La vida del aficionado al fantástico –como la del aficionado a cualquier otra cosa, la verdad sea dicha–, en todas sus vertientes, está salpicada de sinsabores. Tan pronto abre uno los ojos como platos ante una señora película como es Matrix, como se le cae el alma al suelo a golpe de Reloaded y Revolutions; crece uno idolatrando a Stephen King para que luego el de Maine lo recompense pergeñando From a Buick 8; no termina uno de pedir a gritos la vuelta al cómic de Chris Claremont… cuando va éste y vuelve.
O sale uno de la deliciosa sartén que es Los hijos de Anansi, la continuación mitológico-slapstick en clave de spin-off de una más que potable novela como es American Gods, para caer en las brasas de la irregular recopilación que es Fragile Things, un cajón de sastre donde Neil Gaiman se queda a gusto amalgamando cuentos largos, menos largos, poemas, novelas cortas… poco de ello inédito, mucho de ello rechazado originalmente por varios editores –cómo se debe de quedar uno publicando por narices e iniciativa propia lo que nadie le quiso publicar por cuenta ajena voluntariamente en su día–, todo ello marcado por la inconfundible rúbrica de su autor, eso sí. Al menos.
Reconozco que lo primero que hizo que se tambaleara mi sonrisa de ilusión al comenzar a leer Fragile Things fue el tufillo a ego desatado que desprendía ya el mismo prólogo, veinte páginas de nada donde Gaiman nos cuenta la génesis de las historias que vamos a leer a continuación. Supongo que tener las arcas llenas a rebosar de divisas hace que uno se ensoberbezca, tarde o temprano, pero es difícil simpatizar con comentarios como el que se encuentra uno en la presentación de “Forbidden Brides Of The Faceless Slaves In The Secret House Of The Night Of Dread Desire” –no, no es el título más largo que nos vamos a encontrar en esta antología–, cuento que se pasó más de dos decenios recibiendo el rechazo de los editores hasta que, ¡catapum!, en 2005 va y gana un Locus, misterios de la vida, propiciando que el autor nos confiese que «no sé muy bien qué podemos aprender de eso. A veces uno le enseña sus cuentos a la persona equivocada». Hmm-hm, Neil: más de dos decenios.
A pesar de los pesares, Fragile Things no deja de entrañar un puñado de historias que exhiben toda la magia y el oficio de Neil Gaiman, como el más que digno pistoletazo de salida que es “A Study In Emerald”, pastiche holmesiano que el lector español habrá podido degustar ya en Sombras sobre Baker Street –nº 29 de la colección Solaris Terror, de La Factoría de Ideas–; “Harlequin Valentine”, agridulce revisión polichinesca de la figura del arlequín, tan grata para Gaiman; “Bitter Grounds”, incursión en la temática vudú cuyo precipitado final no hace justicia a la lograda atmósfera donde consigue sumergirnos el autor página a página, inexorablemente; o “Keepsakes And Treasures”, para mí la verdadera guinda del pastel, una cruel historia en clave hard-boiled trufada de personajes tan carismáticos como el misterioso Mr. Alice, que repetirá aparición estelar en “The Monarch Of The Glen”, novela corta protagonizada por Sombra, el cual no necesitará presentación para quienes hayan leído American Gods.
Es precisamente “The Monarch Of The Glen” la historia que cierra la antología. Podría ser un excelente broche de oro, pero Gaiman se contiene y se muestra moroso en las descripciones, omitiendo hacer hincapié en unos elementos mitológicos que no terminan de encajar con el estilo anquilosado con que los pincela, y precipitado en la acción, regalándonos un anticlímax repleto de torpes escenas de acción que, y esto es lo peor, parecen ser la única meta final de toda la historia.
Por lo demás, Fragile things aglutina trabajos galardonados a diestro y siniestro, y ha sido recientemente nominada al premio de antologías de relatos Edge Hill, con lo que no puedo por menos de preguntarme si no seré yo esta vez la persona equivocada a la que Neil Gaiman le ha enseñado sus cuentos.