Es una pregunta que surge periódicamente en la cabeza de alguien, por lo general poco informado: si las revistas de cualquier temática suelen ser grandes y con los santos a colores, ¿por qué no hacer una de literatura de ciencia ficción así? Al fin y al cabo, bien lustrosas quedan las ilustraciones de naves, las jamonas espaciales, las esferas de Dyson… Hay otros factores adicionales, como que ese tamaño permite la difusión en quiosco y el cobro de mejores tarifas de publicidad.
Sin embargo, y deseándole lo mejor a la actual Windumanoth, lo cierto es que este razonamiento ha demostrado ser reiteradamente erróneo. Casi todas las revistas más longevas en España (si no consideramos revista a una publicación sin ninguna estructura profesional como BEM, lo que sería otra discusión ya bastante repetida), prácticamente 24 de las 25 más longevas en Estados Unidos, han sido en formato libro o al menos más pequeñas de lo normal en cualquier otro sector, como Gigamesh o Solaris. La inglesa Interzone es casi la única excepción. Las castañas que hemos vivido aquí con este tipo de proyectos, que suelen ser necesariamente aparatosos, han sido curiosas y forman parte de los momentos más divertidos de nuestra intrahistoria.
¿Por qué no suelen funcionar esos experimentos? Básicamente, porque las tiradas exigidas para la distribución en quiosco, que históricamente han sido de varios miles de ejemplares, no se corresponden en modo alguno con el interés el público real. Las revistas de otras temáticas asumen que para vender 50.000 deben imprimir 80.000 y mandar al crematorio 30.000, pero 50.000 ya es un número bueno tanto como ingreso en sí como por lo que permite cobrar a los anunciantes. Imprimir 15.000 para vender con mucha suerte 5.000 no permite una escala equivalente en modo alguno. Y estoy dando datos de los años ochenta, que no se corresponden de ninguna manera con los actuales, tanto por el encogimiento del número de lectores de género como por los del mercado de revistas en sí.
Por otra parte, la publicidad en revistas especializadas tiene la dificultad adicional de cuál es la consideración que tiene el nicho temático tratado para los anunciantes. Lamento comunicar que la percepción tradicional del nicho friki en España fue que éramos la escoria, pobres como ratas y empeñados en comprar cosas totalmente apartadas del mercado publicitario en general.
Puesto que no había suficiente público para la literatura de ciencia ficción, la conclusión ha sido que debían sazonarla con otros elementos: cine de género (siempre más popular), divulgación científica, videojuegos… El resultado ha sido constructos mestizos sin la suficiente cantidad de una cosa ni de otra, sin conseguir generar entusiasmo en los aficionados a la literatura ni a los de los otros campos. Y conste que todo este análisis lo hago a posteriori: a mí en su momento también me parecía que podía ser buena idea.
Si no me equivoco, la primera revista de gran formato que lo intentó en España fue Zikkurath, si bien con un enfoque totalmente distinto. Tras veinte números como fanzine, se lanzó la publicación profesional en busca de más público del que transitaba en el poco concurrido camino en el que incidían la contracultura y la ciencia ficción. Parecía buena idea, pero solo si quienes la debatían eran amigos entre ellos y no salían mucho a ver qué se comentaba en el puesto de fruta del mercado. Duró seis números; otro rato iré con ella.
El primer intento por el sendero que transitarán las demás fue el de la revista Alien, publicada desde 1981 por una fantasmagórica Minotauro S.A. que no es la que todos conocemos por aquí. Duró seis números y es auténticamente bizarra. En este caso, es difícil decir si se pegaron a la literatura otros temas, para atraer más lectores, o si se pegó la literatura a los otros temas para darles un barniz de prestigio.
Los promotores de la iniciativa son gente totalmente ajena a nuestro ámbito. El editor, un tal Adolfo Dondo; el director, un Javier Viejo Comas. Del sumario de colaboradores, solo ha prosperado en la profesión (hasta donde yo sé) la directora de arte, Tessy Durigón, que lo fue luego bastantes años de la edición española de Cosmopolitan, entre otras publicaciones.
Es obvio que el proyecto de Alien se cimentaba en el éxito que estaba teniendo por entonces en Estados Unidos una revista «con» cf, la única grande entre las 25 más longevas que he mencionado antes: Omni. Desde 1978, se había convertido en la revista «con» cf más vendida de la historia, superando el millón de ejemplares de tirada. Cuando cerró en 1997, aún vendía cientos de miles. Omni era una Wired antes de tiempo, que añadía a contenidos transmisores de vértigo tecnológico unos relatos escogidos por gente muy despierta (Ben Bova, Ellen Datlow, Robert Sheckley). Abrió un territorio que luego han seguido todo tipo de productos culturales, desde webs como Gizmodo hasta, en cierta forma, la propia Black Mirror.
A los ingeniosos creadores de Alien, sin embargo, se les ocurrió que al cóctel le faltaba algo, visto el escaso predicamento tradicional de la ciencia y la tecnología entre el público español. Así que le añadieron una nota de macgufismo.
La relación de la paranormalidad y la cf en España fue estrecha en tiempos muy lejanos, pero se fue convirtiendo paulatinamente en aborrecimiento (al menos, por lo general, desde nuestro lado). Al igual que en los cincuenta Campbell llevaba a Astounding a naufragar en esas aguas, y que el descomunal bestseller del «realismo fantástico» El retorno de los brujos combinaba sin pudor a Clarke y Lovecraft con la alquimia y los moais de Pascua, buena parte de los primeros autores de cf españoles terminaron llevando sus carreras profesionales por esa vía: los casos más conocidos son los de Antonio Ribera y Juan García Atienza, hoy considerados entre los grandes precursores ibéricos de la cosa psicofónico/marcianilla. La propia Nueva Dimensión debe su extraño formato original, cuadrado, al deseo de asimilarse a la entonces muy popular revista esotérica francesa Planète, que dirigían Pauwels y Bergier, y tuvo su versión española como Horizonte a las órdenes de Ribera.
El editorial de este primer Alien nos informa, sobre unas fotos del equipo editorial que me abstengo de reproducir porque está mal reírse de la gente y somos muchos los que tenemos un pasado en los ochenta, de que esperan la colaboración de los lectores, sea a través de relatos o de que «quienes vean objetos en el cielo o tengan alguna facultad paranormal nos mantengan informados de sus experiencias».
Y luego viene el batiburrillo: un textito sobre el disco láser («el día que se comercialicen para usos domésticos, los recibidores o las salas de audición de los hogares serán cosa de magia»), una piecita sobre un señor del Museo Nacional de Ottawa que afirmaba que el hombre no viene del mono sino del dinosaurio, un textito de Gabriel García Márquez riéndose de los platillos volantes, una entrevista con Ray Bradbury, un articulito sobre el pianista de jazz Keith Jarrett, cuatro páginas sobre «juegos electrónicos», ilustraciones espaciales del japonés Kazuaki Iwasaki, un desplegable del transbordador espacial, una especie de resumen de la película Estados alterados, una paginita sobre avistamientos de ovnis en China, unos «juegos de observación» (con preguntas tan desasosegantes como «¿en qué dirección giran las manillas del reloj digital?»)… Podría seguir, porque en sus 112 páginas hay casi treinta contenidos con un espíritu que anticipa la llegada de los bazares chinos a nuestras vidas, pocos años después. Pero eso sí que no lo vieron venir.
Todo ello está escrito de forma más bien churripitosa, con especial incidencia en el abominable vicio del reparto de comas por sorteo. Podría poner varios ejemplos en bien de la diversión y tal, pero es que hay un contenido realmente tan estupendo que ensombrece todo lo demás: la encuesta «¿Quién ganará el campeonato mundial de fútbol España 82? ¿Pueden ayudarnos las ciencias paralelas a dilucidar el enigma?»
«Hemos consultado a tres expertos de cada ciencia», explican, siendo estas «ciencias» adivinación, tarot, cartología, unos tales «proféticos», futurología, geomancia, telepatía, cabalistas, astrología, radiestesia, quiromancia y numerología.
Hay que decir que, dentro de la falta de acierto general, los tres supuestos expertos supuestamente consultados en adivinación y cartología ni siquiera se molestaron en mirarse los periódicos, porque dieron como tercera a Holanda, que no se clasificó para el Mundial. Hay otros detalles memorables, como el pronóstico de los telépatas, que no sé muy bien cómo podrían saber lo que iba a pasar leyéndole la mente a otra gente que tampoco sabía lo que iba a pasar (y así dan los pobres una final Argentina-Brasil). O que en el texto el juntaletras de turno explique «el gran esfuerzo periodístico que nos ha demandado este artículo».
Aunque los tales proféticos aciertan, los jodíos: campeona Italia, finalista Alemania. Los demás, ni acercarse. Eso sí, la profecía da a España semifinalista. La de Víctor Muñoz, Periko Alonso y Tente Sánchez. Je, je, proféticos, claro.
La revista incluye tres cuentos de cf, sí, al fin. De «La biblioteca de Babel» de Jorge Luis Borges no sé qué puedo añadir que no esté ya requetedicho: apuesta sobre seguro y acierto. Asimov nunca podía faltar en esa época, y aquí no acuden a una opción especialmente manida al repescar «Espacio vital», un cuento cortito y resultón sobre universos paralelos, un tema que el Buen Doctor tocó rara vez pero muy brillantemente un par de décadas después de la aparición original de este relato en Los propios dioses.
Cuando se ponen originales es cuando meten la pata al reeditar «Ligue», un cuento de una señora llamada B.L. Keller que venden como «escrito especialmente para la prestigiosa Fantasy & Science Fiction». La extraña elección de este cuento graciosillo, de una escritora sin ninguna relevancia, sobre una fallida posesión demoníaca, queda aclarada a las propias líneas, cuando encontramos frases como: «Pasó triunfalmente el día escolar, con sus braguitas de nylon, minúsculas, perdidas en la hindidura (sic.) abierta entre sus glúteos tersos y redondos que quedaban a la vista bajo la mínima expresión de falda cada vez que se agachaba a recoger uno de los innumerables objetos que encontró o que dejó caer durante aquella jornada, y que causaron el derramamiento de más semillas que todos los peritos agrícolas de Washington». Nueva Dimensión habría ilustrado esto con uno de sus dibujillos cochinetes, pero aquí, de forma misteriosa, le ponen un diseño del Alien de Giger a toda página. Posesiones diabólicas, adolescentes… Pues nada, un alien. Lo normal. El cuento ni siquiera es inédito, lo acababa de publicar Martínez Roca en una antología recopilatoria de F& SF.
Al final, casi lo más provechoso de la revista es mirar la publicidad, que la verdad es que en este primer número es abundante. En este caso, se suelen hacer ofertas para dar a los anunciantes interesados en números sucesivos «sensación de éxito» al presentarles el producto ya en la calle. Debía ser justo el momento de la batalla del vídeo, porque ahí se menciona hasta el V.C.R. 2000. Aunque por motivos obvios me quedo sin duda con un anuncio de Viro, Lámparas-Arte, que presenta sus exclusivos modelos Naranjito Cristal y Naranjito Látex.
Alien duró seis números, ya digo. Y murió, en resumidas cuentas, por lo mismo que le contestó Luis Ciges a Antonio Resines en circunstancias míticas: pues porque era muy mala.
Nota: Ilustración de cubierta de Alien 1 proporcionada por BERRINCHE.
Jajajajaja. Magnífico. La de cosas de semejante jaez que habré tirado estos años a la basura. Ni en wallapop las quisieron.
Cruzo los dedos por que la serie llegue a tocar el Blade Runner Magazine.
No sé si tengo guardados los Blade Runner. Además, yo en principio quiero hablar de cuentos. Lo que pasa es que a veces me pierden las ganas de jarana, y lo de Blade Runner no fue exactamente divertido
¡Jarana, jarana!