Fracasando por placer (XLIII): Volúmenes de relatos completos

Relatos Completos

Una de las causas por las que esta sección ha quedado en hiato es que en los últimos tiempos he variado mis hábitos de lectura de relatos cortos. La razón fue una reorganización de mi biblioteca. La cantidad de veces que escojo libros por motivos totalmente circunstanciales y ajenas al texto (que me apetezca un formato determinado; el número de páginas según lo que tengo previsto leer en un viaje; que no me entre uno más de una colección que llena un estante y quiera despachar alguno para que los demás encajen; simplemente que esté a mano) no es algo muy erudito, pero no deja de ser una realidad.

En general, organizo mis libros por colecciones, por motivos prácticos de tamaño de los estantes, y sólo excepcionalmente dedico rincones a temas concretos. Sin embargo, decidí hacer algo para movilizar mis tomos de cuentos completos, que tenía muertos de risa desperdigados por distintos rincones. La razón estuvo en una súbita nota de realismo en mi visión del futuro (no hablo de la muerte, que también): nunca me voy a leer un tomo de 800 páginas de cuentos de F. Scott Fitzgerald a machamartillo, un relato detrás de otro, hasta dejarlo leído y ponerlo después en algún lugar poco accesible para dar paso a otros libros con mejores perspectivas de lectura. Por añadidura, estos volúmenes se abren frecuentemente con relatos primerizos y se suelen cerrar con otros repetitivos, derivativos o incluso chocheantes. Todo esto es una obviedad, pero por algún motivo no lo había trasferido a términos organizativos, y una vez ocurrió me vi empujado a un cambio de tratamiento de esos tochos: lo aconsejable era tenerlos a mano y picotear. Señalar a lápiz en el índice qué cuentos cuyo título podía no recordar ya quedaban despachados (preferiblemente con algún indicador si me parecían especialmente buenos) y asumir que esos libros siempre estarían por ahí, a mano y como un refugio ocasional.

Con las revistas y antologías es posible agarrar una y terminarla, pero por mucho que te guste Chejov, los cuatro tochos de Páginas de Espuma con todos sus relatos no se los puede empapuzar uno de principio a fin ni siquiera como proyecto de años, porque al cabo de las primeras mil páginas empiezas a tomar compulsivamente arenques y vodka mientras añoras la calidez del roce de la rodilla de Tatiana junto a aquel samovar. Sin embargo, acudir a Chejov de vez en cuando, ay, amigos y amigas lectores y lectoras, eso es algo que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad agradece en extremo. O aunque no se haga, qué tranquilizador y hermoso es saber que puede hacerse.

Si cabe decir algo así de Chejov, que al fin y al cabo es quizá el más sensible y empático de los narradores de todos los tiempos, ¿qué decir de nuestra alegre muchachada cienciaficcionera? ¿Realmente se ha leído alguien del tirón los cinco tomos de los Cuentos Completos de Philip K. Dick y ha vivido para contarlo conservando la condición de persona cuerda y razonable? Porque hablo no ya de sumergirse durante cientos de páginas en una paranoia dickiana, sino en una sucesión de distintas paranoias dickianas, cada una con sus propias leyes y pautas.

Y ya que menciono a Dick, él es obviamente uno de los autores presentes en mi nuevo y accesible estante de obras completas. ¿Quiénes son los otros escritores del género que han conseguido el reconocimiento que supone una publicación intensiva así? ¿Cuántos valen la pena por su obra en conjunto o cuáles nada más que firmaron algunos buenos relatos dentro de un volumen con un montón de páginas de completismo injustificado? Me limito a un rápido repaso por orden alfabético de las opciones disponibles en español, que por supuesto son bastante más reducidas que en inglés.

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Pequeños héroes, de Norman Spinrad

Pequeños HéroesLlegué a Pequeños héroes a través de la serie de artículos sobre las colecciones de ciencia ficción en España escritos por Julián Díez para la revista Gigamesh. Después de haber perdido la conexión con los libros de Acervo tras su deriva hacia las plomizas series de Stephen Donaldson (Thomas Covenant) y Ann McCaffrey (Pern), y los abismos pajeros de Terry Brooks (Shannara), no tenía ni idea de su existencia. Desde luego como penúltimo número de la colección, rodeado de los bestsellers que, en muchos casos, estaban muy por debajo de los primeros libros de la Dragonlance, ya es de por sí una rareza. Su escritura lo hermana no solo con el resto de la producción de Spinrad; también lo conecta con una corriente, el cyberpunk, de la cual el autor de Los jinetes de la antorcha e Incordie a Jack Barron fue inspirador, fan y estudioso.

El principal gancho de Pequeños héroes emerge de su personalidad ochentera. Estética y conceptualmente remite a aquella década o, más bien, a lo que podrían haber sido los 90 si la MTV se hubiera convertido en la estructura dominante del panorama musical, no se hubiera desarrollado la World Wide Web, el uso de sustancias estupefacientes se hubiera extendido a toda la sociedad, los grupos de phreakers y hackers hubieran tenido la oportunidad de golpear el sistema más allá de pequeños aguijonazos y la crisis económica que estaba por venir se hubiera convertido en la tormenta perfecta. Esta conjunción sirve de molde para un escenario distópico de esos en los cuales el mundo tiene cuerda para rato pero no apetece experimentar. Ni por aproximación.

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Sueño del Fevre, de George R. R. Martin

Sueño del FevreSueño del Fevre es una novela de George R. R. Martin antes de convertirse en GRRM, el autor de Canción de hielo y fuego, padre putativo de la celebérrima, espectacular y archiconocida serie de televisión Juego de tronos. Se trata de una de sus primeras novelas, y supone una incursión en el trabajoso y arduo género del vampirismo. Fue publicada inicialmente en 1982, y ha sido reeditada hace unas semanas por Gigamesh en su colección Omnium.

Hay géneros sobre los que cabría la tentación de afirmar que todo está dicho ya, si semejante estupidez se pudiera decir en ficción. En Sumer ya existían vampiros. La sangre es la vida, dice la ley mosaica. De todos los fluidos corporales estigmatizados por el tabú y guardados por un código de conducta que se erige para salvaguardar la civilización, la sangre es uno de los más cargados de simbolismo.

El vampiro moderno salta de la literatura al cine, convirtiéndose así en un mito de la modernidad para la nueva sociedad de masas que consume entretenimiento y estremecimiento en películas, cómics y novelas. La lista de los que han coqueteado con el no-muerto es inacabable. Lovecraft tocó el tema en varias de sus obras, y Richard Matheson imaginó un gran triunfo vampírico en Soy leyenda (1954). Stephen King lo abordó en El misterio de Salem’s Lot, y Anne Rice lo renovó con Entrevista con el vampiro (1969). El ansia (1981), de Whitley Strieber, concibió a los vampiros como una raza paralela a la humana, a la cual parasita. Los ejemplos en la literatura y el cine son incontables, y en 2005 el tema pareció haber tocado fondo con las ñoñas aventuras de las criaturas de Stephanie Meyer en la saga Crepúsculo.

Es por ello que el género aparece particularmente manoseado hoy en día, cuando ha pasado por los filtros de la llamada baja cultura, la cinematografía de serie B, la novela pulp y el folletín, y ha sido rescatado y vuelto a filtrar para resurgir, cada tanto tiempo, como una próspera moda que trasciende los límites de la ficción y se arrastra por la periferia de la realidad, con gente que declara que bebe sangre humana de verdad. Como todos los géneros, responde a su propia lógica y limitaciones, quedando confinado a una serie de elementos que se convierten en el tejido folklórico del mismo, y que es lo que se espera encontrar cuando se aborda su lectura. Para el lector, es tranquilizador saber que en el género de zombies o el de fantasmas va a hallar los mismos familiares aspectos una y otra vez. Para el autor, el reto tal vez resida en darle otra vuelta de tuerca, en encontrar un giro diferente, una nueva situación, reparar en lo que nadie ha reparado antes que él, y así contribuir a una tradición vampírica literaria de celebrar los hallazgos pasados reelaborándolos o negándolos.

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The Armageddon Rag, de George R. R. Martin

The Armageddon RagHace unos meses Jot Down dedicó una de sus entrevistas río a Alejo Cuervo, un idílico ejercicio de adoración al supremo líder del vicio y la subcultura. De ella me quedé con la desagradable noticia de la no publicación de The Armageddon Rag. Una novela durante varios años en la lista de próximos lanzamientos de Gigamesh y, a la postre, el gran fracaso de ventas de George R. R. Martin. Curiosamente, cuando se publicó en EEUU en 1983, tanto le cerró las puertas de las grandes editoriales como le abrió las de la televisión; un mundo donde trabajaría a lo largo de la década siguiente y moldearía su escritura hasta la que hemos visto en Canción de Hielo y Fuego. Además, ahora que por fin la he podido leer, también puedo decir que es su novela más personal.

Situada a inicios de la década de los 80, The Armageddon Rag Martin relata el periplo por EEUU de Sandy Blair, escritor y antiguo editor de la revista The Hedgehog; el reverso contracultural de The Rolling Stone hasta que Blair fue cesado de sus funciones y derivó hacia estándares más comerciales. Bloqueado en el folio 37 de su cuarta novela y enfrentado a una fecha de entrega imposible de cumplir, Blair ha aceptado escribir un artículo para su antigua revista sobre la muerte de Jamie Lynch, el promotor detrás de The Nazgûl, un grupo ficticio primo hermano de Led Zeppelin, Black Sabbath o Deep Purple que tuvo su funesto final a comienzos de la década de los 70 cuando su cantante, Patrick Henry Hobbins, fue asesinado por un francotirador en un macrofestival celebrado a las afueras de Albuquerque. Blair llega a Maine y descubre que Lynch fue eviscerado sobre un póster de The Nazgûl el día del aniversario de la muerte Hobbins. Esta conexión con la banda lo lleva a un viaje de costa a costa para hablar con el resto de miembros, averiguar los motivos del asesinato y, de paso, encontrarse a sí mismo.

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ORA:CLE, de Kevin O’Donnell

ORA:CLEEs muy curioso cómo ciertos libros adquieren más prestigio en uno u otro país. Por dar otro ejemplo cercano, antes de entrar en materia con éste, citaré el caso bien conocido de Muerte de la luz, la primera novela de George R. R. Martin. Recuerdo que hubo un tiempo turbulento del fandom en el que Juanmi Aguilera, siempre en su papel de mediador, preguntaba al personal que circulaba por las hispacones cuáles eran sus cinco novelas favoritas. A quemarropa, sin pensar. Y junto a ciertas sospechosas habituales fáciles de imaginar, aunque también muy características de la visión española de la cf (Las estrellas mi destino, Pórtico, Dune…), aparecía con relativa frecuencia Muerte de la luz. Entonces Martin no era, ni de lejos, el escritor superventas de hoy; sólo un buen autor al que se solía colocar a la altura de John Varley, porque ambos se dieron a conocer por aquí casi simultáneamente. Pero Muerte de la luz estaba ahí, había dejado su sello.

El caso de ORA:CLE, a menor escala, es similar. Kevin O’Donnell es muy modestamente famoso en Estados Unidos por su labor interna en la gestión de la Asociación Mundial de Escritores de CF. Ninguna de sus obras está en catálogo en la actualidad en ningún país del mundo. El único premio conocido que ganó fue una cosa llamada Prix Litteraire Mannesmann Tally precisamente con este libro; si se googlea, lo que se encuentra a primera vista de ese premio francés para obras relacionadas con la informática es que lo ganó ORA:CLE, nada más. Fallecido relativamente joven en 2012, después de 14 años sin publicar nada, O’Donnell es uno más de esos nombres oscuros que sacaron unas decenas de relatos en revistas y algunas novelas en bolsillo. Pero cuando en 2002 un grupo de críticos españoles hicimos un listado con las 100 mejores novelas de cf publicadas en castellano, ORA:CLE estaba ahí, sin mayores discusiones. Publicada quince años antes y nunca reeditada, fue de las novelas que pasaron el corte de inmediato.

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Híbridos y engendros, de George R. R. Martin

Híbridos y engendrosHíbridos y engendros es el segundo volumen de los tres en los que Gigamesh ha dividido GRRM: A RRetrospective, la autobiografía literaria del autor de Muerte de la luz. El libro acompaña las narraciones breves más señaladas de sus diferentes periodos creativos con breves ensayos en los cuales repasa su vida y presta atención a todo lo que influyó en la escritura de las piezas seleccionadas. Sin duda, una mezcla muy atractiva para el Martin zombie, más tras su conversión en leyenda vida de la narrativa y el consecuente encarecimiento de los contados libros de relatos traducidos en el pasado. Libros, es necesario recordar, saldados en su momento por cuatro duros.

Como comentaba en la reseña de Luz de estrellas lejanas, todo apuntaba a que Híbridos y engendros sería una entrega todavía mejor; no por nada estaba destinado a recoger obras producidas ya en su madurez. Sin embargo, por motivos que derivan sobre todo de cómo se ha confeccionado el volumen, su lectura me ha dejado un poso agrio. Especialmente porque una cuarta parte de su extensión se desperdicia en recoger dos guiones escritos durante su malhadada etapa como creador televisivo. Visto con la distancia que dan los años, un período cuyo bagaje se puede tildar, dependiendo de las ganas de sembrar polémica, entre discreto y estéril.

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Luz de estrellas lejanas, de George R. R. Martin

Luz de estrellas lejanas

Luz de estrellas lejanas

En el tránsito de Gigamesh de ser una editorial que tenía un catálogo variado a convertirse en “George R. R. Martin presenta” no todo iban a ser pegas. Este libro que ahora comento es una muestra de ello: la primera entrega, de tres previstas, con gran parte de la narrativa breve del autor de Canción de Hielo y Fuego. Ya solo por la escasez de colecciones de relatos de género que llegan a nuestras librerías, su publicación merece un aplauso. Además Martin siempre se ha caracterizado por ser un aseado escritor de cuentos, y tiene en su haber un puñado de obras maestras tanto en la ciencia ficción como en el terror. Quizás este volumen sea el menos atractivo pues incorpora varias de sus primeras piezas, y apenas araña su etapa de madurez. Sin embargo también contiene el suficiente material de calidad como para acercarse a él.

Luz de estrellas lejanas contiene las narraciones breves más significativas que publicó desde el inicio de su carrera hasta el año 1979. Junto a ellos se incluyen varios ensayos breves en los que el propio autor las presenta, relata su vida como aficionado militante y proporciona las claves para entender de dónde surge su pasión por la ciencia ficción, la fantasía y el terror. Aunque entre el material seleccionado en este volumen predomine la ciencia ficción.

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Danza de dragones, de George R. R. Martin

Danza de dragones

Danza de dragones

Hace cuatro años era, como pueden suponer, un poco más joven. Tenía más pelo en la cabeza, vivía más cerca de Santander, trabajaba en un centro amenazado por cierre, solía leer más novelas de fantasía y, especialmente, tenía más paciencia con los libros de más de 350 páginas. Ahora mi cabellera ralea, vivo en otro continente, trabajo en un centro público con más de 2300 alumnos, prácticamente he dejado de lado la fantasía épica y, especialmente, he perdido la paciencia para leer cualquier libro que tenga más de 300 páginas.

Supongo que ya pueden imaginarse por dónde van los tiros de esta reseña.

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Tormenta de espadas, de George R. R. Martin

Tormenta de espadas

Tormenta de espadas

Resulta un poco difícil hablar de la saga de fantasía épica que mayor éxito está teniendo en nuestro país en los últimos años. Y resulta difícil por dos razones: la principal, que yo también me he rendido a los encantos de esta descomunal obra literaria; pero, no menos importante, su propio triunfo, que hace que la unanimidad de elogios por parte de crítica y público –a veces desmesurados– sea tal que es casi imposible encontrar alguna voz disonante.

Efectivamente, frente a frases como «la mejor obra de fantasía de todos los tiempos», «un antes y un después en el género», «mejor que Tolkien» a uno le entra la timidez a la hora de hablar de Canción de hielo y fuego de una forma menos efervescente.

Lo malo es que Tormenta de espadas es tan, tan buena que, al final, se acaba entendiendo a los fans más fans de la obra de Martin. Y es que, me da la sensación, los volúmenes impares de esta serie van a ser los mejores. Juego de tronos me deslumbró pero Choque de reyes me dejó un tanto frío, y dicen que Festín de cuervos es el volumen más flojo de todos. En fin, se verá, en cualquier caso.

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Leyendas

Leyendas

Leyendas

La contraportada de esta voluminosa antología informa al lector de que «Leyendas reúne once novelas cortas inéditas creadas por los escritores más aclamados de la fantasía moderna, cada una de ellas ambientada en el universo emblemático que le ha proporcionado fama mundial». Partiendo de tan singular premisa, y dada la heterogeneidad argumental, estilística y de intenciones de cada autor incluido, es lógico que las expectativas creadas sean luego muy difíciles de satisfacer, al menos de forma completa. La calidad narrativa, el desarrollo y/o ampliación de tramas y personajes, el descubrimiento de detalles relevantes de cada serie y la aparición de otros nuevos, difieren tanto de un universo a otro como disímil es el público objetivo de este libro: seguidores fieles de una saga, lectores adolescentes y/o maduros aficionados a la fantasía de calidad.

De hecho, la idea de que un lector ajeno a una determinada saga pueda hacerse una idea sobre la misma leyendo la correspondiente novela corta no siempre se cumple –varias novelas son desarrollos paralelos, muy alejados de la trama principal–. Lo cual no quiere decir que se trate necesariamente de meros «encargos alimenticios» sin valor literario, o que el autor se limite a una revisitación complaciente de escenarios, historias y personajes, aunque evidentemente de todo podemos encontrar en el libro. En todo caso, se puede afirmar sin temor a equivocarse que, salvo notable excepción, se ha desaprovechado la ocasión para extender o ampliar las líneas maestras de todas estas sagas, bien porque su creador haya preferido guardarse las mejores bazas para un próximo libro, bien por tratarse de un filón ya completamente agotado.

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