Hay muchas cosas que Silvia Moreno-García hace bien en Gótico. La más relevante la sugiere el propio título: ofrece un relato gótico en toda su amplitud. Desarrolla un argumento con una fuerte componente romántica a través de unos personajes y un lugar narrativo que remiten a un imaginario clásico, a los que Moreno-García aporta un cariz contemporáneo que tarda un poco en ganar momentum. De hecho, esta historia de una joven que acude a socorrer a su prima, Catalina, casada con un hombre de origen inglés perteneciente a una familia de rancio abolengo muy venida a menos, quizás sea el mayor disuasor para acercarse a Gótico. Lo atractivo, y lo que me ha llevado a disfrutar de su lectura, es lo que ocurre en los entresijos del arquetipo; la tarea de recreación y resignificación de los elementos que componen la narración, comenzando por el misterio en las entrañas de High Place, la inevitable mansión escenario de la novela.
Cuando la protagonista, Noemí Taboada, llega hasta la pequeña ciudad donde se encuentra el edificio, Moreno-García enfatiza su alejamiento del resto del país donde se encuentra. Por las reglas que operan en su interior, su aislamiento físico en un paisaje montañoso sin infraestructuras dignas de tal nombre, y su traumática historia para la población local. La casa fue levantada sobre una mina de plata explotada por los españoles que vivió un nuevo proceso de colonización cuando una familia británica, los Doyle, se hizo con ella a mediados del siglo XIX. Esta repetición de la jugada, con su abuso de los nativos, es la que cobra relevancia cuando se comenta la extraña plaga padecida durante el Porfiriato, que exterminó a la práctica totalidad de los trabajadores, y la ruina económica ocasionada por la Revolución, y un turbulento suceso familiar cuyos detalles tardan en conocerse. Los Doyle intentan paliar la situación a través del matrimonio del heredero, Virgil, con Catalina, aunque esta aqueja una enfermedad que lleva a Noemí hasta allí; a averiguar qué ocurre con su prima y, necesariamente, resolver el enigma de detrás de High Place.
Esta argamasa que grita La cumbre escarlata, Jane Eyre, Cumbres borrascosas, comienza a mostrar su personalidad desde la construcción de Noemí. Una joven autónoma y decidida, con un punto de terquedad y mala leche, en continuo toma y daca con los Doyle, pero también vulnerable. No sólo se enreda en la tela de araña de High Place sino que se ve arrastrada por unas emociones cuyo origen tanto puede estar en la pasión humana más elemental como en el andamiaje sobrenatural enterrado en el lugar. Esa tensión cuando lo irracional emerge, y la manera en que sus planes se tuercen en muchos de sus intentos por burlar a los Doyle, la dotan de los matices para convertirla en una heroína atractiva enfrentada a fuerzas humanas y sobrehumanas que nunca dejan de estar ligadas con ambiciones humanas. El abismo del horror en Gótico, aunque cuenta con aspectos que en algún momento pueden interpretarse como sobrenaturales, se abre desde pátina física y psicológica muy apegada a nuestra realidad y el carácter inhumano de una parte de la humanidad. En esto se hace complicado escribir sin desentrañar el entramado que subyace en el escenario. Una tarea a la que Moreno-García se dedica con la misma amplitud y esmero que a la hora de darle relieve a Noemí.
Las normas que imperan en High Place, un estricto código que rige su día a día, es la primera estructura que constriñe a Noemí, Catalina y todos las personas que sufren bajo las reglas impuestas. Un constructo con un claro carácter ajeno levantado sobre una segunda estructura de nuevo completamente supeditada a los Doyle y esta vez de origen natural: el hongo en la base del poder de High Place. En sí no reviento ninguna sorpresa; desde las primeras descripciones la naturaleza fungosa del misterio se hace evidente mediante todo tipo de retruécanos argumentales, en un trabajo notable de Moreno-García que ha recuperado y puesto al día una de las bases del terror de comienzos del siglo XX. Y lo utiliza desde diversas facetas (su vínculo con lo decrépito y la putrefacción, sus cualidades alucinógenas, su potencial para controlar el comportamiento…), siempre supeditadas a las necesidades de los Doyle. Una jerarquía cuyo tercera pata es la más importante de todas: el capricho individual de una persona cuyas necesidades/deseos/pasiones se imponen sin importar las consecuencias.
Como decía en la introducción, este entramado es una nítida reescritura de lo gótico desde una sensibilidad contemporánea en una redimensión que afecta a sus composiciones más cuestionables. El galán excesivo, machista y trasnochado innevitablemente está presente, pero Noemí es capaz de distanciarse de sus sentimientos más primarios y no se somete a los comportamientos abusivos que mantiene. Además en la historia subyace una evidente crítica al colonialismo que conecta Gótico con Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez, aunque aquí su manifestación incurre en un uso problemático. Desde su mismo inicio, con la inevitable carta recibida, todo su argumento sigue unos códigos que son una colonización en sí. Y, aunque gran parte de ellos se enmiendan en el fondo, no se aprovecha del todo la oportunidad de crear alguno propio, a partir del fondo o, sobre todo, la forma.
Es en esta vertiente donde la novela se me muestra más endeble, con una escritura a ratos superficial, no ya si lo comparas con algunos autores mexicanos o anglosajones de fantasía oscura o misterio sobrenatural actuales. La redacción de las descripciones y parte de la narración, esos momento en que un suceso, una emoción podría dar lugar a aumentar el caudal expresivo, son bastante planas. Carecen del mordiente que habría realzado todo lo bueno que he disfrutado en Gótico.
Gótico (Minotauro, 2021)
Mexican Gothic (2020)
Traducción: Alexander Páez García
Rústica. 352pp. 17,95€
Ficha en La tercera fundación