las obras más o menos completas de George R. R. Martin… del cual Pesadilla a veinte mil pies y otros relatos espeluznantes es su última pieza. El segundo y último volumen de los cuentos fantásticos de Richard Matheson iniciada hace dos años con Nacido de hombre y mujer.
A priori, la división entre ambos tomos parece hecha con tiralíneas para conseguir dos libros de un número de páginas equivalente. Sin embargo en cuanto el lector comienza a pasarlas descubre cómo, aparte de una decisión cuantitativa o meramente cronológica, hay otros factores involucrados. Aquí se recogen cuentos publicados entre 1955 y 1970, quince años en los cuales el volumen de ficción breve escrita por Matheson se atemperó respecto al lustro anterior. En estos años el autor de Soy leyenda diversificó su actividad profesional y dedicó tiempo a otros campos que hasta entonces no había tocado: la novela, el cine, la televisión… De ese cambio dan fe la propia estructura de la mayoría donde gana peso un lenguaje menos descriptivo, más centrado en una narración reducida a la mínima expresión, o una emigración temática desde la ciencia ficción hacia el suspense y el terror.
Aunque antes encontramos que sus cien primeras páginas están reservadas al humor. Cuentos como “Miss Encanto Sideral”, una astracanada sobre un concurso de belleza afectado por una sucesión de desdichas inducidas por un actor desconocido, insatisfecho con el nombre del concurso. O “Digno de mención”, donde un conserje se despierta un día con la maldición de aprender cualquier tipo de conocimiento con el que esté en contacto. O “Pautas de supervivencia”, un alarde de ingenio en cuatro páginas alrededor de esa sensación tan contradictoria de que parece haber más gente interesada en escribir y publicar que en leer. Todos ellos ejemplo del característico tratamiento de Matheson, a pie de tierra, con unos diálogos esenciales para mover una historia muchas veces sostenida sobre un giro final destinado a retorcer las expectativas del lector. No exento de una lectura alegórica, menos afilada que la de coetáneos como Sheckley, Pohl o Kornbluth.
Entre estos primeros cuentos también se abre otra de las miradas clave en la obra de Matheson, explorada también en novelas como El último escalón: la podredumbre detrás de la clase media surgida en la bonanza económica tras la Segunda Guerra Mundial. Esos matrimonios de los suburbios genialmente caracterizado por los Draper de Mad Men, de hombres entregados a sus profesiones y mujeres guardianes del hogar, donde la idílica imagen de pareja se resquebraja ante la presión subyacente de la represión, el hastío, la alienación o el ansia por hacer tabla rasa.
El primer cuento en esta dimensión, “Fanfarria de meretrices”, forma parte de la secuencia humorística. En él se visibiliza la prostitución a través de un servicio de citas que lleva a las putas hasta las casas de sus potenciales clientes como si fuera una venta de enciclopedias, obligando a estos a urdir estratagemas para esconderse de sus parejas. Sin embargo este tratamiento socarrón rápidamente queda superado por el paso al misterio en relatos como “Vamos a ver a Papá Noel”, donde un marido pone en marcha un plan para deshacerse de su esposa mientras acompaña a su hijo a ver a un Santa Claus de pega, o al terror en otros como “Primer aniversario”, construido a partir de la idea de la naturaleza eterna del matrimonio y las fallas observadas en la pareja con el paso del tiempo.
También se encuentran piezas que explotan el miedo a esa clase trabajadora omnipresente más allá de la frontera de los suburbios y percibida desde esa óptica como una amenaza para su modo de vida, repleta de resentimiento y capaz de estallar en acciones estúpidas sin medir las consecuencias. La concentración más alta de este temor se halla en “Duelo”, el mano a mano entre un viajante y un conductor de camión en una desolada carretera de California. Una historia de suspense mayestática narrada con una tensión y una angustia equivalentes a las logradas por Steven Spielberg en su adaptación a la televisión (El diablo sobre ruedas). Un poco más diluido está en cuentos como “Los hijos de Noah”, cuando un hombre de vacaciones por la costa de Maine se da de bruces con la habitual población aislada donde los turistas son “bien” recibidos por la comunidad. Una macabra variante de pueblo con una realidad oculta escrito bajo el miedo a que las fuerzas del orden, investidas con el poder cedido para hacer su labor, se alíen con otros miembros de la sociedad para volverse contra los ciudadanos.
Otro motivo para leer Pesadilla a veinte mil pies surge de la posibilidad de observar la vuelta que Matheson da a temas fundamentales del terror o el fantástico, en los momentos más conseguidos desde una perspectiva cercana a la óptica que he ido describiendo, caso de “Los vampiros no existen”, donde el temor hacia el no-muerto es utilizado para resolver un caso de infidelidad; “La estampa de Julia”, donde la figura del súcubo se subvierte para delimitar el machismo de la época; “Desde lugares sombríos”, o el maleficio como de base para retratar los prejuicios raciales; “Presa”, en el cual la aparición de homúnculo asesino termina dirimiendo el enfrentamiento entre una madre sobreprotectora y una hija hastiada de la dominación… Esto sin incluir relatos ciertamente acojonantes como “Ajuste de cuentas”, narración epistolar sobre una maternidad enfermiza en la cual se consuma una venganza siniestra. Muchos de ellos además se sostienen sobre una sexualidad bien reprimida, bien oculta, mantenida fuera de la vida pública entre la hipocresía y el cinismo.
Igualmente, la colección pone sobre la mesa la materia prima a partir de la cual se han construido adaptaciones al cine (Acero, cuya relación con el film se reduce a los combates de boxeo entre robots), o una miríada de episodios de La dimensión desconocida, Cuentos asombrosos y otros programas de televisión, capitalizados por ese “Pesadilla a veinte mil pies” bastante más complejo de lo que recordaba. Aparte de la historia de un pasajero de avión enfrentado a una criatura que amenaza con derribarlo y nadie más ve, expone las consecuencias cuando ese hombre no puede lidiar con sus propios demonios y se convierte en una amenaza para sus semejantes. Opresivo y angustioso, se entiende su posición como pieza clave de la cultura popular del último siglo. Una categoría extendible a estos dos volúmenes que ha presentado Gigamesh, con los problemas de heterogeneidad evidentes de cualquier obra completa y la satisfacción de descubrir una serie de cuentos sin los cuales no se puede entender la literatura de suspense y terror de los últimos 50 años.
Para concluir, el volumen se abre con una elocuente introducción de Sergi Grau, autor del estudio Richard Matheson, maestro de la paranoia (de próxima publicación en Gigamesh); cada cuento dispone al final de un par de párrafos donde el propio autor explica alguna clave de su escritura (a veces incidiendo en lo que era evidente en la lectura); y al final están las habituales fichas bibliográficas, esta vez extendidas a su labor como guionista televisivo y cinematográfico, y sus cuentos adaptados por otros. Complementos que redondean una edición difícilmente mejorable.
Pesadilla a veinte mil pies y otros relatos espeluznantes / Cuentos fantásticos 2 (Gigamesh, col. Gigamesh Ficción nº57, 2016)
Collected Stories (1989)
Traducción: María Alonso y Raquel Marqués
Rústica. 539pp. 30 €
Ficha en la web de La tercera fundación