Herejía contra el ciberespacio o los destinos del desertor, de Malú Huacuja del Toro

Herejía contra el ciberespacioDescubrí este libro por completo azar en una Re-Read de la Gran Vía de Barcelona. Me llamó la atención el título, esta Herejía contra el ciberespacio, y entre eso y mi total desconocimiento de la autora –Malú Huacuja del Toro– empecé a curiosear por ahí.

Herejía contra el ciberespacio es una novela de estructura tan episódica que parece un libro de cuentos (o son cuentos tan ligados entre sí que parecen una novela). Hay ejemplos de Angélica Gorodischer y Arthur C. Clarke de libros parecidos, de maridajes afines, o sea que no es la estricta novedad lo que marca este libro. Y es todo tan ‘cíber’ que casi se podría calificar de cyberpunk (o postcyberpunk). No es que haya leído muchos libros así, con esta estructura que es una cosa y su contraria, pero veo que es un tipo de libro que me gusta, aunque le vea alguna limitación: la fusión entre novela y libro de cuentos es creativa, pero el resultado global lo veo lastrado, lo veo con menos posibilidades de lo que pudiera parecer cuando empiezas la lectura.

Tanto los libros de Clarke y Gorodischer como este de Malú Huacuja del Toro que les asocio, tienen, a mi parecer, el mismo problema (si que es lo queremos llamar así): todo acaba siendo un poco lo mismo. Las aventuras del protagonista se dan siempre en el mismo marco y el elemento sorpresivo es siempre el mismo, o, como mínimo, muy muy parecido. Cambia el escenario y el reparto de personajes, pero sólo eso: la gracia o la chispa del cuento es que siempre hay una gracia o una chispa con la consiguiente reacción que provoca entre los personajes circundantes y en ti, también, que lees, y cuento tras cuento, capítulo tras capítulo, ves siempre el mismo fenómeno y la misma concatenación de eventos que llevan a una sorpresa o discurso crítico que da razón de ser al cuento. La escenificación es la misma. Todo está estructurado para que converja hacia un mismo tono, hacia una misma manera e intención, y el orden en el que ocurren las cosas lleva siempre a la misma conclusión. Siguen unos pocos pasos para contar siempre la misma historia, esos cuentos-capítulo.

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Fracasando por placer (XXXIV): Hablan algunas pioneras del fandom

TerMaenBarcelona1991

Como (ex) periodista, odio especialmente a los (ex) colegas que funcionan como Robert Kaplan. Este reportero estadounidense que escribe de forma refinada y sobre temas muy interesantes, tiene el defecto de saber antes de salir lo que se va a encontrar en sus viajes. Mientras Kapuściński decía aquello de que él iba y lo contaba, Kaplan en demasiadas ocasiones va y encuentra exactamente lo mismo que sus ideas previas de estadounidense pseudoizquierdosillo, bienintencionado pero prejuicioso, muy maniqueo, ya daba por seguro antes de partir.

He comentado alguna vez que me molestan ciertos comentarios que flotan en el ambiente sobre machismo en el fandom del pasado, porque si bien sé de sobra que siempre hay indeseables en cualquier ámbito, mi impresión es que el nuestro era un ambiente relativamente progresista en términos globales para lo que era la sociedad en su conjunto, y cuando se producían esos problemas era con un carácter puntual. Sin embargo, esa era mi impresión como varón y como señoro. ¿Podría estar equivocado? La única opción, si quería realmente tratar de forma justa el tema, era emprender viaje a esa era distante, los ochenta y noventa, pero como Kapuściński, no como Kaplan.

He decidido preguntar a unas cuantas mujeres de las que sí estaban allí, al pie del cañón, hace 25 o más años, cuando no sólo eran minoría, sino casi rareza. Entiendo que lo más correcto es que mi papel sea simplemente el de vehículo. No quiero cerrar con unas conclusiones ni nada que pudiera ser interpretado como condescendiente, no sólo por una cuestión de imagen. Admiro de veras como personas y en algunos casos también como creadoras a estas mujeres, viejas camaradas, que han tenido la amabilidad de responderme y se explican por sí mismas. Si alguien quiere encontrar algún sesgo en la elección de las entrevistadas, es fácil determinarlo: son las que conozco personalmente y que estaban allí. Había algunas más, pero mi impresión es que no fueron tan constantes, llegaron ya a comienzo de los 2000 (me vienen a la cabeza Gabriela Campbell, Felicidad Martínez, Lola Robles o Concepción Corrales, que es la única con la que he tenido trato en persona) o ya no están con nosotros (un recuerdo entrañable, una vez más, para Pilar y Gala, dos personas maravillosas).

Sólo decir que les remití el mismo cuestionario y que les dije que contestaran como desearan (de manera común, pregunta por pregunta) y que yo reproduciría su respuesta íntegra. Estas eran las cuestiones:

  1. ¿Cómo explicarías hoy que hubiera tan pocas mujeres en el fandom hace treinta años?
  2. ¿Cómo te sentías tú personalmente en ese ambiente?
  3. ¿Sufriste o presenciaste comportamientos machistas en el fandom? ¿De qué relevancia?
  4. ¿Te pesaba a la hora de participar en actos o acudir a congresos la posibilidad de vivir ese tipo de problemas?
  5. ¿Sabes de otras mujeres que no participaran más activamente por incidentes de este tipo?
  6. ¿Tuviste dificultades adicionales para publicar o en cualquier otro sentido en tu condición de mujer?
  7. Por supuesto, puedes añadir cualquier otra cosa al respecto que desees.

Y estas son las respuestas, ordenadas por apellido de las participantes para evitar suspicacias: Pilar Barba, Elia Barceló, Florence Behm, Marisa Cuesta, Adolfina García, Cristina Macía, Susana Vallejo y Cristina Xifra.

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Pinceladas (VII): las ensoñaciones del futuro de Gorodischer y Simak

TrafalgarCuando oímos ‘ciencia ficción’ lo más probable es que le asociemos, al instante, imaginarios propios de la space opera. Es el imaginario que con más fuerza invade nuestro pensamiento. Más, diría, que las sociedades robóticas o los viajes en el tiempo. Proclive a la monumentalidad, el subgénero, colosal e inabarcable, nos empequeñece como lectores. Nos abruma la envergadura y el alcance de sus imágenes, de su topografía sideral. Las distancias, los planetas, las civilizaciones, las tecnologías: es el imaginario de la aventura pero también el del ansia de conocimiento. Es la inmensidad de la mar océana.

Quizá podamos decir que en Argentina se haya escrito la mejor ciencia ficción en castellano. No lo tengo muy claro, pero se podría decir. Trafalgar es un conjunto de cuentos vagamente relacionados entre sí. Son las vivencias que le explica el propio Trafalgar a quien quiera oírle, y así, nosotros, al leer, tenemos el mismo estatus que los personajes oyentes que, fascinados y escépticos, le escuchan perorar ante sus siete cafés dobles. La idea de Angélica Gorodischer recuerda a los Cuentos de la taberna del ciervo blanco, de Arthur C. Clarke, aunque las historias son mejores. Hay humor y prosa rápida, y, cuento a cuento, aparte de adentrarse en las posibilidades que ofrece el imaginario de la ciencia ficción, se va afianzando la personalidad de Trafalgar Medrano. Es el retorno a la literatura oral. La pura inercia humana de expresarse, representada aquí en estos textos, en estas ensoñaciones del futuro.

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Fracasando por placer (XII): Zikkurath nº6, enero de 1982

Zikkurath Logo

La historia de la ciencia ficción está muy condicionada por dos factores relacionados: la relevancia de la participación de los lectores, más significativa que en cualquier otro campo literario hasta tiempos recientes, y la división fundamental que existe entre ellos. Hay tres tipos de personas atraídas por la cf: las que buscan en esencia literatura de aventuras en un escenario futurista o exótico, una temática que durante un prolongado periodo se refugió casi únicamente en nuestro campo, y en rigor es la fundadora del género en cuanto a tal; las que quieren encontrar especulaciones científicas sólidas, que satisfagan su imaginación, que llegaron sobre todo de la mano de Astounding y su revolución, a partir de 1939, y que fue la chispa impulsora de pioneros como Mary Shelley o Verne; y quienes piensan que la cf es una literatura de posibilidades, no convencional, igual que poco convencional para nuestro entendimiento será el futuro (y no hay más que mirar el presente), una puerta que vislumbró Poe en Eureka, a la que quitaron el cerrojo Galaxy y The Magazine of Fantasy & Science Fiction en los cincuenta y que se abrió de par en par en los sesenta.

Por supuesto, hay lectores y escritores que suponen intersecciones de esos conjuntos (el propio Poe escribió también el primer gran cuento hard de la historia, «Un descenso al Maelstrom»), pero los integrantes más fieles de uno u otro bando suelen mirar a los demás con desconfianza. Mi impresión es, además, que cada uno piensa que en realidad los otros dos se entienden entre ellos, con acusaciones claras; para los primeros, los otros dos son finolis que leen cosas difíciles y poco entretenidas; para los segundos, los demás no entienden lo que es la cf de verdad, que se llama CIENCIA ficción al fin y al cabo; y para los terceros, el resto tienen visiones parciales y limitadas de hasta dónde puede llegar un género que hable de lo no real pero verosímil. La convivencia en el mismo territorio de estas distintas versiones es, sin duda, la que dificulta tanto una definición unificada de la cf: se pueden hacer propuestas que atiendan como mucho a dos de esos criterios, pero no a los tres.

En líneas generales, la parte más positiva que creo que aportamos al género los terceros (no creo que a estas alturas nadie que me conozca tenga dudas de en qué grupo me sitúo a priori, por generalizar) fue la ruptura de convencionalismos a distintas escalas. Siempre con lo injusto que resulta hacer generalizaciones, mientras los herederos de Edgar Rice Burroughs y de John W. Campbell estuvieron al mando del cotarro, es cierto que la cf fue hija de su tiempo y de sus convencionalismos; desde el punto de vista de hoy puede considerarte tirando a machista, ocasionalmente xenófoba, sin gran interés por los aspectos literarios etc. Pero, como ya he comentado aquí, eso quedó atrás hace cincuenta y cinco años, se dice pronto. Fue entonces cuando un autor negro y homosexual, Samuel R. Delany, empezó a acaparar premios; cuando uno de los grandes de las etapas anteriores como Frederik Pohl publicaba un relato, «El día millón», que fue considerado casi un clásico instantáneo y hablaba con normalidad de transexualidad, entre otras muchas cosas; cuando toda la comunidad de autores supo que Arthur C. Clarke era homosexual y guardó un respetuoso silencio; cuando empezaron a proliferar las mujeres en las páginas de las revistas, y el feminismo se convirtió en un tema central en la parte del género que más interesaba a la crítica y tiraba del carro creativo.

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Trafalgar, de Angélica Gorodischer

TrafalgarTrafalgar Medrano es un afable caradura que mercadea con alimentos, máquinas, tebeos… por la galaxia. Transporta de planeta en planeta cualquier producto con capacidad de producir un beneficio, generalmente por rutas transitadas. Sin embargo, la oportunidad de negocio se suele presentar en algún alejado planeta desconocido para Trafalgar donde las ganancias prometen multiplicarse. Y, claro, allí acude para encontrarse con una sociedad enigmática, unos habitantes misteriosos, unas ruinas intrigantes… un puzzle a desentrañar.

Esta base, tan sencilla, con tanto potencial para aburrir después de tres o cuatro iteraciones, es el sustrato de los ocho cuentos que Angélica Gorodischer dedicó a Trafalgar Medrano. Y potencialmente podría haber sido así. Más cuando la secuencia de historias carece de progresión y apenas existen conexiones argumentales, más allá de anecdóticas referencias cruzadas. Sin embargo, la inteligencia a la hora de enfocar el fondo y la forma de la autora de Kalpa Imperial se convierte en el gran valor de un libro fantástico.

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Fracasando por placer (VII): Breve antología de ciencia ficción. Selección de Paula Labeur y Claudia Moreno, 1995

Breve antología de ciencia ficción

¿Por qué estáis siempre haciendo antologías?, me preguntó mi mujer al verme leer este libro. Bien, quizá su visión está levemente influida por el hecho de haber terminado conmigo, que he hecho unas cuantas antologías y me paso el día leyendo cuentos. Pero lo cierto es que ningún otro género, salvo quizá la poesía, es tanto de hacer antologías como la ciencia ficción. Se me ocurren varias razones: la más bonita está en el protagonismo de los formatos cortos en la cf. Hay mucho material bueno, que vale la pena reeditar. Luego hay otras menos edificantes: por ejemplo, la facilidad con la que se consigue que las editoriales tengan la sensación de producir un libro importante pero por cuatro perras, fundando además la decisión en su completa ignorancia de los incontables intentos previos. El adanismo es un curioso fenómeno recurrente en un género que para otras cosas es tan autoconsciente de sí mismo, aunque fundamentado en que periódicamente llega un enterao que no sabe nada y tiene el entusiasmo del converso para transmitir su iluminación. También está el ego de los antologistas, vicio en el que espero no haber incurrido nunca y que me pone especialmente nervioso cuando veo a esos tipos que hablan de cómo han escogido cuentos como si eso fuera ingeniería atómica, una labor incluso más relevante que la de los propios creadores. Aunque en una era en que hemos llegado al fenómeno de los correctores de estilo estrellas, y en la que no descarto que lleguemos a ver a los repartidores de la distribuidora con galones, que dejen su impronta en el libro (ESTE LO REPARTIÓ PACO EL DE ZARZAQUEMADA), tampoco es muy de extrañar.

En particular, hay una descomunal cantidad de antologías con LOS MEJORES CUENTOS DE NUNCA JAMÁS, un fenómeno casi anual. En policiaco, por ejemplo, yo creo que sólo conozco cinco o seis, mientras que de cf debo tener unas treinta. Todas están bien, todas vienen a publicar casi lo mismo, y todas tienen alguna tarita por la cual no resultan del todo definitivas. La del año pasado, The Big Book of Science Fiction, a cargo de los VanderMeer, tenía pinta de ir a por todas con la inclusión de una gran cantidad de material no anglosajón. Sin embargo, la elección como contenido español de un cuento tontísimo de Miguel de Unamuno, malo desde el punto de vista de género y sin ninguna representatividad, le resta credibilidad al hacer temer que el resto de las decisiones tomadas sobre otros países sean igualmente absurdas.

Un subgénero también casi específico de la cf es el de las antologías introductorias. No creo conocer ninguna antología de relatos románticos planteada como una justificación para que usted, que no lee novela romántica, pueda darse cuenta de que al fin y al cabo no es la basura que cree. En cambio, ha habido unas cuantas en este plan de «descubra que la cf no es la porquería que piensa». Esta a la que me vengo a referir hoy es una versión mucho más simpática de ese concepto, al tratarse de una recopilación dirigida a un público juvenil. Sí, en Argentina han ido tan por delante de nosotros en este tema que se publicó en una editorial importante un libro para que los estudiantes leyeran ciencia ficción, incluso con material académico complementario al que no he tenido acceso; y además hubo ediciones para Colombia (que es la que ha llegado a mis manos), Venezuela y Ecuador.

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Fracasando por placer (IV): Minotauro 7, agosto de 1984

Minotauro 7

Algo que puede resultar curioso desde la perspectiva actual es que cuando llegué al fandom nos mirábamos siempre en el espejo de Argentina. Nueva Dimensión había cerrado unos pocos años atrás, y los ochenta fueron aquí un páramo: había algunos fanzines más o menos erráticos, salían autores españoles de pascuas a ramos en Ultramar… Pero eso era todo. Se hablaba siempre del pasado glorioso mientras se escuchaba el runrún de que en Argentina las cosas iban mejor, había varias publicaciones activas y escritores gigantes que aprobaban o practicaban ocasionalmente el género como Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.

A ello contribuía también, como luego supimos cuando la comunicación se hizo más sencilla, que al conocido hábito autodespectivo español se contraponía la fanfarria argentina, esa que impulsa a cualquier ganador del Certamen Tributo a Peter Capusotto de Salta presentarse a sí mismo como un elegido a la diestra de Julio Cortázar. Esa costumbre se ha terminado por filtrar y ahora son los subcampeones (más que campeones) del Juego Floral Homenaje a Agustín «Tato» Abadía de Logroño los que inflan de farfollas sus historiales, porque internet parece termina por sacar lo malo en algún grupo humano: es la maldición de Bradbury; las tecnologías no son malvadas, sino estúpidas algunas de las personas que las usan.

La única forma de acceder a las revistas argentinas resultó ser entonces una tienda de cerámica de Barcelona, a la que me encaminé de tardoadolescente. Más que los antiguos Nebulae, los Acervo descatalogados u otras maravillas arcanas, lo que me llevó por primera vez a Gigamesh creo que fue la posibilidad de conseguir revistas argentinas. No recuerdo haberle preguntado a Alejo Cuervo cómo las conseguía, supongo que en intercambios por material español con Luis Pestarini o algún otro corresponsal de allí.

Y sí, eran buenas. Eran muy buenas. Ya irán saliendo por aquí: El Péndulo, Cuásar, Pársec, las dos etapas de Minotauro, sobre todo. Las traducciones eran sólidas, los relatos bien escogidos, los ensayos de gente como Pablo Capanna o Elvio Gandolfo muy por encima del material español de la época, de las ilustraciones de gente como Chichoni para qué hablar… Sólo bajaba el nivel algún relato local, sobre todo si caía en plan «presencia de prestigio» el ganador del Premio Jorge Cafrune de Ultracorto de Comodoro Rivadavia de turno.

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Ursula K. Le Guin, In Memoriam

Ursula K. Le Guin

En cuanto los grandes iconos de la cultura popular han entrado en la senectud, las redes sociales se han convertido en un gigantesco velatorio. En su interior, es inevitable tomar conciencia de la dimensión de nombres concretos cuando las menciones, y las palabras, se acumulan. Entre sus seguidores, sus pares, los medios de comunicación, las empresas que difunden su obra… La muerte el 22 de Enero de Ursula Kroeber Le Guin ha deparado una de las explosiones de tristeza y admiración más extendidas y sostenidas desde que llegué a esto de internet. Pocas veces las palabras de elogio y recuerdo me han resultado tan justificadas. Frente al inevitable positivismo y la (ocasional) exageración consustanciales a toda añoranza, me ha quedado la sensación que con Le Guin el riesgo ha sido justo el contrario. Escasos autores de géneros tenidos por menores durante tantas décadas alcanzaron tal grado de reconocimiento sin contar con grandes adaptaciones en los mercados audiovisuales o una visibilidad en campos como el de la divulgación histórica, científica, tecnológica… Esta apreciación le llegó en exclusiva por su desempeño en la ficción escrita. En vida.

A diferencia de la mayoría de los escritores de ciencia ficción de su generación, cuyo bautismo tuvo lugar en las revistas y pequeñas editoriales de los 50, Le Guin tardó en publicar su primer texto. Como cuenta Julie Philips en este extenso artículo para The New Yorker, tras terminar la Universidad se volcó en la escritura de cuatro novelas que quedaron inéditas, incapaces de contentar a un mundo editorial a la búsqueda de temas, voces y patrones narrativos realistas a los que nunca tuvo interés en plegarse. Entre ese material no publicado comenzaban a tomar forma una serie de relatos y una novela situados en Orsinia, un imaginario país Europeo sobre el cual representaría pequeñas estampas vitales donde ya se intuían su preocupación por los mecanismos de cambio social o la represión desde las estructuras establecidas. Las ansias de libertad y dignidad.

Encontraría la ventana de oportunidad para llegar al público ya entrada la década de los 60. Su aliento imaginativo halló acomodo en el burbujeante panorama de la ciencia ficción en plena transición hacia la new wave. Una pequeña revolución que abrió las puertas a un género renovado que, según palabras de la propia Le Guin

the change tended toward an increase in the number of writers and readers, the breadth of subject, the depth of treatment, the sophistication of language and technique, and the political and literary consciousness of the writing. The sixties in science fiction were an exciting period for both established and new writers and readers. All the doors seemed to be opening

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Clásico o polvoriento

¡Están vivos!

El acercamiento a la ciencia ficción de muchos medios generalistas con frecuencia se me antoja mohoso. Sirva de ejemplo la recomendación de títulos básicos de Kiko Llaneras en Jot Down apostando por una lista embadurnada en naftalina, sin resquicio a la más mínima sorpresa; no sólo entendida desde la actualidad sino desde una aproximación diferente a lo esperado/lo-que-debe-ser-porque-siempre-ha-sido-así. Esta atención al canon con la C de clásico y caballero mientras se olvidan las últimas tres décadas en las cuales la ciencia ficción se ha convertido en moneda común en las ficciones de cualquier tipo, contrasta con otros hechos difícilmente cuestionables.

Al poco de conocerse la muerte de Brian Aldiss me dio por comprobar en la tienda Cyberdark.net cuántas de sus obras continuaban en catálogo. El resultado no por esperado fue menos desolador: apenas aparecían Un mundo devastado y Enemigos del sistema, no precisamente entre lo más memorable de su bibliografía. Esta carestía se ha convertido en norma en un mercado donde, salvo excepciones muy contadas, los “clásicos” en reimpresión se reducen a unas decenas de títulos. Los nombres fuera de circulación son tan abracadabrantes como que algunos de los logros más destacables de la ciencia ficción de todos los tiempos, desde El libro del sol nuevo, de Gene Wolfe, a la obra de Octavia Butler, pasando por los relatos de Cordwainer Smith, James Tiptree, Jr. o Robert A. Heinlein, no sólo no están disponibles. Sin peli, serie de televisión o presidente de EE.UU. que les haga un blurb, ni se les espera. Queda el consuelo de las bibliotecas con fondo, la segunda mano, la lengua de Ursula K. Le Guin o medios alegales. Aunque en las librerías uno espera algo más que novedades.

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Recomendaciones día de la lectura 2016

Día de la lectura

El sábado se celebra un evento marcado a fuego en el calendario por editoriales, autores y libreros: el día de la lectura. Una jornada en la cual los libros toman la calle para darse un pequeño y merecido baño de masas. Las novedades que apuntan hacia este momento son legión, preparadas para aprovechar el viento fresco de miles de compradores empujados por la efémeride, los medios de comunicación y el tradicional 10% de descuento.

Dispuestos a participar de la fiesta, hemos preguntado a un grupo de lectores sus recomendaciones entre libros de ciencia ficción, fantasía o terror. Para centrar esa tarea delimitamos la selección a una novedad, un clásico y un título “libre”, con flexibilidad en la interpretación de cada etiqueta. El resultado son 24 libros de muy diversa procedencia entre los cuales resulta fácil encontrar títulos tentadores para cualquier lector. Si alguien se siente atraído por nuestra propuesta y le apetece participar con sus sugerencias, los comentarios están abiertos. ¡Únete y añade tus recomendaciones!

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