En el texto de recuerdo de Ursula K. Le Guin al poco de su muerte dediqué unas palabras a lamentar la escasa atención prestada en España a su obra de no ficción. Hasta la reciente publicación de Contar es escuchar, apenas se habían traducido un puñado de ensayos. A día de hoy, más allá de su relación epistolar con James Tipree, Jr., se pueden considerar inencontrables. Hace unos meses tuve la fortuna de hacerme por menos de 7 euros con un ejemplar de su primera recopilación de ensayos, The Language of the Night, proveniente de una biblioteca escolar y en perfectas condiciones. En su interior se encuentran algunos de sus textos de no ficción más afamados (“Why are americans afraid of dragons?”, “The Child and the Shadow”, “A citizen of Mondath”), aderezados con otros menos conocidos, un material indispensable para conocer la trastienda de una escritora que, apenas unos años antes de su publicación (1979), había revolucionado la fantasía y la ciencia ficción con las que continúan siendo sus obras más conocidas.
The Language of the Night se divide en seis apartados: una introducción, una sección con estudios sobre fantasía y ciencia ficción, otra centrada en su visión de varias de su obras y tres autores (Tiptree, Jr., Tolkien y Dick) por los que sentía pasión, una cuarta dedicada al oficio de escribir, dos textos sobre su relación con el fandom de la época y una completa bibliografía; un apéndice imprescindible en los tiempos anteriores a internet. En prácticamente todos ellos, Le Guin afronta cada artículo desde un punto muy personal. Como afirma Susan Wood en la introducción, la autora de Un mago de Terramar y Los desposeídos creía firmemente que en el acto de contar historias iba implícita una traducción; la literatura era el instrumento que la ponía en contacto con facetas desconocidas de sí misma. Su mente, las partes inconscientes de su personalidad, quedaban expuestas a través del relato. De ahí que este compendio quede en el terreno comprendido entre la autoexploración y la autoafirmación.
Así, la mayoría de artículos inciden en la importancia de la visión del autor y cómo el acto de narrar lo debe dejar al aire; bien al exponer su praxis profesional, bien al analizarla mediante herramientas como el psicoanálisis Jungiano, con el que se topó años después de haber comenzado a escribir. “Dreams Must Explain Thenselves”, “The Child and The Shadow”, “Myth and Archetype in Science Fiction” son algunos de los ensayos que caminan en esta dirección y diseccionan bien los libros de Terramar (sus personajes, el por qué del escenario, el curso de sus historias) o, más ampliamente, su método de trabajo. También hay mucho de celebración de la fantasía y la ciencia ficción en la línea del conocido “Why Are Americans Afraid of Dragons?”. Tanto pueden servir de refuerzo para las opiniones personales como, una vez terminados, llevar a preguntarte hasta qué punto, en su defensa de su camino, no caen en la autocomplacencia. Quizás por eso me parecen valiosas piezas que van más allá de un salto de fe como “American SF and The Other” o, especialmente, “Science Fiction and Mrs. Brown”. En él parte de un ensayo de Virginia Woolf, “Mr. Bennet and Mrs. Brown” y su experiencia como escritora y lectora, para indagar en los elementos que, según ella, debe tener una narración para llegar al lector y establecer un diálogo transformador.
The beauty of fiction is always troubling, I suppose. It cannot offer transcendence, the peace that passes understanding, as poetry and music can: nor can it offer pure tragedy. It’s too muddled. It’s essence is muddle. Yet the novel, fiction concerned with individuals, in its stubborn assertion of human personality and human morality, does seem even now to affirm the existence of hope. Despite the best efforts of talented antinovelists, it continues to avoid the clean and gleaming sterility of despair. It is muddled, elastic, inventive, adaptable.
[…]
But till then, here is what I think: I think art remains centrally important in any age, the best or the worst, because it doesn’t lie. The hope it offers is not a false hope. And I think the novel is an important art, because it talks about what we live by, other than bread. And I think science fiction is -well, no, not important, yet still worth talking about, because it is a promise of continued life for the imagination, a good tool, an enlargement of consciousness, a possible glimpse, against a vast dark background, of the very frail, very heroic figure of Mrs. Brown.
Le Guin escribe con la pulcritud y la elocuencia de sus mejores relatos y novelas. La elección de las palabras, la cadencia de la puntuación, el ritmo al que fluyen las ideas… cada pieza parece escrita para ser leída en voz alta en una conferencia íntima donde sólo ella y el lector se encuentran en la habitación. Se muestra ingeniosa y divertida a la hora de exponer sus ideas, defiende su pasión por ciertos fetiches (los artículos sobre El Señor de los Anillos o Dick son los ejemplos más preclaros), y sustenta sus opiniones mediante citas y breves fragmentos. Habla con humildad de lo que cree que pueden ser defectos propios (tanto en las más primerizas, como El mundo de Rocannon o La ciudad de las ilusiones, como en títulos tenidos por obras maestras como La mano izquierda de la oscuridad). Es asertiva y no tiene inconveniente en utilizar a colegas (Fritz Leiber y sus relatos de Lankhmar; Katherine Kurtz y sus novelas de Deryni) para disertar sobre cómo decisiones a la hora de elegir el lenguaje pueden poner en cuestión la construcción de un mundo imaginario.
De todas las piezas la más sorprendente puede ser la última: “The Stone Ax and the Muskoxen”; su discurso como invitada de honor a la WorldCon de 1975 en Melbourne. Además de escribir sobre temas generales (el ghetto y sus sensaciones como escritora de género) o más personales caso, una vez más, del combustible que le mueve a escribir, a dar lo mejor de sí misma, a explorar los límites, su docena de páginas rezuman con su percepción del fandom anglosajón. Muestra sus vínculos indisolubles con el mundo que la había acogido una década antes y deja entrever percepciones quizás hoy chocantes, como su explicación de la escasa presencia femenina en la ciencia ficción y la fantasía de la época sin aludir, una sola vez, a argumentos relativos a la visibilidad. Un testimonio del idilio que vivía por aquel entonces, cuando apenas había recibido comentarios críticos.
Leído con cuatro décadas de diferencia respecto a su publicación, The Language of the Night mantiene su vigencia. La continua búsqueda que albergan sus páginas transmiten una visión genuina de la creación literaria de una escritora entre los 30 y los 40, ya plenamente consciente de los procesos a partir de los cuales surgían y crecían sus narraciones. Como tantas obras de no-ficción de escritores de género, es una pena que haya queda sin traducir. Afortunadamente Círculo de tiza ha apostado por publicar el mencionado Contar es escuchar, un vademécum de textos de diversa índole donde la Le Guin de la senectud escribe desde la sabiduría acumulada en su extensa vida.
The Language of the Night, de Ursula K. Le Guin. Edición de Susan Wood
G. P. Putnam’s Sons, 1979
270 pp. Tapa dura.
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