Leer los ensayos de un novelista es verle algo más de cerca, como cruzar la puerta para entrar en su casa, como (atreverte a) hablar con él o con ella después de una conferencia. No tiene por qué quedar expuesta la urdimbre de la escritura misma en esos ensayos, pero las opiniones, las filias y detracciones, el ángulo desde el que se escribe y cómo entiende el mundo, sí queda, en general, expuesto, y así entendemos mejor la mente que ha imaginado otros mundos, esos ficticios mundos reales. La inteligencia de Ursula K. Le Guin (aunque no siempre la humildad), está a nuestro alcance gracias a Círculo de Tiza, que ya editó, en 2018, Contar es escuchar, y, ahora, más cerca aún, gracias a Gigamesh, que recupera El idioma de la noche en una edición impecable, bonita y cuidada (como para regalar o lucir en un espacio destacado de tus estanterías), de esta colección de ensayos de 1979.
Contar es escuchar no me gustó para nada. Tengo que admitirlo. Aparte de decir cosas sensatas y muy bien vistas, que las dice, claro, me pareció que incurría a menudo, muy a menudo, en una actitud condescendiente y ofensiva hacia los escritores jóvenes (página 340, página 364), hacia la crítica literaria (página 232), e incurría, también, en una molesta tendencia a dar por sentadas ciertas cosas sin necesidad de matizar nada, como cuando dice “Los lectores devoran libros. Las películas devoran a los espectadores”, en la página 359, por poner sólo un ejemplo. E incurría también en la obviedad facilona, como cuando se pregunta, retóricamente, “¿Cómo podría escribir si no leyera?”, en la página 370, y todo esto hizo que avanzar por sus páginas fuera desesperante. Pero Le Guin es perfectamente libre de decir lo que quiera, y eso es, realmente, lo único que importa. Tampoco quiero obviar el hecho que más me gustó: la defensa desacomplejada y por otra parte bien argumentada de Tolkien. ¡Defiende tus gustos, claro que sí!
El idioma de la noche es una colección de ensayos y prólogos más amable (en el sentido de que no trasluce actitudes arrogantes ni perdonavidas, o al menos no tanto). Traducido por Ana Quijada e Irene Vidal (a un castellano que fluye y suena natural, como la prosa de la autora), el libro contiene ensayos atrevidos, que intentan explicar fenómenos difíciles de explicar como por qué la fantasía no gusta, o no acaba de gustar, a los norteamericanos (en “¿Por qué los norteamericanos tienen miedo a los dragones?”), o el secreto mecanismo de relojería de la ciencia ficción en “Mito y arquetipo en la ciencia ficción”, donde tiene una de esas frases bomba con las que te quedas: “El escritor que no bebe de las obras y los pensamientos de otros, sino de sus propios pensamientos y de su ser profundo, hallará material común”. Aunque como frase bomba estrella, ésta, del prólogo a su propia La mano izquierda de la oscuridad: “La ciencia ficción es metáfora”.
En “La CF norteamericana y el otro” vemos un arrojo necesario a la hora de centrarse en la crítica social en el género. Un enfoque sano, el de Le Guin, porque critica con conocimiento de causa el desplazamiento forzoso de las mujeres en el género (las escritoras y los personajes femeninos en la Edad de Oro, relegadas a elementos decorativos, pero también el número de escritoras representadas en los censos, décadas después). Mucho nos queda por aprender, a este respecto. Y hay en el libro un ensayo creativo, “La ciencia ficción y la señora Brown”, para mí el mejor, donde toma como metáfora una anécdota del diario de Virginia Woolf sobre la importancia de los personajes bien creados. Sonará raro por evidente, pero qué planos son los personajes, qué poco se distinguen unos de otros, en la literatura en general. Harold Bloom puso el acento (casi principal) en la creación de personajes a la hora de valorar una obra, y en la ciencia ficción faltan personajes memorables, como dice Le Guin en 1979 y como podemos convenir en 2021. Como excepción, menciono (de nuevo) la novela Planeta Dónald, de Adolfina García, en la que vemos a los personajes en un comportamiento errático, agresivo y dulce, lleno de aristas y complejidad emocional. Les vemos y al verles reconocemos nuestras propias actitudes contradictorias. Esto no pasa cada día en la ciencia ficción (ni en otros géneros). Que se posicione Le Guin al respecto es un gesto de valentía y, pese a las molestas arrogancias en las que cae (o en las manifestaciones que me suenan arrogantes, que no es lo mismo), esa autoexigencia es un ejemplo a seguir.
Sus páginas sobre Philip K. Dick o James Tiptree quizá no son los capítulos más brillantes del libro, pero, hacia el final del volumen, se encadenan varios ensayos (antiguas conferencias reformuladas para su publicación en formato libro), que sí son, a mi juicio, su mejor aportación. La dignificación del género que vemos en “Rutas de escape”, donde defiende que se critique la ciencia ficción igual que se critica la novela realista o que se abandone el gueto literario por lo que tiene de limitante, donde vemos que hay que leer la ciencia ficción sin condescendencia. O ver el poder que tiene el género para incomodar, como en “Stalin en el alma”. Su particular relación con el género y su llamado a naturalizarlo, en “El hacha de piedra y el buey almizclero”, es un buen colofón final a esta colección de ensayos.
Le Guin aporta una mirada cercana a las literaturas de género y a toda la maquinaria que hay detrás. Trata de entender por qué gusta lo que gusta. Aunque no me encanten sus ensayos, me encanta que quiera explicar el porqué de lo descrito (que es lo difícil); no basta con decir que las mujeres están silenciadas. Hay que decirlo y reclamar su presencia y hay que despertar a la gente con cantos enérgicos, con un apasionamiento que trata de explicar el porqué de esos hechos, y hay que dar ejemplo, para fundar los primeros pasos de apertura, como hizo Ursula Le Guin en El idioma de la noche.
El idioma de la noche, de Ursula K. Le Guin (Gigamesh, 2020)
The Language of the Night (1979)
Traducción: Ana Quijada e Irene Vidal
Tapa dura. 288pp. 24 €
Ficha en la tienda Cyberdark.net
Muy interesante para aprender lo bonito que es el misterio y la ciencia ficción
Muchas gracias, Mario.
Gracias a ti por leerlo.