Hace un par de meses leí la Guía del usuario para el nuevo milenio, el libro en el que J. G. Ballard recopiló una parte de sus artículos y reseñas para periódicos y revistas. Además de todo lo que aporta para sus lectores, Ballard saca a colación una serie de cuestiones sobre la escritura de ciencia ficción, con un protagonismo especial de cómo una creación basada en fórmulas puede arruinar el potencial de un género; la amenaza de constreñirlo a una estructura cerrada que agota su capacidad expresiva y marchita las ideas a comunicar. Obviamente es un tema sujeto a discusión, pero no me interesa tanto entrar en él desde la vertiente de los excesos formales como desde la exploración de los cauces estéticos y los vínculos entre forma y fondo. Una perspectiva que me lleva a valorar mucho ciertas obras como Ni siquiera los muertos. La última novela de Juan Gómez Bárcena y un notable caso práctico de cómo abrir vías alejadas de los cauces principales de la narrativa literaria.
Juan de Toñanes es un veterano de la conquista de México que mantiene una posada en la zona de Puebla junto a su mujer. Bueno, lo de mantenerla cae en el terreno del eufemismo; ella hace toda la labor mientras Juan se dedica a mirarla y avivar el fuego. Una noche recibe la visita de dos hombres del virrey con una propuesta: ir tras un indio llamado como él. Como descubrirá más adelante, el indio Juan ha cometido actos contra el Imperio y su Fe; el más grave, traducir la Biblia para utilizarla en sus predicaciones entre unos nativos en trámite de ser diezmados por una pandemia (un acontecimiento que cercenó la vida del 80% de la población indígena). En lo que podría haber sido una historia de carretera, el castellano parte siguiendo el rastro del hereje por el Camino Real de Tierra Adentro. Sin embargo, Gómez Bárcena se mete en un berejenal de otro calibre: plasmar los últimos 500 años de México desde la idea de la Historia como proceso.
Juan cabalga hacia el norte por un paisaje marcado por la colonización: por el impacto de la plaga y la producción a través del sistema de encomiendas; una esclavitud encubierta que fue ampliamente denunciada por los monjes de la época. En un marco que se llega a asumir como preapocalíptico, se encuentra con la gente que ha conocido a su objetivo. Con ellos conversa del pasado del indio Juan, su presente y sus ideas para el futuro y profundiza en su conocimiento en un proceso iterativo. A lo largo de una docena de capítulos, hasta la misma conclusión, en un esquema en el que forma y fondo no se pueden entender el uno sin el otro.
El lector precavido puede pensar que esta ya se la sabe. Que Ni siquiera los muertos tendrá un giro y Juan y el indio Juan terminarán siendo la misma persona. Algo hay de esa inevitable comprensión y, aquí en varios momentos, identificación entre cazador y presa. Pero queda lejos de ser la finalidad del relato. En una de esas primeras conversaciones con el paisanaje que ha conocido al indio Juan, que rápidamente deviene en un testimonio, el entorno parece incompatible con lo que habíamos leído hasta entonces. La misión donde este había sido educado aparece derruida, como si en vez de unos pocos años hubieran pasado décadas. Es una de las múltiples marcas que sugieren cómo, mientras el mercenario avanza hacia el norte, de Puebla a Zacatecas, de aquí a los alrededores de Durango, siempre hacia el Río Bravo, el tiempo psicológico y el objetivo transcurren a diferentes ritmos y definen un nuevo paisaje. El de los personajes, el lugar en el que vivieron, la Historia que los enmarca, y las aspiraciones que les impulsaron: la búsqueda de la utopía y cómo este propósito empuja a los líderes de los pueblos.
Gómez Bárcena se mantiene fiel a un estilo que vincula la redacción con cada lugar, situación y tema gracias a un narrador omnisciente que acompasa su discurso a cada etapa del viaje. Rememoraciones angustiosas de personajes contadas al detalle se suceden (o preceden) de los pensamientos, los sueños y las aspiraciones del protagonista; se utilizan amplias acotaciones para contextualizar términos o el momento histórico; se repiten palabras y fragmentos de discursos a modo de leit motivs; aparecen citas a la Biblia que a veces son literales y otras (creo) pequeñas variaciones fruto de su traducción del indio Juan… Gómez Bárcena ha trabajado la forma hasta lograr la comunión total entre forma y fondo.
En este andamiaje, la iteración formal es imprescindible para apreciar las semejanzas y variaciones entre personajes y acciones, y asentar otros dos temas: primero, ese qué se mantiene y qué se pierde con el paso del tiempo. Una idea enfatizada durante las últimas páginas del libro que me han dejado con la duda de si realmente era o no necesario dejarlo así de expuesto; una cuestión que me surge habitualmente pero que no me ha impedido disfrutarlas enormemente. Quizás porque además del acierto de cómo está contado, he conducido con mi carro por Truth or Consequences y otros de los lugares que cita. Y, por debajo, se asienta la visión de la Historia como un proceso sostenido sobre un progreso precario. Estos recursos, unidos al tono onírico-pesadillesco, enriquecen el discurso a la vez que convierten ciertos pasajes en una lectura azarosa. En especial entre las páginas 200 y 300, donde la consistencia de los recursos empleados puede llevar a la extenuación justo en uno de los momentos más esperados: el tránsito desde la independencia de México a la revolución. Por fortuna con la llegada al período contemporáneo, la emigración, los feminicidios y el narcotráfico, se recupera vigor quizás porque se aligera algo el estilo mientras se transmite una angustia ya plenamente contemporánea.
Supongo que esto puede dificultar el avance en determinadas secciones. Pero si alguien desea alejarse de la novela-fórmula, en Ni siquiera los muertos hay ambición a la hora de utilizar los recursos estéticos y genéricos de la novela histórica y de la fantasía metafísica. En su mayor parte, consumada.
Ni siquiera los muertos, de Juan Gómez Bárcena (Ed. Sexto Piso, 2020)
Rústica. 350pp. 29,90€
Ficha en la web de la editorial
Gracias por etiquetar la entrada “El camino Real de Tierra Adentro” de la América española.