No sé si recuerdan el proyecto Orion, una de las ideas más fascinantes en la búsqueda de una propulsión eficiente para los viajes espaciales. Su base estaba en conseguir impulso mediante la detonación de bombas nucleares; el equivalente radiactivo de poner un petardo de 5 duros dentro de una lata de refresco para ver hasta dónde se levanta. La idea fue descartada a mediados de los años 60 y, quizás por eso, me ha sorprendido encontrármela en el origen de esta novela escrita una década más tarde, cuando estaban de moda otro tipo de sistemas como las velas solares o los modelos estatocolectores.
Naufragio comienza semanas después del accidente de una nave espacial con una imagen reveladora: su protagonista, Tansis, cava la tumba del penúltimo superviviente del naufragio tras su muerte por envenenamiento radiactivo. Un momento de pesar que introduce las dos ideas fuerza de la historia: la supervivencia en un medio hostil y la soledad más absoluta e irreversible. A partir de ese inicio, la novela toma la forma de una búsqueda: la del lugar donde Tansis debe situar el campamento para sobrevivir el tiempo que le quede de vida. Una pequeña quimera desde el momento en que el planeta donde ha quedado varado, sin ser un infierno absoluto, apunta alto como purgatorio.
Aunque la atmósfera cuenta con oxígeno, sus condiciones generales no permiten prescindir de la escafandra durante largos períodos de tiempo. La vida vegetal es imposiblemente uniforme y contiene elevados porcentajes de compuestos alcaloides. La vida microscópica y la fauna animal a priori tampoco ofrecen mucha diversidad, ni una fuente sostenida de alimento. Ante este vergel, las grandes cuestiones a resolver por Tansis son conseguir agua, lograr la energía necesaria para mantener el funcionamiento de los sistemas de la lanzadera, conservar la pureza del aire de su interior y buscar una fuente de alimento para cuando agote sus reservas. Una serie de cuestiones que, cuando son desglosadas por Logan a través del relato, me han parecido un soberano peñazo. Durante las cien primeras páginas todo se reduce a aterrizar en algún lugar, salir al exterior, tomar muestras, analizarlas, sacar conclusiones, descubrir algún detalle nuevo sobre sus posibilidades de supervivencia, y despegar hacia una nueva posición donde retornar al primer punto. Al menos, media docena de veces. La única variación y, por lo tanto, la única fuente de atractivo, aparece cuando, ya sea por torpeza o desesperación, Tansis comete errores y pone en riesgo su supervivencia. Se resbala por una pendiente y cae al agua; no calcula bien los tiempos y se ve obligado a pernoctar en el exterior;… Apasionante.
Como se suele comentar cuando se escribe sobre Naufragio, esta es la única novela publicada por Charles Logan, y se nota. Desconoce la existencia de la elipsis y repite machaconamente las mismas situaciones sin ganar tensión. Tampoco mantiene mucho equilibrio entre las descripciones del paisaje exterior y las del interior. El diseño del escenario rechina, con una especie local inteligente tan creíble como un unicornio en una novela de Elmore Leonard; algo que no importaría si no fuera por su obsesión por describir cada detalle con una precisión que da pie a varios tiros por la culata.
Hay una cierta mejoría en su segunda mitad, cuando Tansis ya ha encontrado su emplazamiento y comienzan a configurarse el desenlace. El momento en que el cansancio físico y mental se solapan con los primeros fallos de la maquinaría y se desencadenan varias contingencias imposibles de prever y de solucionar. Es aquí donde se vislumbra esa narración “extrañamente patética” que describió Juan Carlos Planells y que ha fascinado a lectores con buen olfato como Jean Mallart, Alfonso García o Mrs K. Sin embargo a mi me ha resultado imposible dejar de pensar en el tremendo relato que Naufragio habría sido en otras manos. Cuando una novela de 500 páginas tiene 150 de más es grave. Cuando no llega a las 200 y objetivamente le sobran 100, poco más queda por escribir.
Naufragio (Martínez Roca, Col. Super Ficción 39, 1978)
Shipwreck (1975)
Traducción: Gonzalo Zaragoza
Rústica. 187pp.
Ficha en La tercera fundación
¡Ostrás! Se parece muy sospechosamente a la reciente The Martian, de Andy Weir, que está teniendo un éxito tan inmerecido como sorprendente (en mi humilde opinión).
Acabo de leer la sinopsis de la wikipedia y tiene pinta de ser “apasionante” http://en.wikipedia.org/wiki/The_Martian_(Andy_Weir) El libro de Logan tiene una clara ventaja: son 200 páginas menos. En mi caso, además, estos recorridos por Marte ya los tuve en la trilogía de Marte, que frente a viajes plúmbeos (aquel viaje interminable al polo norte, la ascensión al Monte Olimpo) ofrecía historias apoteósicas.
Tampoco parece que sea mi taza de te.
Decir que entiendo la sensación que la historia ha dejado en el implacable reseñador 😛
Y asumo gran parte de la culpa como instigadora parcial del hype creado alrededor del libro; es probable que haya sido leído esperando que ocurriese ese “algo” que nos hacía ensalzar esta historia, cuando precisamente el punto fuerte para mí cuando lo leí fue que no pasaba nada. Esperas que ocurra, que haya algún giro que influya en el destino fatal que se le adivina al personaje, pero al avanzar en la lectura vas viendo que los designios de Crom son tan inescrutables como ineludibles y que la relación expectativas/optimismo se mantiene en un punto objetivo y coherente con lugar y situación.
A mí me pareció que era justo esa sucesión de días iguales lo que le daba la fuerza y cercanía por el realismo que implica, vi necesaria esa fase de rutina minuciosa además, porque añade un tono desasosegante: sabes que se está escudando en ello como maniobra de distracción para silenciar el desenlace alternativo en su cabeza, así que son jornadas en las que todavía guardas alguna esperanza pero de fondo vas sufriendo el desgaste junto al protagonista.
Sobre los “unicornios” xD (por cierto, no recuerdo que se afirme que sea una “especie local”, quizá llegaron allí de forma accidental también, parte de algún experimento), también me chirriaron un poco al principio, pero su forma de interactuar con el prota los convirtieron en (para mí) el ingrediente perfecto para hacer del final algo con más peso de lo que se esperaba. Su naturaleza se revela cuando ya das por hecho que no hay salida, y la ilusión de un desenlace diferente vuelve a escena… sólo para tirártelo a la cara con más ímpetu todavía cuando has de resignarte a admitir que esos seres y sus facultades son una simple casualidad que no va a cambiar nada, salvo en que (a mi modo de ver) su compañía paradójicamente potencia aún más la sensación de abandono y soledad del momento final.
Ya comenté en su momento que me había parecido un libro muy dependiente de empatía, por lo que o se lee o no se lee pero si se hace debería ser del tirón, dudo que aguante bien las lecturas entrecortadas o pospuestas :PPP
Tampoco es que lo clasifique de obra maestra ni nada parecido, pero sí que al menos dejó poso unos días en mi memoria, que ya es más de lo que puedo decir de la mayoría de lo que leo en la actualidad. A lo mejor es que yo lo leí sin saber nada sobre él y nada esperaba, por lo que iba a la par en posibilidades con el propio prota. Pero sin duda lo que dije al principio sobre el hype es lo que le ha pasado factura en gran parte casi con certeza… Si la anticipación y las altísimas expectativas me han explotado en la cara a mí con la última novela de mi adoradísimo Biurrun, puede pasarle a cualquiera 😛
Resumiendo: ¡no lo has leído cuando y como debías, eso es todo! xD
Un amigo mío por cierto, tiene una teoría para eso de las “novelas únicas”: según él si aplicas el principio de la navaja de Occam en estos casos en que el autor haya dejado una sola novela (y salvo que haya fallecido poco después de terminarla), lo más probable es que no sea suya. ¿Encontraría Logan el manuscrito en el desván polvoriento del psiquiátrico en el que trabajaba? ¿Lo llevaría corriendo a imprenta pensando en su gloria personal e importándole un rábano la ausencia de elipsis y sus consecuencias? 😀
(Perdón por el rollo)
Anda que no mola esa teoría: Charles Logan se encontró el manuscrito a comienzos de los 70 en una WorldCon y, según ha postulado John Clute, realmente sería un texto escrito por Edmond Hamilton para adecuarse a los nuevos estándares de la época XD
Sí que es cierto que lo que me ha repetido Jean Mallart una y otra vez sobre cómo leer esta novela es cierto. Pero doy fe que lo he intentado y fracasado miserablemente. A las cuatro páginas o me dormía o me ponía a hacer otra cosa. Otros libros se metieron por medio y….
Como confesaba ayer en twitter, el problema es en gran parte mío; las novelas que menos me gustan de Ballard son, precisamente, El mundo de cristal y La isla de cemento. Historias de personajes solitarios enfrentados a epopeyas “relativamente” semejantes a la de Tansis por este planeta.
¿Es aquí lo del linchamiento? XD
Na, venía a largar otro charlón y me encuentro que Ylla ha escrito básicamente lo que yo quería decir; culpabilidad por el animar el hype, el esfuerzo quizá absurdo del protagonista por recrear su rutina en un ambiente alienígena de la primera parte de la novela, o la naturaleza de los alienígenas, dos herramientas para potenciar el impacto emocional del relato. Vale, quizá no son muy sutiles, pero yo me tragué el cebo, el anzuelo, el sedal y la caña entera.
Y como apunta muy bien Ylla, esta es una novela que te tiene que llegar emocionalmente, si no, no hay manera. A mí me pasa con muchas obras, no soy un lector muy de personajes, no suelo conectar con sus conflictos, los veo como si fueran amebas en un platillo de laboratorio, fijándome más en la manera en la que el autor construye el relato y en los mecanismos del argumento y me importa un bledo su tragedia, así que claro, me aburro. Y contra el aburrimiento, no hay argumentos que valgan, no te van a convencer en la vida. Así que entiendo más o menos lo que te ha pasado con este libro, aunque me haya planteado seriamente retirarte el saludo XD.
El caso es que Naufragio conmigo funcionó muy bien, me emocioné mucho al final, el personaje me dio una pena inmensa. Quizá es que es un tema con el que me identifiqué, un relato sobre la soledad, la alienación, la imposibilidad de relacionarse con los “unicornios”, los otros, a los que sólo puedes contemplar desde la playa.