Cantante muerto, de Michael Moorcock

Cantante muertoHay en este relato de Michael Moorcock, (sip, relato) un capítulo en el cual un redivivo Jimi Hendrix conversa con el trasunto de un pipa de Hawkwind sobre qué había de auténtico y qué de impostura en sus canciones. Tres páginas magníficas sobre a qué debes dedicar tu arte, hasta qué punto puede haber espacio para carga política en la belleza de una composición musical, qué queda con el paso del tiempo… Este mazazo, escrito en el despertar del sueño contracultural, es el nudo de un argumento que hasta entonces era un cuento fantástico de perfil bajo. El viaje de esa personificación de currela de conciertos, Shakey Mo, y un supuestamente retornado Jimi Hendrix por las carreteras del Reino Unido de mediados de los 70.

Mo, habitual proveedor de Jerry Cornelius, conduce entre la vigilia y la alucinación de las sustancias recreativas por unos lugares apenas transformados por la mano del hombre (Lake District, las Highlands, Skye). Lejos de las interferencias de Londres y ese epicentro que fue Ladbroke Grove, se destila un Easy Rider sobrio, pulcro, mínimo, sin fricciones. El entorno ideal para hacer resonar la manifestación del desengaño tras la desaparición del swinging London, reforzado mediante un último capítulo a la altura de ese diálogo. Un desenlace emocionante y con su carga que me ha hecho olvidar lo poquita cosa que es el libro en la edición de Aristas Martínez.

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La puerta del cielo, de Ana Llurba

La puerta del cieloSerá tautológico pero lo diré igual: en todo relato postapocalíptico hay una involución. O dos. Por un lado, la física; por otro, la psíquica. Como ejemplo de la primera podemos escoger cualquier historia postapocalíptica, digamos Mundo desierto, de J. P. Andrevon, y veremos la devastación y las ruinas de nuestras ciudades y de nuestros pueblos; esa involución también puede ser física –en el sentido de corporal–, como la de los tumefactos cuerpos, estáticos y sedentarios, de la tripulación de la nave estelar en Wall-E; luego, como ejemplo de involución psíquica, quizá ninguna obra haya llegado tan lejos como Dudo Errante, de Russell Hoban, en la que el lenguaje mismo está capitidisminuido hasta el balbuceo. Esas involuciones se representan de manera particularmente escalofriante en algunos relatos, en algunas historias que, cuando nadie las ve, se juntan por afinidad y parentesco. Pienso en Plop, de Rafael Pinedo, en la ya mentada novela de Hoban, en Caminando hacia el fin del mundo, de Suzy McKee Charnas, en el cuento “Se han fundido las nieves, las nieves se han ido”, de James Tiptree, y ahora, para nuestra alegría desde su publicación en 2018, en La puerta del cielo, de Ana Llurba.

En la novela vemos los mecanismos de dominación de la autoridad, vemos las consecuencias de la superstición, el miedo a lo conocido y a lo desconocido, vemos cómo el lenguaje condiciona tu percepción de la realidad (sobre lo que luego volveré), vemos violencia, vemos la religiosidad como ralentización de la actividad neuronal. La involución en la novela está impuesta, no tanto por la situación de derrumbe global, sino por el Comandante, figura de autoridad que rige la vida en el refugio de setenta metros cuadrados, conocido como la Nave, con la promesa de llevar a las protagonistas –presas sin saberlo– a Betelgeuse. Como ejemplo de un humor abismal y de cómo actúa el Comandante, esta frase: “El Comandante también era bastante convincente en el uso de la fuerza física para persuadirlas de que no había quedado nada allá afuera”. Sí, está derruido el mundo exterior, pero más lo están las imaginaciones condicionadas por la palabra dictatorial del Comandante.

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La polilla en la casa del humo, de Guillem López

La polilla en la casa del humo

Tal vez debería comenzar pidiéndote que leas el libro antes que esta reseña. No me entiendas mal, no voy a realizar grandes spoilers (por lo menos no realizaré spoilers que puedas reconocer antes de leer el libro) ni voy a desvelarte ningún giro extraordinario (sobre todo, porque el autor no trabaja con giros simplones). Pero sí que voy a intentar destriparte La polilla en la casa del humo.

Y si lees el libro, sabrás que destripar es la mejor palabra a la que puedo recurrir.

En primer lugar, La casa de las polillas de humo es una experiencia de inmersión. Todo ocurre bajo tierra, pero bien podría ser bajo el agua. La repetición es un arma adecuada para crear una sensación de asfixia, para bien o para mal, y Guillem tiende aquí a utilizarla para el bien, si tu idea de bien es leer a un personaje despreciable que vive en un mundo despreciable.

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Challenger, de Guillem López

ChallengerPara el cretino que anida en mi interior resulta tentador acercarse a un libro como éste, con un cúmulo de valoraciones encendidas prácticamente unánimes, con ganas de comprobar cuánto hay de cierto entre tanta palabra grandilocuente y, si se tercia, marcar la diferencia. No hace falta decir cómo. Sin embargo en el caso de Challengerdespués de 100 páginas ya estaba experimentando lo mismo que ha llevado a ese puñado de lectores a apreciarlo tal y como lo han hecho y a preguntarme qué habría sido de él si en lugar de haberse publicado en una colección con una distribución muy limitada hubiera aparecido en algún sello de tamaño mediano que asegurara una mayor difusión. No, no estoy pensando en un hipermegaéxito de ventas, pero sí en algo de visibilidad para un título cuyo alcance parece reservado exclusivamente para lectores muy muy muy metidos en el mundillo.

Challenger es un fix-up de 73 relatos que transcurren el 28 de Enero de 1986 en un intervalo de unas pocas horas alrededor del accidente del Challenger, en su inmensa mayoría en el área metropolitana de Miami. Narrados prácticamente todos en tercera persona, cuentan con un personaje mediante el cuál se observa qué está viviendo en ese momento y, en la medida de lo posible, la posible conexión con alguno de las otros 72 retazos de la obra. Tal acumulación de piezas puede asustar dado su número, su breve extensión, estar en una secuencia aparentemente aleatoria y tener cada uno su propio protagonista “foco”. No hay dramatis personae, ni un mapa de la ciudad, ni una referencia a los vínculos entre ellos más allá de los que el lector acierte a encontrar en su memoria a corto plazo. Afortunadamente Guillem López los sitúa con ingenio y se hace relativamente sencillo interconectarlos.

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Recomendaciones día de la lectura 2016

Día de la lectura

El sábado se celebra un evento marcado a fuego en el calendario por editoriales, autores y libreros: el día de la lectura. Una jornada en la cual los libros toman la calle para darse un pequeño y merecido baño de masas. Las novedades que apuntan hacia este momento son legión, preparadas para aprovechar el viento fresco de miles de compradores empujados por la efémeride, los medios de comunicación y el tradicional 10% de descuento.

Dispuestos a participar de la fiesta, hemos preguntado a un grupo de lectores sus recomendaciones entre libros de ciencia ficción, fantasía o terror. Para centrar esa tarea delimitamos la selección a una novedad, un clásico y un título “libre”, con flexibilidad en la interpretación de cada etiqueta. El resultado son 24 libros de muy diversa procedencia entre los cuales resulta fácil encontrar títulos tentadores para cualquier lector. Si alguien se siente atraído por nuestra propuesta y le apetece participar con sus sugerencias, los comentarios están abiertos. ¡Únete y añade tus recomendaciones!

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