El emisario, de Yoko Tawada

El emisarioEntre las innumerables contradicciones dentro del consumo cultural, una de las más llamativas está asociada a las diferentes manifestaciones de la ciencia ficción japonesa. Es innegable la influencia del manga y el animé en occidente desde mediados de los años 80. Hay una multitud de tebeos, películas, novelas que no se pueden concebir sin esa base, en multitud de casos vinculada a una interpretación en clave occidental de una serie de personajes, escenarios, tratamientos impresos a fuego en el ADN de la narración. Sin embargo, cuando nos movemos al campo de la literatura de ciencia ficción creada en Japón el desinterés es manifiesto. Más allá de un escritor mitificado como Murakami o ejemplos contados en colecciones creadas específicamente para el circuito otaku, cuesta encontrar títulos que hayan llegado a sellos de cualquier tipo y, además, hayan contado con una cierta visibilidad.

El emisario pasa por ser la segunda novela de Yoko Tawada publicada por Anagrama, y su temática entra de lleno en la literatura prospectiva que Fernando Ángel Moreno y Julián Díez definieron hace quince años. En un argumento próximo al apocalipsis suave, trata la inmensa mayoría de temas que atenazan a la sociedad japonesa y siembran dudas sobre su futuro. La natalidad hundida, las tensiones generacionales, el nacionalismo, el arraigo de las costumbres y el auge de la anticiencia copan la descripción de un país que, más allá de las marcas culturales, puede funcionar como cámara de resonancia para las preocupaciones de nuestra sociedad europea. Sus protagonistas, Mumei y Yoshiro, bisnieto y bisabuelo respectivamente, forman una unidad familiar de lo más habitual en este Japón a unos años vista. Las nuevas generaciones están aquejadas de cuestiones de salud que hacen imprescindible el cuidado por parte de unos mayores que, además, deben paliar las dificultades de progenitores para encargarse de esta tarea.

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Prospectiva, de Julián Díez

ProspectivaEn la introducción a Prospectiva, Luis G. Prado recuerda las virtudes que han convertido a Julián Díez en figura clave de la ciencia ficción española. Lo define como una de las fuerzas vivas del fandom y un promotor descomunal para, a continuación, enumerar algunas de sus aportaciones al panorama aficionado y editorial. Esta colección de ensayos y artículos glosa las que se refieren a su papel como escritor de no-ficción a través de una serie de textos que resumen su rol como impulsor y modelador de la divulgación y del análisis de la ciencia ficción en España. La propuesta parte con un handicap: por diversos motivos, la mayoría de sus mejores trabajos no están presentes en el libro. Muchos todavía están disponibles en otras ediciones (sus estudios para las ediciones de Cátedra), son demasiado extensos para un libro de este tipo (su monografía sobre la ciencia ficción española del año 2002 en su antología para Minotauro), se pueden encontrar fácilmente en internet o pertenecen a un género, la entrevista, que nunca se tiene en cuenta (y al cual Julián Díez ha hecho grandes aportaciones). La selección se sobrepone a estas limitaciones; Prospectiva es un compendio sólido de una labor de tres décadas en primera línea de la ciencia ficción en España.

El primer bloque, “Ensayos teóricos”, se centra en sus esfuerzos por caracterizar la ciencia ficción de su tiempo. Su preocupación por su faceta política queda expuesta en “La irresponsabilidad ética de la ciencia ficción”, una embestida contra la pérdida de compromiso ético y político de la ciencia ficción norteamericana contemporánea (década de los 90, caracterizada a través del ciclo de Vorkosigan de Lois McMaster Bujold o la obra de Orson Scott Card). Presentar este texto como el primero permite caracterizar también la escritura de Julián Díez. Frente a la redacción exhaustiva, el tono docto, el acabado de investigador universitario predominante en el ensayo actual, asienta la alternativa de la redacción periodística, sin rodeos e incisiva al plantear sus ideas. Con filo, argumentos, capacidad de síntesis, propuestas, frescura y algo de mala leche.

Además de una propuesta de definición del género, el bloque se cierra con dos de los textos más revolucionarios escritos en nuestra lengua: “Propuesta para una nueva caracterización de la ciencia ficción” y “Secesión”. Ambos recogen las cuestiones tratadas en “La irresponsabilidad ética de la ciencia ficción” y la enriquecen con el debate sobre lo apropiado o no de ciencia ficción para clasificar todo lo que los aficionados a la ciencia ficción entienden como ciencia ficción. Esta diatriba estuvo particularmente activa a mediados de la década de los dos miles y tiene que ver no sólo con el rechazo de muchos escritores y editoriales a utilizar el término para etiquetar sus libros, sino también al distanciamiento de los lectores de una serie de escritores y obras claves en su historia, particularmente los cultivadores de la new wave. Esto llevó a Julián Díez a proponer la alternativa de literatura fantástica prospectiva para narraciones de unas características determinadas.

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Fracasando por placer (XXXVI): He venido a hablar de mi libro

Aunque he debido publicar varios centenares de textos sobre literatura de ciencia ficción (si sumamos reseñas y articulitos periodísticos a los reportajes y ensayos más o menos formales), hasta ahora no se había recogido en un libro una parte de ellos. Así que es un placer para mí anunciar la publicación de un volumen recopilatorio, nada casualmente titulado Prospectiva, a lo largo de este mes.

El libro lo publica Cyberdark y será posible conseguirlo gratis durante un tiempo. La librería lo regalará con los pedidos que se hagan en las fechas aledañas al Día del Libro. Los ejemplares restantes (que tampoco serán muchos cientos, dado que ni el contenido ni el autor justifican el optimismo de una tirada amplia) se pondrán posteriormente a la venta en la web e imagino que en algunas librerías especializadas.

Cuando Luis Prado me ofreció amablemente el encargo, no estuve seguro de si tendría material suficiente que cumpliera ciertas pautas: acordamos que habría que recuperar material cuya temática tuviera vigencia, que en su mayoría no estuviera accesible de forma gratuita en webs activas, y que valiera la pena por sí mismo. Pero cuando terminé una primera selección, en la que ya descarté algunos textos válidos porque podían resultar repetitivos o demasiado especializados, pasaba ampliamente de las 200 páginas previstas. Y eso que opté muy pronto por no incluir ninguna crítica o reseña, y desde el primer momento se excluyeron también los contenidos que llevo ya tres años publicando mensualmente en esta sección improvisada. En resumen, he escrito mucho sobre el género a lo largo de treinta años. En una ocasión, alguien me preguntó cuánta ciencia ficción había leído en mi vida, y respondí, sin pensar: «Demasiada». Quizá también he escrito demasiado sobre ella. Pero no debo creerlo del todo porque la sigo leyendo y escribiendo al respecto, aunque lejísimos por supuesto del entusiasmo de los noventa (la década de mis veinte años).

Lo que sí percibo como absolutamente cierto es que la cf se ha imbricado demasiado en mi vida. Casi cualquier recuerdo entre los catorce y los treinta y tantos años va acompañado de la imagen del libro de género que llevaba en las manos o la mochila en ese momento. Tantas lecturas, tantos artículos, tanta atención social por mi parte seguramente me quitaron tiempo (y dinero) en un momento formativo importante. Nunca sabré hasta qué punto influyó en mi carrera profesional, por ejemplo, invertir todas esas horas en responder cartas y mensajes, preparar publicaciones, leer y escribir más de lo que hubiera sido suficiente; sobre todo en el periodo aproximadamente entre 1990 y 2003, en el que quizá consagraba a la cf tantas horas diarias como un deportista olímpico a preparar su disciplina.

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Moriremos por fuego amigo, de Juan Manuel Santiago

Moriremos por fuego amigoCuando escribí sobre la escasa atención suscitada por Supernovas, hubo una respuesta que me hizo bajarme un poco del burro: el fandom jamás ha prestado atención a este tipo de libros. Y en cierta forma, salvo las famosas listas canon, el resto de textos que estudian y profundizan cualquier aspecto de la ciencia ficción, la fantasía o el terror vuelan bajo el radar, apenas comentados en dos o tres webs del núcleo duro. Otro tanto se puede decir de los artículos. Hago notar una vez más la cierta vergüencilla de haber ganado un Ignotus con “Gigamesh, ¿qué fue de…?“. Una entrada vulgar de esas que hace diez años abundaban en los blogs, donde recordaba algunos de los asuntos editoriales más recriminables de la casa del vicio y la subcultura. El artículo recibió un efecto Streisand de libro cuando Alejo Cuervo se materializó en los comentarios sacudiendo el mazo a diestro y siniestro. Ganó una relevancia que de otra manera no habría tenido y coleó hasta el año siguiente en una votación en la que al menos perdió un texto de mucha más valía: el obituario que Juanma Santiago le dedicó a Juan Carlos Planells. Se pueden poner más casos donde labores de estudio que recuerdan con elocuencia alguna obra o autores concretos pierden frente a una reseña de una cuartilla escrita en 15 minutos o un articulillo que es una bibliografía enlazada con conectores.

Mi hastío viene porque en las últimas tres décadas ha habido grandes artículos y ensayos. Unos recibieron premios, otros no, mientras la mayoría corrieron el destino de las revistas, fanzines y webs donde aparecieron: el olvido. Apenas unos pocos han podido ser recuperados de alguna manera, bien a través de algún portal que, a los dos años, solamente encuentras si utilizas con arte un buscador; bien a través de una edición electrónica que suele correr la misma suerte que los ensayos; bien porque algún editor aventado decide correr el riesgo de reunirlos en un libro como este, un acto de justicia hacia uno de los mejores ensayistas españoles dedicado sobre todo a la ciencia ficción.

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20

Hitos

Hubo un tiempo en el que conmemoraba las efemérides de empezar y terminar cosas en Internet sin fallar ni una. El aniversario de, dos años tras, un lustro desde… Con el transcurrir de la vida y los proyectos el tema pasó a darme un poco lo mismo. Se pilla gusto a lo que se hace rápido y fácil, otra reseña; se deja a un lado lo que cuesta, cualquier otro contenido. Más cuando agotas tu receta de la celebración. Ese cúmulo de agradecimiento, nostalgia, lamento y promesa termina pareciendo una excusa para festejar tu supervivencia entre las lápidas de los que han caído, contada con esa medio sonrisa estúpida del que piensa que todavía puede marcar la diferencia en el territorio #FIAWOL (risas enlatadas).

El hecho es que este 2020 tanto podía festejar mi décimo año en twitter; la docena desde que un grupo de aguerridos fandomitas se reuniera en Urueña para urdir Prospectiva; mi decimocuarto ejercicio al frente de C, un proyecto cuya patada definitiva llegó durante la primera y última Septentrión; los quince años desde el cierre de Cyberdark o los veinte de su fundación; etcétera. Sin embargo, en esta secuencia hay una fecha todavía más personal cuyo aniversario se cumple hoy, 16 de abril: mis dos décadas escribiendo sobre narrativa en internet. Un hobby que me llegó un poco más mayor que al grueso de fancinerosos que se estrenaron en las décadas anteriores y que, más o menos, me ha permitido abrirme un pequeño hueco en la esfera fandom de España. Gracias, sobre todo, a esa constancia que se ha convertido en mi seña de identidad. No al nivel de afirmar que sobreviviré a Francisco José Súñer Iglesias y su eterno impulso a la web decana en la ciencia ficción de nuestro país, pero sí para haberme formado una perspectiva lo suficientemente extendida y, al menos, valorar por qué me sigue mereciendo la pena mantener esta actividad.

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