Sentía curiosidad por cómo Ian McDonald terminó siendo publicado en un sello tan a la contra de lo que ha sido sido su escasa obra traducida en España. A falta de un prólogo de Miquel Barceló, del cuál Luna nueva carece, son reveladoras las palabras de la editora del sello, Marta Rossich, en una de las entrevistas entre amigos de Jot Down Magazine. Acude a un argumento de peso que expone con honestidad una de las líneas editoriales de la nueva Nova: la CBS ha comprado sus derechos con vistas a una futurible adaptación televisiva. Ya se sabe, cualquier material susceptible de convertirse en bomba audiovisual es un imán para los buscadores del próximo fenómeno de ventas.
Construir identidad editorial lo llaman.
Y a poco hábiles que sean los productores, tal éxito no parece descabellado. Con Luna nueva McDonald ha urdido un culebrón de aúpa para uso y disfrute de los fans a las familias enfrentadas, el romance, las tensiones generacionales y los complots para hacerse con una posición predominante en la sociedad X, el mercado Y o el nicho Z. La materia prima que modeló Dallas, Dinastía, Los Colby o Falcon Crest, con las cuales no debería avergonzarnos relacionar una novela que acierta a explotar la fascinación por las puñaladas traperas, los odios enquistados y todo tipo de conspiraciones en la sombra, mientras los reviste con un ropaje de ciencia ficción tan meditado como la estructura de la propia narración. Un atractivo extra para cualquier ficción televisiva ahora que se busca un marchamo especial para diferenciarse en la sobrecargada parrilla del marasmo de cadenas y creadores de contenido estadounidenses.
Me parece interesante establecer una mínima comparación con El río de los dioses, la novela donde McDonald se acercaba a una India a mediados del siglo XXI. En aquel título, sepultado en España por la deplorable presentación de La Factoría de Ideas, bordaba una visión polifacética de su sociedad a través de las vivencias de un puñado de personajes. Lo fragmentado de sus historias y la preponderancia de un entorno cultural ajeno a nuestra perspectiva occidental suponían un handicap aquí esquivado de manera inteligente. Es inevitable observar cómo McDonald ha depurado su modus operandi para limar complejidades y afilar la penetración de su obra.
Es de alabar su apuesta por situar una vez más en primer plano entornos generalmente olvidados por la ciencia ficción anglosajona. En Luna nueva el autor de Camino desolación apuesta por protagonistas de ascendencia brasileña: los Corta, una familia en apariencia cohesionada alrededor de su matriarca, Adriana. Durante los primeros tiempos de la colonización lunar, Adriana levantó su pequeño imperio económico a la sombra de las cuatro grandes familias a cargo de todo el proceso. En el centro del logro estaba la espec… el Helio, gas esencial para la fusión nuclear y soporte energético del planeta Tierra. En las décadas transcurridas han logrado una cierta aceptación de tres de esas cuatro familias en virtud de las alianzas económicas y los matrimonios de conveniencia. La Europa del Renacimiento puesta sobre la superficie de nuestro satélite en la segunda mitad del siglo XXI. Sobra decir que uno de los clanes, los Mackenzie, la cúspide de la sociedad lunar, mantiene una postura beligerante, reacios a aceptar a los Corta como algo más que unos parásitos advenedizos.
Esta rivalidad entre los Atreides y los Hark… los Corta y los Mackenzie es la carne y la salsa del culebrón.
McDonald erige una sociedad multicultural construida con elementos de una miríada de orígenes, buena muestra de la legión de colonizadores desplazados hasta el satélite buscando una oportunidad negada en la Tierra. Las fuentes son tan diversas que por su acumulación, aun en su extrañeza individual, forman un conjunto asequible. Muy especialmente porque el esqueleto que se adivina entre sus cimientos es de lo más reconocible: el sustrato socioeconómico de la Luna se establece sobre una especie de mutualismo ultraliberal donde todas las relaciones entre los individuos son regidas por contratos negociados por ambas partes. Asuntos laborales, matrimonios, las amas de cría convertidas en vientres de alquiler… todo está sujeto a negociación y arbitraje, sin beneficiencia para quien no pueda comprar su dosis de oxígeno, agua o carbono necesarias para salir adelante.
Heinlein hubiera matado por ver algo así en funcionamiento.
La descripción de este macrosistema, integrada en el día a día de los Corta, es otro de los atractivos de Luna nueva. A veces a McDonald se le va un poco la mano y se deja llevar por el escenario (¡balonmano en la Luna!). Pero sin perder jamás el timón, evita caer en los excesos de un Kim Stanley Robinson en cualquiera de sus novelas. Se suceden las fiestas, las conspiraciones, las escenas de acción para remover un poco las tramas cuando corren el riesgo de estancarse, hay sus momentos para el sexo… Casi se puede oír el sonido del metrónomo en segundo plano. En esto no puedo dejar de echar de menos un poco más de arrojo. No hace falta llegar a la loca sociedad lunar planteada por Rudy Rucker en Software, más ácida y corrosiva en apenas 50 páginas. Pero sí un poco de… esponteneidad.
Los personajes son de largo lo más flojo de la historia. Apenas se alejan de sus estereotipos de partida y sólo uno de ellos, Adriana, recibe el tratamiento suficiente como para convertirse en algo más que un vehículo para la trama. En esto cuenta con la ventaja de los tres extensos capítulos separados de la acción principal donde, en primera persona, relata a una confesora cómo llegó a la Luna y consiguió ascender hasta su posición actual. Un adecuado contrapunto a la narración más convencional que los precede y sucede, contada a través de pasajes breves centrados cada uno de ellos en un personaje diferente. Alguno de los cuales son irrelevantes. Si aparecen aquí, es de esperar que sea porque ganarán entidad y serán importantes en los libros por venir.
Mención especial merece la traducción de José Heisenberg. Aparte de su excelente labor, en colaboración con el traductor alemán y el propio autor ha corregido errores presentes en la edición original. Un bonus en la edición española que da fe del trabajo de unos profesionales muchas veces sometidos a condiciones lamentables que dificultan una tarea ya de por sí complicada y sumamente expuesta a la opinión del público. En ocasiones más exigente hacia ellos que hacia quiénes debieran crearles el entorno de trabajo ideal.
A la espera de poder ver por dónde van los tiros, si tres libros eran necesarios, si los personajes ganan empaque, si las tramas se alejan de las guías marcadas en las 100 primeras páginas, si gana algo de bendita locura, si la especie deja de fluir, este primer volumen me ha parecido un sugestivo culebrón en el sueño húmedo de un libertario. Si esto no se pierde de vista, se disfruta.
Luna nueva (Ediciones B, col. Nova Ciencia Ficción, 2016)
Moon. New Moon (2015)
Traducción: José Heisenberg
Rústica. 432pp. 20 €
Ficha en la web de La tercera fundación