Con el peso de los blockbusters, siempre en el centro de la actualidad literaria del “mundillo”, es difícil llevar la cuenta de los libros eclipsados a su paso, especialmente de narrativa breve. Da igual si se habla o no de ellos “fuera” de los muros. Con independencia de su calidad, viven en el margen como si no existieran. No siempre fue así. Durante los años de existencia de los premios Xatafi-Cyberdark se puso el foco sobre títulos que, de otra manera, habrían volado por debajo del radar del fandom. De nuevo, parece haber motivos para el optimismo. Así entiendo el espacio dedicado en webs especializadas a libros como Distancia de rescate, de Samanta Schweblin o, más recientemente, Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez. No obstante, por debajo del umbral de percepción continúan incontables obras tan estimables como la de Marina Perezagua, reunida en Leche y esta Criaturas abisales. Una perturbadora colección de relatos en el terreno que va de lo disonante a lo siniestro.
Para describir cómo Perezagua se acerca al fantástico sirva de ejemplo “Iluminaria”, uno de los 14 relatos aquí recogidos. En él una pareja crea una máquina capaz de aprovechar la energía del movimiento de su actividad sexual para generar electricidad, agua caliente… Se describen sus hábitos y cómo se enfrentan a la dificultad de lograr la cantidad suficiente para ser autosuficientes en una cotidianidad que retrata la relación mediante un lenguaje lírico sin caer excesos. El tono es íntimo y se inclina hacia el pesimismo: el uso del instrumento cartografía etapas de pasión y desencuentros, la ilusión se degrada por la rutina y la complicidad deviene en un estertor donde irrumpen la mentira y la incomunicación. Perezagua abandona al lector en un poso amargo bañado en un macabro sentido del humor compartido por el resto de piezas de Criaturas abisales como “Gabrielle” o “La impenetrable”.
El primero, mediante correos electrónicos y mensajes dejados en el buzón de voz, cuenta cómo durante unas vacaciones un hijo se hace cargo de su madre, previamente al cuidado de su otro hijo. En los primeros días descubre cómo éste se había callado su entrada en la demencia. Auxiliado por su esposa, se ven obligados a aplacar su inestable estado de ánimo con absurdas representaciones. La tensión se acumula página a página; por lo contado, por el silencio que recibe como respuesta a todas esas comunicaciones, pero, sobre todo, por la postura adoptada por el personaje y cómo establece un amargo diálogo con el lector, forzado a examinar qué haría él en tal situación. Ese desconsuelo en el cual se maceran los personajes es otro de las señas de identidad de Criaturas abisales.
“La impenetrable”, a su vez, pone en juego el fantástico más extendido entre una mayoría de Criaturas abisales. Establecido desde el comienzo, en general a través de un pequeño elemento extraordinario que aleja la narración de la realidad y amplifica aspectos ocultos, liberados por ese ingrediente extraño. Bien en el interior de sus protagonistas, bien a su alrededor. En este caso concreto la vagina de una mujer se muestra como impenetrable. Para ganarse el sustento, se convierte en una atracción de feria en un abracadabrante número circense donde se anima al público a intentar horadarla. Un siniestro acto de prostitución puesto en cuestión por un giro imprevisto que conduce a un desenlace demencial y, sin embargo, a la orden del día cuando alguien desea reconciliarse con su público y recuperar su fama perdida.
Además de este humor retorcido, detrás de estos relatos hay un erotismo y una sexualidad rayano en lo enfermizo (“Lengua foránea”, “De la mar el tiburón y de la tierra el varón”), unas relaciones afectivas dañadas (“Fredo y la máquina”, “El testamento”, “Desraíceme, por favor”), una sociedad podrida (“Caza de muñecas”). En conjunto, Criaturas abisales está recubierto de una textura insidiosa que expone al lector ante sentimientos y hechos cotidianas sutilmente deformados por la imaginación de Perezagua. Tales imágenes pueden ser insuficientes para un lector en busca de una peripecia o situaciones más grandes que la vida. Pero esta visión distorsionada e incómoda bien merece una oportunidad.
Criaturas abisales (Los libros del lince, Colección Literaturas nº9, 2015)
Rústica. 144 pp. 15 €
Ficha en la web de la editorial