El hombre sin rostro, de Luis Manuel Ruiz

El hombre sin rostro

Estos tiempos de crisis económica, incertidumbre ante el agotamiento de recursos naturales y pérdida de esperanza ante la idea del progreso en todas sus vertientes son el caldo de cultivo perfecto para cierto tipo de ficciones. Ahí está, por ejemplo, el auge de la narración postapocalíptica de la mano de la ya larga epidemia de novelas zombies, los colapsos socioecológicos de Bacigalupi o los relatos de supervivencia después del colapso a lo Cenital. Incluso historias catastróficas tan ajenas a nuestra actualidad, caso del diluvio universal en la película Noe, terminan incorporando un toque admonitorio a través de una serie de escenas que, analizadas en clave de presente, inciden en la fragilidad de ese débil barniz que llamamos civilización. En contraste, junto a estas historias con una mayor o menor desesperanza, están floreciendo toda una serie de obras menos preocupados por el presente y construidas desde la nostalgia de la novela de aventuras clásica. Un género que, mas allá de ejemplos anecdóticos, no tengo claro se cultivara en España antes de los bolsilibros. Esta exaltación de la ficción retro bien se entrega al homenaje por el homenaje en clave anglófila, caso del ciclo de novelas de Félix J. Palma que comienza con El mapa del tiempo, bien traslada a nuestro entorno elementos tomados de otras literaturas, caso de la vibrante La isla de Bowen de César Mallorquí, relatos a lo La Liga de los Hombres Extraordinarios como “Las muchas hazañas de la brigada 13” de José María Faraldo o esta El hombre sin rostro, de Luis Manuel Ruiz, una novela de misterio con fuertes trazas de literatura popular.

Madrid, finales de la primera década del siglo XX. Alguien está matando a insignes científicos españoles y solo un periodista, Elías Arce, parece haberse dado cuenta de ello. Bueno, más que periodista, joven aspirante a redactor de El Planeta. Un voluntarioso don nadie venido de provincias que, a base de esfuerzo, tesón y dar la brasa, ha logrado un puesto para el que no está tan preparado como le gusta creer. El caso alrededor de esos asesinatos parece ser la oportunidad perfecta para dar la campanada y seguir creciendo dentro de la redacción, aunque el asunto resulta mucho más complejo de lo que había imaginado. Por el camino se le unen el científico más brillante del país, Salomón Fo, su hija Irene, el motivo amoroso que no podía faltar en la historia, y su criado Orlok, un supuesto vampiro que promete mucho más de lo que realmente ofrece. Todos ellos obligados a desentrañar la amenaza de un ser misterioso capaz alterar su aspecto a voluntad.

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The Islanders, de Christopher Priest

The IslandersHa pasado una década desde que Saldotauro publicara La separación, la última novela de Christopher Priest traducida al castellano. Desde entonces apenas hemos visto en nuestras librerías varias reediciones de algunos de sus títulos: El prestigio a raíz de su adaptación al cine; El mundo invertido, recientemente saldado por los inefables editores de La Factoría de Ideas;… Esta sequía tiene explicación. Durante casi una década, Priest estuvo enfrascado en la escritura de dos obras aparecidas en 2011 y en 2013. Todavía no he leído la última de ellas, The Adjacent, pero entiendo bien por qué ninguna editorial se ha animado a traducir The Islanders. Al handicap de Priest como escritor en tierra de nadie entre el género y el mainstream, o sus tradicionales bajas ventas en España, se une la particularísima idiosincrasia de The Islanders, una obra tan endémica como endogámica.

Éste es el regreso del autor de El glamour a su Archipiélago del Sueño, un lugar narrativo que, si no me equivoco, no tocaba desde que escribiera La afirmación. En sus páginas Priest se da un impúdico autohomenaje durante el cual toca la mayoría de temas a los que se ha entregado durante sus casi cincuenta años de carrera: su inquietud por la veracidad de los narradores; cómo afectan a la vida las obsesiones y las crisis de identidad; el doble y todas las confusiones asociadas a su figura; la inmigración y el cinismo con el cual se trata en nuestro viejo mundo… Tampoco se limita a retornar a una geografía específica o un trasfondo común a La afirmación o relatos como “La negación”, “Rameras” o “El observado”. A lo largo de toda su extensión, Priest siembra referencias, explícitas e implícitas, a gran parte de su obra hasta el punto de, por ejemplo, presentar una nueva versión de El hombre transportado, el truco de magia central de El prestigio, esta vez con el sobrenombre de “The Lady Vanishes” (a la sazón, una de las películas más divertidas de Hitchcock). No es necesario ser un avezado Priestólogo para apreciar las virtudes de The Islanders. Estamos ante una especie de huevos de pascua que enriquecen las múltiples historias que conforman el conjunto. Pero si apunto estas ideas al comienzo de esta reseña es para dejar claro lo siguiente: solo recomendaría The Islanders a un lector familiarizado con las obras más importantes de este autor.

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Iris, de Edmundo Paz Soldán

Iris

Empecemos con una perogrullada: la Historia en las escuelas se estudia de manera secuencial. Continuemos con otra: cualquier curso académico se asemeja más a un reloj de cuerda que a uno de cuarzo. Así, los retrasos acumulados durante el año suelen terminar con el currículo podado, nueve de cada diez veces en el mismo punto: al final. El ejemplo más tradicional, y sangrante, es el de cualquier Historia de España, con su desembocadura a la altura de la Segunda República y dejando con pinzas los últimos tres cuartos de siglo. El período más importante para entender esta España que tanto nos duele hoy en día. Paralelamente, algo se trabajan los fenómenos colonizadores del último medio milenio, si se tiene suerte se mencionan los procesos descolonizadores de la segunda mitad del siglo XX, pero jamás se llegan a tratar las prácticas neocolonizadoras. Un fenómeno sin el cual es difícil comprender medio globo terráqueo en la actualidad.

Cambiemos de tercio. O no tanto. La ciencia ficción contemporánea hace ímprobos esfuerzos por parecerse a los protagonistas de The Big Bang Theory o IT Crowd. Tantas veces encerrada en sus iconos, gadgets state of the art, teorías científicas punteras y los dilemas morales derivados de todo ello. Sin embargo, cuando se habla de fenómenos colonizadores, la ciencia ficción no solo no ha vivido a sus espaldas sino que, en cierta forma, se ha nutrido de ellos para construir algunas de sus “funciones” más recordadas. Qué son si no las historias de invasiones alienígenas o, dándole la vuelta al calcetín, las narraciones en las cuales nuestros descendientes asuelan otros mundos. Ese choque entre civilizaciones para lograr recursos, de explorar sinergías y sentimientos a ambos lados del conflicto, de culpa y redención para sus protagonistas, alimenta una parte sustancial de La guerra de los mundos, El señor de la luz, Rakhat, La última misión de la compañía, Los genocidas, Hyperion... La entrega más reciente de esta secuencia es Iris, de Edmundo Paz Soldán, una formidable alegoría de todos estos procesos, pasados, presentes y futuros.

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Of Ants and Dinosaurs, de Liu Cixin

Of Ants and DinosaursAl final del Cretácico, las hormigas y ciertos dinosaurios han desarrollado una relación simbiótica. Esa colaboración permite a ambas especies pasar por una serie de etapas hasta alcanzar una supuesta Era de la Información. Sin embargo existe una amenaza para el futuro del planeta: los dinosaurios se encuentran escindidos en dos grandes naciones, con su poder nuclear a pleno rendimiento y dispuestas a no ser las segundas en apretar el botón. Un desastre que las hormigas están dispuestas a evitar a toda costa.

Of Ants and Dinosaurs es mi primer relato de Liu Cixin y me cuesta un poco valorarlo de manera equilibrada. A priori diría que es una fábula sin trampa ni cartón. La sociedad compuesta por ambas especies y la crisis que atraviesan no tienen demasiado relieve y, al final, la mayor parte de la tensión narrativa parte de los dos misterios de la trama: la propia resolución del conflicto y cómo se materializará el gran destructor del final del Mesozoico en este presumible universo alternativo.

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Ocho quilates I: 1983-1986, de Jaume Esteve Gutiérrez

Ocho QuilatesLa fiebre nostálgica en la que nos refozilamos los que andamos sobre los 40 parece inagotable. Una generación criada alrededor de la marca “los 80”, un punto de encuentro tan reivindicable o bochornoso como cualquier otra década, cuya cultura popular se exhibe a través de Papel y plástico, la fiebre Yo fui a la EGB… Entre tanto cine, juguete, canción pop, gloria sepulcral y serie de televisión, hay un producto que tiende a pasar desapercibido aun cuando fue una de sus manifestaciones más idiosincrásicas. De hecho su aparición vino de la mano de un tótem ahora tan arraigado como la informática del hogar. Me refiero a los videojuegos, un sector tecnológico que en España despegó en parte gracias a un limitado número de compañías nacionales durante los años 80. A pequeña escala y con sus propias características, un deformado reflejo de los orígenes de las grandes marcas de hardware y software estadounidenses.

Si se hace una comparación al detalle, el símil yerra por seis o siete órdenes de magnitud. Sin embargo, algo hay del empresario hecho a sí mismo en aquellos grupos de chavales trabajando en el salón de sus casas o en una oficina puesta por el emprendedor de turno. Jóvenes en la Universidad o, incluso, el Instituto, con un Spectrum regalado por un tío con posibilidades, programando de manera casi autodidacta y progresando juego a juego mientras creaban una industria y descubrían a golpes conceptos como logística, distribución o requisitos legales y sufrían en sus carnes los primeros desengaños. Ocho quilates es un tributo a aquellos años. Una década que, desde una perspectiva actual, parece una deliciosa anomalía anacrónica.

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El rey Lansquenete, de Santiago García Albás

El rey LansqueneteSantiago García Albás es un escritor bastante desconocido. Hasta El rey Lansquenete apenas había leído un par de cuentos suyos aparecidos hace un porrón de años en Paura y Gigamesh. El resto de su actividad parece haberse circunscrito alrededor del premio Alberto Magno; el certamen de relato de ciencia ficción convocado por la Universidad Politécnica del País Vasco. Otro pequeño desconocido. Aparte de los relatos que hemos podido leer en Artifex y casos sueltos como “Mala racha” o “La pared de hielo“, la mayoría de premiados apenas se han visto más allá de los volúmenes recopilados por la propia UPV, con una distribución discreta. Desconozco por completo cómo serán ese resto de obras, pero después de leer El rey Lansquenete (premio en el año 2013) me ha quedado una fantástica sensación. Para nada desmerece de los relatos ganadores escritos por Joaquín Revuelta, José Antonio Cotrina o, incluso, César Mallorquí. Además reivindica la ciencia ficción especulativa tanto en el fondo como, especialmente, en la forma.

El factor que me gustaría destacar de El rey Lansquenete es la voz elegida para la narración. La mayor parte de la historia está contada en segunda persona, un recurso muy poco frecuente y con serios riesgos si no se utiliza convenientemente. García Albás acierta con la extensión y alterna su uso con otro tipo de fragmentos destinados a proporcionar información suplementaria sobre los personajes o el trasfondo del escenario. Asimismo dicha voz no es una elección gratuita o efectista destinada a captar rápidamente la atención del lector. Es congruente con el corazón de la historia, algo que cobra sentido al aproximarse la conclusión. El momento en el cual la sinergia entre temas tratados, argumento y estilo queda sellada, y donde el lector se ve arrastrado hasta un extremo deliciosamente incómodo que invita a analizar el todo bajo una nueva perspectiva.

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Naufragio, de Charles Logan

NaufragioNo sé si recuerdan el proyecto Orion, una de las ideas más fascinantes en la búsqueda de una propulsión eficiente para los viajes espaciales. Su base estaba en conseguir impulso mediante la detonación de bombas nucleares; el equivalente radiactivo de poner un petardo de 5 duros dentro de una lata de refresco para ver hasta dónde se levanta. La idea fue descartada a mediados de los años 60 y, quizás por eso, me ha sorprendido encontrármela en el origen de esta novela escrita una década más tarde, cuando estaban de moda otro tipo de sistemas como las velas solares o los modelos estatocolectores.

Naufragio comienza semanas después del accidente de una nave espacial con una imagen reveladora: su protagonista, Tansis, cava la tumba del penúltimo superviviente del naufragio tras su muerte por envenenamiento radiactivo. Un momento de pesar que introduce las dos ideas fuerza de la historia: la supervivencia en un medio hostil y la soledad más absoluta e irreversible. A partir de ese inicio, la novela toma la forma de una búsqueda: la del lugar donde Tansis debe situar el campamento para sobrevivir el tiempo que le quede de vida. Una pequeña quimera desde el momento en que el planeta donde ha quedado varado, sin ser un infierno absoluto, apunta alto como purgatorio.

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Lexicón, de Max Barry

LexicónLexicón es la última novela de Max Barry y la tercera traducida en España después de Jennifer Gobierno y La Corporación. En sus páginas cobra de nuevo importancia el mundo de las megacorporaciones y la manera mediante la cual modelan la sociedad, pero esta vez desde una nueva perspectiva: la que rodea al uso del lenguaje como herramienta de dominación.

Lexicón se inicia con dos planos narrativos que se intercalan durante la práctica totalidad de su extensión. El primero relata la huida de unos personajes perseguidos por agentes de una organización secreta cuya principal activo es el control a través de la palabra. Mientras, el segundo cuenta la llegada de una adolescente conflictiva a la escuela donde recibirá instrucción sobre cómo influir y modificar el comportamiento de sus semejantes mediante el lenguaje. Barry se vale de la sucesión de ambas secuencias para imprimir una cadencia y una progresión medidas con metrónomo. Las escenas de acción, el frenesí y la urgencia por mantenerse fuera del radar de los personajes de la primera se realimentan con el aire más pausado de la segunda; una historia de aprendizaje y crecimiento personal alejado de la inocencia cotidiana.

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Marvel Cómics. La historia jamás contada, de Sean Howe

Marvel Comics. La historia jamás contadaSean Howe aborda en este libro un relato de la historia de Marvel desde sus primeros tebeos de superhéroes a finales de los años 30 hasta hace un lustro. Un repaso que, de manera inevitable, es el relato de la vida profesional de las personas que fijaron su curso durante este tiempo. Desde la faceta creativa, fundamental para entender una de las manifestaciones cruciales de la cultura popular del siglo XX, pero también desde una perspectiva empresarial. Los auges y caídas del mercado, la búsqueda de nuevos yacimientos de lectores, la obsesión por penetrar en el mundo del cine, los acuerdos de distribución para llegar a los puntos de venta en un país de dimensiones continentales… no han sido solo causa de sus descalabros más sonoros sino que sentaron las bases de los factores que han modelado el mundo del cómic estadounidense a lo largo de siete décadas.

La historia de Marvel se puede tomar como un paradigma de multitud de empresas en el capitalismo contemporáneo. Su motor se ha alimentado del talento y de la capacidad para prever el curso del mercado, pero también, y muy especialmente a partir de la década de los 80, del crecimiento continuo a través del endeudamiento. Más personajes, más trabajadores, más tebeos, más clientes, más publicidad, más ingresos y, llegado el momento, la adquisición de nuevas empresas para ganar tamaño y llegar a nuevos mercados. El mecanismo para obtener el capital necesario, aparte de una controvertida salida al mercado bursátil, fue una deuda en aumento alimentada por una burbuja hinchada con cada nuevo gestor. El epítome se alcanzó durante la década de los 90. Una época de bonanza para los creadores, donde guionistas de medio pelo como Scott Lobdell amasaban 85000 pavos al mes y proliferaban copias malas de Jim Lee o Rob Liefeld, pero también de una ahora casi olvidada bancarrota.

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Los minutos negros, de Martín Solares

Los minutos negrosUno de los recuerdos grabados en mi memoria tras mi año en Texas fue la situación que atraviesa México debido al narcotráfico; es obvio, desde la perspectiva al norte del Río Grande. Muchos de mis compañeros de High School, varios alumnos, el encargado del Ministerio de Educación… me trasladaron la siguiente cantinela: no atravesar la frontera por los pasos situados al sur del país. Entre sus argumentos se repetía la palabra secuestro, y del vocabulario utilizado para relatar anécdotas me he traído “para atrás” términos como balacera o corbata colombiana. O anécdotas tremendas como la que, con un tono quedo, me relató uno de mis güercos del período 3/4 A sobre la muerte de su primo y un par “badis” al saltarse un control militar cerca de Reynosa. Pero no es cuestión de ponerse apocalíptico. Había bastante gente que atravesaba habitualmente “los puentes”. Normal cuando se tiene familia en el norte de México, un “rancho”, amigos… Aunque el miedo campa por sus respetos de la mano de una idea recurrente: cualquier tiempo pasado fue mejor. Un hecho inapelable cuando hablamos de la violencia, pero que ya no está tan claro cuando el tema pasa a ser la corrupción política o policial.

Los minutos negros es una novela negra escrita hace casi una década y construida mediante el diálogo entre dos épocas: el México de comienzos del siglo XXI, ya deformado por la presencia del narco, y el de los años 70, con un nivel de violencia bajo mínimos. La conexión entre ambos escenarios, que en el fondo son el mismo, se establece mediante unos truculentos asesinatos acaecidos a finales de dicha década e investigados por un periodista asesinado al comienzo de la novela. Un crimen asignado a “Macetón” Cabrera, agente de la policía en una ciudad ficticia en la costa del Golfo de México, probablemente en el estado de Tamaulipas.

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