El emisario, de Yoko Tawada

El emisarioEntre las innumerables contradicciones dentro del consumo cultural, una de las más llamativas está asociada a las diferentes manifestaciones de la ciencia ficción japonesa. Es innegable la influencia del manga y el animé en occidente desde mediados de los años 80. Hay una multitud de tebeos, películas, novelas que no se pueden concebir sin esa base, en multitud de casos vinculada a una interpretación en clave occidental de una serie de personajes, escenarios, tratamientos impresos a fuego en el ADN de la narración. Sin embargo, cuando nos movemos al campo de la literatura de ciencia ficción creada en Japón el desinterés es manifiesto. Más allá de un escritor mitificado como Murakami o ejemplos contados en colecciones creadas específicamente para el circuito otaku, cuesta encontrar títulos que hayan llegado a sellos de cualquier tipo y, además, hayan contado con una cierta visibilidad.

El emisario pasa por ser la segunda novela de Yoko Tawada publicada por Anagrama, y su temática entra de lleno en la literatura prospectiva que Fernando Ángel Moreno y Julián Díez definieron hace quince años. En un argumento próximo al apocalipsis suave, trata la inmensa mayoría de temas que atenazan a la sociedad japonesa y siembran dudas sobre su futuro. La natalidad hundida, las tensiones generacionales, el nacionalismo, el arraigo de las costumbres y el auge de la anticiencia copan la descripción de un país que, más allá de las marcas culturales, puede funcionar como cámara de resonancia para las preocupaciones de nuestra sociedad europea. Sus protagonistas, Mumei y Yoshiro, bisnieto y bisabuelo respectivamente, forman una unidad familiar de lo más habitual en este Japón a unos años vista. Las nuevas generaciones están aquejadas de cuestiones de salud que hacen imprescindible el cuidado por parte de unos mayores que, además, deben paliar las dificultades de progenitores para encargarse de esta tarea.

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Bones of the Moon, de Jonathan Carroll

Bones of the MoonHace ya 20 años que leí El país de las risas, uno de los libros que más te puede impactar cuando eres admirador desaforado de la literatura, nivel amar la obra de algún escritor por encima de cualquier otra cosa. La atracción de sus protagonistas por Marshall France y lo que experimentan mientras visitan el pueblo donde vivía, en manos de Jonathan Carroll se convierte en una vívida manifestación del fenómeno fan. Desde entonces comencé a seguir su obra a medida que La Factoría de Ideas fue trayendo una parte significativa de ella y he llegado a leer otros cuatro de sus libros. Los he disfrutado en distinta medida pero sin alcanzar las sensaciones de aquel primer libro, más que en fragmentos ocasionales. Una parte del descontento reside en el desajuste entre expectativas y resultados, y unas exigencias imposibles de satisfacer por diversos motivos que son fáciles de imaginar. Otra, sin embargo, se origina en una multitud de detalles en los cuales se macera una parte sustancial de El museo del perro y Los dientes de los ángeles y que me aleja de ambas novelas: la pertinaz sensación de estar ante textos que, por encima de la ficción, tienen una capa terapéutica destinada a trasladar al lector las grandes verdades de la vida. Con una poética superior a la de Paulo Coelho pero con un tonillo a cuento de autoayuda en la cual el mensaje a través de las vivencias de los personajes devora cualquier otro valor.

Bones of the Moon, inédita en castellano, es la tercera novela de Carroll y la primera del sexteto Oraciones contestadas, al cual pertenecerían El museo del perro y Los dientes de los ángeles. Una serie de historias levemente interconectados donde el encuentro entre lo sobrenatural y los protagonistas lleva a algún tipo de revelación trascendental sobre su vida. Esto, el pan nuestro de cada día en la literatura, no debiera ser motivo de distancia. Pero Carroll desperdicia sus aciertos en una serie de elecciones narrativas vergonzosas, en su mayoría relativas a cómo ha elegido construir la personalidad de su narradora, Cullen James, cómo se manifiesta ante ciertos hechos transformadores y lo alegórico de su vínculo con lo fantástico.

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El rumor de los huesos, de Angela Slatter

El rumor de los huesosLos lazos entre lo gótico y la fantasía oscura se han intensificado de un tiempo a esta parte. Lo atestigua el revival de las historias con un trasfondo de tradiciones familiares sacadas a la luz, sostenidas sobre algunos iconos fundamentales: la mansión, el legado en decadencia, la opresión de las generaciones más jóvenes… En C se pueden encontrar reseñas de Gótico, de Silvia Moreno-García; los relatos de Nadia Bulkin; la space opera alocada de Gideon la Novena… Angela Slatter da fe del arraigo y relevancia de estas historias en El rumor de los huesos.

La novela no acontece en nuestro mundo. Slatter traslada la acción a su escenario de fantasía predilecto, el lugar narrativo de sus otros libros traducidos en España: la novela corta De conjuros y otras penas y la colección de relatos Masa madre. De lectura independiente, estas historias suceden en un trasunto de la Europa entre los siglos XVII y XIX donde el mundo mágico coexiste con la realidad a la manera en la que se concebía desde la premodernidad: las criaturas sobrenaturales acechan en los márgenes de lo civilizado (los caminos, los bosques, el mar, los ríos, la noche) y el uso de la magia/ritos se tolera a pequeña escala. Sin embargo, si esa acción llega al orbe público, las instituciones del patriarcado (monarquía, iglesia) actúan con virulencia.

El rumor de los huesos fija su argumento sobre el crepúsculo de los O’Malley. Su fortuna se fraguó hace siglos tras un pacto fáustico para proteger los barcos de la familia. Generación tras generación, los O’Malley hicieron honor a ese acuerdo hasta que se torciera en años recientes. En ese giro fue decisiva la muerte de los padres de la protagonista, Miren, única heredera y residente en su mansión Edén del Trasgo. La situación precolapso de la familia se observa en el estado precario de esta propiedad, las dificultades de los campos de cultivo aledaños, la disminución del servicio, las deudas crecientes… Un curso a todas luces terminal que lleva a Aoife, la abuela de Miren, a prometerla con un primo; un matrimonio de convivencia maquinado para reverdecer las cuentas y recuperar la bonanza de tiempos pretéritos. Miren, sobra decirlo, piensa de manera muy diferente a Aoife.

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Atrapados en estrecha compañía, de Daniel Pérez Navarro

Atrapados en estrecha compañíaLa Cosa es una película impactante, más si cabe durante la adolescencia. Recuerdo verla en VHS con 15 o 16 años mientras pasaba unos días en casa de mi abuela, tras alquilarla en un videoclub del pueblo de al lado. Algo a lo que me había resistido porque me daba pavor lo que me habían contado sobre ella y recordar la imagen de carátula que tenía asociada; esa criatura informe, indefinida, hecha de carne y sangre que te contemplaba sobre esas tres siluetas en fondo blanco. La experiencia fue transformadora. Todas las películas con monstruo que vinieron posteriormente quedaron a sus pies y pocas veces recuperaría esa sensación de paranoia, intriga, duda. Además, La Cosa invita a la discusión y el debate. En un nivel más primario, el juego detectivesco de quiénes y cuándo se transforman en Cosas. Soterradas quedan muchas otras cuestiones que abarcan lo político, lo social, la manera de contar historias, el modo de acrecentar las emociones del espectador mediante la música…

Al igual que en su estudio sobre El resplandor, Torrance, en Atrapados en estrecha compañía Daniel Pérez Navarro reivindica el ensayo en su acepción primordial: tantear ideas, profundizar en sus significados y sacar a la luz su conexión con cualquier aspecto de nuestra cultura. Ese es el sentido de los 10 capítulos del libro. Cada uno abre en canal un tema que, en la secuencia en la que están engarzados, se realimenta con los anteriores y posteriores. Esa malla de argumentaciones analiza el entramado de La Cosa desde una multiplicidad de ángulos. Algunos bastante discutidos, otros inician exploraciones pioneras.

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El Bufón dorado, de Robin Hobb

El bufón doradoEl Bufón dorado es la segunda novela de la trilogía El profeta blanco y la quinta narrada por Traspié Hidalgo Vatídico. Estas dos ideas ponen sobre aviso que el siguiente texto está destinado a personas que hayan disfrutado con la trilogía de El vatídico y busquen impresiones sobre esta continuación, o a lectores de El Bufón dorado a la caza de una opinión diferente. En ese camino irán estas líneas, a ratos un poco revival de lo que ya conté sobre La misión del Bufón, el anterior libro de la serie. Un recordatorio del talento de Robin Hobb para desplegar personajes perfectamente alineados con sus pensamientos y acciones, y hacerlos evolucionar desde aspectos en ocasiones insospechados. Y, para qué negarlo, un ejercicio de narrativa descomprimida que hubiera agradecido unos buenos tirantes para sujetar el tejido sobrante o un tratamiento de liposucción para eliminarlo.

Las fortalezas de Hobb se ven de nuevo en el personaje que, es obvio, más ha trabajado: Traspié. El Calimero oficial de los seis ducados, condenado a servir sin un resquicio para la rebelión o la huida, continúa su entrega abnegada a los Vatídico mientras batalla por atender las diferentes relaciones que ha descuidado desde su regreso Torre del Alce. Además de dos mujeres con las que mantiene vínculos afectivos, se puede contrastar en lo que sucede con sus dos hijos: el adoptivo, Percán, y la natural, Ortiga. Con el primero afronta la transición de la adolescencia a la edad adulta y las responsabilidades de ganarse la vida. Traspié auspicia su paso a un gremio y choca con la llegada de su primer amor, un proceso que permitirá un nuevo baño de realidad cuando su noción del cuidado deje al descubierto sus puntos más endebles.

Esta idea de la protección, la manera mediante la cual los progenitores defienden, amparan, acompañan a su prole, se templa por igual en todo lo referente a Ortiga; la hija que tuvo con Molly, ahora parte de la familia de su antigua pareja con Burrich. Ortiga ha heredado el talento de su padre para La Habilidad, una circunstancia que atrae a Los Vatídico y otros cultivadores de este poder. Y aunque Traspié ha levantado una serie de salvaguardas para alejarla del peligro, la vida se abre camino. A estos imponderables se suma la rigidez del propio protagonista, puesta a prueba sobremanera en su relación con el Bufón. Su incomprensión terminará conduciendo a una discusión y una crisis tras la cuál Traspié tendrá que enfrentarse una vez más a sus prejuicios y su osificada manera de actuar/responder.

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Los secretos de las Tierras Intermedias, de Adrián Suárez Mouriño

Los secretos de las Tierras IntermediasSoy de los que hace un año quedó cautivado en el Elden Ring. Entre mediados de abril y comienzos de julio de 2022, casi diariamente me dejaba caer un rato por las Tierras Intermedias para explorar un paisaje digital subyugante. Un conjunto de lugares donde, sin solución de continuidad, se pasaba de los escenarios románticos de Caspar David Friedrich a un infierno desquiciado surgido de una amalgama entre el Bosco y Kentaro Miura, con la violencia hasta la muerte como principal protagonista. Todo era susceptible de ser matado o matarte, aunque en la mayor parte de los casos el final fuese efímero; alguien apretó el botón de apagado de la parca y una y otra vez se regresaba al mundo de los vivos, atrapado en un bucle infinito.

El argumento más convincente de Elden Ring reside en la recompensa continua detrás de la exploración del escenario; cómo a cada recodo te ofrece descubrimientos inesperados que entremezclan sentido de la maravilla, pavor a darte de bruces con un adversario invencible, curiosidad ante un nuevo enigma, la fascinación por descubrir de dónde proviene el esqueleto de una criatura gigantesca integrada en aquel acantilado… Junto a todo esto llega una manera de contar la historia diametralmente opuesta a la experiencia de la mayoría de los juegos de mundo abierto. Elden Ring carece de un narrador convencional en primera o tercera persona cuyo relato se convierta en el raíl que te lleve de un sitio a otro. Hay un mundo que contar, una razón para estar y ser en él, pero la manera de llegar a sus sentidos se encuentra fragmentada a través de los personajes con los que interactúas, cada uno con intereses propios y ajenos a los tuyos; los lugares que visitas, con su geografía, su estado, sus entresijos; las misiones principales y secundarias que afrontas; los pergaminos que encuentra y los objetos que recolectas… Para un jugador tipo, se hace casi imposible integrar estas evidencias y llegar a una visión de conjunto a no ser que prestes tu absoluta atención a cada migaja de información. En mi caso en parte por incapacidad, otro tanto por mi cansancio llegado cierto momento que me hizo empezar a apretar el pie en el acelerador para desencadenar el acto final, me quedé con partes de un conjunto que sin duda estaba allí.

Me surge la duda de que bien contado, pero ese es otro asunto.

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Hijos de Marte, de Carlos Heras y Ricard Barba

Hijos de MarteTengo un cierto apetito por lo pulp; no hasta el punto de convertirlo en parte regular de mi dieta, sí a la hora de acercarme a algún libro que lo cultive sin rubor. Esta faceta de la ciencia ficción, la fantasía y el terror lleva unos años incapaz de sobreponerse a la desaparición de sus principales medios de propagación: el bolsilibro y el kiosko. En ese tránsito fue decisivo un cambio generacional, con unos nuevos lectores más interesados en otras formas de literatura de aventuras o hambrientos por acercarse a este tipo de historias en otro tipo de ocio. Aun así, descartando las franquicias y los pijamas editoriales, el pulp todavía se puede encontrar en la pequeña edición o en el mecenazgo, y cuenta con una presencia muy testimonial en unas librerías necesitadas de recuperar la inversión con volúmenes de costes más altos; algo que con el formato bolsillo, a 7 u 8 euros el ejemplar, se antoja imposible. Sin embargo, inasequibles al desaliento, los escritores cultivan el formato y hay editoriales dispuestas a darles cancha. Tal es el caso del colectivo La Máquina y su colección Máquina negra; libros de bolsillo escritos con la idea de mantener esta manera de enfocar historias centradas en la intriga, la peripecia, la carnaza, eludiendo los desarrollos elaborados, propios de una ficción más extensa y alambicada.

En Hijos de Marte, Carlos Heras y Ricard Barba entrelazan al menos dos tramas. En la superficie, el argumento se sostiene sobre una intriga: descubrir qué ha ocurrido en Marte con una estación extractora de tierras raras. Estos minerales imprescindibles para la industria de alta tecnología siguen llegando a la Tierra con regularidad, pero se ha perdido toda comunicación con el personal encargado de su gestión en el planeta rojo. Se envía un pequeño grupo con la misión de retomar el contacto y descubrir por qué cesó el intercambio de mensajes. Este misterio se desentraña desde dos narraciones intercaladas: la primera sigue a Toni Hernán, el profesor universitario al mando del rescate; la segunda a Liam Keller, uno de los científicos de la mina, testigo de lo sucedido.

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Walkaway (La vida por defecto), de Cory Doctorow

WalkawayDesde hace unos años, y ya van unos cuantos, parece que el mundo se va al garete (por decirlo de una manera suave). La cada vez mayor desigualdad social, la concentración de la riqueza en unos pocos, la sobreexplotación de recursos, todo ello parece abocarnos a un final y al comienzo de algo distinto. En Walkaway Cory Doctorow especula sobre esta posibilidad y nos sitúa en un futuro próximo en el que el mundo se ha partido en dos. Por un lado está Pordefecto, que es el mundo tal y como lo conocemos pero en el que los estragos provocados por el capitalismo se han agudizado, y por otro un mundo incipiente, el de los andantes, formado por todos los descontentos, que se han ido trasladando a terrenos baldíos o abandonados con la intención de crear una sociedad en la que no exista la propiedad privada. Su idea es que la colaboración altruista haga innecesario el dinero.

Tres jóvenes desencantados, Natalie, Etcétera y Seth, se conocen en una fiesta ilegal organizada por la primera. En medio del jolgorio se produce una brutal redada por lo que tienen que huir. Acaban refugiándose en la casa del adinerado padre de Natalie, que pertenece a lo que ellos denominan de manera despectiva zotas (de zotarricos). Esa noche no paran de hablar y de despotricar contra los que acumulan el poder en el mundo, una minoría que según ellos se cree mejor al resto de los mortales y que está convencida de haber llegado a donde está por mérito propio. Los tres jóvenes no tienen duda de que el origen de todos los males está en la meritocracia. Natalie les propone irse con los andantes, y aunque al principio se lo toman a broma acabarán por acompañarla a ese mundo incógnito y fascinante.

Los dos mundos antagónicos que presenta Doctorow me han hecho recordar Los desposeídos de Ursula K. Le Guin. Pordefecto podría ser algo así como una puesta al día de Urras, y el mundo de los andantes el equivalente utópico de la sociedad anarquista de Anarres. Cuando comienza la novela se trata de una sociedad, a diferencia de la de Anarres, que está aún por construir y que lucha por su independencia. Esto hace que gran parte del relato se invierta en contar las frecuentes y por otro lado no demasiado apasionantes escaramuzas que suceden. La gran diferencia entre lo que propone uno y otro es que Le Guin no oculta las sombras de su mundo, y por ello resulta mucho más verosímil que la Arcadia perfecta con la que fantasea Doctorow. La vida de los andantes, si no fuera por los ataques de los zotas, sería idílica en contraste con la de los Anarresti.

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De conjuros y otras penas, de Angela Slatter

De conjuros y otras penasEn ese vaivén lento pero incesante del mercado de la ciencia ficción, el terror y la fantasía, el fiel lleva años apuntado hacia esta última. Tras unos años en los cuales era fácil conseguir las novedades de ciencia ficción creadas por los escritores más afamados del Reino Unido y Estados Unidos, ahora mismo existen multitud de títulos y autores que acumulan polvo sobre sus textos y figuras. Mientras, en el campo de la fantasía van traduciéndose obras y escritores a buen ritmo, en algunos casos con varias editoriales contribuyendo a su conocimiento. Tal es el caso de Angela Slatter. Este mes Minotauro publicará El rumor de los huesos y, obra breve a un lado, ya cuenta con otras dos traducciones: Masa madre, en Dilatando Mentes, y este De conjuros y otras penas, en Duermevela. Ambos libros comparten el mismo lugar narrativo; un mundo de fantasía mimético de la Europa de la modernidad sostenido sobre los cimientos de los cuentos clásicos, debidamente transformados.

Porque no hay un nada nuevo en la materia prima de esta novela corta de unas 40000 palabras. Las mujeres que disponen de poderes son perseguidas y muertas con saña en cuanto son descubiertas. En algunos casos, su sabiduría es tolerada cuando ayudan a sus vecinos, siempre que no haya evidencia de cualidades sobrenaturales. Dicha servidumbre convierte a la protagonista, Paciencia Giddeon, en una persona respetada en el Prado de Edda. Una situación destinada a cambiar al presentarse en el umbral de su casa una mujer mutilada. Esta situación se realimenta con las dinámicas del pueblo, internas y externas. Además de con esta mujer y el motivo por el cual terminó de esta manera, las primeras quedan representadas por su hija adolescente, con una manera de estar en el mundo mucho menos prudente. Las segundas se sustancian tras la llegada al pueblo de un antiguo conocido que introduce el riesgo de ser expuesta ante sus paisanos.

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Mis últimas palabras, de Santiago H. Amigorena

Mis últimas palabrasPeople did not like it here.
Kurt Vonnegut

Se puede leer como una despedida a la humanidad. Como si el autor, Santiago H. Amigorena, le diera un sonoro portazo. Adaptada al cine en 2020, Mis últimas palabras se ha traducido ahora, a finales de 2022, y es una historia postapocalíptica que se lee, como digo, no como advertencia ni fantasía de supervivencia sino como reconvención, como un enorme y desesperado ‘te lo dije’ a la humanidad entera.

La base de la historia es sencilla: sobre la Tierra en agonía sólo queda el narrador. Estamos en el año 2086 y después de morir William Shakespeare (no el sonetista sino alguien –¡pero qué cosas!– que adopta su nombre), el único superviviente cuenta lo que ha sido su vida, el vaivén de violencia y escasez que han sido sus días en la Tierra, y lo que le han explicado que era la vida antes de las grandes sequías, las guerras y las plagas que acabaron con todo. El narrador nunca conoció nada que no fuese el vacío y la desolación.

Lo novela se construye en pequeños racimos de frases. En grupos de dos o tres. En extensiones, como máximo, de página o página y media, como si eso mismo reflejase el deterioro de la vida que se describe, las migajas o despojos de lo que podría haber sido un mundo.

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