El cártel, de Don Winslow

El cártel, de Don WinslowEl premio RBA de novela criminal roza el esperpento. Basta mirar su palmarés para observar su tendencia a premiar a escritores de relumbrón, cabe pensar con vistas a rentabilizar los 125000€ del galardón. Una cantidad exagerada para los estándares del mercado español, ahora mismo a priori apenas recuperables si te llamas Planeta y tienes un premio que se compra como se compra la lotería de Navidad o las flores por un aniversario. Por costumbre. Philip Kerr, Patricia Cornwell o Michael Connelly son algunos de los sorprendentes “agraciados”, en una lista que parece una especie de Dream Team de la novela criminal de comienzos del siglo XXI, sin espacio para un Chris Laettner de la vida. En este contexto no se hace extraño ver cómo para la edición de 2015 atrajeron al redil a Don Wilson, el autor de la celebrada El poder del perro. Lo realmente llamativo está en la novela agenciada para la ocasión: la continuación de su magnum opus. Una sorpresa que apenas debe llegar a los pies de la de su anterior editor en España Penguin Random House.

El poder del perro era un todo cerrado con un planteamiento, una presentación de personajes, una evolución, un marco temporal amplio y una estructura determinada que conducía a un desenlace sin discusión. Se sostiene como una obra completa. El cártel es una continuación en toda regla; parte necesariamente de aquellos personajes y sucesos para comenzar a construir su historia. De hecho Winslow jamás trata de minimizarlo: la situación donde se hayan sus dos factótum, el monarca del narco Adam Barrera y el justiciero de la DEA Art Keller, no se entiende sin haber leído El poder del perro. Una secuencia en la que El cártel tiene las de perder.

El poder del perro era un relato sólidamente estructurado que convertía en novela veinticinco años de la historia de México a través del narcotráfico; el hilo conductor para explicar la creación de un narcoestado donde los señores de la droga marcaban el paso de la vida política y social del país. El artificio ideado por Winslow era contarlo a través de dos personajes, Barrera y Keller, que convirtieron su amistad inicial en un duelo a muerte no consumado. El primero terminó en una cárcel de EEUU y el segundo prácticamente aniquilado, sin posibilidad de reinsertarse a una vida normal. Justo ahí se inicia El cártel, con Barrera en prisión y poniendo precio a la cabeza de Keller y éste obligado a retornar a su anterior trabajo. Un poco para poder salvarse de la guillotina pero, sobre todo, porque es mercancía dañada; tanto tiempo desempeñando una tarea le ha llevado a no saber hacer otra cosa.

Winslow prosigue ese relato de la historia de México en clave narco, en este caso para representar el origen y desarrollo de la apocalíptica guerra entre cárteles de la última década. Como tal, la narración mantiene la convicción y resulta tremendamente verosímil. Aunque aparecen más nombres reales en la historia, caso de los presidentes de México, no conviene olvidar su carácter ficticio. Ahora bien, a poco que se bucee en su trama es fácil encontrar los hechos reales deformados por Winslow durante su labor de recreación. La muerte de Alejo Garza Tamez en Tamaulipas, un anciano de 77 años que defendió su rancho llevándose por delante a 4 narcos, o la de Josefina Reyes, asesinada en el Valle de Juárez por denunciar los abusos de un ejército que debería haberla defendido, son apenas un par de ejemplos del material incorporado a este viaje por el lado más oscuro y salvaje del mundo contemporáneo.

Don WinslowEl mayor éxito de El cártel está en cómo se acerca a este drama a pie de suelo; la parte de la novela centrada en el sufrimiento de las víctimas colaterales atrapadas en una red de abuso, violencia, dolor y muerte. Especialmente a través del grupo de periodistas de Ciudad de Juárez o sus vecinos de El Valle se observa cómo los diferentes cárteles son sólo una de las puertas, la más evidente, al horror plasmado en sus páginas. De su mano caminan los atropellos de un ejército que, una vez desplegado, termina comportándose con la arbitrariedad y el despotismo de las peores dictaduras hispanoamericanas. O la ineficacia de una elite política y económica en permanente connivencia con unos cárteles que los controlan bajo el peso de las toneladas de dólares provenientes del Norte del Río Grande. Tampoco podía faltar entre bambalinas la indiferencia de una sociedad occidental cuya responsabilidad en ese infierno que causa más de diez mil muertos al año se evapora en una nube de retórica. Desaparecidos, violaciones, mutilados, expulsados de sus tierras…

Pero junto a este éxito viene adherida su debilidad. Frente a la solidez de su antecesora, la perfecta sinergia entre estructura, acción y personajes, El cártel se antoja una historia contada a la vi a la va, relatada a puro golpe de anécdota. Frenética no tanto por planteamiento como porque se cuentan muchas cosas sin respiro, sin preparación, sin dar ocasión a un posterior desarrollo. Abundan las operaciones encubiertas, las venganzas, los asaltos, la tensión por que algo llegue a salir mal o bien, la angustia por la presumible muerte de los tres o cuatro personajes a los que se puede coger cariño… aunque sin apenas tiempo para su desarrollo, la reflexión o, no digamos ya, la subversión. Todo aquello que llenaba los intersticios de El poder del perro y que aquí quizás ha perdido su sentido por la violencia asqueante, absurda, presenta página sí página también como en el día a día de México. Apenas el giro final, la constatación de la interpretación más pesimista de la guerra contra el narcotráfico, trae de vuelta al Winslow más insidioso y agitador.

No se me entienda mal. He disfrutado y sufrido mucho con El cártel, una novela recomendada para aquellos que disfrutaron y sufrieron con El poder del perro. Pero si aquella no llegó a cubrir las expectativas, mejor no acercarse a ella.

El cártel (RBA, 2015)
The Cartel (2015)
Traducción: Efrén del Valle Peñamil
Tapa dura. 704pp. 20 €
Ficha en la web de la editorial

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