El transhumanismo de la Trilogía Cósmica de Víctor Conde

  1. 6 A.M.Introducción

La ciencia ficción es el género de la imaginación disciplinada. Poniéndonos técnicos, toda la literatura es imaginación disciplinada. Si acudimos a una definición más rigurosa, quizás se entienda mejor: «La ciencia ficción es el género no realista que no está basado en fenómenos sobrenaturales», entendiendo lo sobrenatural como aquello que refiere a principios divinos, místicos o mágicos. Por peregrina que sea, el hecho de que exista una justificación científica en la obra implica una visión materialista de la realidad y, por consiguiente, cierta angustia por la falta de sentido y de esperanza en un universo indiferente, así como una reconsideración de lo inamovible de nuestros principios culturales. Por estos motivos, Csicsery Ronay Jr., uno de los mayores expertos en el género, afirma que la cf es uno de los géneros más venerables, porque «fue la primera en dedicar su imaginación al futuro y a las incesantes revoluciones del saber y del deseo que acompañan a la aplicación de los conocimientos científicos y técnicos a la vida social». «Imaginación disciplinada», al fin y al cabo.

Esta visión materialista y este escepticismo hacia las imposiciones culturales, hace que la imaginación pueda especular sobre las más locas ideas respecto a otras formas de entender el Ser y la cultura, sin recurrir a «lo inefable».

La línea más prospectiva ―término que Julián Díez propuso acertadamente en su artículo «Secesión»― de este género desarrolla paradigmas socio-políticos alternativos  y por ello se desarrolla especialmente en distopías.

Sin embargo, hay otra rama que, si bien no suele ignorar lo prospectivo, apuesta más por lo sublime. En filosofía se entiende por «sublime» un sentimiento más o menos perturbador, pero que nuestra imaginación nos permitirá gestionar de algún modo. En general, las obras de cf lo trabajan desde las desaforadas medidas del universo, tanto espaciales como temporales y/o con una evolución extrema del ser humano. Disponemos de dos acercamientos especialmente lúcidos a lo sublime en la cf: el de Csicsery Ronay Jr., en su libro The Seven Beauties of Science Fiction y el de Cornel Robu en diferentes artículos, como los publicados en la revista Hélice.

Lo sublime lleva emparejado en estas obras lo que coloquialmente se ha denominado «vértigo cósmico», un concepto relacionable con la náusea de Sartre: la consciencia de nuestra pequeñez respecto a las colosales dimensiones del universo, que implica además una incapacidad para superar la conciencia de la propia muerte respecto a la idea de una eternidad sin nosotros. Podría vincularse lo sublime con el vértigo cósmico desde miradas como la de Jacques Derrida:

El placer (Lust) provocado por lo sublime es negativo. […] En el sentimiento de lo sublime, el placer solo brota indirectamente. Viene después de la inhibición, la detención, la suspensión (Hemmung) que retienen las fuerzas vitales A esta retención sigue una brusca expansión, un derrame (Ergiessung) aún más potente.

Si bien el concepto tiene cierta relación con el horror cósmico, célebre especialmente por las obras de Lovecraft con polémica relación con lo sublime ―recomiendo los trabajos de Vivian Ralickas sobre Lovecraft y lo sublime―, el vértigo cósmico no se centra tanto en la mentalidad de criaturas que superan nuestro entendimiento como en las dimensiones materiales espacio-temporales. Evidentemente, el horror cósmico lovecraftiano también tiene relación con grandes magnitudes espaciotemporales, pero no se centra tanto en ellas como en las propias criaturas.

Respecto al control de la imaginación, es un concepto complicado de entender entenderlo por cuanto que se trata de una facultad del ser humano que tiene que ver con la proyección de su consciencia hasta más allá de sentirse en contacto con lo ilimitado.

En la cf, la interacción del sentido de lo sublime con la imaginación lleva al «sentido de la maravilla», a través de una posible superación de ese vértigo cósmico. Para ello es necesaria dotar de sentido estético al ser humano respecto a esas dimensiones.

Existen numerosas historias de cf que trabajan estos recursos. Las más famosas quizás sean la película 2001 y su novela. Otras películas en esta línea son Interstellar o Anihilation.

Entre las novelas, hay incluso más ejemplos, como Mundos en el abismo, de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal; Casa de soles, de Alastair Reynolds; Starplex, de Robert J. Sawyer; El otoño de las estrellas, de Miquel Barceló y Pedro Jorge Romero; El fin de la infancia, de Arthur C. Clarke, o La guerra interminable, de Joe Haldeman. En español tenemos, por ejemplo, «La estrella», de Elia Barceló, y, ambas de Juan Miguel Aguilera: «Todo lo que un hombre puede imaginar» y La red de Indra.

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Tras el 11S

La crítica

Tras el 11S, alguien entrevistó a Umberto Eco y le preguntó qué opinaba sobre las causas y las consecuencias del atentado.

Eco respondió:

Imagino que me pregunta eso porque me considera un pensador, ¿no? Pues déjeme que lo piense.

Es una de las formas más exactas y sencillas con que he visto describir el trabajo intelectual: pensar mucho, durante mucho tiempo, aplicando sistemas de análisis.

Muchos críticos de cine o literatura o teatro o cómic ―de hecho, la mayoría― escriben sus juicios al poco tiempo de acabar la obra. No profundizan realmente en los textos, sino en sus impresiones inmediatas sobre los textos. Son dos tipos de acercamientos muy, muy diferentes a la realidad.

Hay críticos brillantes y experimentados que salvan bastante bien los muebles, pero ninguno de ellos negará que ni una sola de sus críticas escritas de ese modo está a la altura de un análisis cuidadoso de la obra. En los análisis cuidadosos, que requieren varias recepciones y examen riguroso de los diferentes elementos estéticos (personajes, estructura, imaginarios espaciales, temporales, voces narradoras, estilos, tradiciones, idiologemas…), la impresión cambia a menudo y, si no llega a cambiar totalmente, sí cambian numerosos elementos, salen a flote detalles no considerados, implicaciones inesperadas… Todo crítico sabe esto. Incluso cualquier estudiante de Filología debería saber esto.

¿Por qué entonces no solo los profesionales, sino casi todo el mundo, se muestra tajante y postulador e inflexible cuando emite un juicio sobre una obra que ha visto solo una vez?

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Mis cinco libros de ciencia ficción (y 9)

PórticoMe resulta casi imposible seleccionar los cinco mejores libros de ciencia ficción. No se trata solo de que son demasiadas las que subirían al pódium, sino que mi visión actual de lo que es la calidad de una obra literaria es tan compleja y tan dependiente de lo contextual, de lo efímero, que me parece falaz cualquier posición absoluta.

Por este motivo, me he planteado más algo que tenga que ver con mi visión del género. La ciencia ficción para mí debe siempre impactar. Perdón… IMPACTAR.

Me gusta que en este impacto interaccionen dos ideas: una serie de inquietudes humanas socio-políticas, psicológicas, culturales que me hagan leer dos veces lo que acabo de descubrir y, por otra parte, el juego con lo sublime, a ser posible relacionado con lo anterior.

Lo formal importa en todo ello, claro.

Por «sublime» entiendo esa sensación de desbordamiento relacionada con dimensiones (físicas, en general) que superen las expectativas humanas habituales.

Todo ello debe ser plausible científicamente en mi cabeza, no necesariamente en mi realidad actual. Es decir, basta con que se me sugiera que lo que se me describe no tiene origen mágico ni divino en el sentido metafísico habitual del término para que lo sienta como plausible. Comparto, por cierto, con Nacho Illarregui mi hastío ya casi insoportable con todos los que buscan predicciones o augurios en la cf como si el género fuera un oráculo para tontos en vez de un juego ficcional con el presente.

Claro… En este sentido, actualmente mis obras favoritas de cf quizás sean las apariciones de Galactus en los comics Marvel, la trilogía de precuelas de Star Wars, el videojuego Mass Effect o el manga Moonlight Mile, porque además los últimos años he aprendido a valorar la space opera y centro en ella casi todas mis lecturas como jamás había hecho en el pasado. Pero esto va de literatura.

Por todo ello, he decidido rememorar cinco obras que me impactaran mucho, más que ninguna en esa misma época, cuando las leí y que las ondas de ese impacto me lleguen hasta hoy.

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De Kant a la ciencia ficción

«Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera,
cortar tablas o distribuir el trabajo.
Evoca primero en las personas el anhelo del mar libre y ancho.»
(Antoine de Saint-Exupéry)

Historia y antología de la ciencia ficción españolaEn la introducción a la antología que trabajamos Julián Díez y yo para Cátedra, hacíamos una afirmación que varias personas me han cuestionado con mayor o menor escepticismo. La afirmación era la siguiente:

Tras Kant se había separado el conocimiento en dos grandes áreas complementarias: la cuantificable con fórmulas y números, y la que pertenece más al terreno de lo trascendente. Esta separación creó un nuevo concepto de sociedad, de ser humano, de universo. A partir de ese momento, comenzó a plantearse que la estética, la ética, la justicia, el amor… tenían una parte material y otra parte de construcción intelectual. Es decir, se certificó que muchos supuestos postulados se deben a opiniones nuestras disfrazadas de justificaciones divinas o (falsamente) universales.

Durante el siglo XIX este cisma derivó en el positivismo y en la pasión por la ciencia y la tecnología. Combinada con la revolución industrial que se producía de forma simultáneamente en esos años, introduciendo en la sociedad de manera progresiva elementos de ciencia cada vez más avanzada, constituiría así el germen del nacimiento de la ciencia ficción.

Este texto final ya contenía algunas modificaciones de Julián a mi teoría de que existe cierta vinculación entre la nuevas perspectivas de la Ilustración y lo que siglo y medio después sería conocido como «ciencia ficción». En fin, las puntualizaciones de mi querido colega me parecieron pertinentes, tanto desde un punto de vista teórico como desde lo divulgativo, especialmente en lo referido a la revolución industrial.

Considero justificadas las críticas que me han llegado desde la publicación, por el acto de fe que exijo ante una concepción de la historia del género que, hasta donde llego, nadie había defendido. Entiendo el escepticismo, que se dude de mi intención, puesto que no creo en ningún acto de fe en ciencias humanísticas. (Cuando dicho acto se le debe a un profesor de universidad, creo menos aún, si no se aportan explicaciones detalladas; conozco demasiado bien la universidad (española o no) como para confiar en los postulados de muchos investigadores.)

Por otra parte, me encantaría realizar algún día una comprobación empírica de mi teoría para satisfacer a los fanáticos irracionales de la razón. Lamentablemente, como tanto pasa en Humanidades, a menudo debemos basarnos en deducciones y justificaciones teóricas más que en comprobaciones empíricas. Eso no deslegitima a las Humanidades, sino que invita a trabajar sus afirmaciones, sincrónica y diacrónicamente, de una manera diferente que en las ciencias empíricas. Sobre esto también escribo más abajo.

Por cierto, aprovecho para defender que de ahí parte la necesidad de una imprescindible visión postmoderna de las mismas (no equivalente a un «todo vale»), visión no aplicable a las certezas empíricas de la tecnología. Esta manera de entender la cultura humana resulta fundamental para lo que pretendo exponer aquí, pero desgraciadamente su discusión merece otros espacios de debate. Espero que el propio desarrollo de mi argumentación permita prescindir por el momento de la eterna e interesante discusión sobre la postmodernidad.

En fin, todo esto me sirve para aclarar que mi afirmación se basa solo en una teoría, aunque esta parta, por supuesto, de las investigaciones y estudios que durante muchos años he realizado en torno a la ciencia ficción, la cultura popular y la filosofía y la historia del siglo XIX y principios del XX (con todas mis humildes limitaciones). Insisto: como debe hacerse siempre en Humanidades (y en cualquier tipo de estudio), mis afirmaciones habrán de ser complementadas, ratificadas, hundidas o matizadas.

Al lío…

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