La anábasis es la obra en la que Jenofonte plasmó su experiencia como parte de Los diez mil, un grupo de mercenarios griegos que participó en una guerra civil en el Imperio Persa a finales del siglo V a.C. Su hazaña es célebre: aunque ganaron en Cunaxa la batalla crucial de la contienda, el sátrapa a cuyas órdenes combatían murió y el ejército del que formaban parte se desintegró. En medio de un imperio hostil, sin línea de suministros y perseguidos por fuerzas más numerosas, emprendieron una retirada hacia el Mar Negro que terminó con éxito. El libro, cuya edición de Cátedra recomiendo encarecidamente, es una de las obras fundamentales de la narrativa épica. En Los diez mil, Paul Kearney reelabora este relato en clave ligeramente fantástica, centrándose en el aspecto bélico de una narración que exuda sangre, sudor y sufrimiento por sus ocho vértices.
Supongo que, si ha llegado hasta aquí, se preguntará cuál es el interés de Kearney a la hora de trasladar esta historia de manera tan fidedigna a un escenario de fantasía. El escritor norirlandés se ha ajustado en los grandes rasgos a Jenofonte, incluyendo los giros que agrandaron la hazaña de aquellos guerreros sin par, pero los elementos de fantasía son mínimos. El más relevante durante gran parte de la novela es separar a los macht (griegos) de los kufr (los habitantes del imperio), una especie con apariencia humana pero con sus particularidades físicas. Una alteración que apenas potencia el extrañamiento entre los mercenarios y los pueblos que se encuentran por el camino, cuyo punto fuerte se mantiene en las facetas social o cultural.
Las variaciones, limitadas, son de otra índole; Kearney altera los mitos del panteón helénico y la nomenclatura sociopolítica, desplaza algunos acontecimientos en el espacio y en el tiempo, introduce elementos anacrónicos puntuales (caso de los estribos que no llegaron a la zona hasta cientos de años más tarde). Todo lo suficientemente bien entrelazado como para mantener una cierta capacidad de asombro, pero un poco corto para quien conozca la historia y necesite un golpe de timón. Aunque en el fondo da un poco lo mismo; la baza fuerte de Los diez mil está en otro terreno.
El protagonista central, Rictus, es un joven guerrero que escapa a la aniquilación de su polis al inicio y termina enrolado en el grupo de mercenarios. Pese que a ratos la novela parece que apunta a ser coral, es a través de sus ojos y los de un par de compañeros de armas como conocemos el grueso de la expedición. Y el chaval es un machaca de los que ve la batalla en primera línea, descuartizando a sus enemigos mientras ve caer a sus camaradas. Es durante el relato de esos encuentros, desde una pequeña escaramuza casi al inicio hasta el clímax que supone la batalla de Cunaxa, donde Los diez mil alcanza su cénit como narración de género bélico. Sirva el siguiente pasaje como ejemplo de su cruento esplendor.
El joven Morian había caído, casi decapitado por un jinete kufr. Junto a su cadáver, Rictus había recibido el segundo golpe sobre la pelta, y la afilada hoja se le había desgarrado por la mitad mientras levantaba su propia lanza y acuchillaba a su atacante en la axila, por encima de la coraza de cuero. El kufr se inclinó y resbaló por el costado de su caballo, un animal enloquecido de rabia y pánico. Se encabritó y Rictus lo acuchilló en el vientre, abriendo un agujero con el aichme del que brotó una retorcida cuerda de intestinos. Y la pobre bestia trató de alejarse, con los cascos atrapados por sus propias entrañas mientras intentaba huir de aquella agonía, arrastrando a su jinete moribundo por un estribo enredado.
Entre el resto de personajes que en algún momento llegan a portar la batuta sobresale el contrapunto de Los diez mil: Vorus, general macht a las órdenes del imperio y responsable de su defensa. Un superviviente en tierra extraña que ha aprendido a desenvolverse en unas costumbres ajenas, y con un punto amargo acrecentado por la imposibilidad de culminar su objetivo. Lamentablemente, ninguno del resto de personajes resiste la comparación con un carácter malhadado y unos tintes ligeramtente trágicos. Algo que se extiende a la propia peripecia una vez se supera el punto de inflexión que conduce hacia la segunda mitad de la novela.
El intento de Kearney por mantener el interés es encomiable y saca partido de la desesperada situación del descabezado ejército de mercenarios en terreno hostil, con dificultades para abastecerse e inicios de división en sus filas. Incluso cuando la sucesión de conflictos podía llevar a una cierta rutina, abre paso a un chirriante elemento fantástico que termina en un pequeño bluf. Sin embargo, a pesar de las muertes, esos pequeños giros, el extenuante curso de los acontecimientos y el ligeramente amargo anticlímax final, la narración no vuelve a rozar las cuotas de tensión e interés logrados en su ecuador.
Así me quedé, un poco en tierra de nadie ante una novela muy engrasada en la parte militar y no tanto cuando se aleja de ella. Tengo ya por aquí Corvus y Reyes del amanecer, las novelas que cierran la trilogía de Los Macht. Espero poder contar mis impresiones en C tan en breve como se puede con una pila que, puesta en una columna, debe rondar los 300 metros de longitud. Sin exagerar. Alguien tiene que sostener la máquina de imprimir papel en marcha.
Los diez mil (Alamut, 2013)
The Ten Thousand (2008)
Traducción: Núria Gres
Rústica. 312pp. 22.95 €
Ficha en la web de la editorial