El otro lado, de Mariana Enriquez. Edición de Leila Guerriero

El otro ladoMe ha encantado este libro. El otro lado es un compendio de más de ochocientas páginas de variada crítica cultural que se lee con avidez, con irrefrenables ganas de más, hasta el punto de descubrir que, curioseado, persigues el trazo de sus referencias más allá de la página impresa (cosa que no siempre pasa con los misceláneos trabajos de estos volúmenes). Hay, en este recopilatorio del periodismo de Mariana Enriquez, una unidad en los intereses y en los gustos que proyecta una imagen más cercana de la autora, imagen muy consecuente, por otra parte, con su obra, con su narrativa, y que la hace, como digo, de repente más cercana y accesible. En un texto sobre los ensayos de Ursula K. Le Guin dije que leer no ficción te acerca a la autora, y lo repito una vez más porque una vez más he vuelto a pensar lo mismo: entre tú y la autora ya no se interpone la ficción –con sus piruetas– dificultando la posibilidad de conocer un poco más a quien escribe, y puedes, así, acceder a sus gustos, con sus opiniones por fin reveladas en las páginas. Es así que en El otro lado, la personalidad de Mariana Enriquez, su pensamiento, sus filias, su argumentario y sus opiniones nos llegan claras y sin obstáculos. Y la imagen que desprende es, como digo, consecuente con lo que hemos leído en su narrativa.

La gracia y la clave de estas páginas no están en lo analíticas que son. Supongo que para decir esto, así, tal como lo he hecho, habría que distinguir primero entre periodismo cultural (a lo que pertenecen estas páginas), y crítica cultural. El periodismo cultural, si lo queremos definir un poco a vuelapluma, es más divulgativo, informativo, didáctico, contextualizador e historicista; la crítica cultural, en cambio, que puede ser más pesadita de leer, quiere ser más analítica, más incisiva en los matices, más argumentativa y expositiva. Y, cuando escribes para determinados medios –medios con un cierto público– la intención del periodista cultural probablemente sea la más acertada. Más que la del crítico o la crítica. En cualquier caso, Enriquez transmite entusiasmo y conocimiento por temas que, como digo, ya sabemos que le gustan, en un volumen que no es un constante name dropping porque sí: es el contextualizado estudio de unas épocas, de unos afluentes culturales que domina, y el logrado intento de hacer que entendamos de donde viene una obra, cómo se relaciona con su entorno, y llevarnos hasta donde desemboca.

Pero otra cosa es la personalidad de ella, que va apareciendo, de improviso, aquí y allá, a lo largo de estas páginas, como cuando habla de la “musiquita alemana” que no ha producido casi nada bueno desde Beethoven, o habla de ella, de sí misma, como entusiasta de algunos grupos, y eso es como tenerla al lado explicándote sus gustos. Y si ‘personality goes a long way’, como dicen en Pulp Fiction, también lo hace (creo yo) cuando asoma las patitas en el oficio de periodista. Al ser tan variados, al tener tantos frentes abiertos, la curiosidad puede fluctuar ante este tipo de libros, pero precisamente por eso uno de los aglutinantes principales de esa naturaleza fragmentaria es la personalidad y la poética de la lectura de la autora. Así, cuando escribe sobre alguien que no conoces o no te gusta o no te interesa, siempre encuentras algo que, pese a ello, te atrae; alguna idea, el enfoque, quizá, o el tono en el que está escrito. O la información que maneja.

Mariana EnríquezLeila Guerriero ha editado estas crónicas y estos artículos agrupándolos no cronológicamente sino por tema: vemos textos, alejados varios años entre sí, que están colocados uno al lado del otro porque los dos hablan sobre Sylvia Plath, por poner un ejemplo. Y así tenemos una secuencia de artículos sobre una misma obra o sobre una misma década cultural que acaban conformando un fresco inmenso, un espacio del que no te quieres ir. Su serie de textos sobre los Rolling Stones y sobre Marianne Faithfull y la relación entre Marianne Faithfull y los Stones y Brian Jones son una delicia. Yo no sabía, por ejemplo, que sobre la muerte de Brian Jones hubiera dudas. Pensaba que había sido accidental y punto. Y el texto sobre Mary Shelley o los que dedica a Poe o a Anne Rice son también maravillas que contextualizan a autoras y autor, que les adhieren una imagen social, cultural e histórica, que ya asociamos a Enriquez, que por fin vemos descrita y divulgada por Enriquez.

El libro es una imagen, una fuente de curiosidad: celebración de sus referencias. Un libro alegre, en este sentido. Pero también incluye artículos críticos con la profesión. La tiranía del juicio ajeno, que te impone una condición de afortunada por trabajar de lo que quieres, es algo de lo que no puedes escapar. Sobre esto escribe Enriquez con particular lucidez, yo diría (en unos textos en los que también habla de su por otra parte sorprendente pero idiosincrásico odio a los Beatles y a Eric Clapton). El tener que leer por obligación, entrevistar por obligación, escribir por obligación, va pesando en tu ánimo por mucho que lo hagas en el marco de tu vocación profesional (no muy bien remunerada, claro está, y dicho sea de paso), y quejarse en ese caso parece ser que se convierte en una frivolidad. Pero no: es quejarse de un panorama asfixiante, real, del que no se habla por miedo a la muy probable represalia de que no te pidan más textos y por tanto no cobres y por tanto no te puedas pagar el alquiler ni los gastos de tu vida entera. Tiene toda la razón y que se incluyan estos textos en este recopilatorio es un gesto sano de crítica y autocrítica que no se ve muy a menudo.

Sé que hay gente que prefiere que el o la periodista se distancien de sus temas, del objeto de sus reflexiones, y lo entiendo; pero a mí me gusta notar en los párrafos la presencia de quien escribe, me gusta que su personalidad aflore, que de repente opine o se queje o sea arbitrario y gratuito, que no se moleste, por un momento, en argumentar o aportar contexto o datos que den fe de nada como cuando dice que no soporta a Clapton o a Jim Morrison porque no siempre hace falta ser tan preciso ni argumentativo y porque de vez en cuando ya está bien dejarse ir un poco así de esta manera. Sus artículos más introspectivos, englobados bajo el título de ‘Mundo privado’, que se repite en el libro y hace como de separador entre temas culturales, nos acercan más a su persona, son más íntimos y autobiográficos, y se entretejen bien entre los racimos de artículos, más largos, sobre música o cine o literatura. Y así parece que tengas delante una persona, como vengo diciendo, no sólo una fuente de información e ideas, en este recopilatorio que es, todo él, un gran ejemplo del mejor periodismo cultural del momento y una ejemplar radiografía de la profesión.

El otro lado (Anagrama, Colección Crónicas nº126, 2022)
Rústica. 824 pp. 24.90 €
Ficha en La web de la editorial

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