Ha pasado una década desde que Saldotauro publicara La separación, la última novela de Christopher Priest traducida al castellano. Desde entonces apenas hemos visto en nuestras librerías varias reediciones de algunos de sus títulos: El prestigio a raíz de su adaptación al cine; El mundo invertido, recientemente saldado por los inefables editores de La Factoría de Ideas;… Esta sequía tiene explicación. Durante casi una década, Priest estuvo enfrascado en la escritura de dos obras aparecidas en 2011 y en 2013. Todavía no he leído la última de ellas, The Adjacent, pero entiendo bien por qué ninguna editorial se ha animado a traducir The Islanders. Al handicap de Priest como escritor en tierra de nadie entre el género y el mainstream, o sus tradicionales bajas ventas en España, se une la particularísima idiosincrasia de The Islanders, una obra tan endémica como endogámica.
Éste es el regreso del autor de El glamour a su Archipiélago del Sueño, un lugar narrativo que, si no me equivoco, no tocaba desde que escribiera La afirmación. En sus páginas Priest se da un impúdico autohomenaje durante el cual toca la mayoría de temas a los que se ha entregado durante sus casi cincuenta años de carrera: su inquietud por la veracidad de los narradores; cómo afectan a la vida las obsesiones y las crisis de identidad; el doble y todas las confusiones asociadas a su figura; la inmigración y el cinismo con el cual se trata en nuestro viejo mundo… Tampoco se limita a retornar a una geografía específica o un trasfondo común a La afirmación o relatos como “La negación”, “Rameras” o “El observado”. A lo largo de toda su extensión, Priest siembra referencias, explícitas e implícitas, a gran parte de su obra hasta el punto de, por ejemplo, presentar una nueva versión de El hombre transportado, el truco de magia central de El prestigio, esta vez con el sobrenombre de “The Lady Vanishes” (a la sazón, una de las películas más divertidas de Hitchcock). No es necesario ser un avezado Priestólogo para apreciar las virtudes de The Islanders. Estamos ante una especie de huevos de pascua que enriquecen las múltiples historias que conforman el conjunto. Pero si apunto estas ideas al comienzo de esta reseña es para dejar claro lo siguiente: solo recomendaría The Islanders a un lector familiarizado con las obras más importantes de este autor.
Entrando en su naturaleza, estamos ante una evolución de lo que Priest ya había desplegado hace diez años en La separación. Tras contar en ella (más o menos) una misma historia desde diferentes testimonios prácticamente imposibles de casar, aquí da un salto hacia adelante y escribe un libro que reúne un cúmulo de información más o menos convergente sobre un lugar y una serie de personajes que han vivido en él. Así, The Islanders toma la forma de una heterodoxa guía turística del Archipiélago del Sueño en la cual cada capítulo describe lo que se puede encontrar en una isla o un grupo de islas del archipiélago; su clima, su paisaje, su historia, su relación con las dos grandes potencias en guerra en el continente al norte… Y en ese esquema de información más o menos objetiva integra historias que, llegado cierto punto, interactúan entre sí. O no.
La vida de un pintor obsesionado con la decadencia cuyos cuadros y comportamiento atentan contra los puritanos valores de las sociedades isleñas; el misterio alrededor del homicidio de un artista de mimo cuyo supuesto asesino fue condenado injustamente; la enigmática y compleja relación entre escritores de éxito; el trabajo de una escultora de túneles y su “némesis”;… se relatan desde diversos textos: la exposición del autor de la guía, fragmentos de diarios, cartas, informes policiales, y varios relatos escritos con un estilo bastante aséptico, perfectamente integrado en el conjunto.
The Islanders tiene mucho de narración hipertextual a lo 253 de Ryman y algo del contraste entre diferentes versiones del Diccionario Jázaro, de Milorad Pavic. Un ejercicio de egolatría más grande que la suma de sus partes donde la ausencia de una interpretación única de la realidad impregna desde la primera a la última página; sus historias, sus personajes entre lo antipático y lo hermético, el propio libro que tenemos ante nosotros, plantean interrogantes que escapan a respuestas taxativas o precipitadas.
En todo momento hay una clara conexión entre el lugar y las vidas de esos personajes. El Archipiélago del Sueño es en sí mismo un gran enigma casi imposible de desentrañar. Existe un vórtice espacio temporal que domina parte de su geografía y causa que el paisaje no se perciba de la misma manera según cuándo se observe, limitando las posibilidades de cartografiarlo. Sin embargo la necesidad de conocer es inevitable y existe una iniciativa para trazar un mapa completo de esa miríada de islas utilizando drones; pequeños aparatos que las sobrevuelan aleatoriamente recogiendo información. Pero es una tarea titánica y seguramente abocada al fracaso, debido a lo fragmentario de los datos o las limitaciones de unos observadores obligados a casar información a veces incongruente con lo que saben o recogieron anteriormente. A su vez la manera en la que la sociedad humana ha colonizado El Archipiélago introduce sus propios obstáculos; muchas islas son confundidas por tener nombres parecidos, tener historias intercambiables, o, simplemente, estar tan lejos que no les importan a nadie más que a sus habitantes. Las fuentes que se pueden consultar en las bibliotecas y universidades son incompletas, cuando no erróneas, debido a las malas traducciones del original.
Navegar a través los testimonios que recoge The Islanders, las historias contadas por sus protagonistas o por personas relacionadas con ellos, se asemeja enormemente a viajar a través de esa geografía mutante repleta de inexactitudes. Como cuando los testimonios personales, informes policiales, reportajes periodísticos… sobre un mismo tema no coinciden, aquí ocurre otro tanto de lo mismo. Pero no estamos ante una simple divergencia entre testimonios subjetivos a imagen y semejanza de Rashomon. Las perspectivas truncadas también tienen su origen en otras causas, en la imposibilidad de reunir todos los testimonios necesarios para trazar un panorama cerrado, las limitaciones del propio lenguaje, la borrosa frontera que separa lo verídico de lo falso. Algo alimentado por el propio discurso de Priest, a priori tremendamente imparcial en sus expresiones pero sutilmente ambiguo con el lenguaje, dando lugar a sorpresas cuando revela ciertos sucesos que parecen ir en contra de lo que había dado por sentado.
Esta deliberada ambigüedad toca muchos otros aspectos. Entre ellos destaca la naturaleza sociopolítica del Archipiélago, un conjunto de islas a priori independientes ante el conflicto entre los dos grandes bloques del continente norte, pero cuya neutralidad queda continuamente en entredicho. Ambas potencias cuentan con bases repartidas por las islas, sus puertos son habitualmente visitados por embarcaciones de guerra, se persigue con saña a los desertores para devolverlos a donde corresponde… Al final lo único presumiblemente objetivo de todo el libro es la descripción del clima y paisaje de cada ínsula, trazados todos ellos con una enorme riqueza de vocabulario. O la omnipresente reivindicación del arte como fuente de belleza, subversión y, por tanto, incomodidad.
Sin embargo tanta indeterminación, la frialdad de los relatos más tradicionales (especialmente si se tiene en el recuerdo Un verano infinito), la inevitable conclusión abierta, terminan pasando factura en mi valoración. The Islanders es un ejercicio disfrutable desde su contenido simbólico pero insatisfactorio desde una perspectiva tradicional, y lejos de los grandes títulos de su bibliografía. En esa perpetua búsqueda de la novedad, de retorcer las expectativas del lector, de llevarle a terrenos nuevos, esta vez Priest ha cerrado una obra coherente pero no del todo memorable. Que legiones de otros escritores mataran por llegar a escribir un título como este no es óbice para recordar que antes merece la pena leer cualquiera de sus grandes obras. Ya después, especialmente si gustó La separación, recomiendo atravesar por The Islanders.
The Islanders, de Christopher Priest
Gollancz, 2012 (publicada originalmente en 2011)
346 pp. Bolsillo. £8,99