La familia Moore vive en Harlowe, Nueva Inglaterra, un pequeño pueblo alejado de las grandes ciudades de la costa este. En un entorno rural, mientras el resto del país se debate en el turbulento tramo final de la presidencia de Nixon, mantienen un modo de vida que apenas ha cambiado en las últimas décadas. El matrimonio formado por John y Mim provén lo necesario para sacar adelante a su hija, Hilldie, y a la madre de John, La Yaya. Esta arcadia extraída de un cuadro de Anderson o Rockwell se ve violentada con la irrupción de Perly Dunsmore. Perly organiza subastas benéficas para recaudar fondos destinados a la escasamente dotada policía de Harlowe. Con el propósito de incrementar la seguridad en un condado con una tasa de crímenes mínima, los vecinos se implican proveyendo objetos y bienes de producción propia por los cuales reciben un puñado de pavos. Esta dinámica parece una manera de vertebrar a la comunidad, implicarse en su gestión un grado más de lo que hacían. Sin embargo, toma un cariz oscuro cuando la colaboración voluntaria se convierte en una obligación por la que han de pasar cada semana.
El modus operandi de Perly y su grado de penetración en Harlowe hasta retorcer la convivencia más allá de lo previsible guían esta historia tensa, repleta de suspense y bien armada. Su autora, Joan Samson, se emplea a fondo para comunicar el entorno familiar de los Moore desde el cual desarrolla todo. La vida cotidiana en su granja, sus encuentros semanales con Perly y sus colaboradores, sus mínimas gestiones con varios vecinos, son la parte central de la trama. Despliega unos lazos nada triviales donde la posición dominante de John se resquebraja por su incapacidad para reaccionar ante unos abusos crecientes por el miedo a unas consecuencias indefinidas que pueden afectar a las tres personas que siente a su cargo. Mientras, Mim y La Yaya no se limitan a ser objetos a proteger. Actúan en direcciones inviables para John. La primera como enlace con una comunidad renuente a hacer nada contra quienes han sacado al pueblo de punto. La segunda como portavoz de pensamientos y deseos que nadie más formula.







Siempre me ha resultado curiosa una opinión muy extendida sobre la figura de Michael Moorcock, me refiero a esa imagen de “Moorcock el garbancero”, un tipo capaz de escribirse en dos días una novela sobre torturados antihéroes albinos (que detestaba), para pagar las enormes deudas generadas por la revista New Worlds gracias a su pésima gestión financiera. Sin embargo, y sin negar que pudiera haberse ganado a pulso cierta reputación, la influencia de Moorcock en la ciencia ficción resulta capital; carismático y entusiasta, fue capaz de convencer y animar a diversos autores británicos (y más tarde norteamericanos) para embarcarse en la misión de demoler y transformar la ciencia ficción anglosajona que predominaba en aquella época de mediados/finales de los años cincuenta del s.XX, es decir, una serie de narraciones escritas de la forma más funcional posible, al margen de la modernidad literaria y cultural de su tiempo, en las que héroes positivistas superaban una serie de obstáculos para reafirmar la idea de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y si no, ya lo arreglaremos gracias a la tecnología (generalización injusta quizá, aunque cuando uno es joven y se rebela contra sus mayores no suele reparar en matices). El resultado fue un movimiento literario conocido como New Wave y su órgano propagandístico, la revista New Worlds, una publicación de papel cochambroso que comenzó distribuyéndose junto a revistas porno, y que, guiada por un afán destructivo y plagado de episodios psicóticos, consumo de drogas, obligaciones familiares desatendidas, acreedores violentos, frustraciones sexuales, caradura sin límites y estrecheces financieras, fue el inicio de un largo camino que, desbrozado por autoras y autores posteriores, ha acabado por convertir a la ciencia ficción en un género lo suficientemente elástico como para albergar todo tipo de inquietudes e intereses temáticos y estéticos, completamente normalizado e integrado tanto en 
