Mundos y demonios es la “segunda” novela de Akasa-Puspa según el canon oficial establecido por Juan Miguel Aguilera. Novela que sabe sobreponerse a un comienzo un tanto insípido y desilusionante para llegar a un desenlace de lo más interesante, repleto de grandiosidad y sentido de la maravilla. Globalmente, quizás, supone un pequeño paso atrás respecto a su anterior novela, Rihla. Pero resulta una apasionante historia de aventuras en el espacio desarrollada con un notable pulso narrativo y un talento excepcional para la descripción de esos escenarios que los yanquis califican como “más grandes que la vida”.
Porque Akasa-Puspa es un lugar que se hace necesario visitar. Un cúmulo globular que ha arrancado nuestro sistema solar de la Vía Láctea donde, 25 millones de años en el futuro, nuestros descendientes viven enzarzados en un combate a tres bandas aparentemetne sin fin. Un paisaje donde una especie alienígena técnicamente más atrasada, los angriffs, ha descubierto la Esfera en la que se encuentran encerrados nuestro antiguo sol y unos planetas que no se parecen en nada a los que podemos observar en nuestro cielo nocturno. Un lugar donde dos de las facciones humanas preparan una expedición hacia la Esfera para descubrir qué ocurrió con los colonos que viajaron allí años atrás huyendo de la guerra. Una realidad ajena a lo que pasa en la Galaxia, donde están ocurriendo acontecimientos de dimensiones ciclópeas.
Como era de esperar, la cocina donde se prepara el menú es la mencionada Esfera. Un decorado en el cual, a parte de visitar antiguas localizaciones, se descubren nuevos ambientes repletos de un aire tan posibilista como colorista que, en parte, nos retrotraen a la vitalidad más extrovertida de las peripecias pulp. Calificativo nada gratuito al ser observable también en el rumbo que toma una parte de la historia a través de los sucesivos enfrentamientos de los protagonistas humanos con reptiles y arañas de sanguinarias costumbres, los viajes sobre insectos y otros seres preparados para desplazarse por el vacío, los paisajes exóticos, las misiones imposibles a las que se someten sus protagonistas,…
Y a medida que van pasando las páginas de Mundos y demonios, comienza a perfilarse su otra vertiente fundamental, al principio bastante diluida: el viaje a lo desconocido. Un periplo que arranca un poco antes de que la nave del Imperio y la Utsarpini se acerque a la esfera y que explota con una traslación impensable allí donde resulta imposible llegar, que nos pone en contacto con escalas de espacio y tiempo que trascienden lo que los humanos concebimos como razonables; un vertiginoso peregrinaje que podría haber tenido un mayor protagonismo pero que satisface, además de introducir nuevos elementos y abrir un camino flamante para futuras novelas de Akasa-Puspa.
No obstante… no obstante hay detalles que no me han terminado de convencer, como la escasa sofisticación a la hora de afrontar la redacción del texto. En más de una ocasión se acude a párrafos meramente explicativos (por ejemplo, qué es un rickshaw) que podrían evitarse elaborando un poco más la narración o, llegado el extremo, eliminarse; no por nada hay un glosario al final del libro al que se le podría haber llenado de un mayor contenido. Se crea la sensación de que, para llegar a un mayor número de lectores, se necesitaba un producto más digerido en el que el lector reciba, venga o no a cuento, una conveniente explicación cuando aparece un hecho que pueda no conocer y le provoque inseguridad. Evidentemente eso hace más accesible la lectura, circunstancia de la que hay que felicitarse: el libro se puede leer perfectamente de forma independiente. Pero me da que se podía haber conseguido el mismo efecto desde un punto de vista menos evidente y forzado, más “trabajado”. También se puede hablar de otros aspectos, como que al final los angriffs, cultura alienígena que se describe y funciona como tal, acaben hablando como lo hacen los seres humanos. Un hecho que redunda en un cierto distanciamento de su condición de seres ajenos a nuestra experiencia cotidiana.
Por otro lado, si se han leído las dos novelas históricas escritas anteriormente por Aguilera, se detecta un limitado dejà vu, al toparnos con otro grupo protagonista heterogénero procedente de varias culturas, abordajes de naves por criaturas alienígenas prácticamente imparables, un hombre sabio que cae presa de un enemigo que siente curiosidad por él, unos humanos que sufren sangrientos “sacrificios” (en este caso en honor a la ciencia),…
Lo mejor de todo es que, de nuevo, no hay concesión para nuestros congéneres. Cuando se lee una novela de aventuras se piensa que lo que solemos tildar como “humano”, aquello con lo que nos identificamos, siempre va a sobreponerse y triunfar sin sufrir pérdidas importantes; que cualquier contingencia a la que tengan que hacer frente va a ser sobrepasada con inteligencia, ingenio, determinación, sagacidad,… o pura fuerza bruta. Sin embargo en sus novelas Aguilera evita el estereotipo haciendo que sus protagonistas y todos los que los rodean acaben pasando por una serie de vicisitudes que dejan el crujir de dientes y las tinieblas exteriores como un viaje a Disneylandia. Horror, sangre, sufrimiento, muerte, fracaso,… son términos que coexisten con el triunfo, la victoria y la esperanza en proporciones nada desdeñables. Algo que no suele ser muy común en un libro así. Lástima que no se haya publicado con el título “original” con el que apareció en Francia, “homenaje” a los tres enemigos del alma humana que terminan dando buena cuenta de nuestros congéneres.
Así que si prescindo, en parte (soy humano), del prejuicio, nos hallamos ante una novela vibrante con elevadas cotas de tensión y sentido de la maravilla especialmente indicada para aquellos que piensan que los escritores de ciencia ficción española han desertado por otras temáticas más queridas por el gran público.
Para el futuro se auguran nuevas novelas de Akasa-Puspa pergueñadas a dos cerebros entre Aguilera y otros escritores españoles. A ver si fructifica la empresa y, de paso, se acaban traduciendo al inglés. Si autores como Larry Niven, David Brin o David Weber triunfan haciendo lo mismo no veo por qué Aguilera, que les da en su mismo terreno sopas con hondas, no va a correr mejor suerte.