La Fundación Telefónica en Madrid viene prestando una cierta atención a la ciencia ficción, en especial en las proximidades del festival Celsius cuando aprovecha a los autores que pasan por Avilés para organizar encuentros abiertos al público y retransmitidos por internet. Nancy Kress, Pat Cadigan, Kameron Hurley, junto a Gabriela Campbell o Laura Fernández, son algunos de los nombres que han pasado por ese espacio. Desde la lejanía, cuesta decir que esta relevancia de la ciencia ficción se haya convertido en algo cotidiano; más parecen actividades que ponen la atención sobre un nombre y una serie de temas en un contexto cultural plagado de eventos para todos los paladares. Sin embargo, hace unas semanas el centro de ese espacio lo ocupó Supernovas, la historia de la ciencia ficción feminista audiovisual escrita por Elisa McCausland y Diego Salgado. Lejos de la abulia organizativa de los meses verano, abrieron sus puertas a uno de los libros del momento y, para este servidor, el ensayo sobre ciencia ficción más importante escrito en España desde la Teoría de la literatura de ciencia ficción de Fernando Ángel Moreno. Una relevancia de la cual ya habla este protagonismo y que entronca con los nombres apuntados en el primer párrafo en una línea que el propio Diego Salgado utilizó para explicar el por qué de Supernovas. El estudio obedece a un momento en el cual la perspectiva feminista ocupa el centro del debate social. Una observación que no merece la pena atestiguar porque es evidente para cualquiera que se haya movido dentro del terreno de la propia ciencia ficción los últimos años.
Supernovas está gozando de una atención extendida en el tiempo, hasta el punto que cuatro meses y medio después de su publicación continúa apareciendo en multitud de lugares y medios. Fruto de esa pertinencia temporal y, es de suponer, de la experiencia de una editorial bregada en aprovechar la ola de cualquier evento. Pero no quiero dejar de lado el excelente trabajo realizado por sus autores del cual ya he escrito extensamente. En este contexto, me resultan incomprensibles las exiguas referencias a Supernovas desde el entorno del fandom de ciencia ficción. Como siempre en este rincón es difícil pasar de las sensaciones a los hechos; cualquier afirmación como esta suena más a frase de barraCon que a un hecho constatable. No obstante, invito a comprobar las escasas reseñas escritas en los blogs, webs, portales más escorados hacia la ciencia ficción o visitar su descorazonadora ficha en Goodreads para darse de bruces con la fría recepción entre los lectores más movilizados… más allá de ese gesto tan bonito de alardear que te lo piensas leer algún día. Un bajón agravado cuando lo pones al lado de la ficha de la Nueva Guía de Lectura de Miquel Barceló. Duele observar el número de lecturas y opiniones que tenía en los meses posteriores a su publicación.
Supernovas no lleva criando hype durante 15 años como el bodriete impreso por Nova ciencia ficción. Errata Naturae no nos riega a las webs y los influencers del fandom con servicios de prensa. Es un libro más próximo al ensayo (tirada crítica de carisma), no una lista con ideas apuntadas a lo glosario de web. Sin embargo, y esto es importante, también es un texto eminentemente divulgativo que evita terrenos áridos para el lector de base. Al menos uno de sus autores, Elisa McCausland, ha participado en varias actividades organizadas desde el fandom. Además ha ganado un merecido premio Ignotus con su libro sobre Wonder Woman. Y, es necesario enfatizar, el libro ha llegado en el momento álgido de una voluntad por aumentar la visibilidad de las autoras, con ostensibles muestras de compromiso que han removido una serie de automatismos en un entorno caracterizado por sus múltiples inercias, con una tendencia a retorcerse frente a cualquier movimiento que intente sacarle de ellos.
Es posible que sea todavía pronto para hablar. En dos meses este olvido cambiará y, en sentido negativo o positivo, Supernovas abrirá dentro del fandom una serie de conversaciones sobre cómo lo audiovisual se ha acercado a las mujeres y al feminismo desde la ciencia ficción. De ser así, el texto ocuparía una más que necesaria parcela en el centro del debate sobre la ciencia ficción en España, abriendo perspectivas y lecturas, expandiendo horizontes tanto para los que ya han entrado en el cambio de paradigma como para quienes se resisten a ello. Mientras esta reacción se produce, su recepción en este círculo queda entre lo desconcertante y lo lastimoso. Con un fandom renovado, con la base más amplia y diversa de la última década, el silencio enfatiza cómo ciertos ensimismamientos continúan indisolublemente vinculados a sus contradicciones.
La ausencia de menciones me lleva a preguntarme si resulta incómodo contrastar nuestras ideas con un texto que divulga desde la argumentación y la cita, no desde la opinión personal. O, yendo más lejos, hasta qué punto algunas posturas públicas o el uso de unos hashtags un mes al año no encierran también un mero apunte cosmético para congraciarse con el segmento de la audiencia más movilizado. Porque el feminismo es popular, lo que hay que mover para ascender y mantenerse en una estatusfera en la que cambian ciertos, muchos nombres pero no determinados intereses en esta batalla continua por la audiencia y la promoción de la marca personal. El eje alrededor del cual gravita nuestra cara en unas redes sociales donde ciertos silencios pueden ser tan elocuentes como los excesos en el discurso.