Cuentos para Algernon. Año III, selección de Marcheto

Cuentos para Algernon Año IIIHan pasado cuatro años desde el nacimiento de Cuentos para Algernon, un proyecto donde mensualmente se traduce ciencia ficción, fantasía y terror de los autores más señalados que publican en las revistas anglosajonas. Cuatro años de una web amateur cuya impulsora, Marcheto, ha dado a los aficionados la oportunidad de conocer levemente la actualidad del relato en EEUU y Gran Bretaña. Entre los escritores seleccionados tanto ha habido nombres aquilatados como otros más desconocidos, en su mayoría apenas traducidos en España. Esta apuesta en un contexto de mercado en contracción donde la narrativa breve, muy especialmente en el formato antología no temática, tiene un hueco cada vez más reducido, dota a Cuentos para Algernon de su incomensurable valor añadido. Año a año me acerco a estos volúmenes recopilatorios, liberados como el resto de su web de manera gratuita, para participar de esta celebración del relato sobrina nieta de cabeceras como Nueva Dimensión, las Selecciones de Bruguera o las más recientes Artifex o TerraNovas&Co.

Por empezar por un clásico, en este Año III destaca Avram Davidson, un escritor cuya relevancia en España se ha perdido. Como parte del especial de humor se presenta “El hornillo eslovo”. En él plasma el desarraigo de las segundas y terceras generaciones de inmigrantes, el olvido de ese bagaje de usos y costumbres mantenido por sus antecesores durante siglos, mientras se las ingenia para recordar el choque cultural de la primera generación al llegar a su país de adopción y las estúpidas diatribas étnicas arrastradas hasta el nuevo continente. La brillantez está en el ingenio detrás de cómo germina cada faceta a través de la narración y unos diálogos con chispa. Me ha dejado con las ganas de leer más historias suyas.

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Criaturas abisales, de Marina Perezagua

Criaturas abisalesCon el peso de los blockbusters, siempre en el centro de la actualidad literaria del “mundillo”, es difícil llevar la cuenta de los libros eclipsados a su paso, especialmente de narrativa breve. Da igual si se habla o no de ellos “fuera” de los muros. Con independencia de su calidad, viven en el margen como si no existieran. No siempre fue así. Durante los años de existencia de los premios Xatafi-Cyberdark se puso el foco sobre títulos que, de otra manera, habrían volado por debajo del radar del fandom. De nuevo, parece haber motivos para el optimismo. Así entiendo el espacio dedicado en webs especializadas a libros como Distancia de rescate, de Samanta Schweblin o, más recientemente, Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez. No obstante, por debajo del umbral de percepción continúan incontables obras tan estimables como la de Marina Perezagua, reunida en Leche y esta Criaturas abisales. Una perturbadora colección de relatos en el terreno que va de lo disonante a lo siniestro.

Para describir cómo Perezagua se acerca al fantástico sirva de ejemplo “Iluminaria”, uno de los 14 relatos aquí recogidos. En él una pareja crea una máquina capaz de aprovechar la energía del movimiento de su actividad sexual para generar electricidad, agua caliente… Se describen sus hábitos y cómo se enfrentan a la dificultad de lograr la cantidad suficiente para ser autosuficientes en una cotidianidad que retrata la relación mediante un lenguaje lírico sin caer excesos. El tono es íntimo y se inclina hacia el pesimismo: el uso del instrumento cartografía etapas de pasión y desencuentros, la ilusión se degrada por la rutina y la complicidad deviene en un estertor donde irrumpen la mentira y la incomunicación. Perezagua abandona al lector en un poso amargo bañado en un macabro sentido del humor compartido por el resto de piezas de Criaturas abisales como “Gabrielle” o “La impenetrable”.

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Las casas de los rusos, de Robert Aickman

Las casas de los rusosComo lectores habituales de la página y por tanto personas con criterio y buena memoria, recordarán que la última reseña que publiqué en C fue un desvarío plagado de ditirambos acerca de Cuentos de lo extraño, de Robert Aickman. Embriagado por la sensación de poder al comprobar que la reseña obtuvo un par de “me gusta” en tuiter, me dediqué a darle la brasa al sufrido y principal responsable de la página, amenazándole con dejar de respirar si no le pedía a Atalanta un ejemplar de prensa de Las casas de los rusos alegando mi condición de submileurista y padre de familiaEl caso es que, contra todo pronóstico y en vez de mandarme a hacer puñetas como habría hecho cualquiera, Nacho solicitó una copia de prensa y Atalanta, muy amablemente, nos lo envió. Y el problema es que, después de dar la lata a todo el mundo con el libro de marras… resultó ser una relativa decepción. ¿Qué podía hacer? ¿cumplir mi sueño de salir a por tabaco o a cazar pokemones y desaparecer? ¿mentir como un bellaco? ¿dar la cara? La opción “cazar pokemones” era la que, en un principio, partía con más posibilidades, pero finalmente prevaleció mi sentido de la responsabilidad, que tantas veces se ha interpuesto entre lo que quiero y lo que debo hacer. Así que voy a contar sinceramente lo que me ha parecido el libro y que salga el sol por Antequera.

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Pesadilla a veinte mil pies y otros relatos espeluznantes, de Richard Matheson

Los cuentos fantásticos completos de Richard Matheson

Disponer en España de un sello como Valdemar es una bendición. En su cuarto de siglo de historia no sólo se ha aupado a la posición de editorial de referencia en el género de terror. Lo ha logrado reuniendo dos facetas complicadas de sacar adelante: terror y clásicos. Basta mirar su catálogo para ser conscientes de esta proeza, no exenta de sus encontronazos con la terca realidad cuando se han alejado de esa línea, caso de la tristemente abortada colaboración con Es Pop o el parón de la colección de terror contemporánea Insomnia. Analizada desde otra óptica, si se establece una comparativa con otros géneros, su existencia también tiene algo de maldición. Cada anuncio de un nuevo título de su colección Gótica (o Frontera) pone de relieve el desolador vacío alrededor de la edición sistemática de clásicos en la fantasía y la ciencia ficción, una línea de publicación con escaso eco entre el público y una mayoría de editoriales entregadas a la celebración de la novedad y en cabalgar de ola de expectación en ola de expectación como si no hubiera mañana. En este contexto cobra especial importancia el catálogo de Gigamesh más allá de las obras más o menos completas de George R. R. Martin… del cual Pesadilla a veinte mil pies y otros relatos espeluznantes es su última pieza. El segundo y último volumen de los cuentos fantásticos de Richard Matheson iniciada hace dos años con Nacido de hombre y mujer.

A priori, la división entre ambos tomos parece hecha con tiralíneas para conseguir dos libros de un número de páginas equivalente. Sin embargo en cuanto el lector comienza a pasarlas descubre cómo, aparte de una decisión cuantitativa o meramente cronológica, hay otros factores involucrados. Aquí se recogen cuentos publicados entre 1955 y 1970, quince años en los cuales el volumen de ficción breve escrita por Matheson se atemperó respecto al lustro anterior. En estos años el autor de Soy leyenda diversificó su actividad profesional y dedicó tiempo a otros campos que hasta entonces no había tocado: la novela, el cine, la televisión… De ese cambio dan fe la propia estructura de la mayoría donde gana peso un lenguaje menos descriptivo, más centrado en una narración reducida a la mínima expresión, o una emigración temática desde la ciencia ficción hacia el suspense y el terror.

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Cuentos de lo extraño, de Robert Aickman

516tljxAabLHace algunos años descubrí a Robert Aickman gracias al blog de M. John Harrison, donde el gran escritor inglés afirmaba que “The Swords” era su cuento grotesco favorito. El cuento grotesco favorito de John Harrison tiene que ser la leche de grotesco, pensé, así que no tardé en hacerme con la antología donde aparece dicha historia; Cold Hand in Mine. Aparte del muy pertubador “The Swords”, el mejor cuento jamás escrito sobre perder la virginidad a cambio de dinero en una sórdida pensión de Palencia, recuerdo otros relatos estupendos como esa obra maestra del, no se me ocurre otra definición, gótico-absurdo que es “The Hospice” (imagínense que “La caída de la Casa Usher” acabase con el narrador esperando el autobús), o el excepcional coming of age vampírico, “Pages from a Young Girl´s Journal”.

En dicho volumen descubrí en Aickman a un cuentista en la tradición del fantástico anglosajón que tanto le gustaba a Borges, donde se podían reconocer influencias de Henry James o Arthur Machen, de estilo elegante y sutil, peculiar imaginación y, sobre todo, narrador fascinado por el misterio, sabedor de que es éste y no la explicación, lo que perdura. En general y con alguna excepción, se trataba de relatos ambiguos cuyo rasgo más característico era la detallada y oblicua construcción de los conflictos psicológicos de los personajes, cuyas vidas cotidianas y vulgares se enredaban en lo absurdo, lo fantástico y lo inquietante como si fuesen protagonistas de kitchen sink dramas góticos. Personajes que, como indica certeramente Andrés Ibáñez en el prólogo de este Cuentos de lo extraño, citando The Enciclopedy of Fantasy de John Clute y John Grant; “no son capaces de entender al fantasma con el que se enfrentan debido a que dicho fantasma… es una manifestación, un retrato psíquico, de su incapacidad para comprender sus propias vidas”. Relatos, además, cuyo estilo terso y engañosamente sencillo es una trampa para los lectores, que confiados en transitar por caminos conocidos, acabamos perdidos en el corazón de un bosque oscuro y amenazador.

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Siete casas vacías, de Samanta Schweblin

Siete casas vacíasEs fácil dejarse llevar por el entusiasmo cuando una autora escribe un relato como Distancia de rescate. Un texto donde forma y fondo van indisolublemente unidos a la hora de construir una obra de misterio excelentemente asentada sobre ambos. De ahí la curiosidad por comprobar la pericia de Samanta Schweblin en historias más breves lejos del terreno del fantástico como las de Siete casas vacías; una colección de relatos galardonada con el IV Premio de Narrativa Breve Ribera de Duero y publicada por Páginas de espuma.

Ya el primer relato, “Nada de todo esto”, es una buena piedra de toque que nos pone sobre la pista del registro desarrollado por Schweblin en las seis piezas siguientes. Introduce a una madre y a su hija mientras recorren los suburbios acomodados de una ciudad para ver las casas y experimentar, de alguna manera, un modo de vida para ellas vedado. Parecen moverse desde la distancia, sólo por casas vacías, hasta que la madre comete un “error” y termina entrando en una habitada. Una transgresión a partir de la cual la rareza de la situación se revuelve sobre sí misma, llevando la narración hacia un terreno incómodo, con un aire insano que entra en resonancia con las expectativas del lector.

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Prayers to Broken Stones, de Dan Simmons

Prayers to Broken StonesSiempre me resultó curioso cómo, a comienzos de los 90, Dan Simmons se convirtió en una cierta garantía de ventas en España y su editorial, Ediciones B, no le dio la más mínima oportunidad al campo en el que había conseguido resultados más notables: el relato. Quizás la única colección con la que entonces contaba, Prayers to Broken Stones, ya hubiera visto traducida la mitad de su contenido; quizás imperó el miedo al desencuentro entre relatos y público; quizás influyera el asunto del elevado coste pagado por sus derechos, aireado por Miquel Barceló en una de sus entradas en su blog al comienzo de cada nuevo título de Nova Ciencia Ficción… Sea como fuere, un cuarto de siglo más tarde parece olvidado que, aparte de Hyperion y tochazos de más de 600 páginas, Simmons fue uno de los más reputados cuentistas de terror de la década de los 80.

Andaba temeroso de comprobar cómo me acercaba a varios de estos relatos con dos décadas más en el cuentakilómetros y varios galones de cinismo en el depósito. Historias con una cierta inclinación por lo macabro, capaces de hacer surgir el terror de situaciones cotidianas y con una afilada vena satírica, pero con espacio para narraciones más sensibles donde cada recodo rezuma sentimiento de pérdida. Tal es el caso del relato elegido para abrir Prayers to Broken Stones: “El río Estigia fluye corriente arriba”. El cuento con el cual Simmons impresionó a Harlan Ellison en un taller de escritura en Denver en 1981. Una carta de presentación difícilmente mejorable.

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Los premios Ignotus: 1991-2000

Los premios Ignotus 1999-2000Larga (y discontinua) ha sido la gestación de este proyecto con más de diez años a su espalda. En 2005 iba a ser la editorial Bibliópolis quien se encargara de él. Incluso llegué a fantasear con una posible división en volúmenes. Aquél era FIAWOL del bueno. Sin embargo la realidad de un mercado editorial reacio al formato breve dio al traste con la iniciativa; la pieza de dominó nonata de la cadena de antologías Semillas de tiempo, Artifex y Paura. Tuvo que ser una editorial mucho más modesta y versátil, Sportula, con la publicación de colecciones de relatos y antologías en su ADN, la que recuperara la idea y diera a luz el primero de los volúmenes con los ganadores de la categoría de relato otorgados en el siglo XX. Una década más tarde.

Me parece un acierto la estructura incorporada al libro, en gran parte derivada de aquellos volúmenes de Los premios Hugo traducidos por Martínez Roca a finales de los años 80. Cada relato se acompaña de una introducción escrita por Rodolfo Martínez, muy alejada de lo habitual en estos casos. No hay semblanzas biográficas o descripciones de las claves de las historias prologadas sino anécdotas que Martínez recuerda de su relación con cada autor. Cómo se conocieron, cómo ha evolucionado su relación, algún detalle que admire, anécdotas… Un reflejo de aquellos textos de Asimov un tanto egocéntricos pero repletos de cercanía.

Además, y es lo más relevante del volumen aparte de los relatos, si alguien busca información más canónica, Los premios Ignotus 1991-2000 se abre con un ensayo de Juanma Santiago sobre la intrahistoria de los Ignotus. Medio centenar de páginas a modo de recuerdo de lo que fue la afición durante la década: la creación de la aefcft, el nacimiento de las antologías Visiones, la gestación de los premios, recuerdos año a años de los cuentos ganadores, algunos finalistas, las circunstancias importantes para llevarse el galardón… Memoria viva del fandom contada con un estilo espontáneo y autorreferencial, posiblemente tan apreciado por los iniciados en el sacrosanto misterio del fandom como extraño para el lego.

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D de Destructor, de Ramón Muñoz

D de Destructor

Una de mis muchas lagunas lectoras en cuanto a fantasía, ciencia ficción, terror, literatura fantástica en general, se refiere, es la de los autores españoles (aunque más lamentable aún es mi ratio de libros escritos por mujeres, actualmente se encuentra en un paupérrimo cinco sobre cincuenta reseñas escritas en total, de las cuales sólo una fue positiva). Desconozco la razón, quizá se trate de un mecanismo mental involuntario en mi anárquica forma de escoger lecturas, la asunción profunda a nivel inconsciente de la (falsa) premisa de que el fantástico es un género fundamentalmente anglosajón y qué mejor que ir al original. O es quizá envidia de que la misma persona que me precede en la cola del Mercadona abarrotado un sábado a las doce y media de la mañana pueda estar fabulando otros mundos mientras yo sólo llego a odiar muy fuertemente mi vida y las decisiones que me han llevado a ese preciso momento espaciotemporal. O mejor aún, como manda el tópico perezoso, todo crítico literario es un escritor frustrado y yo no iba a ser menos. Bueno, no del todo, aunque como casi toda persona muy lectora he intentado emular a mís ídolos, enseguida me di cuenta de que aquello no era lo mío, escribir un relato, una novela, es una cosa dificilísima completamente fuera de mi alcance.

Bueno, les largo todo este rollo en plan excusatio non petita, pero que sinceramente es algo que me reconcome, para celebrar que llego a las dos, DOS, reseñas de autores españoles en un sólo año. En este caso se trata de D de Destructor la antología de relatos de Ramón Muñoz que ha publicado Cyberdark en su colección de antologías de autores españoles. ¿Y por qué he escogido la antología de Ramón Muñoz?. Pues porque a finales de los noventa, en la revista Gigamesh, entre relato de Greg Egan y relato de Greg Egan, su cuento “Días de tormenta” me impactó muchísimo, un relato a la altura del mejor Lucius Shepard.

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Trece monos, de César Mallorquí

Trece monosCésar Mallorquí no puede regresar porque jamás se fue. Aun cuando su paso a la literatura juvenil pudiera hacer pensar lo contrario, ciencia ficción y fantasía han mantenido un rol protagonista en parte de lo que ha escrito estos últimos 20 años: la historia de fantasmas detrás de Las lágrimas de Shiva, los viajes en el tiempo en La fraternidad de Eihwaz, la mezcla entre mitos celtas y fantástico de Leonís, la ciencia ficción de La isla de Bowen… Tampoco han estado ausentes en sus relatos, un formato donde se ha prodigado mucho menos; la vida del escritor profesional tiene sus servidumbres y su sustento ha llegado escribiendo novelas.

Este mes de Septiembre nos ha llegado Trece monos, su segunda colección de relatos. En su interior aguardan trece relatos fantásticos escritos durante los últimos 20 años. A diferencia de la primera, El círculo de Jericó, en Trece monos Mallorquí prescinde de cualquier intención de vincularlos dentro de una historia “mayor” que los contenga. Esta vez ha preferido escribir brevísimas presentaciones en las cuales ofrece una somera idea sobre su escritura y su publicación. Para profundizar en su trayectoria, el volumen se abre con un extenso prólogo escrito por Juanma Santiago. En él se contextualiza su obra en una introducción que revaloriza una tipología textual convertida demasiadas veces en una entradilla de blog o una sinopsis trivial. Quizás en tres o cuatro momentos su tono se desliza hacia el entorno aficionado, con expresiones y aproximaciones chocantes para un lector ajeno al pequeño mundillo de la ciencia ficción y la fantasía. Pero también evidencia el conocimiento, la calidad expositiva y la amenidad de uno de los mejores ensayistas de la ciencia ficción en España. Su inclusión me ha parecido un gran acierto.

Entre las ficciones que recoge Trece monos, la mayor aportación a la obra de Mallorquí viene de “Naturaleza humana”, la novela corta que cierra el libro, mención especial en el premio UPC de 2012. Una historia de ciencia ficción clásica muy adecuada para descubrir sus cualidades como narrador y su manera de concebir el género, bastante ajena a los modos actuales. En su ambientación, “Naturaleza humana” recuerda a historias como Tropas del espacio, los primeros thrillers de Joe Haldeman o esos relatos de Dick donde la humanidad estaba enfrentada a un enemigo extraterrestre y nada era lo que parecía. Así, a finales del siglo XXIII, una humanidad que ha trascendido los gobiernos nacionales se enfrenta en una guerra sin cuartel a una civilización alienígena. A través de un relato en tercera persona, Mallorquí enhebra un thriller donde a dos personajes se les asigna una misión casi suicida: descubrir los posibles agujeros de seguridad del gobierno mundial. Una tarea durante la cual descubrirán el mundo al otro lado del muro de la caverna; la realidad detrás de la distopía en la que están atrapados.

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