Mañana cruzaremos el Ganges, de Ekaitz Ortega

Mañana cruzaremos el GangesNo recuerdo en boca de quien puso Ivá aquella frase de “si no hay disparos, maburro” para referirse a una película. Una de las muchas boutades que enriquecían semana tras semana las páginas de Makinavaja e Historias de la puta mili, y, para qué negarlo, una máxima que ha guiado la industria del entretenimiento desde que Anónimo dejara por escrito las andanzas del más sumerio de todos los reyes sumerios. La ahora medio olvidada distopía es otro campo donde esta afirmación ha alcanzado su máxima expresión. Basta recordar cómo el thriller y la acción han fagocitado una mayoría cualificada de narraciones etiquetadas así, como si dejar al descubierto los mecanismos políticos, económicos, culturales de una sociedad no fuera atractivo suficiente y necesitara de una trama llena de peripecia para arrear a los lectores los proverbiales puñetazos en el estómago. Con ese protagonista corriendo por su vida delante de las tropas del régimen, a tiro limpio y, a ser posible, con una memoria cuántico-cristalina en el bolsillo repleta de información destinada a hacer caer la tiranía. En este contexto de distopía rebajada dos-por-el-precio-de-uno, Mañana cruzaremos el Ganges apuesta por recuperar los sostenes clásicos de estas historias a medida que su narradora, Eva Warren, desnuda las facetas más tenebrosas de su hasta entonces apacible cotidianidad. Y lo aborda gracias a un desarrollo donde gran parte de esa tarea de andamiaje ocurre de manera tácita. No sólo se cuenta a sí misma y su entorno mediante descripciones pormenorizadas de sus acciones y pensamientos; en su labor de despiece son esenciales las renuncias u omisiones adosadas a su relato.

Warren es una experimentada periodista en la cincuentena y recién llegada a The European Times. A pesar de su bagaje, arde en deseos de encajar en este emporio de la comunicación. No le importa plegarse a las directrices marcadas desde una dirección alineada con un poder político que hace y deshace a voluntad. Seguir las pautas, mantener el discurso oficial, se han convertido en sapos tolerables. El precio de una estabilidad imprescindible para enfocar sus últimos años de desempeño profesional sin contratiempos.

La decisión de enclavar Mañana cruzaremos el Ganges en un Siglo XXII en un país europeo indefinido, sin cambios ostensibles respecto a este inicio de Siglo XXI, puede ser la gran barrera para los aficionados más apegados a los códigos de la ciencia ficción. El contexto social, el entramado tecnológico, el panorama ecológico, el funcionamiento de la prensa, bien remiten a nuestra Unión Europea mínimamente extrapolada, bien se obvian como si su proyección hacia el futuro resultara irrelevante. Ekaitz Ortega prefiere que el retrato cotidiano de su protagonista establezca un diálogo con los referentes del lector desde la primera página mientras coloca varias cargas de demolición potentes y efectivas.

Ekaitz OrtegaLa carrera de Eva Warren, los diferentes asuntos de los que se encarga en la redacción (la supresión de referencias ideológicas consideradas peligrosas; el gobierno canaliza el descontento social a través de la xenofobia; se utiliza una nueva tecnología invasiva que fuerza aún más, si cabe, la privacidad), los pequeños éxitos y las numerosas frustraciones en su desempeño, reciben una atención prolija equiparable a la de su convivencia con sus vínculos personales más próximos. Con Tommy, su marido, un profesor acogotado por un trabajo que ha perdido cualquier carácter motivador, se dibuja una relación enfrentada a la inevitable erosión del tiempo y que se resiste a claudicar. Con Marie, su hermana, una galerista atenazada por un cierto desequilibrio emocional, entran en juego otros vaivenes realzados por el giro desvelado en el ecuador de la novela.

El personaje nada con soltura entre ambos mares, se realimenta de uno y otro y no deja de crecer. Con sutileza, Ortega consigue dar forma a un espejo humano en el que, en su reflejo de nuestra vieja Europa, con sus silencios y cesiones, es fácil verse representado sin sentirse sermoneado. De hecho soslaya el problema central que sugería en la introducción de esas promesas de distopías devaluadas a thrillers distópicos; rebeliones incongruentes más cercanas a una fantasía masturbatoria ante las cuales se reivindica Mañana cruzaremos el Ganges. ¿Qué puede haber más subversivo que contar una vida plegada a un régimen injusto para terminar, igualmente, aniquilada en el vientre de la ballena?

Es en el estilo donde, puntualmente, más se aprecia que estamos ante una primera novela. En el relato se cuela alguna frase innecesariamente larga o expresión un tanto imprecisa, a mi modo de ver incompatibles con una periodista experimentada. Por contra, la mayor parte de su extensión me ha permitido disfrutar de una voz desnuda, centrada en los hechos y sus sentimientos, cuidada hasta el detalle de justificar el por qué de su confesión en su amargo final.

Es necesario felicitar a El Transbordador por fijarse en Mañana cruzaremos el Ganges. Una novela singular, preocupada por trabajar la perspectiva de su narradora y su conversación con el lector que resultará atractiva a los interesados en una ciencia ficción de contenido sociopolítico o en introducirse en el día a día de una persona que persevera por sobrevivir a sus contradicciones internas.

Mañana cruzaremos el Ganges (Ediciones El Transbordador, 2017)
Rústica. 301pp. 17,95€
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3 comentarios en “Mañana cruzaremos el Ganges, de Ekaitz Ortega

  1. Me parece bastante bien escrita, pese a algún descuido de los que señalas. De hecho, tiene un nivel de estilo bastante más conseguido que el que vemos normalmente en los nuevos escritores españoles de cf.

    Por lo demás, estoy muy de acuerdo con la crítica. Es una de las novelas españolas de cf más interesantes y mejor conseguidas hasta hoy, en mi opinión.

  2. Pingback: Mañana cruzaremos el Ganges - Blog de Ekaitz Ortega

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