El formato puesto en marcha por Runas para publicar novelas breves me despierta sentimientos encontrados. Me resulta incomprensible para títulos como Agentes de Dreamland o Cada corazón, un umbral. Historias mínimas de lectura más o menos autónoma, en origen editadas en electrónico con un coste muy asequible, parte del sentido de ese formato. La naturaleza episódica de cada una, el precio marcado por una edición en tapa dura en un mercado en comparación más pequeño, me llevan a preguntarme por qué no agruparlas con alguna continuación en un libro más sustancioso. Por contra, también me parece ajustado para obras como Sigilo, una historia independiente de 50000 palabras que, por su extensión, hallaría difícil acomodo en otro volumen rollo colección o antología de relatos. Además, en un espacio de competencia tan supeditada a la relación espacio/beneficio como las estanterías de una librería, depara una visibilidad de la cual carecería en bolsillo, a un precio más reducido.
Sea como fuere, Sigilo supone el regreso de Martínez Biurrun a la historia de fantasmas (heterodoxa). El terreno donde emplazó la magnífica Rojo alma, negro sombra; un lugar ideal para escarbar en el pasado de unos personajes y rendir cuentas con sus miserias, pero marcando las distancias con aquella desde el momento que la perspectiva es aquí radicalmente diferente. Su composición formulaica (encadena tres planos narrativos, presenta cada uno de forma independiente, los vincula, dota a dos de toques de thriller en algún caso un poco forzados…) consuma un relato de suspense directo y contundente sin por ello sacrificar la elegancia intrínseca del autor de Mujer abrazada a un cuervo y El escondite de Grisha.
El interior de un vehículo donde se han citado dos hombres para solucionar un conflicto; las calles de Benidorm donde el vigilante de un rascacielos ruinoso recibe una oferta económica para trasgredir las normas de la propiedad; la cuidadora de una anciana que se enfrenta a ciertos sucesos interpretados como sobrenaturales por la persona a su cargo. La elección y el despliegue de cada uno de los hilos de la novela es un acierto. Así el primero se introduce en medio de la acción a través de un capítulo brevísimo, con el coche enterrado por un derrumbe y con uno de sus ocupantes despertando a una situación que no alcanza a comprender. Este angustioso caos se alimenta con fugaces vistazos a situaciones destinadas a cobrar sentido más adelante. Desde aquí Martínez Biurrun levanta un marco temporal flexible, ajustado a cada secuencia del tapiz, que abarca de las horas necesarias para explotar el asfixiante drama del interior del vehículo a los días de la historia de Benidorn, más abierta en todos los sentidos.
Esta cronología heterogénea progresa acompasada con la propia estructura de Sigilo y se modula gracias a un tempo preciso. Este esmero en la composición se extiende a la pertinencia del estilo, más contenido en el uso de los recursos expresivos que en títulos anteriores, aquí subordinados hasta afinar la cadencia requerida por la intriga. El cuidado en ese armazón se extiende a la elaboración del escenario y a los aspectos subrayados por el relato. Tal es el caso de los pelotazos urbanísticos, las consecuencias de la crisis económica y la desigualdad, pinceladas que potencian cada personaje y la verosimilitud de una narración apegada a nuestra cotidianidad.
Alguien puede echar en falta detalles adicionales en su definición o en el retrato de los diferentes actores del drama, sin embargo las escenas que los perfilan aparecen ajustadas con la misma pulcritud del resto de elementos. De hecho, salvo alguna cuestión final que tensa la verosimilitud, la confluencia de protagonistas y secuencias en el clímax, su manera de plantear y resolver los conflictos soterrados, es ejemplar. Algo a lo que no escapa la dosificación y posterior explosión del elemento fantástico, esencial en ese desenlace.
Todo esto me lleva a pensar en Sigilo como una notable novela de misterio. Bien ideal para introducirse en el mundo de Ismael Martínez Biurrun, bien para volver a él y descubrirlo revestido bajo una forma chispeante. Me cuesta pensar que, en este contexto, tras el escrupuloso proceso de estilización del thriller, se pueda salir defraudado.
Sigilo, de Ismael Martínez Biurrun (Alianza Editorial, col. Runas, 2019)
Tapa dura. 224pp. 16 €
Ficha en la página web de la editorial